“En la actualidad el productor arrocero tiene mayor capacidad de diversificar”, dijo Alfredo Lago
El dirigente analizó la actualidad y perspectivas del rubro, desde el punto de vista productivo, comercial, financiero, industrial y logístico, entre otros vinculados al sector
La crisis de los últimos años “fue la más difícil que enfrentó el sector” arrocero, aseguró el presidente de la Asociación Cultivadores de Arroz (ACA), Alfredo Lago, durante esta entrevista con VERDE. El dirigente repasó la situación que atravesó ese sector productivo durante seis años, que le generó un importante endeudamiento, que se revirtió con las últimas dos zafras, que fueron récord. En la reciente campaña se sembraron 163.800 hectáreas y se cosecharon 1,5 millones toneladas de arroz cáscara.
Al analizar el momento que atraviesa el sector desde el punto de vista financiero, destacó que en dos años se saldará la deuda del Fondo Arrocero, pero planteó que posiblemente esta sea la última vez que se utilice esa herramienta, porque genera “muchísimas inequidades y castiga el esfuerzo”. [um_loggedin]
Sobre la actualidad del negocio arrocero, dijo que “si bien tenemos márgenes positivos, son bastante ajustados”, que la productividad de los últimos años “fue excelente” y que incluso los “sorprendió”. Sin embargo, los márgenes del rubro dista del que ofrecen otros, como la soja, que atrae a muchos arroceros.
Destacó que en la actualidad el productor arrocero “es mucho más eficiente que hace cinco años”, pero llamó a tener cautela, por la inestabilidad que vive el mundo. En ese sentido, destacó que “hoy el productor arrocero tiene más capacidad de diversificar”.
¿Cómo quedó el sector arrocero después de la larga crisis de los últimos años?
Tuvimos que sortear una serie de años muy perjudiciales para la ecuación económica del productor, que trajo como primera consecuencia la reducción de la superficie de siembra y, por tanto, los volúmenes totales producidos fueron muy menores a la capacidad instalada que tiene el país. Hubo consecuencias negativas en la interna del sector, productores que se quedaron en el camino, que fueron ajustándose en una especie de retracción en su tamaño empresarial. Y después las consecuencias en las empresas molineras. Muchas tuvieron que cerrar algunas unidades, tuvieron que reestructurarse y eso también trajo efectos en todas las economías regionales de los lugares donde estamos presentes. Hubo menos servicios contratados, menos mano de obra. Fue la crisis más difícil que enfrentó el sector, porque fue la que más se alargó en el tiempo. Fueron entre cinco y seis años, dependiendo de la situación de cada productor, con una ecuación económica negativa o de resultado cero. Eso también generó un alto endeudamiento a los que se mantuvieron en la actividad, asumiendo esas pérdidas, y algunos endeudamientos directos con las industrias, que son la fuente del 60% del financiamiento de los productores. Los bancos también cooperan, el Banco República (BROU) básicamente, pero también los bancos privados. En ese proceso hubo que armar el cuarto Fondo Arrocero, que todavía seguimos pagando.
¿En la zafra 2019/20 se empieza a revertir el panorama?
Sí. En esa zafra el área de arroz fue la más baja de los últimos 20 años, se sembraron 135.000 hectáreas. El arroz fue de los primeros commodities agrícolas en reaccionar a la emergencia sanitaria en el mundo. El precio provisorio estaba en torno a los US$ 10 por bolsa, luego, con el avance de la pandemia y el impacto que generó en los precios del arroz, los valores se fueron consolidando en el segundo semestre. En la conformación del precio definitivo se dio el mayor incremento en comparación al provisorio, subió más de US$ 1 por bolsa, algo que nunca había pasado. El sector entiende esto, el productor mejora su ingreso y también mejora la estructuración de costos. Además fue cuando más subió el dólar. Entonces, de cara a la siguiente campaña, la siembra se daría en una situación muchísimo más favorable, y así fue que en la zafra 2021 hubo un incremento de unas 10.000 hectáreas. Esto sirvió para revertir la tendencia y empezamos a recuperar parte de nuestro tamaño. Incluso no se hizo más área por la disponibilidad de agua de las represas. En el primer semestre de 2021 se consolidó la fortaleza de los precios del arroz y empezamos a ver que los otros rubros marcaban más diferencias. Se despegaron los precios de la soja, del trigo, de la carne. En el segundo semestre de 2021 el arroz empezó a sufrir el costo logístico. Más del 60% del producto se exportaba en contenedores, pero los contenedores empezaron a faltar. Todo eso erosionó parte de las pretensiones de precio que teníamos para la zafra 2020/21.
