Colza “puede lograr 4.500 kg/ha sin hacer grandes cambios en genética”

El promedio en Uruguay se ubica entre 1.500 y 1.600 kg/ha, “es la brecha más grande de todos los cultivos”, y cerrarla implica “ajustar decisiones clave”, planteó Mazzilli
Un cultivo de colza “puede lograr 4.500 kilos por hectárea (kg/ha) sin hacer grandes cambios en genética”, afirmó a VERDE el director de Sistemas Agrícola-Ganaderos del Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA), el ingeniero agrónomo Sebastián Mazzilli, en el marco de una actividad focalizada en ese cultivo organizada por la cooperativa Sofoval, de Colonia Valdense.
Allí el investigador recordó que actualmente la media de productividad en Uruguay se ubica entre 1.500 y 1.600 kg/ha. Esa diferencia representa “la brecha más grande de todos los cultivos”, y cerrar ese espacio implica “ajustar decisiones clave” del manejo.
Consideró que “Uruguay puede aspirar a mantener entre 150.000 y 200.000 hectáreas sin sobresaltos” y sin “cometer errores en la secuencia”. Sobre los factores que explican esta brecha de rendimiento, Mazzilli indicó que no están “completamente medidos”. De todos modos, pueden explicarse por el momento de la fertilización, la presencia de residuos de herbicidas, al ser un cultivo “muy susceptible”, y la desuniformidad en las chacras.
Explicó que la elongación de la colza primaveral comienza “muy temprano”, por lo que esperar a que el cultivo “se arme” para tomar decisiones para la fertilización “es un error”. Señaló que “hay que aplicar nitrógeno temprano”, porque “si espero, se genera poca área foliar provocando una pérdida de rendimiento irreversible”.
En cuanto a la desuniformidad de las chacras, indicó que el cultivo de colza puede tener poblaciones de entre 30 y 110 plantas por metro cuadrado (pl/m2). Sin embargo, “zonas con menos de 30 pl/m2 distribuidas en la chacra pueden generar problemas”, aseveró el investigador. Pueden tratarse de “pocitos de agua o rastrojos mal manejados que generan huecos que no se recuperan”, explicó. Aunque la colza tolera un rango de población amplio, “lo que más pesa es la distribución y el índice verde en elongación”, indicó.
Las posibles soluciones
Para Mazzilli, el punto de partida está en asumir que la fertilización en colza “debe manejarse con el modelo que se utiliza para trigo”. La colza, al tener un ciclo más corto, tiene menos margen para corregir errores, por lo que necesita aplicaciones tempranas de nitrógeno y azufre, “que le permita llegar al momento de máxima demanda, con un área foliar suficientemente buena para capturar radiación y poder elongar y rendir”.
El objetivo debería ser alcanzar “al menos 1.500 kg/ha de materia seca en el inicio de elongación”, una meta que considera imprescindible para aspirar a rendimientos de 4.500 o incluso 5.000 kg/ha. Para eso, recomendó comenzar con modelos de fertilización desarrollados para trigo, como Optifert-N-trigo, mientras INIA avanza en la versión específica para colza. También mencionó herramientas disponibles para ajustar decisiones en campo, como “curvas locales” e “índices de nutrición nitrogenada”.
El investigador señaló que “priorizar un menor rastrojo” significa “mejor emergencia”. Además de relativizar el laboreo como solución, remarcó la importancia de elegir bien el momento de siembra y mejorar la calidad de siembra. “Fisiológicamente es mejor sembrar a menos distancia” reconoció, pero si se logra “una buena distribución en la chacra, con mayor distancia”, es una pérdida que “se puede asumir si es en beneficio del cultivo”.
Frente al manejo de malezas, destacó la importancia de contar con materiales Clearfield y la incorporación este año de variedades tolerantes a triazinas. “Ninguna soluciona todos los problemas, pero son herramientas útiles si se manejan con cuidado”, advirtió, y remarcó la necesidad apostar primero al control cultural.
