Los proyectos que se presenten antes del 31 de marzo de este año, y cuya ejecución sea por lo menos del 75% antes del 31 de diciembre, aumentarán la bonificación en un 20%
Las empresas que sean contribuyentes del Impuesto a la Renta de las Actividades Económicas (IRAE) y tengan ingresos gravados por ese impuesto, pueden acceder a importantes beneficios fiscales por las inversiones que realicen, siempre que se cumplan con determinados requisitos.
En el presente análisis se abordará el caso concreto de una empresa agropecuaria, comentando a qué beneficios puede acceder, cuáles son las inversiones que puede considerar y con qué debe cumplir para poder obtener dichos beneficios.
Inversiones comprendidas
Pueden considerarse todas las inversiones en bienes muebles corporales que integren el activo fijo, excepto los de casa habitación y los vehículos no utilitarios (algunos eléctricos sí).
También pueden incluirse las inversiones en obra civil (construcción de bienes inmuebles) y mejoras fijas en inmuebles.
Se considera inversión elegible los plantines y costo de implantación de árboles y arbustos frutales plurianuales. Los activos biológicos en general no pueden considerarse.
A modo de ejemplo, una empresa agropecuaria puede considerar como inversión maquinarias en general, mejoras fijas como bebederos, comederos, alambrados, piso y techo para encierro de ganado, construcción de galpones, vehículos de carga, entre otros.
Se pueden considerar las inversiones ya realizadas en el ejercicio fiscal o en los últimos seis meses antes de presentar el proyecto, y las inversiones a realizar a futuro, con un máximo de 10 años.
Beneficios fiscales
A continuación se detallan los beneficios fiscales a los que pueden acceder estas empresas. En la exoneración de IRAE se establece un porcentaje sobre el monto de la inversión que puede descontarse como exonerado de IRAE. Esta exoneración puede ir desde 34% hasta 100% del monto invertido. Cabe destacar que este beneficio aplica también para empresas que liquiden el IRAE de forma ficta.
En cada ejercicio, la empresa podrá descontar el menor del beneficio otorgado por la resolución; es decir, el porcentaje sobre la inversión comprometida que se hubiera obtenido. El monto total invertido hasta el vencimiento de la presentación de la declaración jurada de IRAE; 90% del IRAE del ejercicio (previo a la deducción del IMEBA y de los anticipos efectuados).
El menor IRAE implicará en algunos casos una reducción en el pago del impuesto y en otros el aumento de los créditos por IMEBA, anticipos e IVA, que la empresa podrá utilizar para el pago de BPS o eventualmente solicitar certificados de crédito de libre endoso, los que pueden usarse para pagar a cualquier acreedor.
Exoneración de Impuesto al Patrimonio de las inversiones efectuadas, por toda la vida útil para los bienes muebles y por ocho o 10 años para las inversiones en obra civil en Montevideo y en el interior, respectivamente.
Devolución del IVA por las compras en plaza de materiales y servicios de la obra civil y de los bienes muebles incluidos en el proyecto.
Exoneración de los tributos que gravan la importación a todos los bienes del proyecto que sean declarados no competitivos con la industria nacional.
Qué hacer para obtener los beneficios
La empresa que solicita los beneficios fiscales debe comprometerse en el cumplimiento de algunos de los indicadores establecidos, en función de los mismos, obtendrá determinado porcentaje de exoneración de IRAE y plazo para utilizarlo. Los indicadores son: generación de empleo, aumento de exportaciones, descentralización (alcanza a todos los proyectos), tecnologías limpias, investigación, desarrollo e innovación y sectoriales.
Para proyectos agropecuarios se puede optar entre los siguientes indicadores sectoriales: inversiones en adaptación al cambio climático (riego, bebederos, alambrados, terrazas, entre otros). Certificaciones de calidad, encalado de suelos, contribución a las exportaciones, inversiones en energías renovables.
Beneficios adicionales transitorios
Todos los proyectos que se presenten antes del 31 de marzo de este año, y cuya inversión sea ejecutada por lo menos en un 75% antes del 31 de diciembre, el beneficio que corresponda aumentará en un 20%.
Por otra parte, todas las inversiones realizadas entre el 1º de abril de 2020 y el 31 de marzo de 2021 computará en un 150%. En la práctica esto implica que el beneficio para las inversiones ejecutadas en dicho período se incrementa en un 50%.
Estos beneficios pueden acumularse y, por lo tanto, si una empresa presenta un proyecto y además invierte antes del 31 de marzo, obtendrá ambos beneficios adicionales.
Si la exoneración según la matriz es del 40%, por la aplicación de estos dos beneficios adicionales pasará a ser del 72%, por el hecho de realizar la inversión en el corto plazo.
Ejemplo
Una empresa agropecuaria ubicada en el departamento de Tacuarembó invirtió US$ 200.000 en enero de 2021. Las inversiones realizadas fueron en maquinaria y mejoras en el campo, entre las que se encuentran bebederos y una represa por un total de US$ 40.000.
En su proyecto de inversión el productor no asume más compromisos que invertir en esos bienes.
Según la matriz de indicadores se obtendría una exoneración del 51%. Sin embargo, al presentar el proyecto y realizar la inversión antes del 31 de marzo de 2021, le corresponden los dos beneficios adicionales transitorios, que hacen que el beneficio real ascienda a US$ 184.000, lo que representa un 92% de la inversión.
Por lo tanto, además de los indicadores, incide en el beneficio fiscal la fecha en que se realiza la inversión. En el cuadro adjunto se expone el resumen de datos, considerando las cifras del ejemplo y exponiendo cuánto sería la exoneración según cuándo se ejecuten dichas inversiones.
En resumen: es importante que las empresas agropecuarias evalúen la opción de solicitar beneficios fiscales por proyectos de inversión, dada la importancia que tienen los mismos.
Debe tenerse en cuenta que se han creado recientemente nuevos indicadores y opciones para poder solicitar los beneficios.
Cra. Cynthia Carballo. Contable & Fiscal de Bragard (www.bragard.com.uy)
Tornometal destacó que el stock de productos fue clave para atender al mercado y sortear múltiples inconvenientes que género la pandemia en la fabricación y logística
La demanda de neumáticos agrícolas en Uruguay se mantiene en un buen nivel, confirmó a VERDE Gabriel Muñoz, gerente de Neumáticos de Tornometal. “El año fue bueno, a pesar de que en marzo pensamos que la falta de movimiento plantearía un escenario complejo. Sin embargo, el agro empujó mucho, y eso repercutió favorablemente en la demanda”, comentó.
