Agricultura

Las fortalezas de una agricultura integrada

10 de junio de 2021

En zonas de mayor potencial la soja sufrió la seca; y las subas de precios se reflejan en las exportaciones de granos de invierno

La producción de soja en la zafra 2020/21 se ubicaría en torno de los 2 millones de toneladas. El ciclo del cultivo atravesó una situación climática que afectó fundamentalmente a la región que suele elevar la media productiva en Uruguay. En este marco, el asesor y productor Matías Cafaro calculó que el rinde promedio de la oleaginosa estará por debajo de 2.000 kilos por hectárea (kg/ha), más próximo a los 1.800 kg/ha.

Comentó que, exceptuando la zafra 2017/18, cuando la seca se llevó dos terceras partes de la cosecha y el rinde promedio estuvo en 1.100 kg/ha, “es muy difícil recordar zonas de Soriano y Colonia con rindes de 400, 500 o 600 kg/ha de soja”.

En esa línea, Alfonso Álvarez, de Agrofocus, dijo que el rendimiento promedio de soja se ubica por debajo de 2.000 kg/ha, “posiblemente de 1.700 a 1.800 kg/ha”, calculó.

La variabilidad y la heterogeneidad de la cosecha de soja en el ciclo 2020/21, motiva que sea difícil marcar la cifra justa sobre el rendimiento país en este ejercicio. Por eso, habrá que esperar información oficial proporcionada por la Dirección de Estadísticas Agropecuarias (DIEA), del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP). En la zafra precedente, el rinde país fue de 2.171 kg/ha, en la de 2018/19 fue de 2.928 kg/ha y en 2017/18, cuando hubo una seca importante, fue de 1.214 kg/ha.

En el ciclo 2020/21 se registró una importante suba de precios. La siembra comenzó con valores cercanos a los US$ 320 por tonelada, y en la cosecha lo precios estuvieron por encima de US$ 500, con picos cercanos a los US$ 550 por tonelada. Pero muchos productores comenzaron a vender a precios de entre US$ 340 y US$ 380 por tonelada. Esa situación, sumada a la faltante de kilos, no permitió una total capitalización del escenario de precios, e incluso hubo contratos de ventas que los productores no pudieron cumplir.

Las exportaciones de soja muestran que entre enero y abril de 2021 se exportó 45% menos que hace un año atrás, lo que se explica por el retraso en la cosecha y por la menor producción. El precio de exportación, en tanto, refleja el incremento de los valores en el mercado internacional, y el promedio se establece en US$ 457 por tonelada FOB durante ese periodo, reflejando un aumento de 33% interanual.

Al analizar el momento y marcar las fortalezas del sistema para enfrentar la situación que deja la zafra de soja, Mauricio Oyharzabal, agricultor de la zona de Dolores (Soriano) –una de las más afectadas por la sequía–, destacó a VERDE “la dinámica y el perfil del productor para innovar en tecnología, en diversificar cultivos y rotaciones, en la utilización de las herramientas disponibles, como los seguros de rendimiento y las coberturas de precio”.

Sobre los seguros de rendimiento dijo que se trata de “una herramienta fundamental y es un insumo más dentro de la planificación. Siempre hemos usado las coberturas clásicas y desde hace cuatro años incluimos el seguro de rendimiento, pero esta es la primera vez que lo activamos”.

Oyharzabal dijo que la diversificación de los cultivos es importante, porque impacta favorablemente en el aspecto financiero de la empresa. Este año, “más allá de que fue un verano particularmente seco y todos los cultivos anduvieran por debajo de lo esperado, la rotación amortigua el golpe frente a lo que podría ocurrir en un escenario de más soja y con un sistema sin sustento agronómico”, destacó.

Recordó que en el período de “precios magros de los granos, y más que nada de la soja”, se registró un “rediseño de la cartera productiva de las empresas”. Consideró que eso “es muy bueno desde todo punto de vista. Los suelos empezaron a recibir otro tipo de rotación y manejo. Apareció el maíz de segunda y el sorgo en el plan de siembra, en áreas importantes; y el año pasado arrancó el girasol, aunque en un área menor. Ese ajuste en la rotación le ha bajado el riesgo al maíz, al disminuir el área de primera”. 