En sanidad, el director de Sistemas Agrícola-Ganaderos dijo que “la phoma es el principal problema”, y que el primer paso para tener cultivos sanos es elegir variedades que no tengan susceptibilidad. Para facilitar esa elección recomendó consultar Cultidatos UY, la herramienta de evaluación de cultivares que INIA pone a disposición en un formato de consulta rápida.
El aporte en la rotación
Respecto a otras gramíneas de invierno, el efecto de la colza como antecesor genera al menos 10% más de rinde en el cultivo siguiente. A su vez, el orden en el que este componente se ubica en la rotación también podría incidir en la productividad global de la secuencia. En esa línea, Mazzilli recomendó situar “la colza después de una soja o de un maíz de primera”, o “un sistema que no deje tanto rastrojo” para “evitar problemas de implantación de la colza y potenciarla”, y a su vez “potencia al cultivo que sigue en la secuencia”, expresó.
Para Mazzilli “lo beneficioso, más que aumentar el área según la situación coyuntural, es contar con una secuencia estabilizada”. Se puede “hacer la misma cantidad de cultivos, pero ordenados de forma distinta y con un orden planificado se “puede aumentar entre 10% y 15% la productividad” total de la rotación.
Además, insistió en que esto “no tiene costo” y depende del manejo. Aunque aclaró que no siempre es fácil sostener la rotación ideal, “porque está el pago de rentas” y otras razones que provocan que “los campos cambien”.
Mazzilli también advirtió que “Uruguay se juega a no tener residuos”. Instó a “respetar los tiempos de espera” y tomar los recaudos para evitar trazas de agroquímicos en la producción, siguiendo los límites máximos de residuos que marca la Unión Europea.
La mayor parte de la producción “va a exportación”, y una detección fuera de norma no afecta solo al productor, sino que “puede dejar a todo el país afuera del negocio”, dijo. Por eso, cada año se actualiza la guía con tiempos de espera y restricciones de uso, elaborada junto a la Mesa Tecnológica de Oleaginosos. El investigador insistió en que esas reglas deben cumplirse, sin excepciones. “No es solo cuidar un embarque, es cuidar a Uruguay como origen”, subrayó.
Llegó un nuevo bioestimulante radicular
Calister Lallemand presentó Bioboost, un promotor biológico del crecimiento que se aplica de forma foliar y está disponible para esta zafra de invierno.
Se trata de una bacteria viva, promotora del crecimiento, con dos mecanismos principales. Por un lado, la fracción de la aplicación que cae al suelo “coloniza la rizósfera” y, por otro lado, “la fracción que cae en la hoja muere, pero incorpora consigo los metabolitos producidos y el contenido celular que beneficia a la planta durante todo el ciclo del cultivo”, explicó el representante de ventas de Callister Lallemand, Juan Pablo Horta. La tecnología se probó durante años en Canadá y Estados Unidos, donde además de los cultivos de colza y carinata, también se utiliza en soja.
Los ensayos en Uruguay fueron realizados con empresas tercerizadas, en el litoral-oeste. “En todos los años la respuesta fue consistente, con diferencias significativas entre dosis”, explicó Horta. El aumento de rendimiento estuvo entre “15% y 30%” en ensayos de parcelas, indicó.
Bioboost está aprobado también para carinata, camelina y se encuentra en trámite de registro para soja, donde se aplicará como tratamiento de semillas. Según Horta, el principal impacto se observa en los primeros estadios, cuando “genera una planta más grande, con mayor área foliar, produciendo más fotosimilados, que luego se traducen en mayor tamaño de grano y peso de mil granos, lo que redunda en un incremento de rendimiento”.
Además, indicó que Bioboost “es compatible con insecticidas, herbicidas y fungicidas de todo tipo”. La ventana de aplicación está entre B2 y B4. En el caso de hacerla luego de este estadio, se debe realizar antes de elongación, pero duplicando la dosis recomendada, que en Uruguay es de 0,6 litros por hectárea más 200 mililitros de bioprotector.
Nota de Revista Verde N°121