Por otra parte, admitió que el área de neumáticos para automóviles “fue la que más se enlenteció, pero de a poco comenzó a mejorar, y en el sector transporte se trabajó muy bien”.
El año pasado, cuando ocurrió el parate de fletes y fábricas a nivel mundial “nos encontró con stock de productos, buenos precios y condiciones comerciales. Eso fue clave para el desempeño de la empresa en 2020. Sobre fin de año, para la zafra de invierno, el panorama a nivel global ya se había perfilado mejor, y la colocación de neumáticos también fue buena”.
Tornometal tiene consolidadas las marcas BKT y Alliance, que llegan desde India, y también importa desde China. “Anexamos a Marcher, una fábrica china para abastecer al mercado uruguayo con algunos productos de buena calidad a un precio inferior. Apuntan a los productores que no le dan un uso tan intenso a la maquinaria y reponen con neumáticos de buena calidad a un precio menor”.
Sobre el dinamismo de las importaciones en 2020, señaló que “algunas fábricas de China tuvieron una demora, mientras que en India a nivel industrial no se sufrió tanto la pandemia”. Además, destacó que en Tornometal “siempre tenemos un muy buen stock, tanto en cantidad como en variedad de medidas, marcas y tipos de neumáticos. El año 2020, particularmente, nos encontró muy bien parados, y eso fue clave para enfrenar las demoras que se presentaron en algún momento en las fábricas, y la dinámica de los fletes marítimos”.
“El stock es clave. Somos el mayor importador de neumáticos agrícolas del país y, al importar de India y China, desde que hacemos el pedido hasta que llega la mercadería pasan de 90 a 120 días. Esto nos obliga a planificar y contar con disponibilidad para al menos seis meses y en todas las medidas. Esto no es algo sencillo, porque manejamos más de 1.000 productos. Pero las máquinas no pueden estar paradas. Si se rompe un neumático antes de las 24 horas debe estar la reposición en cualquier punto del país”.
Señaló que sobre fines de 2020 hubo movimientos en los precios, “pero es algo que está fuertemente influenciado por el incremento del costo de los fletes de China, por la falta de contenedores, y eso impacta en los valores”. En tanto, lo que llega de India “no ha tenido movimientos fuertes, ya que el tema de los fletes es de menor magnitud que en China”.
El gerente de Neumáticos de Tornometal destacó que la empresa tiene una participación muy importante en el agro. “Somos la empresa que más neumáticos comercializa para el sector, y las cubiertas agrícolas representan más del 35% de nuestras ventas. Uno de nuestros diferenciales es tener una muy buena atención en todo el país, con un extenso equipo de ventas y altamente capacitado”.
A pesar de las distorsiones que generan en el mercado las políticas aplicadas por el gobierno que encabeza Alberto Fernández, la suba de precios genera expectativas
A pesar de las dificultades que enfrenta el sector productivo argentino, se estima que el área agrícola se mantendría en el ejercicio 2021-22, dijo a VERDE Teo Zorraquin, de la consultora argentina Zorraquin + Meneses. “Mi impresión es que, salvo campos muy marginales o en zonas muy alejadas de los puertos, el área no debería caer, aunque podría cambiar la proporción. Esa proporción se define un poco más adelante”, comentó.
A propósito, agregó que “no estamos viendo una caída importante ni en trigo, ni en soja, ni en maíz, pero si el gobierno interviene el mercado del trigo, que es el próximo cultivo a sembrar, es probable que haya una caída, como ocurrió varias veces”.
Confirmó que en Argentina más del 60% de la agricultura se hace sobre campos alquilados. “Este año se alquiló todo, y si a estos precios razonables le sumamos la lluvia, la intención de siembra va a estar al 100% de la superficie. Por eso no veo caídas de área”, explicó.
De todo modos, advirtió que “si se le sigue metiendo mano al trigo y al maíz, en algún momento veremos la sojización, que es lo que el gobierno decía que no quería. Hoy todavía no lo estamos viendo, y espero que no lo veamos, porque en los ambientes del Norte argentino, sobre todo, que son de suelos mucho más frágiles, se genera un deterioro ambiental y de condición de rendimiento muy alta”.
Zorraquin destacó que el sistema “está muchísimo más equilibrado, desde 2016, período del gobierno anterior. Tanto es así que hay un reclamo de la industria que procesa soja, porque le está faltando materia prima. El año pasado Argentina produjo 50 millones de toneladas de maíz, la misma cantidad que de soja, algo que nunca había ocurrido”.
Sostuvo que para que Argentina tenga bien cubierta toda su demanda de soja, necesitaría “unos 60 millones de toneladas. Se está trayendo algo de Paraguay, pero hay una especie de lucro cesante en la soja. Es natural que ocurra si a un cultivo le ponés el 33% de retenciones (soja) y a su competidor directo (maíz) le ponés el 12%; obviamente que terminará cerrando mejor la cuenta del maíz. No hay nada inventado. El productor es bastante racional a los estímulos equivocados, y responde de la mejor forma que puede para zafar con su propia economía”.
De todos modos, comentó que “todavía es temprano para estimar qué ocurrirá con el área de maíz. En marzo empezamos a cerrar los primeros planes para arrancar las siembras en mayo o junio; pero en principio tratemos de sostener superficie sembrada y equilibrio en la rotación”.
Planteó que si el gobierno interviene fuertemente, y al maíz de U$S 200 por tonelada lo lleva a U$S 150, para favorecer a los productores de proteína animal, “vas a tener una respuesta directa de caída en la superficie”.
Insumos
Consultado sobre la evolución de precios de los insumos, respondió que la cotización del dólar en Argentina hace que el mercado de los insumos se distorsione. “Los fertilizantes están subiendo, como suben en el mundo, pero se empieza a ver una inflación en dólares de los productos”, advirtió.
Pero destacó que en Argentina hay buena competencia en el mercado de insumos, y eso hace que las subas no sean tan violentas.
Previó que lo que puede generar alguna variación sería la falta de dólares en el país, y que el gobierno restrinja la importación de determinados productos. De todos modos, señaló que “las compañías ya compraron mucho para la campaña que viene, y no es probable un escenario de faltante de producto”.
Seguir a pesar de todo
Zorraquin comentó que “en Argentina pareciera que tenemos un anticuerpo más elevado que el resto, porque si mirás objetivamente es una locura, y decís que acá no se pueden hacer negocios. Sin embargo, hasta se puede hacer negocios en países que están en guerra, y Argentina tiene una especie de guerra interna entre lo de un sector del país que están de acuerdo con la producción y otra parte que no, y que habla mal de la locomotora del país, que es el agro”.
