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Agricultura

La experiencia productiva de Bumper Crop en los Estados Unidos

6 de octubre de 2022

En Bement (Illinois) una hectárea vale alrededor de US$ 50.000 y los rindes promedios son de 16.500 kilos de maíz por hectárea y 6.000 kilos en soja, con gran estabilidad

José Álvarez, conocido en redes sociales como Bumper Crop, es argentino y llegó a Estados Unidos en 2014. Tuvo una primera aproximación y alguna intención de invertir en ese país ya en 2002, después de la crisis en Argentina, pero en ese momento los precios de la tierra respecto a su país de origen, considerando calidades similares, hizo frenar la decisión. 

Después de unos años, al mantenerse las condiciones de producción adversas en Argentina, tomó la decisión de realizar su primera inversión productiva en la zona centro-oeste de Illinois en 2014. En ese momento, el precio de los campos era entre un 30% y 40% inferior al promedio actual. En la actualidad opera unas 270 hectáreas. 

En su diálogo con VERDE, en el marco de la visita del Farm Tour de la Asociación Agropecuaria de Dolores, comentó que esa es una de las zonas más productivas de Estados Unidos, y una de las que tiene un período más amplio de crecimiento de los cultivos, porque allí no hay temperaturas extremas. 

Esa es una zona netamente agrícola, con suelos muy profundos que son de los mejores del planeta con 60 o 70 ppm de fósforo (P) y 200 ppm de potasio (K), casi no se ve ganadería. El 50% del área se dedica a la producción de maíz y el 50% soja, donde un porcentaje menor corresponde a soja no transgénica que tiene un premio de US$ 75 por tonelada; todo se hace en labranza vertical y muy poco en siembra directa. 

Drenaje

Los suelos pueden acumular unos 300 mm y por la nieve arrancan con el “tanque lleno”. Pero la zona es muy plana y requiere de ingeniería para resolver el impacto de los 600 mm que llueven en el periodo de cultivo. El sistema de drenaje consiste en una red de canales, diseñados a nivel estadual, controlados a nivel municipal y ejecutados en parte por el sector privado y en parte por el Estado, que llegan a un lago donde se vierten los excesos, que terminan en algún afluente y luego en el río Mississippi. Dicho sistema de drenaje tiene unos 100 años. 

Informó que “se trata de una red de caños cribados, paralelos, que siguen la pendiente. De acuerdo a la necesidad, se pueden colocar a 40, 20 0 10 metros de distancia entre sí, con más pendiente, más separación. Generalmente la pendiente es menor a 1%. Son suelos 100% agrícolas, ninguno sufrió una cantidad de años de exceso de humedad como para cambiar sus propiedades físico-químicas o tener acumulación de sodio o sales. Es por eso que es tan útil tenerlo drenado. El deterioro, el consumo de materia orgánica, es mucho más lento. Al recorrer los campos se ven muy pocos lotes con errores”, describió el productor. 

Detalló que “esos caños con agujeros, ante una presión de agua que se traduce por exceso en el perfil, tiende a entrar, venciendo las resistencia que tienen esas cribas, porque tienen siete capas de membranas. Cuando esa presión es suficientemente fuerte entra al caño, por gravedad sin bombeo, y esos caños primarios van hacia otros de mayor tamaño, que después se unen a uno más grande, que termina vertiendo todo ese exceso de humedad a un canal que termina en un lago”. 

Explicó que el Estado diseñó y construyó los canales primarios y el lago, teniendo en cuenta la opinión de los productores, pero las obras porteras adentro fueron hechas por los productores. “Acá siempre se dice que esta es la inversión que más dinero recupera, hoy para la misma se utiliza toda la tecnología disponible”, comentó. 

Esta inversión en drenaje es de unos US$ 2.500 por hectárea, que coincidentemente es muy similar a la del riego, y “dura muchísimos años”, confirmó Álvarez. 