Se estima que la superficie de cultivos de invierno en el ejercicio agrícola 2021/22 superará las 600.000 hectáreas (ver VERDE N° 92). Oyharzabal destacó que en invierno, “aumentó el área de colza, y el abanico se amplió. Ahora hay trigo, cebada, avena, y la colza está afianzada en la rotación de invierno. Todo esto le ha ganado espacio a los cultivos de cobertura”. 

 “En nuestra empresa estamos convencidos de que el sistema debe funcionar dentro de las tolerancias agronómicas correctas y mantener el mayor régimen productivo en los campos. Con la rotación correcta, pero siempre tratando de hacer un cultivo de invierno. Tenemos un alto porcentaje de cultivos de segunda. Esa intensidad es una fortaleza del sistema y nos permite tener una revancha rápida, diluir costos que Uruguay son altos, ya sea de cultivos, estructura, logísticos y de rentas. Nos brinda la posibilidad de mantener la máquina marchando”, concluyó Oyharzabal.

Por su parte, Franco Malán, gerente técnico de Cradeco, dijo a VERDE que el sistema agrícola “encontró un nuevo equilibrio”, en función de los valores de los granos luego de la zafra 2014/15 (en torno de U$S 350 para la soja y U$S 170 para el maíz).

En una zona donde el doble cultivo ocupa entre 70% y 80% del área total, “los márgenes agrícolas fueron bajando y los establecimientos de la zona incorporaron una rotación algo distinta a la que se hizo en los momentos de auge de la soja. También se comenzó a rotar con pasturas en los campos de menor aptitud”, señaló, aunque no descartó que “si los precios actuales se mantienen, es probable que vuelvan a la agricultura”.

Agregó que en esa zona de Colonia “la soja de primera nunca fue un cultivo muy atractivo, porque no existe la opción de dejar un campo de soja, hacer un puente verde y que pase nuevamente a soja, como pasó en otras zonas donde hubo una menor intensidad en el uso del suelo”. 

A propósito, agregó que allí la primera opción es el doble cultivo, donde en invierno se hace trigo o cebada y en los últimos años se incorporó la canola. La secuencia de doble cultivo es la que le asegura un máximo retorno al productor”.

Sobre la colza, señaló que hace unos 10 años comenzó a sembrarse “como novedad, a prueba y tímidamente”, pero en los últimos cuatro años “se transformó en una opción válida para el invierno, donde llega a ocupar entre el 20% y 25% del área invernal”. 

Dicho cultivo encuentra su sustento en la diversificación, no solo productiva, sino porque también permite ampliar la ventana de siembra. “La colza se arranca a sembrar más temprano y eso brinda la posibilidad de ir avanzado en fechas óptimas. Antes, cuando no estaba la colza, las siembras de invierno arrancaban a fines de mayo, y si llovía bien. Eso te anulaba la posibilidad de sembrar un área importante en fechas aceptables. El sistema estaba demasiado frágil en ese sentido, porque muchas veces terminábamos sembrando cebada en agosto, por atraso en el cumplimiento de los programas de siembra”, recordó.

Malán también señaló que algo similar ocurre con la cosecha de invierno. Dijo que la colza es un cultivo “muy positivo para que el productor pueda avanzar en siembra o en cosecha con su maquinaria, sin necesidad de contratar servicios. En ese esquema de trabajo es un cultivo que calza muy bien. Incluso, en muchos casos el precio de los productos pasa a tener un plano secundario”. 

“Cuando un grano anda bien, generalmente el resto de los productos acompaña. Pesa más la lógica agronómica y la capacidad operativa y humana de los establecimientos para incorporar cultivos que tengan diferentes fechas de siembra y cosecha, de una forma más prolongada en el tiempo, lo que brinda mayor seguridad de cumplir las tareas en tiempo y forma”.

Agregó que la zona es “históricamente maicera”, pero con el avance de la soja el cereal perdió protagonismo. “Luego del cambio de precios de la oleaginosa, sumado a la necesidad de rotar, el área de maíz empezó a crecer fuerte y de forma sostenida. En los últimos tres años la tasa de crecimiento anual estuvo por encima del 20%”, destacó. 

Allí “el maíz se introduce en planteos de primera, pero también en siembras de segunda. En los últimos años la ecuación ha sido positiva, en términos generales, con márgenes muy competitivos, igualando o incluso en algunas situaciones superando a la soja”.