Informó que en estos años hubo inversores extranjeros y se han ido. “Nos dicen que no entienden el sistema, porque quieren sacar su plata y no pueden, quieren entrar con su plata y tienen complicaciones, les ponen impuestos que no estaban previstos. Todas esas incertidumbres hacen que le pidas a tus negocios rentabilidades más altas”.
Explicó que al planificar una zafra, a la planilla Excel para hacer agricultura sobre campo alquilado hay que exigirle 20% de rentabilidad en dólares. “Si te da el 4% o el 5%, que sería una renta normal en cualquier país del mundo, corremos el riesgo que me lo cambien en una tarde, con una disposición del gobierno”, señaló.
Agregó que, “a mayor riesgo hay más exigencia, y en algún caso termina reduciendo las inversiones, lo vemos en maquinaria, en activos fijos. No veo una reducción en tecnología, porque lo último que voy a hacer es afectar mi ingreso, entonces sigo fertilizando, aplicando los fungicidas correctos. Ya lo vimos de 2011 a 2015”.
Aseguró que todo esto “es una pelea permanente, que genera mucho desgaste, y eso hace que seamos peores de lo que deberíamos ser. Un agricultor o un empresario tiene que estar dedicado a producir y a manejar sus finanzas, no a estar además leyendo muchos reportes por día, previendo cambios de reglas o algo raro. Esa energía estaría mucho mejor aprovechada si se enfocara en producir 200 millones de toneladas, en vez de 130 millones”.
Intervenciones que afectan inversiones
El consultor sostuvo que la primera inversión que se afecta en agricultura es el grado de fertilización y el tipo de semilla, porque se compra una semilla más barata o se baja la fertilización al mínimo, para buscar alta eficiencia pero no máximo rendimiento”.
De todos modos, sostuvo que “esas dos cosas por ahora no se están viendo afectadas. Nadie deja de aplicar un herbicida, un fungicida o un insecticida. Porque son costos que se pueden ver, y el retorno está bastante medido”.
También dijo que otra inversión que se suele ver afectada es en el parque de camiones y maquinaria. “Se los hace tirar un año más, y eso reduce a la larga tu eficiencia. Tal vez no se note en el primer año, pero sí en el segundo o tercero”, dijo.
Empresas y escalas
El analista que dirige la consultora Zorraquin + Meneses señaló que “el cambio de la escala de productores se produjo en Argentina hace algunos años, cuando las empresas que apuntaban a sembrar 500.000 hectáreas se fueron y otras se redimensionaron”.
“Sacando dos o tres grupos que tienen tierra propia y siembran campo alquilado, sumando más de 100.000 o 150.000 hectáreas, hay muchos productores intermedios, que no necesariamente son dueños del 100% de la tierra, pero que siembran entre 5.000 y 10.000 hectáreas. Y hay un segmento intermedio de empresas, que siembran 50.000 o 60.000 hectáreas alquiladas”, detalló.
Afirmó que “cuando tenés escenarios de incertidumbre, los primeros que se ven afectados son los productores más chicos, los que supuestamente este gobierno dice defender. Son los primeros que salen del circuito. No tengo la estadística para demostrar que esto es realmente así, pero me consta que ocurre. Si no fuera por la suba de precios que estamos teniendo ahora, seguramente la crisis sería aún mayor”.
Caen rendimientos pero suben los precios
El consultor argentino Teo Zarraquin, director de la consultora Zorraquin + Meneses, destacó la suba de los precios de los granos. Recordó que cuando se hicieron los cálculos para la siembra, los valores eran mucho más bajos; y esa suba generó la posibilidad de obtener una rentabilidad superior a la prevista.
El factor que jugó en contra fue la falta de lluvias, que provocará que en algunas zonas los rindes de las cosechas de verano se vean afectados.
A propósito, dijo que “si bien no hay datos oficiales, podríamos pensar que tendremos 10% menos de lo presupuestado en gruesa (verano), y en trigo que habíamos estimado 21 millones de toneladas, ya se produjeron 17 millones, o sea que ahí perdimos 10% de la producción”.
De todas maneras destacó que, “aún con esa caída de rinde real o potencial, con estos precios el negocio es atractivo, pero después mete la mano el Fisco. Pero si uno tiene que hacer negocios en Argentina, más vale estar en algún eslabón de la cadena agroalimentaria”.
Advirtió que “lo que está ocurriendo ahora en maíz, trigo y carne, es que el gobierno está empezando a ensuciar el mercado. Se están repitiendo políticas aplicadas entre 2011 y 2015, que restan expectativas, desacoplan los precios de Argentina con los precios internacionales, más de lo que ya están por las retenciones”.
Detalló que en soja hay 33% de retenciones de derecho de exportación, en trigo y maíz 12%, además de otros productos. “Entre eso y un dólar que tiene un valor oficial y otro paralelo en sus distintas versiones, ese desacople existe. Todo ese ruido lo que hace es que, aunque ganes dinero, las expectativas, la confianza y la incertidumbre, son mucho mayores de las que serían en un escenario no tan intervenido”, aseguró el consultor del país vecino.
Ismael Turbán destacó que Uruguay tiene ventajas ambientales que pueden formar parte de la estrategia para transformar las eventuales dificultades en oportunidades
El ingeniero agrónomo Ismael Turbán es reconocido en el agro uruguayo y de la región por su vínculo durante años con el grupo agrícola El Tejar, en el que forjó una carrera profesional, principalmente en Uruguay y luego en Brasil. Ahora, el profesional se dedica a trabajos de gestión y asesoría en la gestión vinculada producción agropecuaria, tras su retorno al país.
Con la mirada en el presente y el futuro del negocio agrícola, Turbán habló con VERDE sobre los desafíos, las oportunidades, las dificultades y algunas estrategias para el desarrollo del sector productivo en Uruguay.
Advirtió que “si no seguimos el camino de la diferenciación y los mostramos en los mercados demandantes, podremos llegar a tener dificultades”; e incluso opinó que esa diversificación puede significar “una gran oportunidad” para el desarrollo del sector agrícola.
Otro asunto que está en la agenda a nivel mundial es el creciente requerimiento de los consumidores sobre el respeto y la preservación del medio ambiente y la biodiversidad.
