Inase pone sus focos en el usuario y en los generadores de genética
El director ejecutivo del instituto, Daniel Bayce, dijo que mejoró la información y destacó que el productor está tomando conciencia de la importancia del mercado legal.
El crecimiento del área agrícola y de pasturas trajo aparejado grandes desafíos para el Instituto Nacional de Semillas (Inase). La semilla es un actor relevante en el desarrollo del sector e Inase buscó acompañar el crecimiento con cambios para dar respuesta a las necesidades del productor, mejorando los procesos y ampliando especies en la certificación de semillas. Daniel Bayce, director ejecutivo de Inase, sostuvo en entrevista con VERDE que el instituto mantiene el objetivo de bajar la ilegalidad en el mercado semillerista.
¿Cómo trabaja Inase para atender las demandas del crecimiento agrícola y de pasturas?
Inase cumplió 25 años y el desafío siempre ha sido poner el foco en dos grandes áreas. Por un lado está el usuario, es decir el productor que debe tener un insumo de calidad, con certeza de lo que está comprando y va a usar. Para eso necesita información, calidad y respaldo. Por otro lado, está el sector generador de genética, que brinda al mercado distintos productos. En estos 25 años ha crecido la diversidad de los cultivos y variedades. Ya no hablamos solo de maíz, sorgo o raigrás, sino de materiales específicos para nichos específicos.
¿Qué impacto tiene la información que genera Inase?
En este punto hubo una revisión en estos años. Si bien desde hace 15 años hubo una presión sobre la mejora de la información y su disponibilidad, entendemos que todavía hay un debe en algunas especies, fundamentalmente en las forrajeras. De todas formas, ya estamos trabajando con nuevos sistemas en unos cuantos cultivos, cuya información está en nuevas bases de datos, con formatos más accesibles y fáciles de manejar, consultar y comparar. También hay una modernización conceptual en los requisitos de evaluación. Se tomó la determinación que para todas las especies se requiera un único año de evaluación previa. Es decir, con un año de evaluación los cultivares pueden estar disponibles en el mercado, y es el productor quien decide comprarlos con un año de evaluación o espera que haya dos o tres.
¿Vuelve a ser relevante el concepto de concomitancia?
Sí. En el caso de los cultivos de verano recordemos que se evaluaba el año previo, y el segundo año de evaluación obligatoria era concomitante con la venta. Ahora eso es para todas las especies. Se mantienen tres años de ensayos en trigo, cebada y colza, pero con este cambio, una vez cumplido el primero, ya pueden estar disponibles en el mercado. En soja, maíz y las especies forrajeras son dos años de evaluación, también con un año para poder comercializarse, mientras que en las especies perennes son tres años totales de evaluación.
¿Esto puede facilitar un acceso rápido a la genética y la biotecnología?
Los usuarios de semillas fueron quienes pidieron tener acceso más rápido a la genética, porque la veían en el exterior o en ensayos, pero no la tenían disponible. En algunos casos el recambio varietal es muy rápido, por lo que se perdía la mitad de la vida útil de un material por un requisito que, como dicen ellos, en definitiva la responsabilidad por comprar un material nuevo es del productor.
¿Cuáles son los objetivos de Inase?
Nuestro foco es el usuario. Me refiero al productor que utiliza semillas, a quien debemos facilitarle y garantizarle el producto. Para eso son los controles que hacemos sobre el comercio, la legalidad y la formalidad del mercado. En los últimos 10 años hemos hecho un trabajo muy importante, queremos garantizarle al productor que puede comprar con confianza ciega. Insistimos en que no compren bolsa blanca, porque no vale la pena comprar semilla de una calidad dudosa. Cuando el productor compra semilla controlada está adquiriendo un producto de calidad. Por otro lado, tenemos que garantizarle a la empresa que no tendrá competencia desleal. En estos dos focos hemos avanzado muchísimo y estamos muy bien a nivel internacional, pero no nos podemos descansar, porque esto es algo de todos los días. Estamos tratando de ampliar la información de la Evaluación de Cultivares, incorporando variedades como, por ejemplo, el maíz con tecnología de riego o mejoras en el sorgo. A su vez, implementamos este cambio para que un solo año de evaluación permita hacer el registro. También incorporamos la posibilidad de agregar ensayos hechos por privados. Cualquiera sea el generador, registrando su ensayo en Inase y pasando los controles de calidad, pueda aportar esa información para difundirla junto a la Evaluación de Cultivares. O sea, queremos que cualquier empresa que tenga un ensayo de maíz, raigrás o de lo que sea, evaluando la característica que considere importante, cumpliendo con ciertos requisitos, pueda acreditar ese ensayo y aportar esa información.
¿Inase validará ese proceso?
Exacto. Hubo una presión muy fuerte de los usuarios de semillas porque se estaba, por ejemplo, generando información de forrajeras en lugares donde el uso de esas especies no era lo más difundido. Necesitamos información de forrajeras en Durazno, Lavalleja, Florida o en Cerro Largo. Y en esas zonas hay pocos ensayos. Esto promueve la generación de información en esos lugares que no están en el radar oficial.
