Integración de la cadena arrocera ha permitido superar distintos desafíos

By Cristina Fumero,

El rol de INIA en investigación e innovación ha sido determinante para la consolidación de la productividad del sector, destacaron agricultores, industriales y autoridades

El XX° Taller de evaluación de la zafra de arroz 2023-2024 reunió al programa de mejoramiento del Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA), productores arroceros y a la industria. Allí se destacó la integración vertical de la cadena y al programa Arroz de INIA como clave en el desarrollo del rubro. En ese marco, Alfredo Lago, presidente de la Asociación de Cultivadores de Arroz (ACA), expresó su orgullo por pertenecer al sector arrocero, vanagloriando el estilo de vida que los caracteriza. Además de subrayar la institucionalidad y la capacidad de trabajo conjunto que caracteriza a la cadena. Con cierta emotividad, mencionó de forma reiterada a los homenajeados durante el evento y a otros contribuyentes del sector. 

A pesar de las condiciones que han restringido la zafra, es unánime el optimismo con el que se concluye. “Quizás no existió una zafra tan adversa como la de este trimestre en cuanto al clima. Creo que el resultado que vemos hoy en lo productivo marca claramente la capacidad de la cadena arrocera de enfrentar desafíos”, dijo el presidente de la ACA. 

Lago recalcó la importancia de la investigación y la innovación, especialmente el papel del programa Arroz de INIA en el desarrollo de nuevas variedades y mejoras en la producción. “El programa Arroz de INIA es un diferencial”, aseveró, mientras reconocía a los investigadores, tanto en su calidad profesional como humana. Reconoció, a su vez, el rol del INIA al darle importancia a la comunicación y a cómo encarar los desafíos referidos a la sostenibilidad del sector.

Sin embargo, fue incisivo con las autoridades de la institución, al señalar el “poco entendimiento por fuera del sector” y señalar la ausencia de directivos del INIA en esa jornada. Lago opinó que eso “afecta la calidad de la toma de decisiones” a nivel jerárquico y enfatizó que “este es el sector que más absorbe la tecnología o que más capta trabajo” de ese instituto de investigación. 

FLEXIBILIDAD COMERCIAL 

El ingeniero agrónomo Raúl Uraga, gerente de Operaciones de Saman y representante de la Gremial de Molinos Arroceros (GMA), también comparó el modelo de trabajo integrado de la investigación nacional del sector arrocero con otros sectores. “Cuánto se pierden los otros rubros por no tener al INIA dentro de los hitos de competitividad de los últimos 20 años”, opinó, destacando los logros obtenidos a través del diálogo interinstitucional.

Uraga reconoció que gracias a la investigación, la presión natural del sector de obtener mejoras en la productividad de forma acelerada no fue en detrimento de la calidad. La evolución de los rendimientos de 6.500 kilos por hectárea (kg/ha) a 9.000 kg/ha en 20 años es un logro que se obtuvo considerando las restricciones de calidad molinera y culinaria que se deben cumplir para mantener el reconocimiento internacional, lo que resulta en “el mejor arroz del mundo”. 

También subrayó la importancia de diversificar mercados y productos, mencionando los desafíos enfrentados, como la falsificación de arroz uruguayo en mercados extranjeros. “Tenemos un producto que es falsificado en Perú y en México. Las bolsas de las industrias uruguayas tienen que tener una cinta antifraude”, sostuvo. “El arroz uruguayo se vende como pan caliente”, dijo con entusiasmo, y agregó que no se había llegado a junio y “ya llevamos más de la mitad del arroz vendido”.

Para finalizar, Uraga centró sus reflexiones en la apertura de mercados internacionales y subrayó la seguridad que brinda la calidad del producto para afrontar con resiliencia la volatilidad de la demanda de distintos países, y su eventual interrupción repentina y búsqueda de nuevos mercados para la colocación del arroz. Esto, según indica, requiere “flexibilidad y adaptabilidad” de la industria para crear rápidamente un producto a medida del comprador. 

Para Uraga esa capacidad cobra particular relevancia considerando la innumerable lista de exigencias y particularidades que los distintos mercados solicitan, todas abordadas con éxito. No obstante, todo esto es posible “gracias a la integración vertical” de la cadena. Sin ella “sería impensable” lograr la “adaptación y flexibilidad comercial que hoy tenemos” evaluó. Además, alentó a ser “más flexibles y dinámicos” en la parte comercial, aludiendo al precio spot (de mercadería disponible), una de las variantes que incorporó el precio convenio durante la última campaña y que los productores pudieron utilizar en esta zafra.

UN MODELO EXTRAPOLABLE

Ignacio Buffa, quien asistió en calidad de ministro interino de Agricultura, Ganadería y Pesca (MGAP), dijo que “al Poder Ejecutivo se le hace fácil trabajar” con el sector, y que su estructura “la podemos tomar y extrapolar a otras cadenas”, y así “dar saltos productivos en otros rubros como la agricultura (de secano) o la ganadería”. Así es que el INIA y la ACA trabajan en proyectos de investigación FPTA (Fondo de Promoción de Tecnología Agropecuaria) para el “diseño y desarrollo de los sistemas de producción” en búsqueda de sinergias.

El secretario de Estado abordó temas de competitividad. Mencionó con cautela el atraso cambiario y resaltó los esfuerzos del gobierno por mejorar la infraestructura y reducir costos energéticos. En ese punto reconoció la demanda de las gremiales de contar con el ferrocarril. Destacó en particular el esfuerzo del Banco República en “entender al sector” y “desarrollar mecanismos para poder apalancarlo”. Y se refirió a la necesidad de continuar trabajando para abrir el mercado centroamericano, que es de gran potencial comercial para el producto.

CALIDAD Y SOSTENIBILIDAD

El ingeniero agrónomo Álvaro Roel, director del Programa de Mejoramiento de Arroz de INIA, agradeció a todo su equipo de trabajo y a los productores por su disposición para el cambio y la innovación. “Tenemos una historia rica, un presente muy positivo y un futuro prometedor gracias a esta integración y a este trabajo de demanda clara”, valoró. Consideró que una de las principales fortalezas del sector arrocero uruguayo es su capacidad de adaptarse y evolucionar. La mejora continua en los rendimientos, acompañada de una estricta adherencia a los estándares de calidad le ha permitido al arroz uruguayo destacarse en el mercado internacional. Los productores y la industria han demostrado ser resilientes frente a las adversidades climáticas y económicas, manteniendo siempre un enfoque en la calidad y la sostenibilidad, concluyó.

El precio provisorio es el más alto y el margen está entre US$ 500 y US$ 600

El precio provisorio del arroz acordado el 30 de junio entre la Asociación Cultivadores de Arroz (ACA) y los molinos arroceros quedó en US$ 17,15 más devolución de impuestos, para las variedades no americanas, en US$ 17,75 para la variedad INIA Olimar y en US$ 18,75 para la variedad INIA Tacuarí.

“Este momento de fijación del precio provisorio es el más importante para el productor en la cuantificación de sus ingresos”, más allá de la posible corrección que puede realizarse a fines de febrero del año siguiente al cierre del ejercicio comercial, dijo el presidente de la ACA, Alfredo Lago, en el programa Punto de Equilibrio, en Carve.

Consideró que esté valor en dólares nominales es “el más alto de la historia” dentro de los registros en el marco del sistema de fijación de precios del sector, lo que refleja el ciclo de “buena” valoración del arroz en el mundo, con demanda y “buenos” negocios.

“El 60% del arroz entregado” por los productores a los molinos durante la pasada cosecha “ya fue comercializado”, lo que genera tranquilidad respecto a que las incidencias del mercado afectarán eventualmente al 40% restante, sostuvo.

Lago se mostró optimista sobre un probable incremento del precio del arroz que recibe el productor para ese 40%, considerando las perspectivas favorables del negocio en el exterior.

El productor valoró la calidad del grano uruguayo, más allá del tipo de variedad empleada por el productor, que está “muy por encima de lo que hoy produce Estados Unidos, que ha caído mucho”.

La variedad Tacuarí representa entre 3% y 4% de la producción arrocera, tiene una “calidad superior”, pero solo tiene al mercado peruano como destino, comentó. Acotó que la variedad Olimar es “más nueva”, de ciclo corto, y en los últimos 15 años se ha sembrado en Artigas, siendo el “buque insignia” de la calidad del arroz de Uruguay, ocupando alrededor de un “15% del total de la producción”. Y la variedad INIA Merín que abarca casi la “mitad del área” cultivada, tiene un “excelente performance de venta”, por una “alta calidad industrial”, destacó.

“El costo promedio de producción de arroz en la zafra 2023-2024 fue de US$ 2.212 por hectárea”, con tres componentes: rentas y servicios que se pagan en kilos de grano, los valores de los insumos importados (fertilizantes y agroquímicos que bajaron 3%) y el incremento de los costos relacionados con el “atraso cambiario”, señaló.

El ingreso bruto “está entre US$ 2.600 a US$ 2.700 por hectárea”, que representa una ecuación económica “buena”, con un “margen de entre US$ 500 y US$ 600 por hectárea”; “es la cuarta zafra con resultados positivos, tras la crisis del sector”, destacó.