A propósito, Turbán indicó que “hay varias vías para trabajar”, y planteó que “en algunas se está avanzando muy bien, específicamente en temas medioambientales, y allí puede ingresar la rotación de pasturas con agricultura, algo que podría llegar a ser un diferencial de la producción uruguaya”.
Todo lo vinculado a la huella de carbono puede ser una gran oportunidad para Uruguay, considerando principalmente la importancia de la forestación en el campo uruguayo, debido a la expansión de los bosques en el paisaje rural. “Uruguay debe mostrar un balance positivo en carbono”, propuso el asesor, considerando “la importancia de la siembra directa, el doble cultivo y la rotación agrícola en la captura de dióxido de carbono”.
Otra alternativa de negocios, como se ha hecho con la colza y la carinata, es la posibilidad de encontrar “nichos de mercado para la soja no transgénica”, señaló.
En los últimos años, el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP) y actores del sector agrícola iniciaron gestiones para la colocación de ese tipo de granos en la Unión Europea y en China, y algunas empresas y productores ya comenzaron planes de producción de soja no transgénica.
En ese sentido, el ingeniero agrónomo planteó la idea de “avanzar en la trazabilidad del proceso logístico” ya que, a diferencia de otros países, Uruguay tiene trayectos relativamente “cortos” y, por lo tanto, es “medible y trazable”. Además, “se pueden explorar algunas certificaciones y pensar el blockchain (trazabilidad ampliada; incluye la producción, industrialización y logística, entre otros)”.
Varios de esos asuntos son compartidos entre los empresarios y técnicos del sector privado y del gobierno, pero “muchas veces se pierde tiempo en otras discusiones”, a la espera de resoluciones de los políticos, consideró Turbán.
Al analizar este tema volvió a tomar como referencia a Brasil, y recordó las gestiones y la determinación que tuvo la cadena algodonera brasileña para intentar el acceso de su producción al mercado asiático.
“Sin esperar nada del gobierno, los productores instalaron una oficina comercial en Singapur, que está a cargo del exsecretario técnico de la Asociación de Productores de Soja” , mediante la cual entablaron las negociaciones y la difusión requerida sobre el proceso productivo del algodón, resaltó.
Dijo que, “si bien es un emprendimiento relativamente nuevo, parece ser el camino apropiado para alcanzar objetivos de posicionamiento” para la mejora de los negocios.
Sostuvo que, de la misma manera, “Uruguay también tiene mucho para mostrar y generar atractivo sobre la producción” de granos, principalmente porque puede cumplir con las exigencias de los consumidores, aseguró.
En ese aspecto, Turbán reconoció que “Uruguay tiene ventajas en las condiciones ambientales de su producción”, por lo que la estrategia pasa por “transformar eventuales desafíos en oportunidades”.
Pero también advirtió que “una dificultad importante que tiene Uruguay es el tamaño del país y el volumen de producción, lo que le resta peso a la hora de negociar con otros países para el acceso a los mercados”.
Ante esa situación, el asesor planteó la idea de apuntar a “nichos de mercado más chicos, donde pueda tener una participación, especialmente recurriendo a una especialización y diferenciación” de los productos.
Sobre los cambios registrados en el sector agrícola local y la gestión del productor en la chacra, Turbán destacó que “hubo una transformación muy importante en el agro uruguayo, con una profesionalización y una intensificación relevante, además de contar con gente especializada, aunque está en un camino al que le queda mucho por recorrer y hacer. Hay que invertir más en innovación y tecnología y mostrarle a la sociedad todo lo que se ha hecho”.
Debido a la incorporación de tecnología y ajustes en el manejo agronómico, entre otros factores, el rendimiento agrícola en kilos por hectárea (kg/ha) aumentó en la última década y media.
Al comparar el rinde de los cultivos en la campaña agrícola 2004/05 con los registrados en la de 2019/20, se observa que en ese período el maíz pasó de 4.141 a 6.536 kg/ha, en trigo subió de 2.970 a 3.269 kg/ha, en cebada cervecera aumentó de 2.976 a 3.679 kg/ha, en soja se incrementó de 1.720 a 2.171 kg/ha y en arroz trepó de 6.600 a 8.620 kg/ha, según datos de la Dirección de Estadísticas Agropecuarias (DIEA).
Cabe acotar que, en ese lapso, hubo algunos altibajos que en ciertos años significaron una diferencia aún mayor en la productividad. Incluso, en la última cosecha de cultivos de invierno hubo un doble récord de rendimientos: en trigo con 4.181 kg/ha y en cebada de 4.791 kg/ha, según DIEA.
El sector agrícola uruguayo debe “reforzar su característica de producir y tener mucho ojo en la logística poscosecha” y ver “cómo bajar los costos que existen tras levantar cada cosecha”, planteó Turbán.
El MOMENTO
Respecto a la coyuntura actual, con una suba en los valores de los commodities agrícolas, con la soja a un precio en el entorno de los US$ 500 por tonelada, el ingeniero agrónomo consideró que “Uruguay puede capitalizar esta situación de precios favorables”. Sin embargo, sugirió que es “más apropiado trabajar y proyectar los planes de producción pensando en un precio de la soja en torno de los US$ 400 por tonelada que de los US$ 500”.
“Este año habrá una corrección de los valores de los insumos, por la propia demanda, presionados por el negocio, lo que genera un incremento de costos”, analizó.
Al respecto, agregó que las señales positivas de precios, por lo general, terminan incidiendo en un alza de los insumos y servicios relacionados a una actividad. Entonces, con el precio de la soja en aumento, seguramente determinará el encarecimiento de los fertilizantes, agroquímicos y el arrendamiento de tierras.
Atendiendo a la diversificación productiva, “no pensaría en desarmar las otras actividades que tiene el productor en su establecimiento y solamente concentrarse en la producción agrícola”, recomendó.
Señaló que seguramente habrá pasturas que pasarán a la agricultura y también se sembrará algo más en las zonas más lejanas a los puertos de salida de los granos. “No creo que sea sano un corrimiento mayor a eso, solamente en función de los precios de los granos”, dijo.
Se refirió también a la ecuación económica del sector. “Uruguay es un país caro, no solamente para la agricultura si no para todas las actividades”, enfatizó.
En ese sentido, dijo que además hay un factor vinculado a la “variabilidad productiva”, lo que determina que el sector agrícola tenga “años buenos y otros malos”, por lo que hay que “solicitarle mayores retornos”.
LA COMPETITIVIDAD BRASILEÑA
Valiéndose de su experiencia de los años recientes en el mercado brasileño, Turbán puso como ejemplo lo que sucede en Brasil, país que “crece cada año productivamente, porque aplica más tecnología, reduce costos, y aprovecha su mayor escala”.
