Al Grano

Diego de la Puente: “Brasil es una variable que irrumpió en el mercado de soja y de maíz, y no paró”

18 de octubre de 2023

El consultor planteó que el país sudamericano está modificando los precios de la región, que se alejan de las referencias de Chicago; propuso estar alerta y captar mejores valores

El protagonismo de Brasil en la producción de soja y maíz es determinante en el mercado internacional, y está haciendo cambiar las referencias de precios, que hasta ahora eran exclusivamente las de Chicago. Así lo planteó el consultor Diego de la Puente en esta entrevista con VERDE.

¿Qué variables han cambiado la forma de analizar el mercado de la soja?

Brasil es una de esas variables que irrumpió en el mercado de soja y de maíz, y no paró. Además tiene una capacidad de destrucción de mercado muy importante. Este año Uruguay y Argentina tuvieron la mitad de la cosecha de soja, pero si miramos los precios de los tres principales oferentes de soja, que son Brasil, Estados Unidos y Argentina, vemos que en Argentina los precios FOB bajaron US$ 120 por tonelada con la mitad de la cosecha, eso responde a Brasil. Ahí es donde tomamos dimensión del impacto que puede tener. Si en un año con la mitad de la cosecha, te obligaron a bajar US$ 120 para ser competitivo, imaginate lo que puede pasar ante una cosecha normal en Argentina y Uruguay, donde a la vez, el USDA proyecta una cosecha de soja récord para Brasil. Eso lo que hace es distorsionar las referencias habituales. Remplazar al mercado de Chicago es muy difícil. Quizás habría que tomar a la pequeña Suiza de Sudamérica, que es Uruguay, y crear un mercado de futuros en Uruguay que concentre toda la producción latinoamericana de soja y maíz. 

¿Es una situación con la que vamos a tener que convivir de ahora en adelante?

Sí, y creo que además vamos a tener que ver qué pasa ya no con el clima en Sudamérica, sino con el clima en Brasil, particularmente en Mato Grosso, es el estado que concentra el 40% de la producción de maíz y el 30% de la producción de soja de Brasil. Este año al mercado no le importó que Argentina, que es el tercer productor y exportador mundial de soja; perdiera la mitad de la cosecha, algo inédito, sin embargo el mercado bajó igual. Para que el precio se mueva, el problema lo debe tener Brasil y en particular Mato Grosso. Hay que empezar a pensar y analizar que quizá tenemos dos momentos del año con mercados que pueden estar muy disociados. Al observar el comportamiento de la soja julio 2024 en el mercado de Chicago –que es la que toma como referencia la cosecha argentina y uruguaya– en determinado momento, por un problema que tiene Estados Unidos, esa posición había subido US$ 90 por tonelada y acá no subió nada. Que Estados Unidos tenga un problema no implica que los precios en Argentina o Uruguay vayan a subir. Lo que sí es claro es que, si Brasil tiene un problema, las cotizaciones en el río De la Plata van a subir. Este tipo de cosas son relativamente nuevas y se tienen que analizar muy bien. En Nóvitas estamos en un proceso de análisis permanente de esas variables, para ver dónde ubicamos el nuevo nivel de descuento y dónde está la nueva referencia respecto al mercado orientador, que es Chicago.

¿Qué puede pasar con los descuentos?

Es claro que las primas o descuentos siempre tuvieron variaciones, pero ahora hay una variable que te puede cambiar de manera muy significativa. Pero si nos quedamos con los descuentos habituales de la soja uruguaya, que han estado en los US$ 15 o US$ 20 por debajo de Chicago, ahí es donde cometemos el error, porque luego esos descuentos pueden ser mayores. Si no fracasa la cosecha en Brasil, nos encontramos con descuentos por encima de los US$ 20, US$ 30 o US$ 40 frente a Chicago. En la campaña 2004-2005 Brasil producía 45 millones de toneladas (Mt) de soja, y hoy produce 163 Mt, de los 227 Mt que se producen en Sudamérica. Y en maíz Brasil genera 130 Mt de las 196 Mt que produce la región. La proporción de Brasil en la producción sudamericana es cada vez más importante. Por eso digo que esto no es momentáneo sino permanente, por lo tanto, la manera en que se forman los precios, el mercado de referencia y los descuentos habituales están cambiando. 

Teniendo en cuenta los momentos de la cosecha norteamericana y la brasileña, que presionan sobre los precios, ¿se puede decir que se acortan las oportunidades para capturar precios?