Nota de Revista Verde N°115

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Sectores público y privado crean guía de buenas prácticas agrícolas para colza

By Cristina Fumero,

La iniciativa contempla residuos de fitosanitarios, control de malezas y plagas, fertilización, la interacción con la producción apícola e indicadores ambientales de sostenibilidad

Sofia de León – Redacción 

Ante la creciente demanda internacional por inocuidad, la investigación nacional y l sector privado buscan garantizar que los granos cosechados sean exportados cumpliendo con los límites máximos de residuos (LMR) que marcan los mercados demandantes. En el caso del cultivo de colza, por incluir en sus usos el consumo humano, las exigencias respecto a los límites permitidos son aún mayores que en otros cultivos. 

El ingeniero agrónomo Sebastián Mazzilli, director de Sistemas Agrícolas Ganaderos del Instituto Nacional de Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA), explicó a VERDE los detalles sobre el proyecto que culminará con la creación de una guía de buenas prácticas agrícolas para este cultivo. “Se busca compilar la información existente y generar nueva, con un énfasis en los agroquímicos y los residuos en grano”, comentó. 

Además de puntualizar que este manual será una “herramienta viva”, porque contará con posteriores actualizaciones, en función del comportamiento que tenga la demanda.

Este proyecto, financiado por la Agencia Nacional de Investigación e Innovación (ANII) y la Mesa Tecnológica de Oleaginosas (MTO), en representación de las empresas, está trabajando en el desarrollo de un manual de buenas prácticas agrícolas para el cultivo de colza. Participan el INIA, la Universidad de la República –a través de Facultad de Agronomía y el Centro Universitario Regional (Cenur) Litoral Norte– y el Laboratorio Tecnológico del Uruguay (LATU). 

Uno de los aspectos más críticos del proyecto está relacionado con la inocuidad del producto, especialmente en relación con los LMR de agroquímicos permitidos por los estándares internacionales. Ese parámetro es particularmente relevante para exportar colza a Europa, a donde se destina la mayor parte de la producción nacional. 

Capacidad y conocimiento uruguayo

Mazzilli informó que el objetivo principal del proyecto es brindar medidas de manejo específico de control cultural (fecha de siembra, densidad, manejo de la fertilización) de forma ordenada. Se estimarán indicadores ambientales de sostenibilidad en colza a partir de información existente. Se busca determinar cuáles son los niveles e residuos con las estrategias actuales de control de malezas, plagas y enfermedades, y si estos superan los LMR. 

En esa línea, el investigador señaló que se apunta a informar “qué se puede aplicar y hasta cuándo”, para evitar resultados adversos de contaminación en grano que tengan implicancias en el mercado. En general, “se trata de niveles muy bajos, pero si el comprador lo puede detectar se convierte en un problema” para el ingreso de la mercadería. 

El proyecto también tiene contemplado el desarrollo de la capacidad local para medir los residuos de agroquímicos en el grano. El director de Sistemas Agrícola Ganaderos de INIA explicó que actualmente las muestras de colza se envían a analizar en laboratorios de Europa, mientras se busca ajustar las técnicas en los laboratorios locales, para que puedan medir con la misma precisión. “Esto fortalecerá la autonomía del sector agrícola uruguayo” y permitirá saber si los resultados “son, en efecto, comparables”, comentó.

Explicó que los nutrientes a menudo se miden con modelos validados en el exterior, y los resultados pueden “no ser del todo ajustados” a la realidad local. La investigación se plantea “poner foco” en el balance nutricional y en la dinámica del cultivo en el suelo. “Estamos bastante seguros de que la extracción de los cultivos en nuestras condiciones es un poco más baja que los valores que actualmente usamos como referencia, más que nada en nitrógeno y potasio” remarcó el investigador. 

Por lo tanto, se pretenden mejorar y ajustar los modelos de fertilización existentes para el cultivo. “La idea es establecer una guía analizando muestras que salen del campo, para ajustarse y poder armar como una tabla del IPNI (Instituto Internacional de Nutrición Vegetal, por sus siglas en inglés) pero para colza local», acotó Mazzilli. 

El óptimo uso de los fitosanitarios

Otro componente innovador del proyecto es el estudio de la interacción entre la colza y las colonias de abejas. “Vamos a evaluar cuánto aporta la colza a la producción apícola y qué daño le hacen los agroquímicos utilizados en el sistema a las abejas melíferas”, señaló el integrante de INIA. Agregó que eso “implica evaluar su mortandad, tanto por deriva directa como por el polen contaminado en la colmena”. Las abejas son llevadas al cultivo con frecuencia, dado que incrementan hasta un 15% el rendimiento del cultivo y producen un tipo de miel con diferenciación comercial, acotó. 

El control de malezas es otro foco del proyecto. En esa línea, Mazzilli subrayó que “no va a ser algo estático”. Se van a probar diversas estrategias de control de malezas y evaluar los residuos resultantes en el grano. Esto incluye el uso de variedades de colza resistentes a ciertos herbicidas (como la colza Clearfield, resistente a imidazolinonas). Se pretende saber si “hay riesgo o no de usar determinados productos”, explicó. 

Además, se investigará el impacto de plagas como la plutella (Plutella xylostella) y el pulgón (Brevicoryne brassicae) en el rendimiento del cultivo, buscando establecer umbrales de daño económico que permitan decisiones de manejo más informadas. 

Según Mazzilli, hoy en día “no se cuentan con umbrales de daño generados a nivel local” y, por tanto, “es importante saber el nivel de daño que se puede permitir antes de decidir un control”, además del hecho de que estas “se hacen más frecuentes debido al bajo precio relativo de los insecticidas”.

En lo que refiere a fitopatología, “se buscan evaluar los residuos restantes en fitosanitarios con aplicaciones realizadas a distinta distancia previa a la cosecha del cultivo”. Estas aplicaciones, mezcladas con las del resto de los fitosanitarios, serán evaluadas en el laboratorio del Cenur, en la ciudad de Paysandú. Otro porcentaje de las muestras irán a Alemania. 

“La idea es que si se logran ajustar las técnicas localmente se pueda transmitir ese conocimiento a laboratorios privados que operan en el país”, confirmó el ingeniero agrónomo. “La idea es ver si en Uruguay podemos leer los resultados con la misma precisión que el resto de los laboratorios del exterior, para establecer referencias de cara al mercado uruguayo”, dijo.

Conocer los riesgos para cuidar mercados

Con el pasar del tiempo van surgiendo prohibiciones del mercado, como el uso de determinados herbicidas –como desecantes–, que generan la necesidad de establecer estrategias que las empresas exportadoras demandan. “No sabemos qué riesgo estamos asumiendo cuando aplicamos, lo que puede derivar en el rechazo de una exportación”, advirtió. 

En tal sentido, Mazzilli destacó la importancia de “cuidar” los mercados actuales y mejorar el acceso a nuevos destinos a través de prácticas sostenibles. “Uruguay tiene un diferencial en colza, por esto entramos a Europa”, remarcó.

Al ser consultado por VERDE sobre la incidencia del proyecto a nivel comercial, el investigador respondió que esa puede ser la base para mantener un mercado como el europeo, que “es el mejor mercado que puede tener Uruguay”. Además dijo que también puede impactar en la productividad. “Es importante lograr un salto productivo y mantener la colza con bajos niveles de residuos”, enfatizó. Consideró que al contar con trazabilidad y seguridad en agroquímicos el cultivo “puede lograr una diferencia destacada”.

Nuevos horizontes para las brasicáceas

Con buenas prácticas de manejo de colza se generan conocimientos útiles para el manejo de carinata, otra brassica que forma parte de la familia de las brasicáceas, que podría ser clave para la producción de biocombustibles renovables, cuya demanda global es liderada por las compañías aéreas. “Para que sirva para ese fin, debemos lograr producir con al menos 60% de reducción de emisiones respecto al uso de combustibles fósiles”, resaltó el director de Sistemas Agrícolas Ganaderos del INIA.

Al respecto, Mazzilli opinó que “uno de los mayores desafíos es demostrar que los cultivos de la familia de las brasicáceas en Uruguay, genera acumulación de carbono o al menos una menor emisión neta respecto a los combustibles fósiles”. Esto, según explicó, “es un desafío para nuestros sistemas agrícolas, debido a su intensidad y la necesidad de fertilización nitrogenada, que puede generar como externalidad la emisión de óxido nitroso (N2O), un gas de gran efecto invernadero”.

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Cosecha de soja le ganó a los contratiempos generados por las lluvias

By Cristina Fumero,

Por las lluvias se extendió a 80 días, se produjeron cerca de 2,9 mt, con un promedio de 2.200 kg/ha y alto porcentaje de humedad

El volumen de la cosecha de soja “se acercará a 2,9 millones de toneladas (mt)”, dijo a VERDE Piero Gelmini, gerente general de Control Union. Aunque “se esperaba más volumen”, de todos modos “hubo una recuperación importante” respecto a la “complicada” zafra 2022-2023, destacó. El ejecutivo explicó que “el dato” de Control Union surge del trabajo que realiza la compañía a lo largo de la cadena, desde los muestreos a campo, el control en acopios, los warrants, entre otros.

