Sectores público y privado crean guía de buenas prácticas agrícolas para colza
La iniciativa contempla residuos de fitosanitarios, control de malezas y plagas, fertilización, la interacción con la producción apícola e indicadores ambientales de sostenibilidad
Sofia de León – Redacción
Ante la creciente demanda internacional por inocuidad, la investigación nacional y l sector privado buscan garantizar que los granos cosechados sean exportados cumpliendo con los límites máximos de residuos (LMR) que marcan los mercados demandantes. En el caso del cultivo de colza, por incluir en sus usos el consumo humano, las exigencias respecto a los límites permitidos son aún mayores que en otros cultivos.
El ingeniero agrónomo Sebastián Mazzilli, director de Sistemas Agrícolas Ganaderos del Instituto Nacional de Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA), explicó a VERDE los detalles sobre el proyecto que culminará con la creación de una guía de buenas prácticas agrícolas para este cultivo. “Se busca compilar la información existente y generar nueva, con un énfasis en los agroquímicos y los residuos en grano”, comentó.
Además de puntualizar que este manual será una “herramienta viva”, porque contará con posteriores actualizaciones, en función del comportamiento que tenga la demanda.
Este proyecto, financiado por la Agencia Nacional de Investigación e Innovación (ANII) y la Mesa Tecnológica de Oleaginosas (MTO), en representación de las empresas, está trabajando en el desarrollo de un manual de buenas prácticas agrícolas para el cultivo de colza. Participan el INIA, la Universidad de la República –a través de Facultad de Agronomía y el Centro Universitario Regional (Cenur) Litoral Norte– y el Laboratorio Tecnológico del Uruguay (LATU).
Uno de los aspectos más críticos del proyecto está relacionado con la inocuidad del producto, especialmente en relación con los LMR de agroquímicos permitidos por los estándares internacionales. Ese parámetro es particularmente relevante para exportar colza a Europa, a donde se destina la mayor parte de la producción nacional.
Capacidad y conocimiento uruguayo
Mazzilli informó que el objetivo principal del proyecto es brindar medidas de manejo específico de control cultural (fecha de siembra, densidad, manejo de la fertilización) de forma ordenada. Se estimarán indicadores ambientales de sostenibilidad en colza a partir de información existente. Se busca determinar cuáles son los niveles e residuos con las estrategias actuales de control de malezas, plagas y enfermedades, y si estos superan los LMR.
En esa línea, el investigador señaló que se apunta a informar “qué se puede aplicar y hasta cuándo”, para evitar resultados adversos de contaminación en grano que tengan implicancias en el mercado. En general, “se trata de niveles muy bajos, pero si el comprador lo puede detectar se convierte en un problema” para el ingreso de la mercadería.
El proyecto también tiene contemplado el desarrollo de la capacidad local para medir los residuos de agroquímicos en el grano. El director de Sistemas Agrícola Ganaderos de INIA explicó que actualmente las muestras de colza se envían a analizar en laboratorios de Europa, mientras se busca ajustar las técnicas en los laboratorios locales, para que puedan medir con la misma precisión. “Esto fortalecerá la autonomía del sector agrícola uruguayo” y permitirá saber si los resultados “son, en efecto, comparables”, comentó.
Explicó que los nutrientes a menudo se miden con modelos validados en el exterior, y los resultados pueden “no ser del todo ajustados” a la realidad local. La investigación se plantea “poner foco” en el balance nutricional y en la dinámica del cultivo en el suelo. “Estamos bastante seguros de que la extracción de los cultivos en nuestras condiciones es un poco más baja que los valores que actualmente usamos como referencia, más que nada en nitrógeno y potasio” remarcó el investigador.
Por lo tanto, se pretenden mejorar y ajustar los modelos de fertilización existentes para el cultivo. “La idea es establecer una guía analizando muestras que salen del campo, para ajustarse y poder armar como una tabla del IPNI (Instituto Internacional de Nutrición Vegetal, por sus siglas en inglés) pero para colza local”, acotó Mazzilli.