Además, dijo que es difícil que ocurra alguna rotura por labranza profunda, ya que los caños están dispuestos a 90 centímetros de profundidad, y “no hay herramienta que llegue”. Tampoco suele haber árboles en esos campos, por lo que es difícil que ocurran roturas por raíces. 

Pero cuando hay alguna rotura, que generalmente ocurre por cuestiones de vida útil de los materiales, “se cambia alguna sección y listo. De hecho está el plano que indica por dónde están los caños”.

El productor sostuvo que “se están comenzando a implementar medidas para filtrar residuos de nutrientes, así no terminan en los ríos”.

Consultado sobre el precio de una hectárea de los mejores campos de la zona, Álvarez señaló que ronda los US$ 50.000 y el alquiler entre US$ 1.000 y US$ 1.250 por hectárea al año.

Manejo

Sobre el manejo de los cultivos de soja y maíz, explicó que todo arranca con una labor primaria, vertical, profunda, con subsolador a 40 o 60 cm. Hay una aplicación de nitrógeno de base con estabilizador. Además del encalado en los años y con la frecuencia que requiere el suelo, cuando se llega a un pH de 6,3 se lleva 6,7, en el otoño previo a la próxima siembra.  

Dijo que después, a la salida del invierno también hay una labor vertical, de terminación, con un cultivador. Luego está la aplicación de P y K en cobertura total, que puede estar incorporada o no. Más adelante viene la siembra, la aplicación de N en maíz, que también se divide. Puede ser líquida, antes de la siembra, o posterior a la siembra y en preemergencia. El control de malezas se hace con preemergentes y cuando hay necesidad se utilizan posemergentes. En soja se siembran materiales grupo 3.5, en algunos casos con tecnología Enlist y a 76 centímetros. Dependiendo de la necesidad, después se puede hacer control de insectos o de hongos, que en esta zona no son tan frecuentes como en Argentina o Uruguay, así que en eso es más simple.

Señaló que el objetivo de densidad son 90.000 plantas de maíz y 320.000 de soja “Acá se suele sobrefertilizar, para maíz se aplican entre 400 y 600 kilos de equivalente a Urea, según el rendimiento objetivo y el ambiente”. 

En ocho zafras “el rendimiento medio de maíz en secano es de 16.500 kilos por hectárea, con picos de 18.000 kilos y mínimos de 15.000 kilos por hectárea. Y en soja el promedio es de 5.500 kilos por hectárea, con un techo de 6.000 kilos y un piso de 5.000 kilos. “Hay muy poca variación interanual”, destacó el empresario.

En esta zafra, en soja espera estar en el promedio y en maíz un 10% por debajo. El margen bruto en esta zafra en ambos cultivos promediará los US$ 3.000 por hectárea. Los costos productivos, sin renta, se ubican en US$ 1.400 por hectárea para maíz y el de soja llega a US$ 800 por hectárea.

Álvarez indicó que no utiliza agricultura de precisión porque no hay variaciones intralote por encima de 10%, tampoco utiliza riego porque no hay una variación anual de 20% o 25% en los rindes. 

El rol del Estado

“Acá, a diferencia de Argentina, el Estado se mete donde tiene que meterse y no se mete donde no le corresponde. Es lo que uno desearía para cualquier Estado”, valoró Álvarez. 

Agregó que la financiación del Estado “es consecuencia de la actividad económica y no al revés”. Valoró que en ese país “el Estado deja que las empresas crezcan”, y las reinversiones se deducen del impuesto a las ganancias. “De hecho es muy simple, porque se paga es el impuesto a las ganancias. Una parte al gobierno estatal y otra al federal. Se hace un solo cálculo y dos cheques. Después está el impuesto inmobiliario. Pero no hay impuestos al patrimonio, ni ningún otro impuesto”, detalló el empresario argentino. 

