La compañía brasileña Minerva Foods, líder en la exportación de carne bovina, anunció el martes 28 de agosto la adquisición de un conjunto de 16 establecimientos de faena del grupo Marfrig Global Foods, que se distribuyen en 11 plantas ubicadas en Brasil, una en Argentina, una en Chile y tres en Uruguay (Colonia, Salto e Inaler en San José), por un monto equivalente a unos US$ 1.500 millones.
Ambas partes involucradas en la transacción divulgaron ese día comunicados a sus accionistas y al mercado en general, en los cuales detallan aspectos de la transacción, como la forma de pago, entre otros.
El anuncio del negocio fue tomado como una “gran sorpresa” por varios actores de la cadena cárnica de Uruguay, que fueron consultados por revistaverde.com.uy. Y según dijeron principalmente de las gremiales de productores agropecuarios, quedaron “descolocados” ante esta negociación que ni siquiera se manejó entre integrantes del Poder Ejecutivo o del Instituto Nacional de Carnes. Otros actores del sector resaltaron sus “dudas” respecto a que nadie del gobierno haya tenido indicios de esta compra venta, considerando la relevancia que tienen esos dos grupos empresariales del país norteño en la industria cárnica uruguaya.
Para los ganaderos uruguayos un asunto de preocupación es el riesgo de una concentración de la faena en la industria frigorífica, ante la eventualidad de incidir de esa manera en los precios que reciben por la venta de sus vacunos.
Actualmente Minerva opera en Uruguay tres frigoríficos: PUL, Canelones y Carrasco, y recientemente recibió el visto bueno de la Comisión de Promoción y Defensa de la Competencia para que siga adelante en su intención de comprar el frigorífico BPU.
De acuerdo a los registros del Inac, si se suma la cantidad de vacunos faenados por los siete frigoríficos que pasaría a tener Minerva en Uruguay, que en 2022 fueron 1.028.460 cabezas, eso representa el 42,6% del total, según cálculos realizados por revistaverde.com.uy.
Los siete frigoríficos (PUL, Canelones, Carrasco, BPU, Colonia, Salto e Inaler) figuran en el top ten de mayor faena del año pasado.
Con la adquisición del BPU, Minerva pasará a controlar casi un 27% de la faena de vacunos en Uruguay, y con la suma de las tres plantas que comprará a Marfrig se acerca al 45% del total de la faena, según público el sitio Blasina y Asociados el martes 28.
Otro antecedente que los productores uruguayos tienen en la memoria es el episodio en el que Minerva insinuó el incumplimiento de contratos de compra de ganado en 2022, lo que fue denunciado en su momento por la Asociación de Consignatarios de Ganado.
Por otra parte, Marfrig continuará operando en el mercado uruguayo con el frigorífico Tacuarembó y con otros emprendimientos, como un establecimiento de engorde a corral de ganado en Río Negro.
El empresario informó que se instalarán oficinas para desarrollar acciones concretas en esa región, con base comercial en Filipinas y base operacional en Kuala Lumpur, Malasia
El futuro “está en la región de los países que integran la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (Asean)” y el gobierno uruguayo “debe relocalizar algunas de sus embajadas hacia los países del sudeste asiático”, sostuvo el presidente de la Cámara de Comercio Mercosur-Asean por Uruguay, Diego Martínez Bernié.
En esta entrevista con VERDE, el empresario dijo que “no podemos seguir especulando con la firma de un tratado de libre comercio (TLC) del Mercosur con la Unión Europea o con otros mercados, cuando podemos hacer un esfuerzo para encontrar nuestros propios mercados, que están ahí”. Adelantó que la cámara trabaja para instalar una base comercial en Filipinas y una operacional en Kuala Lumpur, Malasia. “El mundo se mueve y ese es el lugar más dinámico”, subrayó.
Entre los días 21 y 31 de mayo una misión empresarial realizó una gira por Malasia, Tailandia y Filipinas, con el objetivo de ampliar el relacionamiento con los países integrantes de la Asean. El bloque está integrado por 10 países: Indonesia, Filipinas, Malasia, Singapur, Tailandia, Vietnam, Brunei Darussalam, Camboya, Laos y Myanmar.
¿Qué balance realizan de la misión comercial al sudeste asiático?
Muy positiva. En los tres países que visitamos se asentó el relacionamiento con los gobiernos, que en todos los casos hicieron un esfuerzo para recibirnos y asegurarnos que la misión fuera fructífera. Además de los privados que nos recibieron, nos ofrecieron cosas, se interesaron, nos preguntaron e informaron.
¿Cómo puede ser el flujo comercial en el corto y mediano plazo?
Tenemos una gran oportunidad, porque son mercados que requieren lo que tenemos. Nos pueden enseñar sobre sus hábitos de consumo y productos que no tenemos. Nos dan la oportunidad de presentarnos en medios diferentes, alternativos y muy abundantes en términos de consumo. Ya tenemos casos de empresas que, por estar ahí, de alguna forma salieron de la zona de confort (siempre iban a la misma feria a promover sus productos) y encontraron canales alternativos de comercialización que están trabajando. O sea que hay oportunidades, y el trabajo lo estamos haciendo. Como en cualquier emprendimiento empresarial con países extranjeros, necesitamos el trabajo del Estado, y Uruguay no está presente en todos los países. Es diferentes cuando hay una embajada. Vinimos a contar qué encontramos, cuáles son las oportunidades, qué hay de verdad en estos mercados alternativos, capaz que no necesitamos un TLC con China para sobrevivir. Quizás lo que necesitamos antes son algunas cosas aprobadas, de bastante menos complejidad que un TLC. No podemos seguir especulando con la firma de un TLC entre el Mercosur y la Unión Europea, o con otros mercados, cuando hay otras cosas para hacer antes. Podemos hacer un esfuerzo para encontrar nuestros propios mercados, que están ahí.
¿Cuán importante es el Mercosur para esa expansión?
Esta pregunta merece dos respuestas. Cuanto más lejos estás, más chiquito sos. Por lo que más importante se hace el Mercosur. Sobre todo cuando no hay una embajada de Uruguay y las otras embajadas, en particular la argentina, está ahí para ayudarte. Hacés más ruido con el Mercosur que solo como Uruguay. Pero una vez que tenemos los contactos y las relaciones, como uruguayos les podemos vender.