¿Se pudo solucionar parte del endeudamiento?
Sí. En parte había quedado en el Fondo Arrocero. Después teníamos acreedores en la industria, en los bancos, y eso se fue solucionando. Recordemos que una de las medidas que tuvo más impacto cuando tomó posesión el nuevo directorio BROU fue reestructurar el endeudamiento. Se hizo una refinanciación, con tasas de interés muy adecuadas, porque este fue un período de bajas tasas de interés en el mundo y pudimos captar eso. Así extendimos los plazos de la deuda con el BROU. Todo eso le dio solución a esas deudas bancarias y con los molinos. También hubo algún banco privado que generó mecanismos para el productor. Esto es muy básico: cuando el acreedor ve que su deudor tiene posibilidades de pago, le genera las condiciones para que pueda pagar.
¿El endeudamiento ya no es un problema?
No. El Fondo Arrocero fue por US$ 50 millones. Tenemos la capacidad de amortizar US$ 10 o US$ 12 millones por año, porque es lo que se genera en las exportaciones. Por tanto, entendemos que en dos años y poco estaríamos terminando de pagarlo; y sería el último. Esta directiva de ACA está convencida de que es una herramienta que brindó oportunidades en un momento, pero ya no. Creemos que condiciona mucho, porque es una estructura fija y no importa qué ha pagado cada productor, porque es solidaria y genera muchísimas inequidades.
¿El sector ha invertido en tecnología?
Sí. En 2021 se generó una fuerte actualización de esa tecnología. Cuando hablamos de tecnología en el arroz no es solo la maquinaria. Tenemos una sistematización que está relacionada con esa forma de cultivar, bajo riego, en rotación. En los años anteriores se estaba tratando de generar solo un mantenimiento básico, y el año pasado se vio reinversión en los sistemas de riego, acondicionamiento de infraestructura, con la caminería, canales, drenaje. Esa fuerte inversión también fue parte del sostén de este año, de un verano muy seco. Si bien hubo problemas, no fueron de la magnitud que podrían haber sido si no se hubieran adecuado los sistemas de riego. Pero también vimos una inversión importante en la renovación del parque de maquinaria y una mayor incorporación de otras tecnologías. Pero la opinión de la directiva de ACA es que hay que tener mucha cautela, porque no tenemos un rubro con niveles de precios tan altos como otros; si bien tenemos márgenes positivos, son bastante ajustados.
¿En qué niveles se ubicó el margen promedio en las últimas tres zafras?
En la zafra 2019/20 se llegó a US$ 320 por hectárea; en la zafra 2020/21 fue US$ 487; y en la 2021/22 estaría en US$ 234. Hubo una caída de casi 50% en el margen. En esta última zafra no se llegó a un acuerdo por el precio provisorio y se tuvo que aplicar la cláusula que marca el contrato. Eso ha generado molestia en los productores. Si bien no se pudieron mantener los precios del primer semestre de 2021, se esperaba una señal por parte de la industria, porque este año el Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA) informó que el consumo estará superando a la producción. La industria tomó demasiadas coberturas y entendemos que no estuvo a la altura de lo que ha sido la historia del precio convenio. Esto provocará una caída en el área de siembra.
¿Y cuánto se perdió en la crisis de esos cinco o seis años?
En esos seis años veníamos con un promedio negativo de US$ 200 por hectárea. Por lo tanto, se generó un endeudamiento de US$ 1.200 o US$ 1.300 por hectárea. En ese momento teníamos el 70% del valor de una zafra. Cuando iniciamos nuestra siembra, en la primavera de 2019, debíamos prácticamente toda esa zafra, considerando el endeudamiento acumulado.
¿Cómo está el productor hoy?
Tuvimos dos años de excelencia en productividad, cuando marcamos guarismos que si bien eran alcanzables, nos han sorprendido. Fueron 9.400 kilos el año pasado y algo más de 9.200 kilos este año. Hoy el productor arrocero, porteras adentro, tiene mejores eficiencias de las que tenía hace cinco años. Pero esto tiene que trasladarse a márgenes, a la ecuación económica, porque el productor necesita generar rentabilidad. No es un proceso de un solo año. El productor arrocero, quizás más que otros, siempre tiene como búsqueda de justificar su actividad mirar a un plazo más largo. Pero al mirar el escenario hacia adelante se generan muchas dudas, por eso es que la cautela debe estar más que nunca a la orden del día. Entendemos que el productor va a pensar con más profundidad qué tipo de actividad realizar. Seguramente su base siga siendo la producción arrocera; pero el productor ha podido incursionar en otras actividades; aunque todavía queda el arrocero neto, arrendatario.