Gelmini indicó que la humedad promedio se ubicó en 18,2% y algo más del 95% del volumen de soja “tuvo que pasar por secado”, debido al clima durante la cosecha.

El contrato de comercialización Anec 41 establece un nivel de humedad de 14%, 1% de materia extraña, pero hasta 2% de tolerancia, y 8% de grano dañado. En la zafra pasada la media de materia extraña se ubicó en 1,25%. En el litoral y centro de Uruguay el promedio de grano dañado fue 4,9%, al tiempo que en el este la media trepó a 22%. Allí quedó “bien marcado el comportamiento entre ambas regiones, producto de lo sucedido con las lluvias”, dijo.

Además, se detectó la presencia de malezas cuarentenarias en el 32% de lo recibido, pero también hubo diferencias entre zonas. En el este se llegó al 15%, mientras que en litoral y centro la presencia llegó al 42%, informó el ejecutivo de Control Union.

Andrés Feuer, integrante de Smartway, dijo a VERDE que los registros de la empresa marcan que la cosecha de soja se extendió desde el 17 de abril hasta el 5 de julio, totalizando unos 80 días. Según los datos de Smartway, el rendimiento promedio de la soja se ubicó en 2.200 kilos por hectárea (ya corregido a seco), mientras que la humedad media del 18,5%.

También informó que el área perdida y/o no cosechada llegó al 0,75% del total. Si se toma en cuenta la superficie de soja proyectada por Urupov (1,34 millones de hectáreas), habrían quedado sin cosechar unas 10.000 hectáreas, fundamentalmente en el este y noreste.

Sobre el consumo de combustible de las cosechadoras, señaló que el promedio se ubicó en 15,1 litros de gasoil por hectárea, lo que marca un incremento del 40% respecto a 2021-2022 (no se contabilizó la zafra 2022-2023 por la sequía). El mayor consumo también se debe a las mayores distancias de los tolveos, a la situación climática y el impacto en la caminería interna y rural, que causaron serias dificultades para que los camiones se acerquen a las chacras.

Agregó que la velocidad promedio de cosecha fue de 6,3 kilómetros por hora (km/h) “No está tan lejos de lo habitual, que se ubica entre 7 km/h y 8 km/h”, esto muestra que “cuando se dieron las condiciones para cosechar, se pudo avanzar a un ritmo casi normal”, indicó.

Durante el ciclo del cultivo hubo 20 días con temperaturas superiores a los 35°C, mientra que en la campaña pasada fueron más de 50 días. Y el promedio de lluvias fue de 635 milímetros (mm), excluyendo lo que llovió cuando el cultivo ya estaba pronto, “con casos de 50 mm, 100 mm, 150 mm e incluso más”, señaló.

LOS MÁRGENES

El margen neto del negocio agrícola varía entre US$ 100 y US$ 130 por hectárea, comentó Echeverría. El director de Plus Agro agregó que los “márgenes netos”, después del pago de insumos, labores y costos comerciales –que este año en soja están 15% a 20% por encima de otras zafras– estarían en un nivel parecido “al promedio de los últimos 10 años”, con casos que pueden “estar por encima o por debajo”.

El margen neto “está entre US$ 100 y US$ 130 por hectárea” de “todo el conjunto” de productos, sumando los cultivos de invierno y de verano, pero “no debemos olvidar que venimos del peor año de la historia (2023), cuando las empresas prácticamente se comieron todo el circulante para financiar el agujero de la seca”.

En el ciclo agrícola 2023-2024 los resultados productivos indican que los “rindes de soja” quedaron “cerca del promedio”, hubo “muy buenos en maíz de primera” y los de segunda “tienen números dispares”, sostuvo.

Destacó que se viene de un “muy buen” invierno, impulsado por el trigo, que tuvo rendimientos “récord” en la mayoría de las zonas, con precios de venta que, en promedio, se ubicaron entre US$ 200 y US$ 210 por tonelada. Para la cebada, por rindes y calidad, el margen “no fue tan bueno” como el del trigo.

PROYECCIÓN 2024-2025

En el promedio de los últimos 10 años se observa que el doble cultivo –desde los puntos de vista productivo y económico– “tiene una relevancia más importante que una soja de primera”, sostuvo el director de PlusAgro, Joaquín Echeverría. El ingeniero agrónomo dijo a VERDE que ese sistema absorbe el 50% del costo del arrendamiento y el 50% del costo de la estructura.

Indicó que “al analizar el invierno y el verano se ve que las secuencias de cultivos de primera versus las de segunda”, es decir trigo, cebada, colza y soja, “tienen mucho mejor margen que una soja de primera pura”.

Echeverría calculó que para “un trigo de 4.000 kilos (por hectárea), con un precio de entre US$ 200 y US$ 210 por tonelada”, el margen neto “se acerca a cero”; pero la soja de segunda sobre ese trigo “estaría generando entre US$ 90 y US$ 100 por hectárea”, dijo. En el caso de la colza, con los números actuales, “ese margen es mayor”, agregó.

A continuación comparó ese número con el de una soja de primera, que “tiene que enfrentar toda la renta, la estructura y un cultivo de cobertura, estaría dejando una pérdida de unos US$ 70 por hectárea”.

Echeverría señaló que las proyecciones del negocio para el ejercicio 2024-2025 plantean un escenario similar al registrado en 2023-2024. De todas formas, recordó que por los precios y la productividad, el trigo representó cerca del 45% del margen global alcanzado por la secuencia trigo-soja, “algo que no estaba previsto en el Excel al arrancar el ejercicio pasado”, comentó.

PERSPECTIVAS GLOBALES

Para la nueva cosecha de soja de Estados Unidos, el Departamento de Agricultura de ese país (USDA, por sus siglas en inglés) proyectó una producción de 120,70 mt frente a los 120,38 mt estimados por los privados. “En esto influyó exclusivamente el ajuste de área hecho a finales de junio, de 35,01 a 34,84 millones de hectáreas, dado que el rinde promedio esperado fue sostenido en 3.497 kilos por hectárea”, indicó el análisis de Granar.

Para el resto de las variables comerciales se marca un leve ajuste de las existencias iniciales, de 9,53 a 9,40 mt; mientras que se mantuvo sin cambios la molienda en 66 mt, el uso total en 68,99 mt y las exportaciones en 49,67 mt, con lo cual el stock final fue ajustado a 11,85 mt.

El USDA mantuvo las estimaciones de cosecha en Brasil, Argentina y Paraguay en 169 mt, 51 mt y 10,7 mt, respectivamente. A la vez, mantuvo las estimaciones de importaciones de China en 109 mt. A nivel mundial, el USDA proyectó la producción de soja en 421,85 mt, contra los 422,26 millones del informe del mes pasado. Las existencias finales se proyectaron en 127,76 mt, frente a los 127,90 mt de junio y a los 127,19 mt previstos por los privados.

Por otra parte, el USDA proyectó para la nueva cosecha de maíz estadounidense una producción de 383,56 mt, por encima de los 377,46 mt de junio y de los 382,62 mt estimados por el sector privado. “En esto tuvo influencia el incremento del área sembrada, relevado por el organismo a finales del mes pasado, de 36,44 millones a 37,02 millones de hectáreas; el rinde promedio esperado se sostuvo en 11.361 kilos por hectárea”, analizó Granar.

El USDA proyectó las cosechas de maíz del ciclo 2024-2025 en Brasil y en Argentina en 127 mt y 51 mt. Para Ucrania tampoco hubo cambios, dado que marcó producción y exportaciones en 27,70 mt y en 24,50 mt.

Entre los principales compradores, el USDA elevó de 21,80 a 22 mt su estimación sobre las importaciones de México, mientras que mantuvo en 23 mt la previsión para China, en 18 mt para la Unión Europea y en 15,50 mt para Japón.

Sobre la producción de maíz del ciclo 2022-2023, mantuvo la producción de Brasil en 122 mt, al igual que la previsión de exportaciones en 50 mt. En tanto, la Compañía Nacional de Abastecimiento (Conab), de Brasil, proyectó una cosecha de 115,86 mt y las exportaciones en 33,50 mt. Para Argentina marcó 52 mt de maíz y 37 mt de exportaciones.

EL MERCADO CLIMÁTICO NO ASUSTA

La soja en Estados Unidos transita por una campaña con un clima que hasta el momento viene acompañando, lo que suma presión a las cotizaciones, analizó Nicolás Udaquiola, director de AZ Group. El consultor dijo a VERDE que “hay una pesadez importante”, lo que se refleja en el bajo nivel de ventas de Estados Unidos en la campaña 2024-2025, que “es el más bajo de los últimos años”.