¿Cómo ven el trabajo del gobierno uruguayo en el sudeste asiático?
Como privado a uno le gustaría poder hacer todo sin tener que pedirle al Estado o al gobierno, pero con la ayuda del gobierno hay una diferencia. Esta misión fue una inversión de privados, costó US$ 250.000. No tuvimos ningún soporte ni subsidio de nada, y está bien que así sea. Pero también es cierto que a donde fuimos y había presencia de nuestro gobierno, en particular en Malasia, las cosas fueron mucho más fluidas y fáciles, porque estuvo el soporte de una embajada. En especial de esta embajadora (Valeria Csukasi), que es muy proactiva y hace su trabajo con todas las letras, allí se nota la diferencia. En Filipinas no hay embajada de Uruguay. Ese es un país super importante, con 120 millones de habitantes y con una cultura que se siente absolutamente vinculada a la nuestra, a tal punto que en una reunión empresarial de la Cámara China nos pusieron (la canción) Despacito, cantada por una filipina. Allí tampoco tenemos nuestros productos habilitados. Me parece mucho más importante un país con casi 114 millones de habitantes y 99% de importación de lácteos que un país pequeño de Europa donde tenemos embajada. Deberíamos hacer cambios apuntando para donde va el mundo, porque el 60% de la población del mundo está ahí. Están cambiando sus hábitos de consumo, comiendo más carne, más lácteos, porque están logrando acceder a eso. Como privados entendemos que no es un abrir y cerrar de ojos, que depende de la burocracia, de las aprobaciones, pero el objetivo está ahí. Estamos enfrentando a una cantidad de mercados saturados, donde nos ponen condiciones para entrar, nos ponen cuotas y acá está todo para ganar.
¿Tiene que haber una reorganización de la inserción internacional del Uruguay, con relocalización de embajadas en función de la demanda?
No tengo dudas. Hace falta dar un golpe de timón y mirar con realismo al mundo y ver ese 60% de la población mundial, la clase media que está ahí, es donde está el futuro. Ves la actividades, ves la gente, el patrón de consumo, lo que quieren, es gente joven. Hasta para la exportación cultural hay oportunidades en Filipinas. Hay una cantidad de servicios que no necesitan ningún TLC. La base debe ser Filipinas. Ya estamos pensando en una oficina de privados. Ellos recuerdan la ruta de los galeones, algo que no nos enseñaron en historia. Era la ruta entre Filipinas y México, una vinculación permanente de la colonia española. Ellos tienen eso en la sangre y te lo hacen ver. Lo más exótico que tienen para mostrarte es la ciudad vieja, que se llama Intramuros. Todo eso tiene que ver con nuestra historia y nuestro origen.
¿Están pensando instalar una oficina en Filipinas y desde ahí atender al resto de los países que integran la Asean?
Sí, porque ahí hay muchas cosas para hacer. Hay cosas que no tienen que ver con TLC sino con servicios. No es fácil, pero es un camino por andar y una posibilidad enorme.
¿Las oportunidades son importantes para los bienes que Uruguay produce?
Claro. Puedo mencionar lácteos, granos, carne, vinos, aceite de oliva. Podemos colocar allá todos nuestros productos. Pero además servicios: artísticos, profesionales, financieros y tecnología de la información. Hay muchas empresas uruguayas que pueden complementarse con las filipinas en términos de tecnología de la información, y ofrecer servicios para Estados Unidos o para el resto de Asia.
¿Cómo está el intercambio comercial con esa región del mundo?
El más importante es con Tailandia; está todo por hacer. Es como una zona desconocida para nosotros, pero no es más lejos que China.
¿Entre los países que integran Asean hay perfiles diferentes?
Sí. Aprendieron a convivir y permiten que uno firme un TLC sin que los otros lo firmen. Hay países musulmanes, católicos como Filipinas, hay países como Tailandia o Vietnam que son budistas. Hay una buena mezcla. Los musulmanes son los más difíciles en términos de la certificación halal, y Malasia hace mucho énfasis en eso, no solamente para la carne sino también para otros productos. Pero para Uruguay es algo que no puede postergarse. Además, en esos países hay comunidades chinas importantes y otras que no son musulmanas y no consumen productos halal. No es un problema. Hay hotelería donde perfectamente pueden consumir nuestra carne, vinos y otros productos.
¿Qué país del Mercosur tiene mayor penetración en esos mercados?
Brasil, porque es un país grande, necesita mover sus productos y ha hecho un trabajo grande en todo este tiempo. Brasil es poderoso ahí y lleva ventaja. Esa es una región conformada por casi 700 millones de personas y los países más poblados son Indonesia –que es como si fuera Brasil pero musulmán–, Filipinas y Vietnam –que tienen más de 97 millones de personas–, y después Tailandia –que tiene más de 70 millones–. Hay cuatro países menos desarrollados: Brunei Darussalam –que es un sultanato–, Camboya, Laos y Myanmar. Son países más pobres pero que están en proceso de crecimiento. Laos, que es un país budista y muy influido por China, tiene una inversión creciente.
¿Cuáles de esos países son los más avanzados y con economías más potentes?
El país con mayor producto bruto interno (PBI) per cápita es Singapur. Es un país más pequeño que Montevideo, el segundo puerto de Asia. Malasia es una máquina de trabajar, es increíble lo moderno y potente que es, un país con 33,5 millones de habitantes. Otro país de los que más rápido crece es Vietnam, al igual que Singapur y China, con una forma de gobierno dirigido; no son claramente democráticos, tienen un solo partido. Después están creciendo a velocidad más moderada Tailandia y Filipinas, y los otros vienen atrás. Indonesia es enorme y muy difícil de descifrar, pero tiene muchas posibilidades. Uruguay tiene embajada en Vietnam, Malasia e Indonesia.
¿Los menos desarrollados están en un proceso similar al de China en los años 80 y 90, captando inversiones, cambiando los hábitos de trabajo y hasta alimenticios?