Complementariamente, el país norteño tuvo un avance en el “desarrollo logístico, lo que también incide en el principal costo que allí tiene la producción agrícola”, comparó. Eso lleva a que “todos los otros costos se diluyan y puedan trabajar con márgenes diferentes” a los de la agricultura uruguaya.
Afirmó que Brasil tiene actualmente “políticas ambientales bastante estrictas” para el crecimiento del área agrícola, y que logró un “salto en productividad importante” en los últimos años.
Tiene, además, un “sostenido” aumento en su producción y los productores sojeros de Mato Grosso y otras regiones agroclimáticas similares “acortaron 30 días el ciclo productivo, eliminaron los problemas sanitarios de la roya de la soja y pudieron incorporar el maíz zafrinha (zafrita en portugués)”, valoró.
Acotó que la agricultura brasileña incorporó en esa misma superficie también el algodón al sistema productivo.
El resultado de esos cambios fue que la producción de soja brasileña pasó de 2.500 kg/ha a 3.000 kg/ha; y que en esa superficie también produce 7.000 kg/ha de maíz y 2.000 kg/ha de fibra de algodón, detalló.
La afirmación corresponde al empresario Ramón Erro, quien analizó el actual contexto de precios altos para los granos y el posicionamiento de los agricultores uruguayos
La economía de una empresa “no es capaz de resistir únicamente sembrando soja”, dijo en una nota con Punto de Equilibrio –de radio Carve y revistaverde.uy– el empresario Ramón Erro, director de Barraca Erro, Corporación de Maquinaria y Villa Trigo. Recalcó que “por eso no me gusta hablar solo de soja o del productor sojero, porque eso no existe”. Agregó que desde hace varios años “cuando vamos a analizar al sector debemos hablar de la empresa agropecuaria, que entre otras actividades tiene a la soja como su principal cultivo”.
Erro analizó la actualidad del negocio agrícola y la reciente suba de precios de sus productos, y consideró que es clave “el aprendizaje de lo vivido para capitalizar el buen momento y proyectar un mejor futuro”.
Recordó que cuando el sector debió enfrentar una serie de adversidades, como la baja de precios, costos altos y sequía, “no alcanzaba solamente con ser buen productor, sino que además se debía ser buen empresario”. Y enfatizó que ese concepto “está más vigente que nunca”, porque el empresario apunta a la diversificación de rubros y a la alta productividad, así como al manejo del riesgo, planificación por objetivos y su cumplimiento.
Enfatizó que “una empresa agropecuaria incluye diversos rubros: agricultura, pasturas, ganadería, servicios, entre otros”. Por eso, remarcó que “el sector agrícola no es solamente soja”, porque en la agricultura uruguaya “hay más cultivos”.
Cultivos de invierno
En línea con el razonamiento anterior, Erro señaló que “los precios y la productividad de la zafra de invierno le vienen muy bien al negocio”, algo que se notará “en los otros sectores de la economía del país y en los pueblos del interior”.
Destacó que la zafra de invierno dejó un “muy buen resultado”, que fue “ayudado por el buen clima” y también porque los agricultores realizaron “todo lo que debe hacerse para tener un buen cultivo y bajar el riesgo”.
Recordó que el año pasado, “cuando se tomó la decisión de sembrar los cultivos de invierno, era otro el escenario de precios y tampoco se pensaba en un resultado productivo como el que finalmente se logró”. Por eso, destacó que “se hizo todo muy bien” al “elegir los campos, sumar más cultivos como la colza y consolidar a los más tradicionales, como cebada, trigo, avena, raigrás”.
En ese sentido, resaltó que tener un esquema con varios cultivos es “una definición estratégica muy interesante y “necesaria para sobrellevar los años complejos, como los que tuvimos desde fines de 2014 a la fecha”.
Recordó que en ese periodo la agricultura no tuvo márgenes interesantes pero, sin embargo, el sector se fue acomodando y desarrollando. Incluso tuvo que enfrentar la sequía de 2018, que si bien “generó problemas que se arrastran hasta hoy, el trabajo del sector y la diversificación del productor permitió que no se cortara la cadena productiva”, enfatizó.
Evolución de la agricultura en Uruguay
Ramón Erro recordó que en los años 1999 y 2000 “hubo una sequía terminal que hizo quebrar la agricultura de secano del país, a lo que se le sumó la fiebre aftosa en 2001. A partir de ese momento se comenzó a sembrar soja en Uruguay, porque era el único rubro rentable en el agro nacional, porque tenía un margen de US$ 50 por hectárea. Una renta agrícola estaba en US$ 40 y cualquier otra actividad agropecuaria dejaba números negativos”.
Agregó que en 2001 “tuvimos las primeras 14.000 toneladas de soja exportadas por Uruguay”, y desde ese momento la soja “comenzó a desarrollarse hasta que en 2004 y 2005, con otros precios y una demanda de China muy fuerte, empezaron a aparecer los grandes grupos de inversiones, con capitales que no tenían nada que ver con la agricultura”.
“Eso motivó la llegada de la agricultura industrial, los costos para sembrar eran muy bajos, y los grandes grupos e inversores de fuera del sector entraron a un negocio que generaba oportunidades. Durante muchos años esa dinámica agrícola anduvo bastante bien”, repasó.
Sostuvo que “a esos capitales, que fueron bienvenidos, era muy difícil competirles”, ya que toman sus decisiones basados en variables diferentes a las que maneja un productor. Muchos capitales extranjeros tomaron la decisión de venir a Uruguay a invertir en agricultura, “incluso llevó a que muchos productores locales tuvieran que competir con esos grandes capitales para no ser desplazados”, sostuvo.
Luego, “esos capitales volvieron a su origen, a partir de 2014, cuando se retiraron de un negocio que no les resultaba atractivo, debido a la expectativa generada. Y nos quedamos los autóctonos, que tuvimos que fijar metas a mediano plazo y llevar el período de baja de precios de la mejor manera, esperando otro momento de bonanza”.
En 2014 los precios de la soja registraron una caída muy importante y los grupos de inversión extranjeros, así como los inversores de fuera del sector, “emprendieron la retirada de manera general; y los que no se fueron a tiempo perdieron lo ganado”, afirmó.
Consideró que “esa fue una enseñanza”, porque “estamos en un sector que sabemos que tiene años malos, por clima, precios, costos, momentos en que se disparan las relaciones insumo-producto y se debe agudizar el ingenio para sobrellevarlo de la mejor forma posible”.