Hay oferta en Estados Unidos y una demanda lenta. A la vez, Brasil está vendiendo a “muy buen ritmo, influenciado por el movimiento del real”. Argentina también está marcando nuevos negocios de poroto y subproductos, “aunque el productor está demorando las ventas”, acotó. El analista agregó que el dólar a nivel global “sigue fuerte”, los fondos de inversión “están muy vendidos” y todo eso conjuga “un escenario de pesadez, que se ve reflejado en los precios de la soja”.

Udaquiola también explicó que al mercado del maíz “le faltan varios factores por incorporar”, desde “el impacto de la chicharrita en Argentina, la brecha que tienen las estimaciones del USDA y la Conab en Brasil”. Planteó que “se deben incorporar ajustes a lo que marcan las exportaciones del cereal en ambos países, para alinearlas con la producción estimada por los actores locales en ambos países”.

Si las exportaciones argentinas son de 33 mt de maíz, como señala el USDA, y se confirma “la estimación de producción local, el cuadro de oferta y demanda queda en cero o negativo”, observó. Además, para la campaña 2024-2025 el USDA no está contemplando las lluvias por debajo de lo normal y temperaturas por encima de lo habitual en Ucrania, ni el impacto de la chicharrita en la superficie a sembrar en Argentina, sumado al año Niña. Con lo cual, el combo de noticias por incorporar en maíz durante las próximas semanas “es importante”, puntualizó.

El trigo está en plena cosecha en el hemisferio norte, zona que representa más del 90% de la oferta mundial. Con eso “tenemos que tirar” hasta la cosecha del hemisferio sur, dijo Udaquiola. Si bien los stocks subieron, “son los más bajos desde 2016-2017; y el stock en los países exportadores es el menor desde la zafra 2012-2013”.

Por lo tanto, cualquier noticia que afecte el trigo de primavera del hemisferio norte “puede generar movimientos”, consideró. Para Rusia el cereal de primavera representa el 30% del total. Allí el panorama climático “no es tan amigable” y la intención de siembra para el año que viene “no tiene motivación ni en precios ni en clima”. 

Luego de terminarse la cosecha del hemisferio norte “se pueden marcar nuevas noticias, y una posición vendida de los fondos, que se podría recortar, provocaría nuevas oportunidades para el cereal. Quizás no sean los US$ 260 por tonelada, pero sí una mejora respecto a la foto actual”, concluyó Udaquiola.

Producción mundial de trigo 2024-2025

La nueva cosecha de trigo en Estados Unidos fue estimada por el Departamento de Agricultura de ese país (USDA, por sus siglas en inglés) en 54,66 millones de toneladas (mt), al incrementar el rinde promedio a 3.484 kilos por hectárea. Por su parte, Rusia mantuvo la cosecha en 83 mt y las exportaciones en 48 millones. Ucrania estimó la cosecha en 19,50 mt y las exportaciones en 13 mt. La Unión Europea redujo su producción de 130,50 a 130 mt. En Canadá se incrementó de 34 a 35 mt. En Argentina, pasa de 17,50 a 18 mt, pero las exportaciones quedan en 11,50 mt. En Australia, no hubo variaciones, la producción fue de 29 mt y las exportaciones de 22 mt. Mientras que las compras chinas se incrementaron de 11 a 12 mt. A nivel mundial se proyectó una producción de 796,19 mt y existencias finales por 257,24 mt.

Alta probabilidad de La Niña no significa que habrá sequía, sostuvo Baethgen

Las perspectivas climáticas para los próximos meses, específicamente en la primavera, con base en modelos de predicción, apuntan a la conformación de un año Niña, lo que indica una mayor probabilidad de que las lluvias sean inferiores a lo normal, señaló el vicepresidente del Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA), Walter Baethgen.

Hay un fenómeno climático que sucede en el océano Pacífico, en las costas de Perú y Ecuador hacia Australia, y que en ciertos años, cuando las aguas registran temperaturas más altas de lo normal, se lo denomina Niño, y cuando son más bajas de lo normal se lo denomina Niña. Y para Uruguay, permite tener una idea de lo que puede ocurrir con las lluvias, cosa que otros países no tienen, explicó.

Comentó que los científicos desarrollaron un “modelo que permite prever lo que puede pasar en esa zona del Pacífico”, y este año “lo más probable es que el agua esté más fría”, por lo que sería un año Niña. En este caso hay “mayor probabilidad de que llueva menos” que en un año normal en Uruguay.

Pero Baethgen dejó en claro que eso “no quiere decir que en Uruguay no va a llover, que habrá una sequía y que será desfavorable para los cultivos de verano”. “Son cosas totalmente diferentes”, enfatizó el investigador. “Cuando uno escucha que en un año Niña hay sequía, está escuchando un disparate”, sostuvo.

Baethgen, quien también es investigador de la Universidad de Columbia, de Estados Unidos, se refirió a los registros históricos vinculados a estos fenómenos climatológicos y a su incidencia en la agricultura. Desde 2010 hasta la zafra 2022-2023 hubo siete años Niña. Señaló, por ejemplo, que en la zafra 2016-2017, que fue año Niña, el rinde promedio del maíz fue “récord”, con algo más de 7.000 kilos por hectárea.

A la vez, agregó que en las zafras 2020-2021 y 2021-2022, que también fueron años Niña, el rinde promedio estuvo “en el promedio” histórico del cultivo; mientras que en la zafra 2022-2023 fue un “desastre”, analizó.

Brasil, con récord de área, va rumbo a los 170 millones de toneladas de soja

Con márgenes ajustados y un crecimiento de superficie más tímido que en años anteriores, Safras & Mercados proyecta una zafra de soja récord en Brasil. La consultora prevé una superficie de 47,3 millones de hectáreas para el ciclo 2024-2025, que representan un crecimiento de 1,9% respecto a la zafra pasada. Sin problemas climáticos, la producción sería récord, al alcanzar los 171,5 millones de toneladas (mt), 13,2% por encima de los 151,5 mt de la zafra 2023-2024. “Se espera que la productividad aumente de 3.279 kilos por hectárea a 3.643 kilos por hectárea”, señala el informe.

Además, la superficie sojera crecerá en prácticamente todos los estados productores del país, pero a un ritmo menor respecto a zafras anteriores, “debido a la caída de los márgenes, por la baja de los precios en el mercado brasileño e internacional”, dijo el analista de la consultora, Luiz Fernando Gutiérrez Roque, a Canal Rural, de Brasil.

“La oleaginosa sigue siendo una opción más rentable que otros cultivos en la mayoría de los estados, por lo cual los productores volverán a optar por ampliar la superficie”, acotó.

En Rio Grande do Sul y Paraná, “esperamos un pequeño crecimiento de las áreas sembradas”, comentó, dado que en Rio Grande do Sul “muchos productores continúan teniendo dificultades financieras, debido a las pérdidas de producción registradas en los últimos años”. También señaló que algunas áreas de maíz y pasturas “podrían migrar a soja”.

En el centro de Brasil también se visualiza un leve incremento de la superficie, pero menor al que se ha venido dando. A la vez, las regiones noreste y norte nuevamente tendrán los mayores porcentajes de crecimiento, y se consolida el avance de la soja en la “nueva frontera agrícola”. El aumento de las exportaciones a través de los puertos del Arco Norte es un factor positivo para la expansión del área, al igual que la buena productividad registrada en las últimas zafras. Pese a ello, el ritmo de crecimiento también debería ser inferior al de zafras anteriores, debido a los márgenes “más ajustados”, dijo el analista.

Nota de Revista Verde N°115

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Uruguay estableció las reglas de juego para las nuevas tecnologías del mejoramiento genético

By Cristina Fumero,

Atento a una “nueva” generación de tecnologías que permiten realizar mejoramiento genético con “alta” precisión, el gobierno uruguayo, mediante un decreto fechado el 12 de marzo, estableció el mecanismo por el que se determinará si un producto u organismo obtenido a través de las llamadas Nuevas Técnicas de Mejoramiento Genético o NBT (por su sigla en inglés, del extensivo New Breeding Techniques), se encuentra alcanzado o no por la regulación aplicable a los Organismos Genéticamente Modificados (OGM).

Esas tecnologías comprenden a las aplicadas en vegetales, animales o microorganismos, y las disposiciones de esa normativa serán aplicables a productos u organismos derivados de las NBT vinculados exclusivamente a la producción agropecuaria, acuícola o forestal, así como en sus productos derivados.

Se ha “detectado la necesidad de establecer un mecanismo para el tratamiento de los productos derivados de las NBT, de forma de posibilitar avances a nivel científico y el desarrollo de inversiones en el sector productivo”, argumentó el Poder Ejecutivo, en el decreto.

Consideró que es “oportuno y necesario adoptar un mecanismo acorde y consistente con el conjunto del ordenamiento jurídico nacional”, acerca del tratamiento de los productos u organismos derivados de las NBT.

Grupo extenso y variado

En cuanto al proceso para el tratamiento de los casos a ser evaluados en este sentido, en el decreto se dispuso la creación de un Grupo Técnico de Trabajo (GTT) que será integrado por “expertos en caracterización molecular”, que podrán provenir del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP), del Ministerio de Ambiente (MA), del Instituto Nacional de Investigaciones Agropecuarias (INIA), del Instituto Nacional de Semillas (Inase), de la Universidad de la República (Udelar), del Instituto Pasteur Montevideo (IP-Montevideo), del Laboratorio Tecnológico del Uruguay (LATU) y del Instituto de Investigaciones Biológicas Clemente Estable (Iibce).