Sí, eso se está dando. Hay inversiones y tercerizaciones de China en esos países; van fábricas. Ese es el lugar más dinámico del mundo. Está en un andarivel de funcionamiento a velocidad, no están con problemas religiosos o raciales, van para delante. En Singapur, Kuala Lumpur, Bangkok o Yakarta ves ciudades con un modernismo que no se ve en otras partes. Una arquitectura y empuje que no ves en Europa. También es de destacar que se sienten cómodos negociando con nosotros, se sienten de igual a igual, y eso es algo muy profundo. Y lo exteriorizan, como la forma en que la gente de Bangladesh celebró el campeonato del mundo de Argentina.
¿Eso podría darle velocidad a cualquier tipo de expansión comercial?
Totalmente, porque el concepto es que acá hay un diálogo sur–sur, que no necesitamos intermediadores del norte. No necesitamos a las viejas potencias ni a los países que tienen controles de algunos parámetros en el mundo. Esto permite otro tipo de diálogo.
¿Cómo son las influencias de Europa, China, Estados Unidos o de Australia en la zona?
Depende de los países. En Filipinas vi una influencia norteamericana muy fuerte, como cuando uno estaba en el Panamá de los años 90. Más ahora, esos países terminan siendo como un collar rodeando a China. Si bien tienen una gran interacción con China, que es un país grande, poderoso, que tiene sus bases militares allí, va un poco a contramano del interés que tiene China de tenerlos bien relacionados. Y la contrapartida es, en particular, Estados Unidos o países como Australia, Nueva Zelanda, Canadá o India, que es un rival de China. Esos países son parte de un equilibrio delicado. La influencia está, pero creo que hay una oportunidad muy grande para América Latina. Vamos a empezar con algunas iniciativas concretas de integración. Estamos cerrando una organización de profesionales en Asia, que va a estar vinculada con nosotros y con todos esos países. Iniciaremos el desarrollo de oficinas de negocios de nuestros empresarios para posicionarse de manera activa y concreta en esos países. Tendremos actividades de vinculación y de recepción de misiones y de funcionarios de esos países en los próximos meses. En mayo de 2024 vamos a volver a la región a visitar los otros tres países, con la posibilidad de volver a uno de estos que ya fuimos, porque tenemos contraparte, tenemos oficinas e intereses. Esto continúa, no es una cuestión aislada. Mantengo reuniones virtuales con el sudeste asiático todas las semanas. Esto está bajo el paraguas de la Cámara Mercosur–Asean. La base comercial debe estar en Filipinas, y la base operacional en Kuala Lumpur, Malasia.
La empresa Gustavo Kent realiza agricultura y ganadería en Soriano, con rotación de cultivos, un corral de engorde y planta de silos, empleando a más de 100 personas
Actualmente la empresa Gustavo Kent tiene un sistema de producción “bastante diferente” al que tenía hace cinco años, cuando sembraba fundamentalmente trigo y soja, comentó a VERDE Rodrigo Kent, integrante de esa empresa familiar que transita la tercera generación. Rodrigo dirige la empresa junto a sus dos hermanos, Bernardo y Agustín, y a sus padres Gustavo Kent e Inés Acosta. “Ahora sembramos una mayor variedad de cultivos: en verano soja, maíz de segunda; y en cultivos de invierno, donde se hacía prácticamente solo trigo actualmente tenemos proporciones iguales de trigo, cebada, colza y semilleros de forrajeras. Después está el corral, que se ha ampliado bastante”, detalló.
Prácticamente la totalidad de las chacras de la empresa están en el departamento de Soriano. “Tratamos de llegar al 80% del área en doble cultivo. Esa rotación se ajusta año a año, en función del clima. Si se retrasan las fechas de siembra en invierno se cambia el cultivo. Porque después de colza y cebada va soja; y siempre sembramos trigos cortos, donde luego se siembra el maíz de segunda”, describió.
Enseguida comentó que “solo la producción de maíz está destinada al corral. La cebada que se siembra tiene como destino la industria maltera, el volumen de rechazo va a exportación o al corral, pero en general se vende todo”. Por otra parte, “en trigo también se apunta a lograr una buena calidad para exportación, así como la colza. Los precios de los cultivos de invierno tienen que estar 20% o 25% por debajo del maíz para que convenga usar trigo o cebada en el corral”, indicó.
La soja de primera representa alrededor del 20% del total, y corresponde al área que sale de maíz de segunda, “va sobre ese rastrojo y ahí tenemos un plus de rendimiento”, indicó el productor.
Kent consideró que gracias a esas rotaciones hubo una mejora en los campos, que repercutió en una mejor producción. Pero planteó que “hemos tenido años climáticamente muy buenos, entonces es muy difícil saber si los mejores resultados obedecen a la rotación o al clima”.
De todos modos, opinó que ese nivel de intensificación “nos ayuda mucho con la logística de la maquinaria, para poder cumplir las planificaciones en tiempo y forma. Al hacer tantos cultivos tenemos diferentes fechas de siembra, con diferentes períodos críticos, diferentes momentos de cosecha, lo que brinda una diversificación de riesgos, tanto por la parte climática como de mercados”.
La reciente cosecha de verano, según el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP) dejó un rinde promedio nacional de 600 kilos de soja y 1.400 kilos de maíz por hectárea. Kent confirmó que “fue la peor” zafra de verano “de la historia de la empresa”, pero económicamente “no impactó tanto como la de 2018, cuando ya veníamos de varios años malos”. Explicó que “esta vez nos encuentra saliendo de una de las mejores zafras de verano y de una muy buena zafra de invierno, entonces el golpe económico no fue tan duro”. Además, comentó que la empresa tenía asegurado el 100% del área de soja, algo que lo viene haciendo desde 2018.
Tecnología, rendimientos y costos
Consultado sobre la inversión en tecnología, respondió que “mientras se pueda seguir renovando maquinaria eso es algo que se hace, porque la tecnología juega un rol fundamental”. Citó como ejemplo que en el último año se incorporaron pulverizadores nuevos, que “nos permitieron mejorar mucho frente a los que teníamos, cuya antigüedad llegaba a los 10 y 15 años”. Y remarcó que “es abismal la diferencia”, ya que estos nuevos equipos “tienen 50% más productividad, la aplicación es mucho mejor, se puede monitorear desde el celular, ver qué están haciendo, cuántos litros y donde están aplicando, la dosis, el desvío, ver la dirección y velocidad del viento, los mapas se cargan desde la computadora, se puede delimitar el área donde se quiere aplicar y dónde no, el equipo va cortando solo y de forma automática las aplicaciones, no es manual como antes”.