La lógica del productor o de una empresa agropecuaria “es muy diferente a la de un fondo inversor que llega en busca de determinada rentabilidad, y cuando la logra o se presentan dificultades, se retira”.
Por eso, entiende que “en los buenos momentos hay que tratar de no inflacionar el negocio, y buscar salir fortalecidos, porque seguramente vendrá algún año complicado y la mejor forma enfrentarlo es estar preparados”.
Los productores a los que denominó autóctonos –donde incluyó a los agricultores uruguayos, así como a los extranjeros con inversiones establecidas en el país–, “cambiaron el esquema”, sostuvo Erro. Resaltó que “se volvió a un modelo uruguayo con más rotación de cultivos y pasturas, y todo esto ha motivado un combo interesante que juega a favor de la economía de la empresa”.
El escenario de precios
Erro recordó que “en el período anterior de suba de precios, cuando la soja llegó a US$ 500 por tonelada, el trigo no acompañó esa suba”. Sin embargo, ahora el movimiento de precios se dio también en el trigo, en la cebada, en colza, maíz y soja”, algo que calificó como “muy bueno para la diversificación”.
Para Ramón Erro el escenario actual de precios “fortalece a la agricultura de Uruguay, y también a la ganadería”, ya que “ninguna de las empresas agropecuarias que están desde hace muchos años establecidas y produciendo realizará un cambio brusco en su sistema”.
Subrayó que en los últimos años el gran cambio de escenario de la agricultura fue que el millón de hectáreas de soja que tiene Uruguay es sembrada por “los productores autóctonos”. Considera que ese perfil de productor tiene una misma visión sobre el negocio: “hay una mirada de largo plazo, que incluye a varios cultivos o rubros”.
Por eso, entiende que no habrá un cambio violento hacia la siembra de soja. Si el productor “tiene un determinado porcentaje del área destinado a praderas no lo pasará todo a soja, porque el novillo valga menos”.
Sobre el concepto de empresa agropecuaria, Erro señaló también el caso de los productores de arroz, que cuando ese cultivo pasó por momentos complejos, “incorporaron la siembra de soja en camellones, y ya no son solo arroceros”. Agregó que lo mismo ocurre en los tambos, empresas que descubrieron en la soja o el maíz “una excelente rotación y un buen negocio”.
Remarcó que en el actual escenario de precios buenos “salen fortalecidos los sistemas de producción diversos, al igual que en las crisis, porque un rubro puede responder más rápido que otro”.
Pero marcó que si la agricultura se mantiene por mucho tiempo con una rentabilidad más alta que la ganadería, “habrá que ayudarla como en algún momento ayudamos a la soja o al trigo”. Insistió en mantener “una visión de mediano y largo plazo y no cambiar los planes sobre la marcha”. Sostuvo que “se debe monitorear muy bien la relación insumo-producto y el manejo de los suelos”. A propósito, argumentó que si bien los precios subieron y pueden impactar favorablemente en la ecuación, porque en esta zafra se sembró con otros costos, para el ciclo 2021/22 vemos que los precios de los insumos también están subiendo”.
Estimó que “si se mantienen los precios, la soja puede crecer hacia algún campo más marginal y algunas praderas complicadas por el clima. Si eso ocurre es posible que para el ciclo 2021/22 la superficie de soja pueda crecer entre 10% o 20%”.
Sin embargo, dijo que “no imagino un boom, y considero que esa palabra no debe usarse, pero sí es cierto que es un buen momento y el sector tiene que aprovecharlo, porque viene de años muy complicados y aún restan solucionar algunos parches. Eso es muy importante para poder salir fortalecidos y proyectar mejor. Cuando hablamos con los productores vemos que todos estamos alineados”.
El próximo invierno
Consultado sobre cómo imagina el área de invierno en la próxima zafra, respondió “en crecimiento”. Explicó que “seguramente los cultivos de invierno le sacarán área a las coberturas y tal vez se incorpore algún campo marginal”, porque con el escenario actual el trigo no demanda sacar 5.000 kilos por hectárea para lograr el equilibrio, algo que sí pasaba hace unos años, y es un rendimiento que no se logra en cualquier campo”.
Por eso, enfatizó en que el área de invierno puede llegar a 600.000 hectáreas, de la mano de un crecimiento del área de trigo, al tiempo que estimó que el área de colza “al menos se mantendrá”, mientras que la cebada cervecera tiene un techo por la demanda de las malterías. “El agricultor es una empresa agropecuaria que tiene como cultivo principal a la soja, pero siembra maíz, trigo, colza, pasturas, ganadería, hay una secuencia productiva que hace que un cultivo lleve al otro, y un rubro al otro. Esto es muy importante”, sostuvo.
También consideró que “puede haber interés de extranjeros por comprar tierras en Uruguay, pero no veo un crecimiento del área agrícola motivada por grandes grupos de siembra. El interés viene por el lado de la estabilidad del país”. A propósito, agregó que Uruguay “es un país caro, pero tiene una estabilidad jurídica que para muchos es muy importante”.
Mantendría unas 110.000 hectáreas de siembra; y para no generar un excedente que influya en una menor superficie, exportará 80.000 toneladas de cebada maltera a Brasil
Tras registrarse una zafra récord de cebada, Ambev apunta a mantener una superficie de 110.000 hectáreas para la zafra 2021/22. Belén Daneri, gerente de la empresa, dijo a VERDE que es muy importante mantener una superficie estable. Y comentó que “cuando se produce un volumen que excede la demanda interna genera preocupación en el mercado por el tamaño del área de la siguiente zafra. Nuestro objetivo es tener un número estable y renovar la cebada para no industrializar el grano de la zafra anterior”.
Señaló que “la capacidad nominal de nuestras malterias (Maltería Uruguay y CYMPAY) ya está a tope, y no hay mucho margen para moverse, con lo cual la superficie en la zafra 2021/22 estará en unas 110.000 hectáreas”.
Aunque el número final se resolverá sobre fines de febrero o marzo, “cuando se definirá si hacemos más área de cebada para la exportación a otras malterías de la compañía. Eso dependerá de qué tan competitiva esté la cebada uruguaya frente a la oferta regional”.
En la zafra anterior Ambev recibió 450.000 toneladas de cebada, “el volumen es mayor al que demandan nuestras dos malterias, que anualmente procesan unas 360.000 toneladas, y a eso hay que sumarle lo que se destina a semilla”.
