INIA revela debilidades en la inoculación de soja que podrían explicar la caída en proteína

Una encuesta realizada a productores agrícolas de distintas zonas del país encendió una señal de alerta sobre la forma en que se está realizando la inoculación en soja en Uruguay. Aunque esta práctica está generalizada y extendida, su ejecución dista de ser óptima, y eso puede estar contribuyendo a un problema cada vez más evidente: los bajos niveles de proteína en el grano de soja.
El trabajo fue publicado en la Revista INIA N° 81 (junio 2025) y elaborado por un equipo técnico integrado por Sebastián Mazzilli, María José Marchesoni, Camila Callorda, Leonardo Rivas, Rafael de León, Germán Ciuffo y Juan Monza. A través de una encuesta a productores, ingenieros agrónomos y técnicos de distintas regiones, se identificaron fortalezas y debilidades en las prácticas de inoculación, algunas de las cuales podrían estar afectando negativamente la fijación biológica de nitrógeno (FBN), con impacto directo en la calidad de la semilla.
Un punto de partida: la mayoría inocula, pero hay errores frecuentes
De acuerdo con los resultados, el 100% de los encuestados realiza inoculación de soja, lo cual muestra que existe conciencia sobre su importancia. Sin embargo, cuando se indagó en detalle sobre cómo se lleva a cabo, surgieron aspectos preocupantes: más del 70% utiliza mochilas o herramientas manuales para aplicar el inoculante, sin garantizar una cobertura pareja ni condiciones adecuadas de aplicación.
Uno de los problemas centrales es la manipulación del inoculante. El 60% de los productores no controla la temperatura ni las condiciones de almacenamiento antes de usarlo. Además, el 40% realiza la inoculación con temperaturas superiores a 25 °C, lo que puede afectar la viabilidad del Bradyrhizobium, la bacteria responsable de la fijación biológica del nitrógeno.
Tiempo entre inoculación y siembra: otro factor crítico
El estudio también detectó que el 80% de los productores siembra más de 4 horas después de la inoculación, y en muchos casos, la semilla permanece inoculada por más de 8 horas antes de entrar al suelo. Esto representa un riesgo claro de pérdida de efectividad del tratamiento, especialmente cuando no se utilizan tecnologías de protección como polímeros o cura semillas compatibles.
El contacto prolongado del inoculante con la semilla, sumado al calor, la deshidratación y la posible acción de curasemillas no compatibles, puede reducir significativamente la población bacteriana activa en el momento de la siembra.
¿Y cómo impacta esto? Baja nodulación, menor fijación de nitrógeno, menos proteína
Los autores señalan que una nodulación deficiente, producto de una mala inoculación, puede limitar la capacidad de la planta de fijar nitrógeno atmosférico, lo que es fundamental para la síntesis de proteínas en el grano. Es decir, aunque no se observe una caída significativa en el rendimiento, la calidad del grano —y en particular el contenido proteico— puede verse comprometido.
Este punto es especialmente relevante si se considera que la proteína en soja uruguaya ha venido descendiendo en las últimas campañas, lo que reduce su valor industrial y comercial, tanto para el mercado interno como para la exportación.
Buenas prácticas: lo que deberíamos estar haciendo
El artículo remarca que, para lograr una buena inoculación, se deben considerar algunos principios técnicos básicos:
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Usar inoculantes de calidad comprobada, dentro de la fecha de vencimiento y conservados en condiciones adecuadas (preferentemente entre 4 y 15 °C).
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Evitar altas temperaturas al momento de la inoculación, y realizarla en lugares frescos, protegidos del sol.
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Respetar los tiempos entre inoculación y siembra, procurando que no pasen más de 2 o 3 horas.
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Evitar el uso de curasemillas no compatibles o mezclas no validadas, ya que pueden afectar la viabilidad bacteriana.
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Revisar el sistema de aplicación, buscando uniformidad y evitando zonas sin cobertura o con exceso de producto.
En busca de proteína: una responsabilidad compartida
La soja no es solo rendimiento. Cada tonelada producida tiene un valor que depende, en buena medida, de su composición. En ese sentido, lograr una buena fijación biológica de nitrógeno no es solo una cuestión técnica, sino también económica. Si se quiere mejorar la proteína del grano, hay que empezar por revisar lo que ocurre desde el primer momento: la inoculación.
El artículo completo, con detalles de la encuesta y las recomendaciones técnicas, se encuentra disponible en la Revista INIA N° 81, bajo el título “¿Estamos inoculando bien?”, y es una lectura imprescindible para productores, asesores y empresas que trabajan en el cultivo de soja en Uruguay.