Agricultura

Los nuevos desafíos exigen como respuesta una genética adaptada

12 de junio de 2024

Los desafíos que enfrenta el sector productivo en Uruguay son constantes y diversos. Condiciones climáticas extremas, enfermedades y plagas, sustentabilidad, exigencias de mercados y competitividad con la región, fueron algunos de los temas tratados en el panel de intercambio realizado por el Instituto Nacional de Semillas (Inase) en la reciente edición de la Exposición Rural de Melilla. Allí se concluyó que estos desafíos llevan a la necesidad de nueva genética, adaptada y disponible para los diversos sistemas de producción.  

El presidente del Inase, Álvaro Núñez, reflexionó al finalizar la actividad que “estas visiones coinciden en lo fundamental de desarrollar nueva genética y en su adopción por parte del sistema productivo”. Agregó que “para concretar esta transferencia, se opera dentro de un marco legal e institucional que permite desarrollar las actividades en mejoramiento de cultivares de alta calidad, producción y comercialización de semillas, tanto a nivel nacional como internacional”. 

En ese sentido, dijo que “somos responsables de garantizar a los desarrolladores de genética la propiedad intelectual de sus materiales, para que puedan recuperar su inversión, avanzar en los procesos de mejora continua y ofrecer a los agricultores mejores cultivares año tras año”. 

El sistema de protección intelectual en Uruguay y en el mundo “promueve la innovación para desarrollar nuevos materiales y, de esta forma, responde a las demandas de los productores agropecuarios, consumidores finales e industria”, agregó. De esa manera, los sistemas productivos de Uruguay “pueden acceder a las variedades más modernas a nivel mundial, algo que “es posible porque existe un sistema formal y confiable, que garantiza a los mejoradores potenciar sus proyectos y a los productores disponer de variedades adaptadas a sus condiciones de producción”. 

Sin embargo, planteó que “no es suficiente” que los nuevos cultivares estén disponibles en Uruguay, sino que se debe contar con semilla en volumen y calidad suficiente para satisfacer la demanda. Adicionalmente, las semillas a las que acceden los productores deben conservar las características propias del cultivar creado por el fitomejorador. Para ello es necesario que existan canales de multiplicación eficientes, y uno de los pilares para el abastecimiento de semillas de calidad es la certificación. 

“Este proceso consiste en el control de los puntos claves de la multiplicación de semillas en campo (chacra, siembra, cultivo y cosecha), acondicionamiento (procesamiento y etiquetado), laboratorio (muestreo y análisis) y ensayos (poscontroles). El objetivo de la certificación de semillas es sostener la pureza genética en el tiempo y facilitar el acceso a los productores”, dijo Núñez. 

Otro pilar para asegurar la disponibilidad es el control de la importación y producción nacional de semillas, que garantiza que se produzcan y comercializan con la calidad genética y física que requieren los usuarios. 

“Las semillas no son un insumo más, deben mantenerse vivas y sanas para asegurar el éxito en el campo. Los agricultores necesitan garantías a la hora de invertir en este material fundamental. Dar confianza a los usuarios en la compra de semillas de calidad es nuestro propósito principal, y para lograrlo la interrelación de las cadenas productivas es muy importante y base para la disponibilidad de variedades de última generación”, comentó. 

Núñez concluyó que en las últimas décadas la creación y adopción de nuevos materiales permite enfrentar de mejor manera los problemas productivos, que surgen constantemente, con el objetivo final de una producción más sustentable.

Regulaciones y garantías

La coordinadora del área Cadenas Agroindustriales de la Oficina de Programación y Política Agropecuaria (Opypa), del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP), Catalina Rava, se refirió a las regulaciones y garantías del valor genético. 

Durante la actividad, la integrante de Opypa sostuvo que la incorporación de la genética “ha impactado en las tres dimensiones: económica, social y ambiental. Ha sido un pilar fundamental de nuestros sistemas productivos, tanto en el incremento de la productividad como en los aspectos de calidad”.

Específicamente sobre el impacto de la genética a nivel económico comentó que “ha generado competitividad para los productores”, ya que al comparar los promedios de productividad de hace cinco años con los que se han obtenido en los últimos 20 años, “hay cultivos que duplican su rendimiento y otros que superan ese salto, es el caso del maíz”.

Desde el punto de vista ambiental dijo que la incorporación de tecnología “ha permitido hacer un uso o una intensificación sostenible del suelo, ya que tenemos más volumen en una misma área de tierra”. Por otro lado, comentó que la selección de materiales con mayor resistencia o tolerancia a determinadas enfermedades “ha permitido una menor aplicación de agroquímicos, sea de insecticidas o fungicidas”. 

Por otra parte, señaló que el aspecto social va de la mano con el incremento de la productividad del sector agropecuario en la economía. “Aquí hablamos de mayor producción, por lo tanto es mayor la demanda de fletes, servicios, logística, puertos y generación de divisas para el país”, dijo. 