También se refirió a la siembra variable, que por ahora solo la utilizan para maíz. Esta tecnología permite ahorrar semillas y tener la población justa en cada ambiente. Y la fertilización variable solamente la realizan en las aplicaciones nitrogenadas, tanto en los cultivos de invierno como en los maíces.
A propósito de las relaciones de precios, comentó que en las últimas zafras de invierno “hemos sacado buenos rendimientos” y para este año “la ecuación da”. Señaló que los precios de la urea “son de los más bajos de los últimos años”. El año pasado “compramos urea a US$ 1.100 y en esta zafra hemos comprado a US$ 390 (por tonelada)”. Por lo tanto, afirmó que “en invierno la ecuación cierra y apuntaremos a aumentar el rendimiento. Se trata de no escatimar en la inversión, siempre que la ecuación sea positiva, pero también si se ajusta por ajustar eso repercute en la productividad”.
Al detallar las estimaciones para cada cultivo, dijo que en este ciclo 2023/24 la colza es el que está con números más acotados, y “el rendimiento de equilibrio se ubica en 1.630 kilos por hectárea, considerando un precio de US$ 430 por tonelada”. Por otra parte, el trigo y la cebada tienen rendimientos de equilibrio “de 3.300 y 3.400 kilos por hectárea, con media renta incluida”, comentó.
En cuanto a los cultivos de verano, dijo que “los números se ajustan con respecto al año pasado, cuando la soja estaba a US$ 500 o US$ 550 por tonelada, y ahora está a US$ 450. Eso nos deja un rendimiento de equilibrio de 2.400 a 2.500 kilos por hectárea para la soja de primera, y para la de segunda de 1.700 a 1.800 kilos. El maíz de segunda depende del precio, pero estamos entre 3.600 y 4.000 kilos por hectárea”.
Kent consideró que “son números alcanzables, sobre todo para la soja de segunda y maíz”. En cambio, los números de la soja de primera “están justos”. En los últimos años, salvo el último, “han venido sorprendiendo los rendimientos del maíz, lo que se debe a la tecnología y el manejo incorporado”.
Indicó que el maíz de segunda se presupuesta con 4.000 kilos por hectárea, y comentó que hace dos años que la empresa no siembra maíz de primera. Por otra parte, la soja de primera se presupuesta con 2.200 kilos y la de segunda con 2.000 kilos por hectárea, señaló. “Si el clima acompaña es probable que esas estimaciones de productividad sean bajas, pero es preferible cubrirse, sin apuntar a un año medio o bueno”, comentó.
En la empresa de Kent el presupuesto del trigo se estima con una productividad promedio de 3.800 kilos por hectárea, y la cebada con 4.000 kilos. “Hace dos o tres años eran rendimientos muy buenos, pero ahora con la tecnología que se está aplicando, la fertilización, entre otras, estamos superando los 4.000 kilos, lo que marca una suba del piso de la productividad” en los cereales de invierno, reconoció.
Por otra parte, admitió que en colza “estamos estancados, no hemos tenido rendimientos muy buenos”. Señaló que “en algún caso muy puntual llegamos a 2.800 kilos por hectárea, pero en general estamos entre 1.800 y 2.000 kilos por hectárea. Estamos teniendo problemas con las heladas, tanto en la etapa de implantación, donde nos mata plantas, como en floración, cuando mata las silicuas y abortan granos”.
En ese sentido, explicó que se están buscando variedades más largas, “que se puedan sembrar entre el 20 de abril y el 10 de mayo”. Y dijo que no han probado híbridos invernales, porque “el costo de la semilla es alto y el paquete tecnológico que se debe aplicar para tener buen rendimiento también tiene su costo”. A la vez, señaló que el plus de rendimiento que tienen “no justifica atrasar la siembra de verano”. Puntualizó que “si no se acorta el ciclo no encaja en nuestra rotación”.
Corral y planta de silos
El corral de la empresa Gustavo Kent tiene una capacidad instantánea para 5.000 cabezas y un área de recría para 1.300 animales. “El corral le aporta diversificación a la empresa, y ayuda a darle más valor a los granos que no tienen colocación en la industria o en la exportación, así como a los subproductos de la planta de silos”, explicó Rodrigo Kent.
Afirmó que la gestión y la logística “juegan un papel importante en la empresa” y que “es fundamental para poder hacer más con lo mismo”. El empresario aseguró que “tener más cultivos permite diluir costos, porque tenés dos zafras al año y son casi iguales. Antes era solamente soja, y hoy los cultivos de invierno tienen casi la misma importancia que los de verano”. Señaló que en la empresa “estamos haciendo 1,8 cultivos por año”.
En total la empresa siembra algo más de 7.000 hectáreas físicas, además de otras 1.000 hectáreas que se destinan a la ganadería. En ella trabajan más de 100 personas.
“Antes se hacía mucha más área, pero no estábamos tan diversificados. Ahora hacemos todo, desde los servicios de maquinaria, flete, acondicionamiento de granos y demás. El 100% de nuestros granos pasan por nuestra planta, en Palmitas, donde son acondicionados si es necesario y de allí a su destino”, detalló.
También produce sus semillas de cultivos de invierno y verano, salvo maíz y algún material nuevo que se incorpora al portafolio de variedades. “Hay muchos productores que no quieren hacer cebada cervecera, ya sea por los descuentos o costos de flete si rechazan algún viaje. En nuestro caso la industria maltera nos recibe la cebada en nuestra planta y en caso que se rechace algún viaje ya queda allí; después puede ir al corral o se acondiciona y va a exportación. Esto hace que el cultivo se ajuste muy bien a nuestra estructura”, comentó el productor a modo de ejemplo.
Buscando una alternativa de diversificación, en la pasada zafra comenzaron las primeras experiencias de estos cultivos con riego por surcos y los resultados fueron alentadores
La inclusión de los cultivos de soja y/o maíz es un complemento para los productores que tienen su especialidad en el riego, aunque no es un sistema “para todos los campos, ni todas las chacras”, dijo a VERDE el directivo de la Asociación de Cultivadores de Arroz (ACA), Guillermo O´Brien. El productor arrocero de Artigas agregó que en años de “muy bajo almacenaje de agua”, como el actual, cultivos como soja o maíz “pueden ser una alternativa”.