Es por eso que la compañía tiene previsto exportar el excedente a Brasil. “Tenemos cuatro barcos confirmados, el primero sale con 25.000 toneladas hacia Porto Alegre y Passo Fundo. Posteriormente saldrán otros dos con 25.000 toneladas, y en el último irá un poco menos, porque es compartido con malta. Se exportarán unas 80.000 toneladas. Esto es muy positivo, porque nos permite eliminar rápidamente el excedente y no quedarnos con un carry over (saldo) que nos puede complicar la conservación, pero fundamentalmente nos permite mantener el área de siembra”, resaltó.
Consideró que el balance de la última zafra de cebada “es muy positivo, luego de un año en que la siembra presentó dificultades, sobre todo en el Norte. Tuvimos un año récord en rendimiento y en volumen”. El rendimiento de recibo fue de 3.950 kilos por hectárea (kg/ha), mientras que “estimamos que el rendimiento agronómico, considerando los rechazos y lo que no se entregó, estuvo por encima de los 4.500 kg/ha, considerado todas las zonas (Norte, Centro y Sur)”, dijo.
Sostuvo que el porcentaje de rechazo fue cercano al 12%. “Fue algo superior a la media, pero estuvo por debajo de la zafra anterior, que se vio influenciada por el nivel de micotoxinas, sobre todo al Norte del río Negro”, recordó.
Al analizar las principales causas de rechazo en la zafra 2020/21, Daneri explicó que las principales razones fueron calibre y proteína. “En la zona Norte y en algunas chacras del Sur, donde hubo menos precipitaciones durante la etapa de llenado de grano, en las variedades de menor estabilidad se registró un bajo calibre”. En el Sur, en tanto, “hubo rendimientos extraordinariamente altos, por una dilución de Nitrógeno, que hizo bajar el porcentaje de proteína”.
El precio promedio de fijación fue US$ 215 por tonelada. “El productor terminó de fijar el precio sobre el final de la zafra, cuando el mercado de Chicago volvió a marcar cifras muy interesantes”, señaló. De todos modos, “vemos que si los precios son atractivos hay fijaciones tempranas. Hace algunos años era impensado que se fijaran precios antes de la siembra, pero ahora el agricultor se anima”, valoró.
En cuanto al plan comercial para zafra 2021/22, dijo que “estamos trabajando en las condiciones comerciales, pero la realidad es que la compañía ya hace tiempo que viene con un plan estable, que incluye una fórmula atada al mercado de Chicago, que brinda transparencia y ha sido muy bien recibida por nuestros distribuidores y productores”.
Al respecto, agregó que “la idea es mantener esa línea de trabajo, y no habría demasiados cambios, con el objetivo de mantener la estabilidad comercial y el área. Y en lo productivo apuntamos a nuevas variedades, buscando sustentabilidad en el largo plazo”.
La gerente de Ambev dijo que a fines de febrero o principios de marzo estará saliendo al mercado el plan comercial de Ambev, pautando precios de cebada, semilla, plazos de pago, portafolio de variedades, entre otros aspectos.
EL CAMINO DE LA CEBADA
Partiendo de las exigencias del consumidor de cerveza, que le imprime una demanda particular a toda la cadena, Daneri sostuvo que la compañía “tiene varios frentes de trabajo abiertos”. Recordó que en 2020 se hizo una campaña focalizada en los residuos totales, “donde incide la fecha de siembra, las variedades, el manejo que podemos hacer del cultivo con el uso de fungicidas, nutrientes y cosecha. El objetivo es reducir los residuos totales, que tienen un gran impacto para la maltería”.
Indicó que la campaña tuvo resultados muy buenos, porque logró reducir 30% la cantidad de residuos totales respecto a la zafra anterior (2019/20). “Esa reducción es muy importante porque se alcanzó en un año problemático en calibre. Cuando eso pasa, todo haría pensar que lo natural es que aumente, pero se logró bajar”, destacó.
Agregó que la zafra pasada “tuvo un nivel de tolerancia importante de residuos, como ha pasado durante los últimos años, pero vimos que la campaña surtió efecto. Hay que continuar trabajando, es muy importante para la industria que la cebada llegue con la mejor calidad de calibre, y eso no es solo pensar en un grano de primera más segunda, sino en la menor cantidad de residuos totales. Eso implica lograr una cebada uniforme”.
“Por eso es importante el uso de los herbicidas correctos, así como minimizar la cantidad de granos pequeños. En esto tiene un gran impacto la sanidad del cultivo y el manejo en la cosecha. Se debe apuntar a residuos totales más bajos y mantener los estándares que venimos trabajando desde hace un tiempo”, sostuvo.
La proteína es otro de los grandes aspectos de la cebada. Daneri comentó que en 2020 se lanzó una política comercial diferencial, “para poder incentivar el manejo de la proteína mediante bonificaciones”.
El precio medio de fijación fue US$ 215 por tonelada, y los premios por el nivel de proteína obtenido fueron de hasta de U$S 12 por tonelada.
A propósito, consideró que “hay que seguir avanzando hacia los rangos de proteína óptimos para maltería, y que también se transformen en un incentivo para aplicar un paquete tecnológico mas fuerte en los cultivos, con diferentes combinaciones de nutrientes, en diferentes momentos y demás. Hoy se cuenta con mucho trabajo de investigación en Uruguay, eso es algo muy bueno y hay que seguir sacándole provecho para seguir mejorando los estándares que vienen aumentando año a año, pese a que las condiciones climáticas o de suelos van variando”.
Indicó que la media de proteína en la zafra pasada fue 11%, “un valor muy bueno, pero lo importante es apuntar a tener la menor variabilidad posible, para que sea lo más eficiente para la maltería, y también por un tema sensorial en la cervecería. Por eso, lo importante no es solo el promedio sino la variabilidad, que ha venido disminuyendo”.
Otro punto destacado para la cebada es la oferta varietal y su manejo. “Hoy se busca más calibre, más proteína, sin bajar rendimiento”, explicó. La estrategia pasa por la adopción de genética que haga su aporte, con el correspondiente manejo.
En esa línea, “estamos buscando desarrollar y potenciar materiales de tipo europeo que son los que mejor performance tienen en la malteria”, señaló.
Y agregó que, “dentro de esa genética europea, apuntamos a variedades que tengan la mayor resistencia a enfermedades y más estabilidad, algo muy importante para que en los años buenos expresen todo su potencial, y que en los años complejos pueda defender al productor. Fue el caso de Olimpia, que mostró ese diferencial”.