¿Es la mayoría?
Sí, sigue siendo la mayoría. Pero también estamos tratando de trabajar con distintos proyectos, con distintas formas de llegar al productor, para darle herramientas y que tenga otras opciones. Tenemos la interacción histórica con la ganadería, pero reconocemos que es muy difícil que ese productor arrendatario pueda ser parte del negocio ganadero, menos aún en este momento, cuando el ganado vale. Pero vemos que otros granos pueden incorporarse al sistema. La posibilidad que ofrece la soja de poder posicionar el negocio a futuro, saber a cuánto puedo vender la cosecha, es interesante; eso no existe en el arroz. Entendemos que hoy el productor tiene un poco más de capacidad para diversificar. Hay varios que están incursionando en el sorgo, por ejemplo, que se adapta muy bien a los suelos bajos. Creemos que el sorgo puede tener una gran oportunidad en China. Por más que somos ACA, una gremial arrocera, deseamos que la defensa del productor también venga a través de otras opciones. Y creo que el productor hoy está más preparado que hace algunos años atrás. En muchos casos ya tiene la capacidad, porque ha ido probando, o sino está la posibilidad de analizar, de consultar, de asesorarse con técnicos que están trabajando y que conocen la forma de plantar soja en los campos arroceros. Además, con un porcentaje muy bajo de su parque de maquinaria, puede hacer un área de otro cultivo de verano, porque tenemos una capacidad instalada muy alta en maquinaria. El arroz debe estar en cuatro o cinco veces más HP por hectárea de lo que tiene un cultivo de verano de secano. Allí también se generan ciertas posibilidades con el dueño del campo, porque en esa búsqueda de mantener integrada a la ganadería con la fase agrícola, ir incorporando cultivos de secano también ayuda a la producción de pasturas. Hoy es la soja la que corre con ventaja, porque tiene un mercado de futuro, tiene la posibilidad de colocación y hay puja de los acopiadores para adquirirla.
¿Hay coincidencia de toda la cadena arrocera en esa visión de incorporar más rubros?
Sí. Los productores lo tenemos muy claro, como objetivo de generar mejores posibilidades. Si bien en la crisis anterior bajó mucho la superficie, tras seis años de pérdidas, igual seguimos plantando arroz. Primó siempre el razonamiento de que no tengo otra posibilidad, no tengo otra cosa por hacer. Hoy queremos transmitir que el productor no está más atado a eso, no es que no tenga otra opción además del arroz. Creemos que tiene otras opciones, que lo posicionan mejor en cuanto a las capacidades decisivas. La industria también entiende estas cosas, porque esto le da la posibilidad de mantener la mayor cantidad de área y de volumen de arroz.
¿Cuál es la mayor fortaleza del sector arrocero?
Creo que la mayor fortaleza es, sin duda, la resiliencia del productor arrocero, que siempre está buscando alternativas y generando acciones para poder enfrentar las situaciones complejas. Tiene mucho conocimiento de su actividad, lo que provoca excelentes niveles de productividad, con bajo impacto ambiental, buscando un uso racional de los recursos. Si bien hoy existe malestar por no haber logrado un acuerdo por el precio provisorio de la zafra 2021/22, en niveles satisfactorios para el productor, la integración entre productores y la industria a través del sistema de precio convenio ha permitido que en momentos de crisis se mantenga la actividad y un volumen, pequeño pero volumen al fin. Esa integración brindó la posibilidad de responder cuando las señales del mercado son buenas. La institucionalidad del sector es otro elemento destacado.
¿Y en el promedio cómo quedan frente a los productores independientes, que están fuera del precio convenio?
En el promedio de una serie larga de años estamos muy parecidos. Uno ve que el sistema independiente ha sido muy variable, hay productores que logran desarrollarse en un momento, pero después vienen dificultades, porque los mercados son bastante inestables, muy rotativos. A veces tenemos Medio Oriente, a veces tenemos México, otras veces Europa, y si un productor independiente, con menor volumen, desarrolla un mercado y ese mercado por distintas razones deja de estar, queda mucho más expuesto. Desde el punto de vista de ACA, y en lo personal, deseamos que cuantas más opciones se generen mejor, porque eso también fortalece al sistema convenio, y le da más opciones al que quiera salir para tener otra vía de comercialización que le sea más rentable. Porque, en definitiva, si a ese porcentaje que está por fuera le va bien, empuja y también exige al sistema convenio. La fortaleza del sistema convenio es su estabilidad, pero también genera ineficiencias en el proceso de la industria, porque es un esquema que el productor le reconoce los costos e inclusive le cede una utilidad que está pactada por contrato. La industria está cubierta, entonces el desafío siempre es mejorar la eficiencia del proceso industrial.