Reflejo en las exportaciones

El proceso de diversificación en la agricultura, el movimiento de los precios y la buena zafra de invierno se ven reflejados en las exportaciones del primer cuatrimestre del corriente año. En el caso particular del trigo, el volumen exportado ascendió de 78.000 a 328.000 toneladas, y el precio FOB se incrementó 21%, pasando de US$ 208 a US$ 252 por tonelada, según datos de la Oficina de Programación y Política Agropecuaria (OPYPA) del MGAP.

Los principales destinos fueron: Argelia (38%) –reapareció como destino– y Brasil (34%), seguidos por Egipto, Mauritania y Chile, con participaciones que rondan el 7% cada uno.

OPYPA informó que en el caso de la cebada grano, se multiplicó por más de cinco, alcanzando las 153.000 toneladas, un registro histórico. El precio FOB por tonelada se incrementó de US$ 179 a US$ 276, y las exportaciones totalizaron US$ 42 millones. 

Por primera vez aparece China como destino, a donde se dirige 36% del volumen de cebada exportada, aunque a un precio unitario 42% inferior al recibido por las exportaciones con destino Brasil. 

El volumen de malta exportada mantuvo un registro similar al del cuatrimestre del año anterior, en torno de 78.000 toneladas, incrementándose 8% el valor FOB de la tonelada exportada, que pasó de US$ 523 a US$ 565. El 82% del volumen exportado tuvo como destino Brasil, 11% fue a Paraguay y el restante 7% tuvo como destino Argentina, Bolivia y Perú.

OPYPA destaca que la duplicación del área sembrada de colza durante el invierno 2020 permitió el incremento de las exportaciones valor FOB de crucíferas, de US$ 20 a US$ 60 millones. El precio medio de la tonelada creció 6%, pasando de US$ 413 a US$ 438, y el volumen exportado alcanzó a 135.000 toneladas, frente a las 47.000 exportadas en el primer cuatrimestre de 2020. El 97% del volumen exportado tuvo como destino Europa (Reino Unido y Francia) y el restante 4% se exportó a Estados Unidos. 

Además, OPYPA señaló que en 2020 las exportaciones de arroz presentaron un comportamiento diferente al de años anteriores debido al efecto de la pandemia provocada por el COVID-19. 

Hacia fines de 2020 ya se había vendido prácticamente todo el saldo exportable de la zafra 2019/20, quedando uno de los menores stocks de los últimos años para exportar en los primeros meses del año 2021. 

Otro efecto fue el incremento de los precios de exportación, después de varios años, a partir del primer semestre de 2020, cuando el precio de la mayor parte de los granos había caído. 

Si se comparan las exportaciones en valor y volumen en el período enero-abril 2021 respecto a un año atrás, se observa que a pesar del incremento de 25% del valor que pasó de US$ 409 a US$ 512 por tonelada, el volumen exportado descendió 31%. 

Esto se debió, en parte, a que el saldo exportable de la zafra 2019/20 fue de los menores de los últimos años (alrededor de 62.000 toneladas base cáscara), debiéndose esperar el ingreso de grano de la nueva cosecha para cumplir con los negocios de exportación. 

Los principales destinos de las exportaciones de arroz durante el primer cuatrimestre del año fueron Irak, Perú, Brasil y México. Se destaca que los precios promedio pagados por Perú e Irak resultan 21% y 11% superiores al promedio del año 2020, respectivamente.

Los beneficios de la rotación arroz-soja

“Hoy no nos vemos haciendo arroz sin soja”, dijo a VERDE el productor agrícola-ganadero Fernando Rizzo, que produce en el establecimiento La Catumbera, ubicado en el departamento de Treinta y Tres, sobre el río Tacuarí y la laguna Merín. 

El productor comentó que la empresa  inició con el arroz y en el año 2007 se introdujo la ganadería. En 2008 arrancó a sembrar soja por los precios, y “luego vimos que calzaba perfecto en la rotación”. Desde esa fecha se mantiene en el sistema, ocupando unas 2.000 hectáreas, donde una parte se rota con arroz, y “eso nos viabiliza el rastrojo, el manejo del campo y sembrar en fecha”. Además, “permite bajar los costos del arroz, entre US$ 200 y US$ 300, dependiendo del año”, sostuvo. 

La soja también rota con praderas y raigrás, “lo que aporta una ganadería muy interesante”, dijo el productor de la zona Este.