También podrán participar representantes de otros organismos o instituciones versadas en la temática objeto del citado decreto, definidas de común acuerdo entre el MGAP y el MA, y esos expertos serán propuestos por las “máximas jerarquías” de los organismos o instituciones a las que pertenezcan.

Según lo previsto en la norma en cuestión, la participación será muy amplia, ya que prevé la posibilidad de que “en casos que así lo ameriten, por su complejidad o especificidad, podrá convocarse a expertos en la materia a participar del GTT en calidad de invitados, a cuyos efectos el grupo identificará a los expertos a invitar, quienes serán convocados por la Dirección General de Bioseguridad e Inocuidad Alimentaria (Digebia) del MGAP, como parte de la coordinación del mismo.

Indica que de ser necesario, la integración de los expertos al grupo se materializará a través de la celebración de convenios de cooperación ya suscriptos o a suscribir con el MGAP y/o el MA.

Entre los cometidos de ese grupo técnico figuran el establecer los criterios y la información necesaria para indicar si un producto u organismo obtenido a través de las NBT, dentro del alcance del decreto, se encuentra alcanzado o no por la regulación aplicable a los OGM. La información necesaria quedará plasmada en el formulario correspondiente, señala.

Establece, entre las funciones, que el grupo se encargará de hacer el “análisis científico caso a caso” de los productos u organismos obtenidos o a obtenerse mediante las NBT, para determinar si se encuentran alcanzados o no por la regulación referida a los transgénicos.

Deberá elevar a la Digebia el informe conclusivo emanado del análisis practicado, en el que estará anexada la información analizada, que además incluirá informaciones sobre el cambio generado en el genoma y la característica asociada cuando esto haya sido requerido dentro de la información necesaria, dispone.

Aclara que “en caso de ausencia de unanimidad o consenso técnico en el informe, la divergencia se resolverá por mayoría”, y que “en caso de empate, el mismo deberá quedar reflejado en el informe conclusivo”. “En ambos casos, deberá dejarse una constancia de las opiniones discordantes, con su debida fundamentación”, indica.

Un paso “gigante”

En diálogo con VERDE la titular de la Digebia, Virginia Guardia, destacó el paso “importante” y el “hito histórico” de contar con “reglas de juego” en una normativa con “base científica”, que dé “oportunidad” a la técnica utilizada y poder “asumir o contener los riesgos”.

Respecto al grupo técnico, la jerarca dijo que será integrado por profesionales “idóneos”, y si bien “no se prevé una cantidad de personas”, se buscará que sea un “número razonable” de participantes. “No es que tengan que estar todos nombrados por otras instituciones para que arranque el grupo a trabajar”, afirmó. Y dejó en claro que el informe final de dicha instancia técnica “no será una autorización” en respuesta a la solicitud del eventual interesado. “Si equivale a un desarrollo o producto convencional no hay autorización que hacer”, enfatizó.

Mientras que en caso de tratarse de un producto transgénico deberá seguir el proceso legal y administrativo correspondiente que comprende el Sistema Nacional de Bioseguridad, con una serie de instancias técnicas y científicas para su evaluación, que tienen al Gabinete Nacional de Bioseguridad como máxima autoridad.

En cuanto a la calificación de los integrantes del grupo en cuestión, la Digebia será la oficina encargada de “verificar la idoneidad” de los expertos propuestos por los organismos e instituciones.

Para cumplir con ese punto, deberá remitirse a esa oficina el curriculum vitae de cada participante que acredite la experiencia y formación correspondiente. La conclusión de la Digebia respecto a la idoneidad de los expertos será comunicada a la Dirección de Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos (Dinabise) del MA para su conocimiento, indica el decreto.

Establece que “transcurridos diez (10) días hábiles, de no haber recibido de la Dinabise observaciones a la conclusión de idoneidad, la Digebia comunicará la conclusión al organismo o institución a la que pertenezca el experto”.

Guardia se refirió también a la aplicación de las nuevas tecnologías en el mejoramiento genético de animales, para lo cual aludió a una reciente actividad vinculada con la raza Angus en la que se realizó una charla sobre edición génica en vacunos, específicamente en cuanto a trabajos realizados en tolerancia a temperaturas.

En comparación con los estudios e investigaciones en vegetales, en el caso de los animales va “más lento, pero hay algunos avances a nivel de peces también”, con algunos productos “liberados”, comentó.

Habló de trabajos en producción animal sobre garrapatas y mosca de la bichera y ciertos proyectos vinculados con selecciones del uso de estas técnicas. En caso de cultivares de vegetales, si hay algo nuevo y no es transgénico se registra en el Inase, pero en el área animal no cambia nada y sigue todo igual, según Guardia. Acotó que hoy en día “no hay normativa” para transgénicos en animales y “no está prohibido en ningún lugar”.

Uruguay era el único país en la región que no tenía reglas en nuevas técnicas de mejoramiento, ahora las tiene y está “alineada” a la mayor parte de países de América y de los “principales países productores de alimentos”. Incluso Europa está en proceso de “revisión” de su normativa para ir hacia este enfoque adoptado en el mercado uruguayo.

Es un paso “gigante” para que “se pueda seguir trabajando en desarrollo e investigación”, y que “el productor pueda acceder a esos materiales que atienden los problemas productivos”, planteó. Y dijo que con la normativa establecida también se pretende evitar que aparezcan “impedimentos” en la circulación comercial de los productos en la región.

Plazos

En el capítulo del decreto referido al procedimiento administrativo se detallan los plazos para el tratamiento de los casos, entre otros aspectos. “Toda persona física o jurídica que pretenda liberar al ambiente o comercializar un producto u organismo derivado de las NBT, dentro del ámbito de aplicación” de la norma legal, “deberá solicitar el análisis correspondiente ante la Digebia del MGAP, a través del formulario que se le facilitará al efecto”, señala. Allí se indica que recibida la solicitud, esa repartición ministerial convocará al GTT, que tendrá un “plazo máximo de 90 días corridos para realizar el análisis científico y expedirse en definitiva”.

En caso que resultar necesario contar con “información adicional y/o estudios complementarios”, el “plazo será extendido por 45 días corridos, contados a partir del día siguiente a la fecha en que se agregue la información y/o los estudios complementarios que hubieren sido solicitados”, dispone.

El cumplimiento de los plazos legales en este tipo de procedimientos resulta clave para los interesados del sector privado que las solicitudes de autorizaciones de nuevos transgénicos encontraron una serie de obstáculos, considerando que en varios casos hubo demoras en su tratamiento y resolución, que duraron años, principalmente durante las administraciones del Frente Amplio.

Nota de Revista Verde N°114

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La inteligencia artificial aplicada a la investigación del cultivo de trigo

By Cristina Fumero,

La herramienta se posiciona como un aliado estratégico del agro uruguayo, optimizando la producción, la sostenibilidad y catapultando competitividad en diferentes mercados

Ing. Agr. (Dr.) Alberto Artola

Fitomejorador de sorgo, trigo, maíz, avena, canola y especies forrajeras

En un mundo de vertiginoso avance en ciencia, tecnología e innovación, no podemos correr la liebre de atrás. El mundo tecnológico actual no es para lentos. De nuestra velocidad de reacción y adaptación a los nuevos desafíos tecnológicos dependerá el tipo de agro que desarrollemos en Uruguay.

La inteligencia artificial (IA) es una herramienta tecnológica con un potencial sin precedentes, que se posiciona como un aliado estratégico para el agro uruguayo, abriendo un abanico de posibilidades para optimizar la producción, fortalecer la sostenibilidad y catapultar la competitividad del sector en el exterior. Esta tecnología transformadora está revolucionando las prácticas agrícolas tradicionales, impulsando la productividad, la eficiencia, la competitividad y la resiliencia del sector al cambio climático. 

Podemos suponer el inicio de una nueva era en nuestro campo. Esta tecnología de crecimiento exponencial, y con potencial para cambios profundos, está lista para convertirse en un aliado invalorable de nuestra producción agropecuaria, impulsando la productividad, la sostenibilidad y la competitividad.

La IA puede ayudar a aumentar la productividad de los cultivos y la ganadería a través de diversas herramientas. Puede analizar imágenes de drones y satélites, así como datos de sensores, para detectar plagas y enfermedades en tiempo real, permitiendo a los productores tomar medidas preventivas y controlar los ataques de manera más eficiente.

También puede analizar datos históricos de productividad, clima y suelo para predecir el rendimiento de los cultivos, con alta precisión, permitiendo a los productores tomar decisiones de manejo de forma anticipada. La IA puede utilizarse para identificar genes y variantes genéticas asociadas con características deseables, como la resistencia a enfermedades, la tolerancia al estrés climático, el alto contenido nutricional y la calidad del grano o la carne.