¿Hoy es eficiente el proceso industrial para los productores?
Parece una respuesta hecha: siempre hay cosas para mejorar. Pero si uno analiza el proceso industrial en Uruguay frente a otros países del mundo, o incluso lo compara con el costo que tiene un productor sojero para el traslado de su cultivo hasta el acopio y luego al puerto, vemos que no está tan mal. Más si consideramos que se trata de un proceso industrial, que le agrega valor a nuestro producto. También es cierto que viene creciendo la exportación arroz cáscara, que cada vez se hace más fuerte. Eso marca que existen procesos industriales más eficientes y baratos para el arroz. México y países de Centroamérica, incluso aparecen jugadores que no estaban en el radar, vienen a comprar arroz con cáscara. Todo esto cuestiona a la industria tradicional y a la estrategia de agregar valor en Uruguay. Las industrias vinculadas al precio convenio también exportan arroz cáscara, pero las empresas que exportan por fuera del sistema tienen estructuras más livianas y, por ende, ofrecen un mejor precio.
¿Qué debería mejorar la industria?
Las cosas que están relacionadas con la eficiencia; también tiene un gran impacto la logística. Ahí hay cosas para hacer, algunas propias de la industria. A veces cuesta adaptarse al cambio de contenedores por bodega de buque, esas cosas generan ciertas complicaciones. Pero también es cierto que gran parte de ese tema logístico es un problema estructural del Uruguay, que exceden las definiciones de la propia industria. Gran parte de la producción arrocera del país está más cerca del puerto de Río Grande (Brasil) y no tenemos salida de arroz por allí.
¿Se puede generar un cambio importante con la hidrovía de la laguna Merín?
Sí, pero se debe estructurar todo. No es solo generar el drenaje para la instalación de la hidrovía, sino que el puerto de Río Grande también tiene que estar preparado para recibir a esas barcazas. En definitiva, esto es por costos, tiene que ser más atractivo que venir con un camión al puerto de Montevideo.
¿Los bitrenes y tritrenes que empieza a usar el sector forestal también serían importantes para el arroz?
La sensación es que estamos relegados en esas decisiones. Las hemos planteado hace poco al ministro (José Luis) Falero. También le planteamos cuáles son las rutas que entendemos necesarias. Estas son básicamente las que todavía tienen un flujo de contenedores a destinos importantes, como el parbolizado de Arrosur, de Treinta y Tres, que sale hacia Europa. Esta carga viene en un contenedor con 25 toneladas de arroz, en camión. Solicitamos que vengan bitrenes con dos contenedores de 25 toneladas. Eso cambia radicalmente el costo logístico. Esto fue algo que ya se lo planteamos al gobierno anterior. Más allá de los beneficios fiscales que tiene la planta que se está instalando (UPM 2), que no entro a discutir, hay un montón de otras resoluciones que se le van dando a la cadena forestal, que no se le da a las otras cadenas; ahí perdemos competitividad.
¿Cree que se está generando más competitividad para el sector forestal?
Sin dudas. La oportunidad de plantear todas las cosas las tuvieron los forestales, porque vienen armando unidades industriales grandes, y eso les generó la posibilidad de negociar con el gobierno de turno, condiciones que no tuvimos cuando una industria arrocera se instaló en 1930 o 1940. El sector arrocero nunca llegó diciendo que va a hacer una mega planta de molinado de arroz, pidiendo beneficios y una zona franca. Seguramente que si hubiera pasado eso, cualquier sector hubiera logrado estos beneficios. Pero planteamos corregir esas inequidades que se generaron. Seguramente es imposible hacerle una zona franca para cada uno de los 30 molinos arroceros que hay en Uruguay, pero entendemos que sería bueno generar posibilidades en esas otras cosas que no le cuestan nada al país. Más allá de que haya que analizar las rutas y los puentes, creemos que no habría muchos problemas en ese sentido. El bitren o el tritren no tiene más carga por eje, al contrario, el impacto en el puente es menor. Históricamente el arroz salió por tren, tanto es así que todas las plantas arroceras están al lado de la vía. Hoy no se mueve ni 1 kilo de arroz por la vía. El arroz fue el principal cliente de AFE y hoy vemos, con una desazón tremenda, que hasta un paso nivel de la vía está alambrado, porque la gente tiene hasta animales en las vías, que están totalmente abandonadas. Uno pide que también se habilite eso, porque tiene un impacto en la logística, y no vemos definiciones en ese sentido. Falta el famoso tramo entre Salto y Tacuarembó. Podríamos llevar arroz de Tomás Gomensoro a Salto, y de ahí bajarlo por tren. Hay un montón de cosas que están a medio hacer y no se toman decisiones. Ese es el debe que tiene el Uruguay. Sigue faltando conectividad transversal en el país. Lo mismo si uno mira la caminería rural. Estamos con la misma caminería de hace 100 años. ¿Cuándo vamos a pensar como país en generar otro nivel de rutas o de caminos en esos lugares más profundos? Obviamente que el país tiene una capacidad limitada, no hay duda, y no queremos que el déficit fiscal sea cada vez mayor, pero no se puede salir a decir que no se precisa.