El sector arrocero está culminando la cuarta zafra consecutiva con márgenes positivos después de seis con números en rojo. “Si bien en esta campaña el precio provisorio fue de los mejores de los últimos 10 años, el margen no lo fue. Con US$ 13 libres para el productor, el margen “está por debajo al logrado en las dos zafras anteriores”, indicó. Esa situación, según O’Brien, evidencia lo que está sucediendo con los costos y la incidencia que tiene el valor del dólar en el sector arrocero.
En ese contexto, los productores buscan alternativas para el negocio. Por un lado ha crecido la exportación de arroz cáscara para eludir el costo industrial, que es donde más pesa el comportamiento del dólar, pero también hay movimientos porteras adentro, como se ha observado en las chacras del este uruguayo con la inclusión de soja.
Ahora en el norte se está registrando el comienzo incipiente de la producción de soja y maíz con riego. O´Brien sostuvo que se busca “aprovechar el conocimiento” que tiene el productor arrocero del “manejo del agua” y trasladarlo a otros cultivos.
Recordó que en el este el arroz se desarrolló con agua proveniente de ríos o de la laguna Merín, pero en Artigas y Salto el 95% del arroz se riega con agua de represas para el almacenaje del agua, cuya expansión se originó en la mitad de la década de 1990, impulsada por el Programa Recursos Naturales y Desarrollo del Riego (Prenader), que entre otras cosas facilitó el financiamiento de las obras de infraestructura, que permitieron que “muchos campos ganaderos pasaron ser arroceros”, comentó. De esa forma inició una agricultura “más sostenible”, porque en primavera y verano “generalmente hay secas, sean más cortas o más largas”, y “siempre aprietan”.
El arroz es el único cultivo que “sí o sí” se desarrolla bajo riego, enfatizó. Con la mejora en el manejo del agua el avance del cultivo se dio en una región que desde el punto de vista climático es “excepcionalmente buena”, por la luminosidad y la temperatura, lo que ha permitido consolidar rendimientos altos y muy estables. En el norte la productividad del arroz oscila de 9.000 a 9.500 kilos por hectárea (kg/ha), “acompañando la media nacional”, acotó.
El arroz comienza a demandar una rotación “más sostenible” que lleva al crecimiento de la agricultura forrajera, algo que era “muy incipiente” en el norte. “Para que el sistema fuera productivo y sostenible, luego de dos años de arroz, hay que sembrar pasturas”, por eso en la actualidad una rotación clásica incluye dos años de arroz y luego entre tres y cuatro años de pasturas (leguminosas y gramíneas), indicó.
RIEGO POR SURCOS EN SOJA
En un escenario donde la promoción de inversiones ha motivado un incremento de la superficie regada por pivot, O´Brien considera que en las zonas arroceras del norte “es muy difícil” hacer inversiones de riego con esa tecnología, por el alto monto que requieren y porque “más del 70% de los productores arroceros somos arrendatarios”.
Desde el año pasado en esa zona se empezaron a desarrollar sistemas de riego por surcos en maíz y soja, haciendo “espejo en experiencias exitosas”, que han crecido mucho en el estado brasileño de Río Grande del Sur. En esa primera zafra se alcanzaron las 1.200 hectáreas, donde la mayoría las ocupó la soja, con resultados “variables pero interesantes”, informó el productor.
Fueron ocho los productores arroceros que sembraron soja en el norte, con el fin de realizar pruebas, en chacras de 25 a 200 hectáreas. La sistematización del riego por surco “se ha realizado con pendiente controlada, a través de la tecnología de relevamiento satelital”, indicó.
O´Brien señaló que la última zafra fue “extremadamente demandante” y se realizaron “tres baños”, donde cada uno exigió entre 1.500 y 1.800 metros cúbicos (m3) de agua por hectárea. “En total fueron entre 4.500 y 5.000 m3, equivalentes a entre 450 y 500 milímetros por hectárea”. Este año en Artigas “llovieron entre 70 y 80 milímetros durante el ciclo de la soja; el aporte fue realmente importante”.
Los rendimientos estuvieron entre 2.000 y 3.000 kg/ha, e incluso en algunos casos “fueron superiores”. Por lo tanto, “para un primer año y con una seca muy intensa, el resultado fue satisfactorio y la intención es seguir afinando”, dijo el agricultor.
O´Brien sostuvo que en el caso de la soja la logística “pesa”. El costo del flete a Nueva Palmira asciende a US$ 160 por hectárea. “Tenemos que ver cómo afinar los números para que haya negocio”, dijo. Pero consideró que “es una alternativa muy válida” para un rubro que “necesitaba diversificarse”.
El punto de equilibrio para una soja con riego por surcos, incluyendo la tierra, agua, insumos y flete, se ubica entre los 2.000 y 2.300 kg/ha. “No es bajo, pero con 3.000 kilos hay un negocio atractivo”, afirmó.
RIEGO EN MAÍZ
El productor explicó que en el norte de Uruguay los corrales de engorde han crecido mucho, por lo que existe una gran demanda de maíz que “normalmente no se produce allí”. Con el destino comercial muy cerca, “los costos logísticos del cultivo disminuyen de manera significativa”, valoró.
En esa línea, informó que en maíz se hicieron menos hectáreas y los rendimientos se situaron entre 5.000 y 7.500 kg/ha. “Hay que ajustar el manejo, pero teniendo en cuenta los niveles de productividad que se lograron es de prever un crecimiento del área”, sostuvo.
Comentó que los maíces bajo riego por pivot en el norte “ya están validados y las producciones se sitúan entre 8.000 y 11.000 kg/ha”. Por lo cual, desde el punto de vista biológico, “si bien hay que afinar el sistema por surcos, el potencial está”.
El punto de equilibrio del maíz regado por surcos en la zafra pasada estuvo entre 4.500 y 5.000 kg/ha. “No se puede producir menos de 4.000 kilos porque no hay negocio. Si se producen entre 7.000 y 8.000 kilos, hay una alternativa viable”, comentó.