Además, destacó que en Uruguay “tenemos disponibles todas las herramientas biotecnológicas que existen, desde las más sencillas, como la fermentación, hasta las más complejas que implican la ingeniería química, como la transgénesis”. Valoró que en Uruguay el uso de semillas derivadas de la biotecnología está desde los inicios de esa herramienta en el mundo (1996). Actualmente está regulado por el decreto N° 353 del año 2008, que creó el Sistema Nacional de Bioseguridad, regulador de los productos obtenidos con biotecnología.

Recientemente se integró la posibilidad de utilizar en el ámbito agropecuario herramientas biotecnológicas de mejoramiento genético que incluyen a la edición génica. Estas nuevas herramientas están reguladas por el decreto N° 84 del año 2024, que establece el tratamiento de los productos obtenidos a través de la edición génica en el ámbito agropecuario.

En el panel de Inase se destacó que la adopción de tecnologías por parte de los productores ha sido “exponencial” y “muy rápida”. El área sembrada con cultivares transgénicos en soja llega al 99% y en maíz al 95%. Por lo tanto, “se podría afirmar que el desarrollo biotecnológico y la normativa de Uruguay ha brindado garantías y confianza a los agricultores”. 

Adopción de tecnología

El productor agrícola Gabriel Carballal se refirió a las experiencias en la adopción de tecnología. “La genética es fundamental a la hora de hacer un uso más eficiente de los recursos”, afirmó. En tal sentido, planteó que estos avances genéticos permiten, por ejemplo, que los maíces de baja estatura consumen menos agua, o producen más kilos que con el mismo volumen de agua. 

También planteó el ejemplo de los materiales con tolerancia o resistencia a un determinado tipo de insecto, lo que implica un uso ambientalmente mucho más positivo, al requerir menos aplicaciones de químicos en el sistema. “Nos encantaría trabajar sin químicos, pero obviamente sabemos que es imposible. Buscamos encontrar el balance para lograr producir de una forma social, ambiental y económicamente sustentable”, dijo.

Por otra parte, afirmó que “es importante entender cuáles son las demandas para los productores de alimentos y, en este sentido, para el 2050 vamos a ser 10.000 millones de personas. De cara a esto, no sólo disponemos de la edición génica, sino también de la inteligencia artificial. Existen diversas herramientas que están apareciendo y van a cambiar el futuro de la producción agrícola”. 

Destacó que el Inase “es un caso de estudio positivo a nivel mundial”, y dijo que debe estar activo, siendo protagonista ante este nuevo escenario. “Precisamos información de calidad para un sistema regulatorio que nos permita movernos con comodidad, que sea simple y sencillo. La genética es la respuesta, la ciencia es la respuesta”, sentenció.

Desarrollo de nuevos cultivares

Lorena Basso, integrante de Semillas Basso, se refirió a los desafíos en el desarrollo de nuevos cultivares. “Trabajamos en genética desde los años 90, y como desarrolladores intentamos facilitar el trabajo para que la producción sea sustentable. Desarrollamos muchas etapas, partimos desde el breeding, con una mirada muy interna, pasamos a la parte de desarrollo y ahí comenzamos a incorporar el manejo de ese producto”, describió. 

En ese marco, sostuvo que “manejo y genética van de la mano”. Explicó que “en ocasiones un producto puede no desempeñarse bien y eso solo es cuestión de ajustar la fecha de siembra, la densidad o de realizar una aplicación”. Afirmó que “el manejo es esencial para que ese producto rinda lo que tiene que rendir, hasta que llegue a la etapa comercial”. 

Por otra parte, señaló que “una cuestión no menor es la producción”. Dijo que “si a ese producto no lo podemos producir fácilmente, o lo producimos y tiene problemas de germinación, regresamos para atrás”. En ese marco, Basso admitió que “el proceso es complejo, dado que son muchos años y en algunos casos surgen problemas cuando llegamos casi al lanzamiento”.

Comentó que Semillas Basso plantea una mirada de cadena, y “los productores que realmente son representativos cuentan con un ensayo nuestro”. Por lo tanto, “ya están en contacto con los productos, observan y proponen. Esa retroalimentación es lo que genera valor”, destacó.

Sostuvo que el hecho de “asegurar que los productores accedan a las mejores tecnologías es lo principal”, dado que “vienen con mejoras en la productividad y calidad”. Enfatizó que para la empresa “lo primero es que el productor tenga derecho a acceder a la mejor semilla que quiera”. 

Por otra parte, dijo que “es fundamental que los organismos de control puedan, en forma mancomunada con el sector privado, asegurar que esa actividad pueda seguir su camino. Esto implica que los organismos puedan adaptarse a los nuevos desafíos que generan estas tecnologías, aceptándolas”. 

Nota de Revista Verde N°114

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