Consideró que el nivel de impuesto a las ganancias “es manejable de acuerdo al nivel de reinversión que tengas. Podés reinvertir más y bajar de categoría. A nivel general, el impuesto a las ganancias se redujo en la administración anterior, de 24% a 15% a nivel federal, y después depende de cada estado. En el caso de Illinois es 9%. Se totaliza un 24% del ingreso neto, que a su vez es deducible con reinversiones”. 

Por otra parte está el impuesto inmobiliario, que “es caro, porque tiene correlación con el valor de la propiedad, pero se observa una gran inversión en rutas y caminos rurales. El 99% de los caminos son pavimentados y están en excelente estado. Las rutas y autopistas son privadas, pero también están muy bien”, destacó Álvarez. 

El impuesto inmobiliario se paga por acre, este año se incrementó. Los distritos que están drenados tienen un costo mayor, ronda entre US$ 100 y US$ 150 por hectárea, indicó el agricultor.

Además, señaló que “hay muy buen acceso al ferrocarril, con estaciones cada 10 kilómetros, de norte a sur y de este a oeste. Hay caminos pavimentados de norte a sur y de este a oeste cada 1.600 metros. Las escuelas en el interior son estatales y tienen una infraestructura de primera línea”. 

Por otra parte, destacó que “el nivel de seguridad también es altísimo, está autorizada la tenencia de armas, algo que a algunos les gusta y a otros no, pero es una de las explicaciones de por qué a nadie se le ocurre meterse en la propiedad del otro. La salud también es de primera calidad. Incluso en el interior todo el mundo accede, porque tienen trabajo y allí está incluido el seguro”. 

¿Producción subsidiada?

Se suele afirmar que la producción agropecuaria en Estados Unidos está altamente subsidiada, pero Álvarez dijo que eso “tiene mucho de mito”. Comentó que “muchos de afuera creen que la ayuda es importante, pero es mínima, porque el sector tampoco lo necesita. El sector de producción y procesamiento es inmensamente superavitario, hoy ronda los US$ 1,2 billones (en castellano), probablemente este año lo supere por el aumento de los precios. Con eso, el agro aportaría en impuestos, en el peor de los casos, el 25% de esa cifra, y lo que se recibe de subsidios se ubica en unos US$ 23.000 millones, o sea menos del 10% de lo que aportaría en impuestos, en definitiva sería una devolución de impuestos”.     

En la actualidad los programas más importantes impulsados por el USDA están la conservación de suelos, fundamentalmente por la protección a la erosión, se paga por algunas vías de avenamiento. Estos “son lugares por donde escurre el agua, que están parquizados para que el agua fluya por encima de un suelo que no se siembra, que está con pasto y por eso no se erosiona”. Otro programa apunta a lotes que se reservan y no se siembran, “porque tienen mucha pendiente. Eso se da en zonas más marginales”, explicó.

Y planteó como “lo más importante de todo” el 50% del costo del seguro de rendimiento que es soportado por el Estado, “que sirve para controlar que no quiebre el sistema. Se buscan evitar los severos problemas que pueden generar las sequías”. El seguro “se basa en un rinde histórico para cada condado corregido por un factor de manejo de cada productor”.

Sintetizó que “todo eso suma US$ 23.000 millones por año, y el aporte del sector en impuestos supera 10 veces dicha cifra”. 

Álvarez destacó que en Estados Unidos la información para los seguros “fluye naturalmente”. Aseguró que allí “la información sobra y cualquiera tiene acceso. Podés ver el historial de producción de cualquier parcela con solo tener el número, es todo público. No es necesario que nadie lo declare y no hay necesidad de ocultar ninguna información”. 

El valor de la genética

Álvarez dijo que “no hay discusión por la semilla de uso propio ni por la propiedad intelectual, las compañías invierten fuertemente y eso impacta en la aparición de eventos y el avance genético. Resaltó que en Estados Unidos hay alrededor de 15 eventos biotecnológicos disponibles para el cultivo de soja, además de los que se han desechado con los años; mientras que en Argentina hay dos, tendiendo a uno, porque el otro ha quedado en desuso.    