Hay dos momentos del año que son muy importantes: uno es en julio-agosto, en julio por la floración del maíz y en agosto por el llenado de grano de la soja en Estados Unidos; y el otro es octubre, noviembre y diciembre, cuando se define la producción de soja de Brasil. Porque si en Mato Grosso sucede algo, pasa en ese momento. Por eso diría que vamos a tener un mercado más volátil, y la volatilidad es sinónimo de oportunidad; y cuando se presentan oportunidades hay que tomarlas. Uno tiene que mirar los márgenes y cuando hay un precio que brinde rentabilidad se debe tomar. Después hay herramientas comerciales, estrategias u opciones que se pueden utilizar para moverse dentro de ese escenario de alta volatilidad. Por eso la planificación en este sector es mucho más importante que en cualquier otra industria, y no sólo la comercial, sino la productiva, la financiera, la impositiva, logística, y se tendrá  que planificar más para tener un negocio rentable.

Ha mencionado que descubrir el precio de la soja de enero a mayo no corre más.

Entre marzo y junio, si entra una cosecha récord en Brasil, no tengo que estar descubriendo qué pasa con el precio de la soja. Por supuesto, si la cosecha viene mal, entonces los precios van a subir, pero si viene bien, ya debería estar preparado financieramente para no tener que estar descubriendo el precio en ese momento; lo cubro antes o lo vendo después, pero no en ese momento. Este año ya vimos el potencial de daño que tiene Brasil en los precios de la soja a nivel regional. 

A partir de este ciclo 2023/24 por los niveles productivos de Estados Unidos y los proyectados para Sudamérica, ¿se comienza a transitar un escenario de precios más desafiante para la soja?

Yo no diría eso. Los precios se pueden mirar nominalmente o en términos reales. En términos reales los actuales niveles de precios están cerca del promedio histórico, pero en términos nominales, como estamos en un proceso global de inflación más acelerado por la pandemia, la emisión monetaria y la caída de la tasa de interés, los precios son comparativamente más altos. Los precios van a depender mucho del comportamiento del clima, que presenta sus desafíos. Hoy los híbridos, las variedades, las semillas y la tecnología vinculada a la producción se han vuelto mucho más eficientes. Con variedades de hace 15 años no hubiese quedado nada después de una sequía como la que tuvimos en Argentina y Uruguay. Estados Unidos tuvo una sequía y alcanzó rendimientos de 11.000 kilos de maíz por hectárea. El clima está muy desafiante, lo que aporta volatilidad. Quizá los precios no necesariamente estén un escalón más abajo. Hay una diferencia entre la tensión y el estrés. El estrés paraliza, pero la tensión te hace estar alerta. Con estos mercados tenemos que estar atentos y alertas para actuar cuando tengamos una oportunidad.

Habitualmente, cuando se atravesaban ciclos de precios bajos, se decía que algunas geografías dejaban de producir porque no eran competitivas. Hoy hay regiones que mueven la balanza, que se han vuelto extremadamente competitivas y pueden competir con precios bajos, ¿cómo se analiza esa situación?

Si, es verdad. Aunque este año en la zona centro de Brasil, que hoy es la región más productiva del mundo, los productores están plantando mucho más algodón y soja porque el  maíz no está brindando rentabilidad. Lo que ha venido ocurriendo en los últimos años es que, aún con precios bajos, muchos lugares siguieron produciendo. Por supuesto que la eficiencia ha mejorado tremendamente en la medida que la zona más productiva de Brasil tiene lo que se llama el capital social básico, que es la infraestructura más desarrollada, rutas, extendidos de redes ferroviarias, carreteras, autopistas y plantas de almacenaje acorde al nivel de producción. Todo eso hace más eficiente el proceso. Pero igualmente se debe seguir mirando de cerca. En Estados Unidos la realidad es que muchos productos no son rentables. Si no tuvieran el nivel de subsidios que tienen muchos lugares no serían rentables. Europa tiene la política agrícola común (PAC), también con un nivel de subsidios muy importante. Pero hoy están atravesando el segundo año consecutivo con una ola de calor y una sequía tremenda. Por eso el que está dispuesto a arriesgar en un negocio de alto riesgo como es la producción agropecuaria debe tener muy claro que, si los márgenes no dan, arriesgarse con este clima tan desafiante también es un problema. Por lo tanto, veo difícil que en un escenario con precios más bajos la producción siga creciendo, porque en algún momento se termina ajustando. 

Con relación a Brasil, ¿la oportunidad para captar una mejora de precios puede darse por dificultades en la logística?

