Agricultura

Cómo prevenir y mitigar el impacto de los herbicidas en los cultivos

7 de junio de 2023

El verano seco aumentó el riesgo de residualidad, al que se suman las aplicaciones de invierno, que pueden dar un doble golpe que afecte el rendimiento de los cultivos.

Federico Lazbal | Director de Nutrivanza

El historial de herbicidas utilizados y el tipo de suelo son, sin dudas, de las primeras cosas a tener en cuenta a la hora de elegir el cultivo y la variedad a implantar, pero sería un análisis muy simple y riesgoso si no tenemos en cuenta algunos aspectos.

Lo primero a saber es que si bien la colza es el cultivo más sensible, la cebada el siguiente y por último el trigo, existen trabajos (tesis magister N. H. Panaggio 2017, FCA-UNMdP) donde se demuestra que tanto la cebada como el trigo, disminuyeron su rendimiento ante la presión de herbicidas del tipo ALS (sulfonilureas, imidazolinonas, triazolopirimidinas).

Cuando estos herbicidas se acumulan en la planta generan una fitotoxicidad, muchas veces subclínica (sin síntomas visibles), que afecta los meristemos o puntos de crecimiento, limitando tanto el desarrollo vegetativo como el del sistema radicular y, en consecuencia, afectando también el rendimiento final del cultivo.

Muy importante será analizar la dinámica de los herbicidas utilizados durante el verano e incluso antes, entendiendo que su persistencia dependerá mucho del clima, del tipo de suelo y de características como el coeficiente de adsorción (Koc) y la solubilidad de cada uno en particular. 

En este sentido hay que recordar que la sequía sufrida mantuvo –y en algunos casos quizás mantiene aún– adsorbidos (retenidos) y activos muchos de estos herbicidas a las partículas del suelo, impidiendo su pasaje a la solución del suelo para que se produzca su lavado por lixiviación o el inicio del proceso de degradación. 

En situaciones con mayor nivel de precipitaciones, los de menor Koc pueden ya haber sido liberados a la solución del suelo. Una vez en solución, los más solubles van siendo lixiviados por la lluvia hacia las capas más profundas y los menos solubles permanecen en las capas superficiales de cultivo, donde inician su proceso de degradación, en su gran mayoría microbiano. 

Un claro ejemplo de estos herbicidas poco solubles es el Diclosulam, que deberá cumplir inexorablemente su tiempo de degradación para no afectar a los cultivos. Existen, a su vez, algunas sulfonilureas que son muy solubles a pH 7, pero disminuyen drásticamente su solubilidad a pH 5.

Por otra parte, herbicidas altamente solubles y de muy bajo Koc, como el 2,4D-Amina y el Imazetapir, serán fácilmente lixiviados y muchas veces acumulados en los bajos, ojos de agua o incluso retenidos temporalmente sobre los btextural, lugar de menor actividad microbiana donde pueden permanecer activos durante algún tiempo.

A esta compleja situación de base habrá que sumarle la presión de malezas invernales. Cada caso será diferente y demandará un análisis particular, sin duda, pero lo cierto es que este año –y cada vez más– se deberán de tomar todas las precauciones posibles y utilizar productos que nos ayuden a mitigar el impacto sobre los cultivos. La aplicación de bioestimulantes, tanto a la semilla como junto al herbicida, son prácticas de manejo que se han ido incorporando para intentar minimizar este problema. Existen trabajos a nivel nacional que demuestran la efectividad de algunos bioestimulantes para reducir las pérdidas de rendimiento. 

En el caso del bioestimulante Acrecio, que desarrollamos en Nutriavanza, con aplicaciones a semilla y/o foliares, se logró recuperar desde un 43% hasta un 68% la disminución del rendimiento ocasionada por el graminicida en un cultivo de cebada. 

Los beneficios obtenidos con esta tecnología son el resultado de la investigación y desarrollo de una de las más importantes multinacionales del rubro: el Grupo De Sangosse (de Francia). Esta compañía extrajo, purificó y concentró diversas sustancias anti estrés (Acreciactiv) de plantas que estaban en situaciones de estrés, y se incorporaron a este novedoso producto.

Esto genera un fortalecimiento general de la planta que está en condiciones adversas, y una activación de los mecanismos de detoxificación natural. Otros componentes generan, a su vez, un importante estímulo para el desarrollo radicular, que ayuda a mitigar el impacto negativo generado por la acumulación de herbicidas en la planta. 

Es importante utilizar la mayor cantidad posible de dosis del bioestimulante de forma dirigida a través de la semilla, y asegurar dosis suficientes y letales del herbicida para que no haya escape de malezas. En caso de existir malezas de muy difícil control, se puede diferir la aplicación foliar del bioestimulante algunos días.

Desde Nutriavanza, con el apoyo recibido del sector productivo y de las más prestigiosas consultoras de investigación de Uruguay, estamos avanzando en el ajuste de estas y otras tecnologías, para nuestros cultivos y bajo nuestras condiciones. 

Nota de Revista Verde N°107

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