Consideró que ese es uno de los factores que marca que la producción en Estados Unidos “no para de aumentar todos los años”. Este año, “será un poquito menor por la sequía y las altas temperaturas en junio y julio, pero todos los años venía batiendo récords de producción con un clima normal. Hay una respuesta muy clara a la mejora genética, que viene desde 1960. Son 60 años de aumento sin pausa, desde la Revolución Verde hasta hoy, además del manejo, sobre todo en fertilización, que tiene muchísimo que ver”. 

Reflexionó que así “es la evolución de la producción de alimentos. Hay que tener en cuenta que hace 100 años el 90% de la población mundial, que era casi una octava parte de la actual, pasaba hambre. Y hoy, dejando de lado la distribución, que tiene que ver con las decisiones de cada país y con las libertades que da a sus sociedades para producir y comerciar, se produce 40% más de alimentos de lo que requeriría en términos de energía y proteína la población mundial entera”. 

A propósito, agregó que “se producen alimentos para 12.000 millones de habitantes y somos 7.900 millones. Y eso es producto del trabajo de los productores, de la investigación de las empresas y el respeto a la propiedad intelectual, de la propiedad privada, la capacidad de capitalizarse, tanto de los productores como de las empresas”. 

Además, señaló que esta evolución también “depende de que los estados tomen el rol que tienen que tener y no otros. Deben proteger a la sociedad, sentar las bases para la justicia, para la defensa, para tener cierta educación y salud garantizada para todos, y que el progreso surja a partir de la iniciativa privada, y no de las ideas de 10 personas que se reúnen alrededor de una mesa”.

“Nada es mayor fuente de progreso que la libertad de educarse, de trabajar, de producir y de comerciar que tienen los individuos”, concluyó sobre este punto. 

Agenda ambiental

Álvarez se definió como “bastante crítico” de la agenda ambiental, aunque admitió que “es necesario tener conciencia ambiental y que nadie puede estar a favor de que se tiren o quemen residuos”.

Dijo que mucha gente se ocupa de medir las emisiones del sector productivo, pero se olvida que de los cientos de actividades económicas que existen, las únicas tres dependientes del ser humano que secuestran carbono de la atmósfera son las producciones agrícola, ganadera (a través de las pasturas) y forestal. 

“Este lote de maíz de donde estamos hablando, partió hace cinco meses de una bolsa de 15 kilos de semillas. Ahora tiene un rendimiento que puede ir de 15.000 a 18.000 kilos por hectárea, con el 50% de índice de cosecha, lo que quiere decir que tiene 30.000 kilos de materia seca. Todo eso a partir de 15 kilos de semilla”, subrayó. 

Agregó que “toda esa cantidad de materia seca vino del ambiente y el 55% es carbono fijado, que después tiene una utilidad: la alimentación. Al lado tenemos un monte, que debe de tener más de 100 años, que también es carbono fijado, a una tasa infinitamente menor que un cultivo, y que no tiene una utilidad más allá de la sombra. Y después la otra actividad que secuestra carbono es la ganadería, a través de las pasturas”.

Planteó que al ser estas las únicas tres actividades que secuestran carbono, deberían ser las que menos estén restringidas por regulaciones. “El transporte, que es indispensable, la calefacción y muchas otras industrias, son las que realmente emiten y tendrían que ser mucho más eficientes. Pero la nuestra (el agro) es eficiente solo con el mercado”, sostuvo el agricultor argentino. 

Enfatizó que el agro es una actividad generadora de riqueza como pocas, y advirtió que “por un capricho o prejuicio, tratar de restringirlas terminará generando escasez, poco menos se está cometiendo un crimen contra la humanidad”.

Nota de Revista Verde N°103

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