¿Cómo está viendo al gobierno?
Al gobierno lo veo con una capacidad de escuchar mucho mayor a lo que hemos tenido en gobiernos anteriores. Está actuando sobre decisiones sectoriales puntuales, con capacidad de atender. Hemos tenido buenas instancias con Ancap, con UTE y con el BROU. En acciones puntuales, particulares, lo veo muy bien. Pero falta una visión macro de país. Creemos que la liberación de la importación de combustibles tiene que mantenerse como uno de los objetivos, y cambiar toda la estructura de la cadena de combustibles. Tenemos la distribución primaria y terciaria que sigue siendo igual. Se ha hablado muchísimo, el tiempo pasa y en poco viene la época electoral y no se va a poder hacer. Entendemos que se tendrían que generar reformas estructurales. El tema de la tasa de cambio, el dólar nos está pegando y vemos al gobierno o al Banco Central muy pasivos. Hay medidas que tienen como objetivo parar la inflación, pero que han afectado al dólar y no se toma ninguna medida para generar competitividad. Es cierto que la mayoría de los rubros de exportación está con valores fuertes. En ese sentido estamos con la misma política económica macro de toda la vida. Creo que las cosas grandes, que entendemos que debían de profundizarse o acelerarse, están totalmente iguales.
¿O sea que imagina un gobierno que culminará sin grandes cambios?
Este es un año bisagra para poder hacer eso. Estoy convencido de la necesidad de esos cambios, no sé si quienes conforman la coalición, y que en definitiva generan los votos para poder lograr eso, están con esa misma visión. El tema de la seguridad social es un cambio. Todo el mundo sabe que si no hay una reforma de la seguridad social vamos a tener problemas en el futuro. Otro aspecto a destacar, que la ACA acompaña, es es el proceso que apunta a generar nuevos acuerdos comerciales. Pero cuesta generar acciones, porque hay una cuantificación político-electoral que termina primando. Se da la discusión, básicamente en Un solo Uruguay, que para poder generar cambios hay que ser parte del sistema político; yo estoy convencido de que no es así. Pero no es fácil incidir o cambiar el rumbo de la política. Me parece que no se están generando cosas que impacten en el mediano y largo plazo. No desconocemos cómo estaban las cuentas fiscales y como veníamos con el PBI el 1° de marzo de 2020; ni podemos dejar de computar todo el tema sanitario que vivió el mundo en este periodo. Esto le sacó dos años de acción al gobierno, que priorizó la salud y creemos que lo hizo muy bien. Pero pensamos que se nos gastó un poco la nafta con todo eso.
¿Cuánto va a invertir el sector en la próxima siembra?
Estimamos un costo directo de chacra de US$ 2.200. Si asumimos un área similar a la del año pasado, serían unos US$ 360 millones de inversión directa. Pero veremos cuánto se termina sembrando, porque habrá un ajuste a la baja en la superficie de siembra. Y después hay una inversión, que no es anual, en infraestructura en maquinaria, en instalaciones de riego, que seguramente esté en US$ 500 millones.
Tarjeta personal
Alfredo Lago tiene 56 años, es productor agropecuario desde 1987 y se considera “arrocero por excelencia”. Inició en la actividad gremial en la Asociación de Cultivadores de Arroz (ACA) en 1994. Estuvo durante tres períodos en la comisión directiva, 1994 a 2006, 2012 a 2014 y desde 2016, asumiendo la presidencia en 2017. En 2021 fue presidente del Fondo Latinoamericano de Arroz de Riego, y actualmente es el vicepresidente. [/um_loggedin]
Nota de Revista Verde N°102 – Sección Al Grano