¿Cómo está el proceso de certificación de semillas?
Para Inase es un proceso fundamental. El objetivo principal es la pureza genética, lo cual para nichos específicos pasa a ser muy relevante. En cultivos agrícolas es más fácil de ver, pero en forrajeros se diluye un poco. El tema es que la difusión de la calidad de la semilla certificada no se refleje en un incremento del precio. No necesariamente tiene que ser más cara; ese es un trabajo permanente. Por otro lado, en unos meses vamos a lanzar un sistema en línea para el registro de los semilleros en tiempo real. Esto facilitará la auditoría, porque los registros de chacra, las coordenadas de GPS, y toda la información, tendrá que estar cargada en tiempo real, lo que facilita los controles y nos dará muchas más garantías, además de facilitarle mucho al usuario. Por definición tenemos que certificar cualquier especie que nos solicite. El sistema arrocero tiene una enorme área de certificación. En gramíneas forrajeras la certificación es obligatoria, pero sucedía por ejemplo que en raigrás 284, si nos poníamos estrictos con la semilla comercial, el 50% de los lotes que se estaban vendiendo no respondían a la definición correspondiente.
¿Cuáles son las especies forrajeras que están bajo certificación obligatoria y qué se viene?
Las obligatorias son raigrás, festuca, dactylis, bromus, moha y avena. La idea no es establecer obligatoriedades si no hay necesidad por algún tema formal. La tendencia es que haya certificación porque la reclama el productor que va a comprar semillas. Queremos ir a ese nivel, no establecer la obligatoriedad por establecerla. Cuando hay problema de calidad, como pasaba con estas gramíneas forrajeras, se hizo. Establecer obligatoriedad porque sí puede complicar el mercado de producción o de destino. Por ejemplo: una soja certificada que no llega a estándar se vende a la industria, pero un raigrás que no da estándar no tiene destino.
¿Cómo está la legalidad en el mercado?
Nunca podemos estar cómodos. El objetivo siempre es ilegalidad cero, lo cual no deja de ser un poco utópico, porque siempre vamos a convivir con esto. Estamos conformes con el funcionamiento en el sistema agrícola. Hay una altísima formalidad, tenemos algunos problemas en soja, pero si nos comparamos a nivel internacional estamos bien. De todas formas, no nos podemos comparar hacia abajo, hay un permanente estudio con relación a este tema y cambios en la estrategia en los sistemas de control.
¿Hubo un cambio en la tendencia de legalidad en soja?
Hubo muchas idas y vueltas. Incluso nunca supimos claramente si la ilegalidad era de 5%, 15% o 20%, pero tampoco tenemos mucha certeza del área completa de siembra, la de resiembra, ni cuánta semilla propia se utiliza. La ilegalidad en soja se estima entre 8% y 12%. Hay semillas a las que no le encontramos explicación, pero también pueden ser de productores que la tenían guardadas y las utilizaron. En forrajeras el gran problema es con la avena, ya que es un cultivo complicado, multipropósito y que se utiliza para puentes verdes. En el resto ha venido mejorando mucho. Para raigrás, que también es complicado, los mercados de exportación han facilitado mucho la salida de semilla, lo que obligó a que todo el sistema trabaje mejor. De todas formas, tenemos problemas que tienen que ver con una cultura que lleva años, pero creemos que se va tendiendo a la formalización. No estamos cómodos, pero hay una tendencia a formalizar el mercado. El productor también está tomando conciencia sobre la importancia de tener un mercado legal. Esto viene de la mano de la impronta más empresarial que tiene el productor.
¿Cómo está funcionando la exportación de semillas?
Uruguay es competitivo en la exportación de semillas forrajeras; hace dos años llegó a exportar el 50% del raigrás que producía. Es un rubro importante. Se han abierto algunos mercados como el chino, que es infinito. Uruguay está consolidado como un país exportador de especies forrajeras. Ya lleva unos cuantos años con una corriente exportadora interesante y las empresas han logrado una buena dinámica. El tema está en los vaivenes de precios. En años como este, cuando el mercado interno está demandado, se altera la dinámica de exportación. El rol de Inase es hacer funcionar el sistema. El instituto tiene todas las acreditaciones y las posibilidades de certificar bajo cualquier sistema que demande el comercio exterior. Tener pasaporte para lo que el mercado solicite es un plus.
¿Cómo está la producción de semillas a contraestación?
Uruguay lleva 12 años de experiencia. En soja se arrancó con cultivos transgénicos regulados, que no estaban liberados en el país. Se producía en condiciones de bioseguridad, para exportar al hemisferio norte, fundamentalmente a Estados Unidos. Fue una excelente experiencia, que resaltó la seriedad en el cumplimiento de todas las normas, algo fundamental tanto para el cliente como para Uruguay, por un tema de bioseguridad. En 12 años no hubo ningún inconveniente, pero el problema es la competitividad. En Uruguays hay un tema de costos, porque se cumplen las normas. Por eso es complejo competir con países donde hay muchas irregularidades.
Nota de Revista Verde N°106. Edición Aniversario