En La Catumbera el área de arroz oscila en las 1.000 hectáreas, mientras que las pasturas y verdeos son unas 500 hectáreas. “La ganadería en verano tiene disponible los campos bajos, costeros del río Tacuarí, que en invierno generalmente se pierden. Por eso, en invierno vuelve al raigrás y a las praderas. Hacemos cría y puntualmente alguna invernada de vaquillonas. Estamos por arriba del 85% de preñez en un rodeo de 600 vacas. Esos campos bajos nos permiten hacer una muy buena cría en verano”, afirmó.

Rizzo dijo que “la productividad del arroz ha venido mejorando, producto del ajuste en el manejo y las nuevas variedades». Ya en soja, “somos más dependientes de las lluvias. Si en 15 días no llueve tenemos una seca y también están los excesos”, explicó el agricultor.

Agregó que “la soja se hace en campos con menos de 1% de pendiente. Hay varios niveles de sistematización para sacar el agua de la chacra y con la misma sistematización del arroz teníamos previsto comenzar a regar, pero este año llovieron 500 milímetros en 20 días. El cultivo de soja con este sistema viene mejorando, pero todavía hay mucho más por mejorar”.

Rizzo concluyó que “tenemos la posibilidad de manejar todo el campo y hoy no nos vemos haciendo arroz sin soja, porque viabiliza al sistema y cuando sube el precio, aporta otro plus”.

Invertir para diversificar e intensificar

Walter Hugo Abelenda es reconocido por su actividad de rematador y consignatario de ganado, pero también es productor ganadero-agrícola, con una fuerte incorporación de tecnología.

La diversificación productiva es fundamental en un escenario de inestabilidad constante en materia de valores, sumado a lo que implica la producción a cielo abierto. “Incorporé la agricultura al establecimiento, con el objetivo de incrementar la producción de carne. En 1997, con un grupo de productores de la zona formamos el grupo CREA Ganaderos de Florida. A partir de ahí, y con la incorporación de un agrónomo muy afín a la agricultura, comenzamos un proceso de reconversión incluyendo la agricultura como un rubro con mayor presencia en la economía de la explotación”, explicó Abelenda. 

En la actualidad, en su establecimiento ubicado en Florida, cuenta con tres equipos de riego, que los utiliza fundamentalmente para la producción de maíz. “Regamos 30% del área dedicada exclusivamente a la agricultura, luego de cosechado el maíz, normalmente hacemos un puente verde con avena negra a la que últimamente le incorporamos vicia. El resto del área es 40% pradera (achicoria, lotus y festuca) y verdeos, y el resto campo natural mejorado con rincón y macu”, comentó. 

Este año, con riego, obtuvo más de 10.000 kilos por hectárea de maíz (base seco), y casi 40 toneladas por hectárea de maíz planta entera. Comentó que, al cosechar el maíz “estuvimos a punto de venderlo, porque valía mucho” y el negocio del corral no era claro, sin embargo, optó por seguir con el sistema.

Abelenda encierra ganado para terminación y envío a faena, y ganados de recría. “Compramos terneros y terneras, fundamentalmente, y les enseñamos a comer, lo que nos permite bajar la carga en invierno, para arrancar temprano la primavera, soltando los ganados del corral. También tenemos algunas ovejas para sacar corderos, pero sobre todo para el control de senecio en algunos campos”, dijo.

Destacó que este año la soja, a pesar de hacerla en secano, rindió casi 2.200 kilos de promedio. Informó que la de segunda igualó e incluso superó el rendimiento de la de segunda. “Vendimos una parte a US$ 420 por tonelada, nos pareció buen precio, y luego ya con las cartas vistas de lo que íbamos a producir acompañamos el mercado y seguimos vendiendo a US$ 500, US$ 550 y el saldo a US$ 544”, informó. 

Explicó que, cuando pudo comprar campo lo hizo, pero después optó por invertir sus ahorros porteras adentro, haciendo praderas y corrales (feedlot).

Por último, comentó que ahora se está sembrando cebada para utilizarla en los corrales, sembrada sobre rastrojo de soja de segunda, y sobre el rastrojo de soja de primera sembró pradera. El año anterior hizo trigo, con un resultado muy positivo gracias al clima. Además, señaló que la producción de carne por hectárea ganadera en los últimos 10 años estuvo promedialmente en el entorno de los 300 kilos.

Nota de Revista Verde N°93

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