Permite también implementar sistemas de agricultura de precisión que recopilan y analizan datos en tiempo real sobre los cultivos, permitiendo a los productores tomar decisiones más seguras y oportunas para optimizar el manejo de sus lotes de producción.

La IA tiene además la capacidad de analizar datos de sensores, imágenes de campo y datos históricos para determinar la cantidad y el momento óptimo para regar y fertilizar los cultivos, reduciendo el uso de recursos y mejorando la eficiencia de la producción.

Por otra parte, puede contribuir a una producción agropecuaria más sostenible a través de la reducción del uso de agroquímicos, optimizar el uso de fertilizantes y pesticidas, reduciendo su impacto ambiental y mejorando la salud del suelo y del agua.

También puede ayudar a los productores a adoptar prácticas agrícolas sostenibles, como la agricultura de precisión, la rotación de cultivos, la siembra directa y el manejo integrado de plagas, mejorando la salud del ecosistema y la resiliencia del agro al cambio climático.

La gestión eficiente del agua es otra de las posibilidades que ofrece la IA, permitiendo optimizar su uso, reduciendo el consumo de este recurso escaso y valioso; y por otra parte puede contribuir al desarrollo de sistemas de agricultura regenerativa, que restauran la salud del suelo, aumentando la biodiversidad y mejorando la resiliencia de los ecosistemas agrícolas.

La IA también puede ayudar a fortalecer la competitividad del sector agropecuario uruguayo, a través del desarrollo de nuevos productos y servicios, como plataformas de agricultura de precisión, herramientas de análisis de datos y sistemas de gestión de la cadena de suministro. Además de brindar la posibilidad de impulsar una mejora de la eficiencia logística, reduciendo costos y permitiendo una distribución más eficaz de los productos.

Es importante destacar que la IA no reemplaza el conocimiento y la experiencia de los productores, sino que a través de su sinergia se convierte en una herramienta complementaria, para potenciar su capacidad y optimizar la toma de decisiones.

Investigación y desarrollo

En el agro uruguayo la gran mayoría de las empresas posee un departamento de investigación y desarrollo (I+D), pero lamentablemente para el país la tecnología generada por la investigación proviene en su gran mayoría del exterior. Esta situación implica dependencia externa y costos de producción más altos a  que si tuviéramos una tecnología generada en Uruguay.

En pocas palabras, lo que hacemos es emplear paquetes tecnológicos importados y adaptarlos a nuestras condiciones de producción. Esta dependencia externa en ciencia, tecnología e innovación sería posible disminuirla si tuviéramos una investigación agropecuaria distinta.

Esto no significa incrementar los recursos económicos, humanos e infraestructura actuales, sino tener una mayor eficiencia en su uso, e ir un paso adelante de las necesidades futuras de la producción agropecuaria. O sea, hacer funcionar las neuronas de forma creativa y romper la inercia. Salvo en casos excepcionales, como el cultivo de arroz, siempre corremos la liebre de atrás. Perdimos el tren en el cultivo de soja, de maíz, de sorgo, de canola y de girasol, entre otros. 

Mejoramiento genético en trigo

Ingresando en nuestro objetivo principal, que es el mejoramiento genético de trigo, podemos afirmar que actualmente, además de los métodos de mejoramiento clásicos, hay tres de reciente aparición, que se destacan por su potencia y eficacia: la transgénesis, la edición génica y la IA. 

La transgénesis es la integración de un ADN extraño en el genoma de una planta; mientras que la edición génica modifica la función de ciertos genes en forma precisa y eficiente, sin agregar ADN extraño al genoma de la planta.En estas dos nuevas metodologías de mejoramiento genético el país pedalea lentamente. En este artículo me referiré a la IA, que es de reciente aparición, como herramienta en el mejoramiento genético de cultivos. Por lo tanto, debemos subirnos al tren de la IA si no queremos correr de atrás la liebre.

En definitiva, la IA está revolucionando el panorama del breeding en el cultivo de trigo, ofreciendo un conjunto de herramientas sin precedentes para acelerar el desarrollo de variedades más productivas, resistentes y sostenibles. 

Al aprovechar el poder de la IA los investigadores pueden desarrollar nuevas variedades de plantas, que sean más resistentes a las enfermedades, más tolerantes al estrés climático y más productivas. 

A continuación planteamos cuatro ejemplos del empleo de esta herramienta. En primer lugar la IA puede automatizar tareas repetitivas, como el análisis de datos fenotípicos y genómicos, la identificación de marcadores genéticos y la selección de líneas prometedoras. 

Esto ayuda a los investigadores a identificar genes y variantes genéticas que están asociados con características deseables, como resistencia a enfermedades, tolerancia a la sequía y mayor rendimiento, reduciendo significativamente el tiempo y el costo del programa de mejoramiento genético, permitiendo obtener nuevas variedades de trigo en un plazo más corto.

En segundo lugar, la IA se puede usar para predecir el rendimiento de los cultivares, la resistencia a las enfermedades y otras características importantes. Esto ayuda a los mejoradores a tomar decisiones más seguras sobre qué líneas de cruzamiento seguir y cómo seleccionar las mejores cruzas para la siguiente generación.

El tercer ejemplo es que la IA permite optimizar el uso de recursos en el proceso de mejora genética, reduciendo la necesidad de ensayos de campo a gran escala y permitiendo una selección más eficiente de líneas prometedoras. Esto se traduce en un menor impacto ambiental y en un uso más eficiente de la tierra y del agua.

Y el cuarto ejemplo es que la IA también se puede usar para diseñar nuevas variedades de cultivos con características específicas, como mayor resistencia a la sequía o al calor, o mayor contenido de nutrientes. Esto se hace mediante el uso de algoritmos para identificar combinaciones de genes que son más probables que produzcan las características deseadas.

IA y el Mejoramiento genético

En el caso específico del mejoramiento genético por resistencia a enfermedades en el cultivo de trigo, la IA está revolucionando el panorama, ofreciendo un conjunto de herramientas para desarrollar variedades más resistentes y duraderas. 

Es importante destacar que la IA no reemplaza al mejoramiento genético tradicional, sino que se convierte en una herramienta complementaria para potenciar su capacidad y optimizar el proceso de desarrollo de variedades resistentes. La sinergia entre la IA y la experiencia del fitomejorador son claves para lograr un avance significativo en el control de las enfermedades. 

A continuación planteamos tres de los aspectos más destacados de esta sinergia. El primero es la identificación precisa de genes y mecanismos de resistencia. La IA permite analizar grandes conjuntos de datos genómicos y fenotípicos para identificar genes y variantes genéticas asociadas con la resistencia a enfermedades específicas. Esto facilita la selección de progenitores con mayor probabilidad de transmitir resistencia a sus descendientes.

El segundo es la aceleración del desarrollo de variedades resistentes. La IA puede automatizar tareas repetitivas, como el análisis de datos, la identificación de marcadores genéticos y la selección de líneas prometedoras. Esto reduce significativamente el tiempo y el costo del proceso de mejora genética, permitiendo obtener nuevas variedades resistentes en un plazo más corto.

Y el tercero es que la IA facilita el desarrollo de variedades con resistencia a múltiples enfermedades, lo que aumenta la durabilidad de la resistencia y reduce el riesgo de que esas variedades sucumban a nuevas razas de patógenos.

A continuación mencionaré algunos ejemplos concretos. El proyecto “Wheat Durable Disease Resistance”, del Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA, por sus siglas en inglés) utiliza IA para identificar genes de resistencia a enfermedades fúngicas, como el mildiu y la roya del trigo. 

La Universidad de Edimburgo utiliza IA para analizar grandes conjuntos de datos genómicos y de campo, para identificar genes que confieren resistencia a enfermedades como el mildiu y la roya del trigo.

La empresa Corteva Agriscience está utilizando IA para desarrollar nuevas variedades de trigo que sean más resistentes a las royas del trigo. Y la Universidad de Queensland utiliza IA para analizar grandes conjuntos de datos genómicos y de campo para identificar genes que confieren resistencia a las royas del trigo. 

La empresa Bayer Crop Science emplea la plataforma Precision Breeding, que utiliza IA para desarrollar nuevas variedades de trigo que sean más resistentes a enfermedades fúngicas, como el fusarium graminearum. Y el proyecto “Wheat Improvement for Tomorrow”, del Centro International de Mejoramiento de Maíz y Trigo (Cimmyt) utiliza IA para identificar genes que confieren resistencia a enfermedades como el fusarium graminearum y la roya del trigo.

La IA en Uruguay

En el año 2020 nuestro programa de mejoramiento genético de trigo comenzó a emplear la IA en la generación de resistencia genética a las royas. En aquel momento la variabilidad genética del programa se había reducido. En consecuencia, debíamos incrementar la variabilidad genética a través de cruzamientos. Para realizar dichos cruzamientos teníamos que seleccionar los parentales adecuados. Los criterios fueron los clásicos: potencial de rendimiento de grano, resistencia a enfermedades y calidad panadera.