LAS PERSPECTIVAS
O´Brien consideró que los sistemas arroceros “ya cuentan” con los activos para llevar adelante la siembra de soja y maíz, y que “ajustando las técnicas de manejo, el negocio es atractivo”. El productor arrocero “tiene el 90% de las tecnologías” que demandan estas iniciativas, enfatizó. Por eso, entiende que es “un sistema difícil de replicar” en otras zonas del país. En tal sentido, el directivo de ACA sostuvo que “no se puede armar toda la infraestructura como la que existe en el norte para sembrar soja” en otros lugares, sino que “esa es una posibilidad para que el productor arrocero sume otro negocio” al sistema.
En años como este, “cuando a 70 días del comienzo de la siembra de arroz en el norte el almacenaje de agua es muy bajo, rondando el 25% del total, el desarrollo de otras culturas de riego puede ser interesante, porque demandan menos agua que el arroz”, comentó. Explicó que una hectárea de arroz “necesita de 15.500 a 16.000 m3 de agua por hectárea”, y con esa agua “se pueden regar tres hectáreas” de soja o de maíz. Por eso, “frente a años de muy bajo almacenaje de agua, esto puede ser una alternativa”, concluyó.
Es el país con mayor tasa de crecimiento productivo, el ajuste del manejo del cultivo por parte de los productores y la llegada de nuevos híbridos han sido determinantes
En los últimos 20 años Uruguay fue “el país productor que más ha crecido” en rendimiento promedio de maíz, “incluso por encima de Estados Unidos, Brasil y Argentina”, destacó a VERDE el responsable del área de Transferencia de Conocimiento y Agronomía (Knowledge Transfer & Agronomy Head) de Bayer para Latinoamérica, Juan Manuel de Santa Eduviges.
Informó que la ganancia genética en Uruguay se ubica en 132 kilos por hectárea y por año (kg/ha/año) y en Estados Unidos llega a 123 kg/ha/año. “Uruguay está casi 10 kilos por encima de Estados Unidos, seis kilos por encima de Brasil y muy por encima de la ganancia genética de Argentina”, remarcó.
Sostuvo que hay dos cosas que influyen en ese comportamiento. Por un lado se refirió al “incremento en las tecnologías aplicadas” para tener cada vez “mejores híbridos y materiales que permitan explorar mejor” los ambientes de producción en Uruguay. Y por otro, “esa oferta genética está acompañada por la inversión del productor en conocimiento e insumos para que el cultivo funcione cada vez mejor”. Indicó que el agricultor “se ha profesionalizado mucho, prestando cada vez más atención a variables como la densidad de siembra, la fertilización y manejo de los ambientes, entre otros. Esto permite que el productor pueda aprovechar la ganancia genética que logran las compañías”.
Previo a la sequía de la reciente zafra, el promedio de las 10 campañas anteriores alcanzó los 5.835 kg/ha. De todas formas, De Santa Eduviges sostuvo que “aún se puede seguir mejorando para maximizar los rendimientos”. En Uruguay, en condiciones de secano, los mejores productores logran rendimientos de 6.300 a 7.000 kg/ha de promedio. Pero “con las tecnologías que tenemos hoy, sin invertir más, podríamos llegar a 8.000 kg/ha”, que es el potencial de producción por hectárea que tiene Uruguay para esas condiciones, afirmó.
Pero “si se adoptaran más niveles de fertilización u otras medidas de manejo más conservacionistas, ese potencial de rendimiento podría ser incluso entre 10% y 15% superior”, aseveró el ejecutivo de Bayer.
También aseguró que el impacto del mejoramiento genético “ha sido la base de la mejora de rendimiento, de 125 a 130 kg/ha/año que muestra el cultivo de maíz”. En 10 años “el rendimiento potencial de los materiales aumentó más de 1.300 kilos por hectárea”, algo que “no ocurre en muchas regiones del mundo”, dijo. En ese sentido, sostuvo que el país “está a la vanguardia en crecimiento del rendimiento potencial por ganancia genética”.
Indicó que las compañías trabajan para construir ese rendimiento potencial a través de la ganancia genética, “pero el manejo del productor es fundamental para acompañar esa mejora”. Todas las herramientas que se utilizan en el mejoramiento genético, incluidas las que se exploraron en el pasado, “nos permiten acelerar los procesos de mejora”, señaló.
Recordó que hasta hace poco había “una zafra por año para seleccionar, pero ahora, por distintos avances, se pueden hacer tres generaciones por año, lo que acelera el proceso”.
Además, se suma la edición génica, que “también acelera” el trabajo de mejoramiento, por lo cual “se espera que la tasa de innovación sea todavía más alta”.
Explicó que, si en los últimos 10 años hubo un avance de 1.300 kilos por hectárea, “con las nuevas tecnologías del mejoramiento genético ese incremento se logrará en cinco años. Los primeros resultados que se están observando son muy promisorios, se está acelerando notablemente la velocidad de la ganancia genética cuando en el pasado era más baja”.
El investigador recordó que a partir de los años 90 Bayer comenzó un plan estratégico que incluyó la expansión de los programas de mejoramiento de maíz hacia la región con inversiones “muy significativas en tecnologías y conocimientos para lograr mejores híbridos”. Agregó que hace siete años “comenzamos a ver el fruto de ese trabajo, lo que implica que hoy el agricultor uruguayo disponga de materiales superiores para producir más y mejor, de manera más sustentable y eficiente”.
Con una visión de largo plazo se empezó a observar que el cultivo de maíz “tenía mucho por ganar”. Había una brecha “entre lo que producíamos, entre 3.000 y 5.000 kg/ha y el potencial que iba desde 8.000 a 15.000 kg/ha”. El objetivo fue “la reducción” de esa brecha, y para eso “se empezaron a conocer mejor los ambientes, entendiendo en qué tipo de ambiente productivo estábamos para utilizar el híbrido que más se adapte a esa condición. Ese fue el “primer gran cambio” que implicó un salto de 10% a 15% en la producción, señaló.
Maíz: el desafío de exportar
En el lanzamiento de la campaña Dekalb 2023/24, realizado por Bayer y Agroterra, el líder comercial de Bayer Cropscience Uruguay, Marcos Carrera, dijo a VERDE que “el gran desafío” del cultivo de maíz a nivel país es llegar a la “autosuficiencia” para “comenzar a exportar”.
Habló sobre la importancia de “dar el paso” y contar con “una pizarra de maíz que nos permita jugar en el mercado”. Planteó que “más allá del piso hay que pensar en cuál es el techo” de siembra del cultivo, y ahí “hay mucha tela para cortar”, por lo que “creo que este año se van a superar las 200.000 hectáreas”.