Totalmente. Si bien la infraestructura ha crecido enormemente, por razones lógicas no va creciendo al ritmo de la producción. El problema de la soja en Brasil no es que falte agua en la floración, porque generalmente llueve, el problema es que llueva mucho en la cosecha, entonces además de producir daños en la calidad comercial del grano no se puede sacar con la velocidad que debería. En Brasil todavía hay maíz tirado en los campos, porque a veces no pueden sacar la producción en tiempo y forma. Si esa producción no llega al circuito comercial, algo que el mercado está esperando, puede generar oportunidades. Por eso digo que debemos estar atentos. Hoy tenemos problemas en Estados Unidos porque está bajando tanto el caudal del río Mississippi que las barcazas que vienen desde la zona productiva no pueden llegar al Golfo de México. Tenemos que estar mucho más atentos a un montón de variables.

¿Cuánto juegan las cuestiones ambientales en la demanda de los productos que surgen de la producción agrícola?

Es muy importante, sobre todo en Europa. La Unión Europea está en ante un problema muy grave, por la guerra que afecta a su principal proveedor de granos, que es Ucrania. Además viene con dos años de sequía muy fuerte, que achican su oferta, y está con una cuestión de expropiar campos, por ejemplo en Países Bajos, por el tema medioambiental. Entonces le exige al resto de los proveedores, como a Brasil que no siga desmontando, pide la trazabilidad de la producción, conocer de dónde viene el grano o la materia prima que se está vendiendo y con qué paquete tecnológico se hizo. Con el cambio climático la cuestión del medio ambiente y su cuidado van ganando terreno. Las empresas de alimentos están muy atentas a eso para ingresar a Europa, pero el día de mañana también sucederá en el sudeste asiático y en otros mercados. 

¿Eso también se globaliza?

Totalmente, porque las nuevas generaciones globalizan todo. Más allá de que estemos de acuerdo o no, el mundo va camino a eso. Se va a exigir la trazabilidad en los commodities que producimos, cómo los producimos, de qué manera, si se siguen o no los protocolos medioambientales que el mundo exige, entre otros aspectos.

¿Desde el punto de vista productivo puede haber ganadores y perdedores?

Sí, claro. Un país como Uruguay, que no está desmontando, que tiene una ley vinculada al cuidado de los suelos, está un poco más a la vanguardia en ese sentido. Argentina tendría un problema en la zona del NEA (noreste). En Brasil hay una discusión mucho más profunda. A pesar de que la tasa de crecimiento de la población está en disminución, en términos nominales, la población sigue creciendo. Probablemente este año habrá 80 millones de personas más en el mundo respecto al año pasado. Esa gente se tiene que alimentar. Entonces, por un lado está la cuestión de no seguir desmontando por un tema medioambiental, que además me exigen los países que me compran, pero por otro lado se plantea la discusión de cómo alimentar a una población que sigue creciendo en términos nominales. Por lo tanto, hay un desafío tremendo, que se resuelve con aumento de productividad. Esa región de Brasil que sigue creciendo y desmontando, ya está encontrándose con países que le dicen si ese producto proviene de un lote que se desmontó en los últimos cuatro o cinco años no lo compramos, y ese es un desafío tremendo para el futuro. 

¿Qué podemos esperar de la demanda?

Hay situaciones que pueden generar cambios en la demanda, como el avance de los biocombustibles renovables que no necesitan mezclarse con los no renovables. A la vez, China también está tratando de depender menos de la soja y genera demanda de otros productos, aunque en 2023 importó un volumen récord de soja. El mundo está cambiando o intentando cambiar, porque también necesita tener alternativas distintas a las que tiene. Tenemos toda la discusión sobre el crecimiento de China, de su economía y demás. Venimos de una guerra comercial entre China y Estados Unidos en 2018, de la gripe porcina africana en 2019 y del Covid en 2020. Por lo tanto, es normal que el mundo esté en una situación de recesión, con tasas de crecimiento de la economía menores a las esperadas. Pero la demanda está sana. Las importaciones de granos del sudeste asiatico, incluido China, en el ciclo 2022/23 siguieron firmes, y el volumen fue el segundo más alto de la historia. Además se proyecta que en 2023/24 el volumen importado por esa región será mayor. Soy muy optimista para nuestro sector. En la medida que tengamos un crecimiento de la población como el que se prevé, y que la economía empiece a recuperarse a partir del 2024, las perspectivas son favorables.

TARJETA PERSONAL

Diego de la Puente es ingeniero agrónomo (Universidad Nacional de La Plata), socio de Nóvitas,  analista y asesor de mercados de granos. Tiene posgrado en futuros y opciones en Iowa State University (EEUU, 1998). Profesor en la Cátedra Economía y Comercialización en la Universidad de Buenos Aires.  Desde 1999 es profesor en el posgrado de Agronegocios y Alta Dirección en Agronegocios, en la Universidad de Buenos Aires (UBA). 

Nota de Revista Verde N°109 – Sección Al Grano

6 - 23:43
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