Daneri sostuvo que todo lo relacionado con el manejo es muy importante. “En eso las malterias también tenemos un rol por jugar. En el último año ya se hizo un trabajo relevante con el abastecimiento de semillas pensando en la multiplicación para el año siguiente. Se está tratando de bajar la carga fúngica de la semilla y haciéndola en la chacra, segregando al recibo de la semilla y destinando lo que tenia mayor carga fúngica a la industria, quedándonos con lo que tenía mayor calidad de semilla para multiplicar. Se cambió la estrategia de curado y monitoreo de esa clase de cultivos”, comentó.
Sobre este tema, concluyó que “la premisa pasa por llegar con una semilla más sana, con menor carga fúngica y, por lo tanto, con más posibilidad de desarrollar mayor tamaño de grano y más sanidad durante todo el ciclo del cultivo. Esto impacta en rendimiento, costos, calidad de grano, entre otros aspectos. Hay cosas para seguir mejorando y ese un aporte que podemos hacer desde la compañía”.
LOS RECHAZOS Y EL FORRAJE
Unos de los inconvenientes que genera un viaje de cebada rechazado por no cumplir con las condiciones de calidad, es el de no saber qué destino brindarle, ya que no siempre hay una demanda importante de cebada forrajera. Así fue que Ambev creó un plan de cebada forrajera en la zafra anterior.
Daneri explicó que “la idea no es captar cebada forrajera, porque no es nuestro negocio, y no nos interesa ser un trader de granos que origina cebada forrajera y la vende en distintos mercados. Lo que buscamos es una solución, fundamentalmente para aquellos distribuidores que no tienen cerca una planta de acopio o les complica ese viaje rechazado. Por eso, se armó un plan con reglas claras desde la entrada. Eso estuvo muy bueno y fue bien recibido, porque más allá de que haya sido competitivo o no, estaba claro el precio y las condiciones comerciales desde el arranque”.
Ambev puso a disposición esa opción con recibos en varios puntos del Uruguay. “El volumen terminó siendo menor, porque el mercado local tuvo precios altos para la cebada forrajera. Pero ofrecimos una solución con transparencia, algo que queríamos desde inicio, y no especular con la forrajera. La idea es mantener esta alternativa, por el papel que juega y por la transparencia que tiene”, concluyó.
El nuevo análisis del enorme costo ambiental europeo al no permitir el uso de transgénicos a sus agricultores, será una lectura incómoda para los grupos ambientalistas que durante mucho tiempo han combinado la defensa de la mitigación climática con una firme oposición a los transgénicos, señala un trabajo de Mark Lynas (autor, periodista y activista medioambiental británico que se centra en el cambio climático), basado en nuevo estudio que tiene como coautores a Emma Kovak y Dan Blaustein-Rejto, ambos del grupo de expertos del Instituto Breakthrough con sede en California (Estados Unidos) y Matin Qaim, de la Universidad de Goettingen, Alemania.
Este trabajo se ha publicado como una preimpresión en el servidor bioRxiv, antes de la revisión formal por pares.
La negativa de Europa a permitir que sus agricultores siembren cultivos transgénicos provocó la emisión evitable de millones de toneladas de dióxido de carbono (CO2) que dañan el clima.
El costo de oportunidad de la negativa de la Unión Europea (UE) a permitir sembrar variedades transgénicas de cultivos clave asciende actualmente a 33 millones de toneladas de CO2 al año, dicen los expertos.
Esto equivale al 7,5% de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) de todo el sector agrícola europeo, o aproximadamente lo que podrían emitir cada año entre 10 y 20 centrales eléctricas de carbón.
Dado que los agricultores de Norte y Sudamérica adoptaron cultivos transgénicos desde finales de la década de 1990 en adelante, este análisis implica que durante las décadas siguientes el carbono adicional emitido debido a la oposición de la UE a la ingeniería genética probablemente será de cientos de millones de toneladas.
Los hallazgos resultan del hecho de que las versiones transgénicas de los principales cultivos producen un mayor rendimiento, porque pueden resistir mejor el daño de los insectos y la competencia de las malezas.
Con los agricultores de Europa condenados a un rendimiento agrícola total más bajo, debido a la no adopción de cultivos transgénicos, se debe mantener en producción o arar más tierras agrícolas a nivel mundial, que de otro modo podrían estar disponibles para que los bosques secuestran carbono en los árboles y el suelo.
El nuevo análisis será una lectura incómoda para los grupos ambientalistas que durante mucho tiempo han combinado la defensa de la mitigación del clima con una firme oposición a los organismos genéticamente modificados (OGM), porque implica que su oposición a la ingeniería genética podría estar empeorando sustancialmente la emergencia climática.
El cálculo se realizó estimando en qué medida se podrían haber evitado las emisiones de GEI si el nivel de adopción por parte de la UE de variedades transgénicas de cinco cultivos principales (maíz, soja, algodón, canola y remolacha azucarera) en 2017 hubiera sido igual al de los Estados Unidos.
“Nuestros resultados sugieren que las reducciones de emisiones de GEI por los aumentos de rendimiento en cultivos transgénicos son sustanciales y deberían incluirse en análisis futuros”, escribió la autora principal Emma Kovak.
Los investigadores también señalan que sus hallazgos son particularmente relevantes en este momento, porque se está llevando a cabo una posible reevaluación del severo régimen regulatorio de la UE para los cultivos biotecnológicos.
Sin embargo, la actual tendencia política de la UE va en la dirección opuesta. Como explica Kovak, la “nueva estrategia de la granja a la mesa de Europa en el marco del Acuerdo Verde Europeo, tiene como objetivo expandir la agricultura orgánica, que tiene rendimientos más bajos y estaría asociada con aumentos significativos en las emisiones globales de GEI al provocar cambios en el uso de la tierra en otros lugares”.
Ella concluye que “en lugar de deslocalizar el daño ambiental a otras naciones, como lo hace el Pacto Verde Europeo, la UE debería aumentar la productividad agrícola con nuevas tecnologías de cultivos, contribuyendo a los beneficios ambientales globales”.
Los autores, sin embargo, advierten que sus suposiciones significan que existen incertidumbres sustanciales en el análisis. Suponen, por ejemplo, que el aumento de los rendimientos en Europa conduciría a una disminución proporcional de la producción en otros lugares.
En realidad, si bien los efectos de los aumentos en el rendimiento de los cultivos en la conservación de la tierra están bien establecidos, la magnitud puede variar ampliamente según las diferentes circunstancias.