En “un escenario donde el consumo interno está en torno de 1,2 millones de toneladas de maíz”, debería “ser tentador” que se dispare la producción del cultivo y así poder “dar ese salto, llegando a ser autosuficientes”.
Planteó que, “en la medida en la que se llegue a 250.000 a 300.000 hectáreas”, se pasará a “otro negocio y otro lugar”, para “jugar en el mercado exportador, como sucede en el resto de los cultivos”, valoró.
Respecto a la disponibilidad de semillas, el ejecutivo de Bayer dijo que “el impacto de disponibilidad varía según cada empresa”, y “puede estar afectado en alguna parte el abastecimiento” por el impacto de la sequía en la campaña pasada, lo que afecta los costos, y “porque hay una menor disponibilidad global de semillas en la región”, como en el caso de Argentina, donde “ya se acabó”. Cabe recordar que en ese país se produce la mayoría de la semilla de maíz que siembra Uruguay.
Considerando los diferentes factores que inciden en la actividad productiva, el precio de las semillas de maíz tiende a aumentar entre 10% y 15% para la próxima zafra del cultivo.
En la zafra anterior la superficie, según los datos del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP), fue de 188.000 hectáreas; 47% del área que no llegó a cosecha y se destinó a pastoreo y/o reserva de forraje. Con ese panorama el rinde promedio fue de 1.145 kilos por hectárea.
Más área de primera
La superficie de primera crecerá por las perspectivas climáticas y porque hubo siembras de invierno que no se terminaron de concretar o fallaron, dijo a VERDE el gerente comercial de Agroterra, Gonzalo Reynoso. “El área total de maíz estará mucho más balanceada y la proporción entre siembras de primera y de segunda será similar”, estimó.
Recordó que el año pasado la siembra de segunda ocupó casi 70% del total y agregó que un año Niño “permite capitalizar el clima en buenos rendimientos”, sobre todo en los maíces de primera, además de “tener una cosecha temprana, algo que genera muchas expectativas”.
En el lanzamiento de la campaña Dekalb 2023/24 de Bayer y Agroterra, se presentaron nuevos híbridos y la tecnología Trecepta, que amplía el control de insectos en hoja y espiga, que implica un “recambio tecnológico fuerte”, porque “más del 50% del portafolio” estará disponible con esa tecnología, anunció. “Eso nos permite reafirmarnos mucho más en siembras tardías y de segunda por la protección que le suma el cultivo”, acotó.
Reynoso resaltó que Uruguay, al contar con esa tecnología, “se sube al germoplasma más avanzado”, equiparándose con los lanzamientos que se realizan en Argentina.
Señaló que se están presentando: DK72-72, un híbrido “para los ambientes donde se exploran los mayores rendimientos”; y DK73-03 “para ambientes medios y altos, incluso con riego”. Y agregó que ambos “se destacan por su sanidad”.
A la vez, consideró que el área bajo riego “seguirá creciendo”, pero explicó que la preocupación está en el llenado de las represas, por lo cual “es clave” que se continúen registrando precipitaciones. El riego “vino para quedarse y seguirá desarrollándose”, opinó. Actualmente, según un relevamiento de Agroterra, hay unas 23.000 hectáreas de maíz con riego.
IICA presentó una propuesta con el fin de enfrentar la crisis hídrica con cuatro ejes: producción y almacenamiento, innovación tecnológica, gobernanza e inversiones
Ante un escenario de sequías que ha afectado severamente la productividad en buena 1parte de los países de América Latina y el Caribe, el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA) presentó durante la reunión de su comité ejecutivo la iniciativa hemisférica Agua y Agricultura, que propicia una contribución del agro ante la crisis hídrica que vive la región, con la premisa de que sin agua no hay agricultura y sin agricultura no hay seguridad alimentaria.
La reunión del comité ejecutivo convocó en la sede central del IICA, en San José de Costa Rica, a 14 ministros de Agricultura y otros altos funcionarios del sector agropecuario de las Américas, en representación de 25 países, que dieron su apoyo la iniciativa y señalaron la importancia de ese instituto como plataforma de intercambio de experiencias e informaciones, y difusor de buenas prácticas.
El objetivo del proyecto es consolidar las capacidades y promover alianzas estratégicas público-privadas de los países miembros del IICA, para mejorar la gestión integrada y eficiente en el uso del agua para la agricultura, apoyando a los ministerios y organismos rectores, promoviendo así el trabajo colectivo tendiente a garantizar que el valioso patrimonio hídrico de las Américas contribuya a un desarrollo más verde, inclusivo, resiliente y sostenible, incluso ante el severo impacto del cambio climático.
Con los fines de diseñar una hoja de ruta y comenzar la implementación de la iniciativa a través de un plan de acción, el director general del IICA, Manuel Otero, anunció que en setiembre próximo el organismo especializado en desarrollo agropecuario y rural de las Américas convocará a cuadros técnicos y organismos de financiamiento para definir acciones concretas y establecer metas verificables.
“Por el papel clave que juega América Latina y el Caribe para la seguridad alimentaria mundial, es urgente una acción conjunta continental, que mejore la gestión integrada y la eficiencia del uso del agua para la agricultura”, señaló Fernando Schwanke, director de Proyectos del IICA, quien presentó los detalles de la iniciativa.
En ese sentido –agregó– la agricultura, además de producir alimentos, puede ser una gran productora de agua, almacenándola y utilizándola eficazmente mediante tecnologías innovadoras.
Cuatro ejes de trabajo
La iniciativa del IICA propone cuatro ejes concretos de trabajo tendientes a conseguir resultados que sean medibles. Uno de ellos es la producción y el almacenamiento de agua a través de la recuperación de suelos degradados, la restauración y preservación de los bosques y la mayor difusión de buenas prácticas agrícolas como la siembra directa.
Otro es mejorar la eficiencia en el uso del agua para la agricultura mediante la innovación tecnológica. Un tercer eje tiene que ver con la gobernanza. Refiere al fortalecimiento de los mecanismos, las herramientas y las capacidades asociadas a la gobernabilidad del agua para la agricultura, por parte de los ministerios e instituciones rectores del agua.