En la selección por resistencia a enfermedades utilizamos la herramienta tecnológica IA. Nos enfocamos en las tres royas que predominan en nuestro agro: de la hoja, estriada y del tallo. 

La IA nos seleccionó 16 parentales con genes de resistencia a las tres royas. Se efectuaron los cruzamientos en 2021 y se obtuvieron 70 cruzas, que al año siguiente se sembraron, esa fue la generación F1 y el año pasado sembramos las F2 (poblaciones segregantes). 

La segregación de dichas F2 nos permitió comprobar el gran potencial de esta nueva metodología en el mejoramiento genético por resistencia a las royas. Las lecturas mostraron la eficacia de la IA en la selección de los parentales; en el 99% de las F2 obtuvimos lecturas de 0 a 2R.

El empleo de cultivares de trigo con resistencia a enfermedades presenta una serie de ventajas. Una es la reducción del uso de fungicidas, que contribuye a la protección del medio ambiente, al minimizar la contaminación del suelo, del agua y no afecta la biodiversidad, que puede tener efectos negativos en los ecosistemas, la flora y fauna silvestre, así como en la salud humana.

El hecho de no emplear fungicidas para controlar las royas en el cultivo de trigo también lleva a la reducción de los costos de producción y dependencia externa a estas moléculas.

El uso excesivo de fungicidas puede provocar el desarrollo de resistencia en las poblaciones de patógenos. La evolución de la resistencia a los fungicidas es un proceso similar al de la resistencia al glifosato en malezas. 

Ante la presión de selección que genera el uso continuo de fungicidas, los hongos que sufren mutaciones, recombinaciones genéticas, logran biotipos que presentan tolerancia al fungicida y, por lo tanto, tienen mayor probabilidad de sobrevivir y reproducirse. Con el tiempo, la población de hongos se vuelve cada vez más resistente al fungicida. 

Nota de Revista Verde N°114

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Los nuevos desafíos exigen como respuesta una genética adaptada

By Cristina Fumero,

Los desafíos que enfrenta el sector productivo en Uruguay son constantes y diversos. Condiciones climáticas extremas, enfermedades y plagas, sustentabilidad, exigencias de mercados y competitividad con la región, fueron algunos de los temas tratados en el panel de intercambio realizado por el Instituto Nacional de Semillas (Inase) en la reciente edición de la Exposición Rural de Melilla. Allí se concluyó que estos desafíos llevan a la necesidad de nueva genética, adaptada y disponible para los diversos sistemas de producción.  

El presidente del Inase, Álvaro Núñez, reflexionó al finalizar la actividad que “estas visiones coinciden en lo fundamental de desarrollar nueva genética y en su adopción por parte del sistema productivo”. Agregó que “para concretar esta transferencia, se opera dentro de un marco legal e institucional que permite desarrollar las actividades en mejoramiento de cultivares de alta calidad, producción y comercialización de semillas, tanto a nivel nacional como internacional”. 

En ese sentido, dijo que “somos responsables de garantizar a los desarrolladores de genética la propiedad intelectual de sus materiales, para que puedan recuperar su inversión, avanzar en los procesos de mejora continua y ofrecer a los agricultores mejores cultivares año tras año”. 

El sistema de protección intelectual en Uruguay y en el mundo “promueve la innovación para desarrollar nuevos materiales y, de esta forma, responde a las demandas de los productores agropecuarios, consumidores finales e industria”, agregó. De esa manera, los sistemas productivos de Uruguay “pueden acceder a las variedades más modernas a nivel mundial, algo que “es posible porque existe un sistema formal y confiable, que garantiza a los mejoradores potenciar sus proyectos y a los productores disponer de variedades adaptadas a sus condiciones de producción”. 

Sin embargo, planteó que “no es suficiente” que los nuevos cultivares estén disponibles en Uruguay, sino que se debe contar con semilla en volumen y calidad suficiente para satisfacer la demanda. Adicionalmente, las semillas a las que acceden los productores deben conservar las características propias del cultivar creado por el fitomejorador. Para ello es necesario que existan canales de multiplicación eficientes, y uno de los pilares para el abastecimiento de semillas de calidad es la certificación. 

“Este proceso consiste en el control de los puntos claves de la multiplicación de semillas en campo (chacra, siembra, cultivo y cosecha), acondicionamiento (procesamiento y etiquetado), laboratorio (muestreo y análisis) y ensayos (poscontroles). El objetivo de la certificación de semillas es sostener la pureza genética en el tiempo y facilitar el acceso a los productores”, dijo Núñez. 

Otro pilar para asegurar la disponibilidad es el control de la importación y producción nacional de semillas, que garantiza que se produzcan y comercializan con la calidad genética y física que requieren los usuarios. 

“Las semillas no son un insumo más, deben mantenerse vivas y sanas para asegurar el éxito en el campo. Los agricultores necesitan garantías a la hora de invertir en este material fundamental. Dar confianza a los usuarios en la compra de semillas de calidad es nuestro propósito principal, y para lograrlo la interrelación de las cadenas productivas es muy importante y base para la disponibilidad de variedades de última generación”, comentó. 

Núñez concluyó que en las últimas décadas la creación y adopción de nuevos materiales permite enfrentar de mejor manera los problemas productivos, que surgen constantemente, con el objetivo final de una producción más sustentable.

Regulaciones y garantías

La coordinadora del área Cadenas Agroindustriales de la Oficina de Programación y Política Agropecuaria (Opypa), del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP), Catalina Rava, se refirió a las regulaciones y garantías del valor genético. 

Durante la actividad, la integrante de Opypa sostuvo que la incorporación de la genética “ha impactado en las tres dimensiones: económica, social y ambiental. Ha sido un pilar fundamental de nuestros sistemas productivos, tanto en el incremento de la productividad como en los aspectos de calidad”.

Específicamente sobre el impacto de la genética a nivel económico comentó que “ha generado competitividad para los productores”, ya que al comparar los promedios de productividad de hace cinco años con los que se han obtenido en los últimos 20 años, “hay cultivos que duplican su rendimiento y otros que superan ese salto, es el caso del maíz”.

Desde el punto de vista ambiental dijo que la incorporación de tecnología “ha permitido hacer un uso o una intensificación sostenible del suelo, ya que tenemos más volumen en una misma área de tierra”. Por otro lado, comentó que la selección de materiales con mayor resistencia o tolerancia a determinadas enfermedades “ha permitido una menor aplicación de agroquímicos, sea de insecticidas o fungicidas”. 

Por otra parte, señaló que el aspecto social va de la mano con el incremento de la productividad del sector agropecuario en la economía. “Aquí hablamos de mayor producción, por lo tanto es mayor la demanda de fletes, servicios, logística, puertos y generación de divisas para el país”, dijo. 

Además, destacó que en Uruguay “tenemos disponibles todas las herramientas biotecnológicas que existen, desde las más sencillas, como la fermentación, hasta las más complejas que implican la ingeniería química, como la transgénesis”. Valoró que en Uruguay el uso de semillas derivadas de la biotecnología está desde los inicios de esa herramienta en el mundo (1996). Actualmente está regulado por el decreto N° 353 del año 2008, que creó el Sistema Nacional de Bioseguridad, regulador de los productos obtenidos con biotecnología.

Recientemente se integró la posibilidad de utilizar en el ámbito agropecuario herramientas biotecnológicas de mejoramiento genético que incluyen a la edición génica. Estas nuevas herramientas están reguladas por el decreto N° 84 del año 2024, que establece el tratamiento de los productos obtenidos a través de la edición génica en el ámbito agropecuario.

En el panel de Inase se destacó que la adopción de tecnologías por parte de los productores ha sido “exponencial” y “muy rápida”. El área sembrada con cultivares transgénicos en soja llega al 99% y en maíz al 95%. Por lo tanto, “se podría afirmar que el desarrollo biotecnológico y la normativa de Uruguay ha brindado garantías y confianza a los agricultores”. 

Adopción de tecnología

El productor agrícola Gabriel Carballal se refirió a las experiencias en la adopción de tecnología. “La genética es fundamental a la hora de hacer un uso más eficiente de los recursos”, afirmó. En tal sentido, planteó que estos avances genéticos permiten, por ejemplo, que los maíces de baja estatura consumen menos agua, o producen más kilos que con el mismo volumen de agua. 

También planteó el ejemplo de los materiales con tolerancia o resistencia a un determinado tipo de insecto, lo que implica un uso ambientalmente mucho más positivo, al requerir menos aplicaciones de químicos en el sistema. “Nos encantaría trabajar sin químicos, pero obviamente sabemos que es imposible. Buscamos encontrar el balance para lograr producir de una forma social, ambiental y económicamente sustentable”, dijo.

Por otra parte, afirmó que “es importante entender cuáles son las demandas para los productores de alimentos y, en este sentido, para el 2050 vamos a ser 10.000 millones de personas. De cara a esto, no sólo disponemos de la edición génica, sino también de la inteligencia artificial. Existen diversas herramientas que están apareciendo y van a cambiar el futuro de la producción agrícola”. 