El óptimo uso de los fitosanitarios
Otro componente innovador del proyecto es el estudio de la interacción entre la colza y las colonias de abejas. “Vamos a evaluar cuánto aporta la colza a la producción apícola y qué daño le hacen los agroquímicos utilizados en el sistema a las abejas melíferas”, señaló el integrante de INIA. Agregó que eso “implica evaluar su mortandad, tanto por deriva directa como por el polen contaminado en la colmena”. Las abejas son llevadas al cultivo con frecuencia, dado que incrementan hasta un 15% el rendimiento del cultivo y producen un tipo de miel con diferenciación comercial, acotó.
El control de malezas es otro foco del proyecto. En esa línea, Mazzilli subrayó que “no va a ser algo estático”. Se van a probar diversas estrategias de control de malezas y evaluar los residuos resultantes en el grano. Esto incluye el uso de variedades de colza resistentes a ciertos herbicidas (como la colza Clearfield, resistente a imidazolinonas). Se pretende saber si “hay riesgo o no de usar determinados productos”, explicó.
Además, se investigará el impacto de plagas como la plutella (Plutella xylostella) y el pulgón (Brevicoryne brassicae) en el rendimiento del cultivo, buscando establecer umbrales de daño económico que permitan decisiones de manejo más informadas.
Según Mazzilli, hoy en día “no se cuentan con umbrales de daño generados a nivel local” y, por tanto, “es importante saber el nivel de daño que se puede permitir antes de decidir un control”, además del hecho de que estas “se hacen más frecuentes debido al bajo precio relativo de los insecticidas”.
En lo que refiere a fitopatología, “se buscan evaluar los residuos restantes en fitosanitarios con aplicaciones realizadas a distinta distancia previa a la cosecha del cultivo”. Estas aplicaciones, mezcladas con las del resto de los fitosanitarios, serán evaluadas en el laboratorio del Cenur, en la ciudad de Paysandú. Otro porcentaje de las muestras irán a Alemania.
“La idea es que si se logran ajustar las técnicas localmente se pueda transmitir ese conocimiento a laboratorios privados que operan en el país”, confirmó el ingeniero agrónomo. “La idea es ver si en Uruguay podemos leer los resultados con la misma precisión que el resto de los laboratorios del exterior, para establecer referencias de cara al mercado uruguayo”, dijo.
Conocer los riesgos para cuidar mercados
Con el pasar del tiempo van surgiendo prohibiciones del mercado, como el uso de determinados herbicidas –como desecantes–, que generan la necesidad de establecer estrategias que las empresas exportadoras demandan. “No sabemos qué riesgo estamos asumiendo cuando aplicamos, lo que puede derivar en el rechazo de una exportación”, advirtió.
En tal sentido, Mazzilli destacó la importancia de “cuidar” los mercados actuales y mejorar el acceso a nuevos destinos a través de prácticas sostenibles. “Uruguay tiene un diferencial en colza, por esto entramos a Europa”, remarcó.
Al ser consultado por VERDE sobre la incidencia del proyecto a nivel comercial, el investigador respondió que esa puede ser la base para mantener un mercado como el europeo, que “es el mejor mercado que puede tener Uruguay”. Además dijo que también puede impactar en la productividad. “Es importante lograr un salto productivo y mantener la colza con bajos niveles de residuos”, enfatizó. Consideró que al contar con trazabilidad y seguridad en agroquímicos el cultivo “puede lograr una diferencia destacada”.
Nuevos horizontes para las brasicáceas
Con buenas prácticas de manejo de colza se generan conocimientos útiles para el manejo de carinata, otra brassica que forma parte de la familia de las brasicáceas, que podría ser clave para la producción de biocombustibles renovables, cuya demanda global es liderada por las compañías aéreas. “Para que sirva para ese fin, debemos lograr producir con al menos 60% de reducción de emisiones respecto al uso de combustibles fósiles”, resaltó el director de Sistemas Agrícolas Ganaderos del INIA.
Al respecto, Mazzilli opinó que “uno de los mayores desafíos es demostrar que los cultivos de la familia de las brasicáceas en Uruguay, genera acumulación de carbono o al menos una menor emisión neta respecto a los combustibles fósiles”. Esto, según explicó, “es un desafío para nuestros sistemas agrícolas, debido a su intensidad y la necesidad de fertilización nitrogenada, que puede generar como externalidad la emisión de óxido nitroso (N2O), un gas de gran efecto invernadero”.
Nota de Revista Verde N°115