Finalmente, se propicia el impulso a las inversiones para captación, almacenamiento, distribución y riego en finca, a través de una mejora en la planificación, asignación y articulación público-privada de los recursos de inversión en los países.
La iniciativa del IICA señala que el agua es un activo estratégico. El desarrollo de infraestructuras hídricas para gestionar, almacenar y distribuirla mejor es, en consecuencia, fundamental para avanzar de forma sostenible.
Además, el agua es un bien limitado, por eso debe fomentarse su uso eficaz y eficiente. La productividad del agua, el riego y la gestión del suelo son áreas que requieren atención.
“Recordemos que el agua es alimento para la tierra. Junto al suelo, es uno de los dos factores que sostienen la producción de alimentos”, dijo Víctor Villalobos, secretario de Agricultura y Desarrollo Rural de México, y director general emérito del IICA, quien agregó que una agricultura climáticamente inteligente requiere equilibrio entre las soluciones basadas en ciencia y en la naturaleza, y esto es pertinente para la crisis de agua.
“En todo el mundo hay conciencia de que el agua es un recurso finito y vulnerable, y quienes de una forma u otra participamos en el sector agroalimentario sabemos que producir los alimentos para una creciente población requiere de un abasto estable y suficiente de este recurso”, indicó Villalobos.
Baethgen planteó que animales y plantas emiten y capturan metano desde hace más de 10.000 años, de forma circular, pero el petróleo y el gas se extraen y van a la atmósfera
Desde hace 10.000 años hay animales y pasturas en el planeta Tierra, y desde ese entonces ya “había carbono en el aire, que capturaban las plantas, se la comían animales y volvían al suelo. Es el mismo carbono que circula por miles de años”, puntualizó el científico uruguayo Walter Baethgen, vicepresidente del Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (Inia) y director del programa de investigación regional y sectorial del Instituto Internacional de Investigación para el Clima y la Sociedad (IRI) en la Escuela del Clima de la Universidad de Columbia.
Baethgen brindó una conferencia en una actividad organizada por Conaprole en la reciente edición de Mercoláctea. Allí puntualizó que, sin embargo, hay carbono que no estaba en el ambiente, como el petróleo y el gas natural, entre otros, y que desde hace muchos años se inyectan al ambiente, a los que la ciencia debe considerarlos de manera diferente, “no tratarlos de la misma manera”, reclamó.
Puntualizó que el carbono que emiten los rumiantes genera metano, pero es parte de un ciclo natural y que solo permanece durante 10 años en la atmósfera, después se oxida.
Explicó que “la cantidad de carbono que hay en el suelo es muchísimo más de lo que se emite. Si aumentara 0,4% el carbono de los suelos habría cero emisión neta. Pero hacer que todos los suelos del mundo secuestren 0,4% es dificilísimo”. Sin embargo, si se captura cualquier poco de carbono “queda en el suelo por siglos”. Planteó que “debemos medirlo bien y ese tiene que ser un crédito para el productor”.
Hay que bajar las emisiones
El científico planteó que a las emisiones hay que bajarlas por un tema de conciencia ambiental y porque los hábitos de consumo están cambiando. Consideró que en esto “hay un componente ambiental y otro económico-financiero” y advirtió que esto “se puede transformar en barreras paraarancelarias o en una oportunidad”. Y sostuvo que “la academia tiene que apoyar mucho la medición de esas huellas y medirlas bien”.
Destacó que “en Uruguay hay un ejemplo muy bueno: es la primera vez que veo a los ministerios de Agricultura y de Ambiente trabajando juntos, sin pelearse, para armar la huella ambiental y ver cómo está afectando el sistema de producción a los recursos naturales. Eso no pasa en el mundo. Uruguay tiene una gran posibilidad de diferenciarse, ese es el camino a seguir”.
Capitalizar las oportunidades
El vicepresidente de INIA planteó que “hay desafíos para bajar la huella pero también hay oportunidades de certificar productos ambientalmente amigables”. Reconoció que “no sabemos cómo será el clima en el futuro”, pero aseguró que “seguirán habiendo eventos cada vez más frecuentes e intensos”. En ese sentido, planteó “mejorar nuestra capacidad de adaptarnos, pensar en sistemas de producción más resilientes y menos vulnerables”.
Dijo que “si somos serios en cambio climático, la mira tiene que estar en los combustibles fósiles. Lo demás ayuda, pero eso es lo importante”. Consideró que este tema “desde el arranque se encaró mal y se sigue encarando mal, pero hay una batalla que tiene que dar la comunidad científica con más robustez”.
Combustibles son los que más emiten
Más del 70% de las emisiones de gases de efecto invernadero provienen de la quema de combustibles fósiles, el agro emite 12% y la deforestación menos del 10%, mostró Baethgen.
Al desarrollar sobre la responsabilidad de los distintos sectores económicos en las emisiones de gases de efecto invernadero, dijo que las pérdidas de metano por fugas generan picos de emisiones, como en las minas de carbón en Australia o la perforación de pozos de petróleo.
Enfatizó que todas las pérdidas por fugas de combustibles fósiles representan el 5,8% de las emisiones, “igual a todas las emisiones de metano de toda la ganadería del mundo”.
China, Estados Unidos y la Unión Europea explican 52% de las emisiones. “Generalmente me río de las teorías conspiracionistas, pero en este caso me hace lugar”, comentó.
Baethgen afirmó que “si queremos combatir el cambio climático debemos reducir las emisiones netas de gases de efecto invernadero; eso es la mitigación del cambio climático. Para reducirlas emitimos menos o secuestramos más. Lo fundamental es descarbonizar, eliminar los combustibles fósiles lo más rápido posible. En eso Uruguay es un ejemplo”, ya que “casi el 100% de la energía es renovable”.
También se refirió a la deforestación como “no sostenible” y dijo que “tiene que desaparecer”. Además de la gestión de residuos, donde “hay mucho por hacer”. Sobre las posibilidades de sacar carbono de la atmósfera dijo que “hay oportunidades” para el agro.
Baethgen sostuvo que “existe el cambio climático porque hay calentamiento global”. Explicó que el efecto invernadero “es algo natural” y “si no pasara no habría prácticamente vida, porque habría 15°C menos”. Sin embargo, puntualizó que “en los últimos 150 años la actividad humana aumentó muchísimo la producción de gases con efecto invernadero”.