Destacó que el Inase “es un caso de estudio positivo a nivel mundial”, y dijo que debe estar activo, siendo protagonista ante este nuevo escenario. “Precisamos información de calidad para un sistema regulatorio que nos permita movernos con comodidad, que sea simple y sencillo. La genética es la respuesta, la ciencia es la respuesta”, sentenció.

Desarrollo de nuevos cultivares

Lorena Basso, integrante de Semillas Basso, se refirió a los desafíos en el desarrollo de nuevos cultivares. “Trabajamos en genética desde los años 90, y como desarrolladores intentamos facilitar el trabajo para que la producción sea sustentable. Desarrollamos muchas etapas, partimos desde el breeding, con una mirada muy interna, pasamos a la parte de desarrollo y ahí comenzamos a incorporar el manejo de ese producto”, describió. 

En ese marco, sostuvo que “manejo y genética van de la mano”. Explicó que “en ocasiones un producto puede no desempeñarse bien y eso solo es cuestión de ajustar la fecha de siembra, la densidad o de realizar una aplicación”. Afirmó que “el manejo es esencial para que ese producto rinda lo que tiene que rendir, hasta que llegue a la etapa comercial”. 

Por otra parte, señaló que “una cuestión no menor es la producción”. Dijo que “si a ese producto no lo podemos producir fácilmente, o lo producimos y tiene problemas de germinación, regresamos para atrás”. En ese marco, Basso admitió que “el proceso es complejo, dado que son muchos años y en algunos casos surgen problemas cuando llegamos casi al lanzamiento”.

Comentó que Semillas Basso plantea una mirada de cadena, y “los productores que realmente son representativos cuentan con un ensayo nuestro”. Por lo tanto, “ya están en contacto con los productos, observan y proponen. Esa retroalimentación es lo que genera valor”, destacó.

Sostuvo que el hecho de “asegurar que los productores accedan a las mejores tecnologías es lo principal”, dado que “vienen con mejoras en la productividad y calidad”. Enfatizó que para la empresa “lo primero es que el productor tenga derecho a acceder a la mejor semilla que quiera”. 

Por otra parte, dijo que “es fundamental que los organismos de control puedan, en forma mancomunada con el sector privado, asegurar que esa actividad pueda seguir su camino. Esto implica que los organismos puedan adaptarse a los nuevos desafíos que generan estas tecnologías, aceptándolas”. 

Nota de Revista Verde N°114

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Cebada y trigo con avance de 40% en rendimientos, según Fucrea

By Cristina Fumero,

En el marco de la IV Jornada Nacional de Cultivos de Invierno, de Fucrea y el Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA), el ingeniero agrónomo Joaquín Echeverría, técnico sectorial de Fucrea, abordó el escalón productivo que han ganado los cultivos de invierno en los últimos años. Para ello utilizó una base de datos que actualmente cuenta con información de unas 700.000 hectáreas de cultivos de invierno (41.000 hectáreas promedio por año), que va desde el invierno de 2007 hasta la fecha, analizando los rendimientos de trigo, cebada y colza, puntualizando que en 2012 comenzó a incrementarse el área reportada de la oleaginosa invernal.

Consultado por VERDE, Echeverría señaló que dentro de ese período se separó por un lado lo que pasaba de 2007 a 2017, y desde esa fecha hasta el presente, entendiendo que se estaban registrando cambios productivos. En el caso del trigo el rendimiento promedio pasó de 3.206 kilos por hectárea (Kg/ha) para los primeros 10 años del análisis, y desde 2017  hasta la fecha el promedio llegó a 4.459 kg/ha, “que implicó un crecimiento del 39%”, destacó.

En cebada el incremento fue del 40%, pasando de 3.152 kg/ha a 4.438 kg/ha; al tiempo que en colza, durante el período 2012 a 2017 el rendimiento promedio estuvo en 1.306 kg/ha, y desde 2017 a la fecha llegó a 1.746 kg/ha, lo que marca una mejora del 26%.

El primer elemento a destacar para explicar el crecimiento de la productividad en los tres cultivos “es la evolución del manejo”, señaló. A propósito, dijo que en colza “hubo todo un proceso de aprendizaje, de 2012 a 2017, con un crecimiento fuerte en los primeros dos años”. Recordó que “en ese entonces se incrementó de 1.000 kg/ha a 1.300 kg/ha en cuestión de dos zafras. Esa mejora en el rendimiento, explicado por el ajuste en el manejo del cultivo, también permitió que el área fuera incrementándose”.

A partir de la información generada en la base de datos, el técnico sectorial de Fucrea sostuvo que desde esa institución “se ha podido mostrarle al productor cuánto influye la fecha de siembra, el manejo, el uso del nitrógeno, la elección de variedades y la anticipación en el uso de fungicidas en la determinación del rendimiento”. A su vez, destacó que durante las últimas zafras en algunas de ellas “el clima acompañó y eso permitió alcanzar cuatro zafras con rindes récord”.

 Si bien varía según la zona, el técnico explicó que “los pisos de rendimiento del trigo se sitúan en torno de 3.000 kg/ha a 3.500 kg/ha, y los techos se ubican entre 5.000 kg/ha y 6.000 kg/ha”.

Echeverría resaltó que “el techo de rinde del trigo ha crecido en mayor proporción de lo que han crecido los rendimientos promedio, y también en mayor proporción de lo que han crecido los pisos. Hay chacras que son más productivas que antes, y eso es lo que ha traccionado hacia arriba”.

En cebada “los techos de rendimiento han crecido de manera significativa, pero las chacras del medio y las del piso han sido las que han subido en mayor medida”. Las chacras promedio y los pisos “han mejorado mucho” en cebada, mientras que en trigo “ha sido al revés, ya que las chacras promedio y las del techo han crecido en mayor proporción”.

En el caso de colza, se observa un escalón productivo en 2018 ya que se pasó de 1.300 kg/ha a 1.600 kg/ha, para luego mantenerse en ese nivel. “Estamos viendo que está habiendo una leve tendencia a la baja en las chacras promedio y las chacras del piso”.

Si bien aclaró que el análisis no está diferenciado por zonas, “en el caso de la cebada se observa que, en los últimos seis años en solo dos zafras hubo diferencias significativas en los rendimientos. Esto se debe a las condiciones climáticas que son distintas entre norte y sur”. Explicó que en el norte “los años más lluviosos en agosto, setiembre y octubre suelen tener un mayor régimen de temperatura”, algo que incide en la aparición de enfermedades, tanto en trigo como en cebada. “Nuestra hipótesis apunta a que las enfermedades están jugando un rol importante en alcanzar altos rendimientos y lluvias más tardías, como las de la última zafra, afectando la calidad del grano”, comentó.

El técnico sectorial de Fucrea destacó el potencial productivo de las variedades de trigo, que han tenido un recambio varietal muy grande, y también señaló que el productor que “ajustó enormemente” las medidas de manejo, sembrando en fecha y aplicando correctamente el nitrógeno, por ejemplo.

“Cuando los cultivos llegan a determinado nivel tecnológico, en donde la fecha de siembra es correcta, al igual que el manejo del nitrógeno y se tiene un año con alta disponibilidad de nutrientes por la sequía y la mineralización del suelo, se observa que en trigo lo que apareció como más importante en la determinación del rendimiento fue la lluvia asociada a zona, luego el manejo de fungicidas y le siguió la edad de la chacra”, consideró.

Echeverría señaló que los cambios del sistema agrícola por parte del productor, marcan la relevancia del cultivo antecesor en los rendimientos. “No es lo mismo hacer una soja sobre un rastrojo de cebada que hacerlo sobre un rastrojo de trigo o de colza”, planteó. De la misma manera, sostuvo “no es lo mismo hacer una colza sobre una chacra que viene con un cultivo de primera, que hacerlo sobre una chacra que viene de segunda”. Afirmó que “hay un impacto muy positivo en los rindes de los cultivos cuando las rotaciones se hacen considerando el efecto antecesor en el cultivo siguiente”.

Para el ingeniero agrónomo el orden de los componentes de esa rotación “podría llegar a tener un impacto de 40% en promedio en el margen anualizado de la rotación”. Comentó que al sembrar trigo sobre trigo “el segundo trigo rinde 22% menos en promedio”. 

En el caso de colza comentó que no hay chacras que repitan el cultivo, y eso “es una señal de que el productor ya incorporó que no debe hacer colza sobre colza”. La secuencia marca que después una colza como antecesor de soja de segunda, “genera un 9% más de rinde” del cultivo de verano. 

Y no solo eso, sino que “si se hace cebada sobre soja de segunda, al tener colza como antecesor de invierno el rinde subiría 11%, y si al invierno siguiente se hace trigo el cereal no perderá rinde”. Afirmó que esa combinación de elementos determina que haya que mirar los sistemas agrícolas a más largo plazo.

Echeverría sostuvo que los márgenes brutos por cultivo o por secuencia son “bastante dispares” y que actualmente “el que está dando mejor resultado es el tándem colza-soja”. Pero “entendemos que, aunque su margen sea más acotado, es necesario incorporar cebada y trigo en las rotaciones”, enfatizó.

Nota de Revista Verde N°114

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