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Agricultura

Llaman a enfrentar con seriedad la problemática de las malezas

4 de mayo de 2017

El experto de INTA, Luis Lanfranconi, recorrió chacras en Uruguay invitado por Bayer, donde observó un incremento de la presencia de Amaranthus Palmeri (yuyo colorado). Luego realizó una serie de recomendaciones para prevenir y combatir esa maleza, en base a resultados de investigaciones realizadas en Argentina y Estados Unidos. Enfatizó que “tener disciplina en la prevención es lo más barato que puede hacer un productor”.

La presencia de la maleza Amaranthus Palmeri (yuyo colorado) en diferentes chacras de Uruguay genera preocupación. “El tema es complejo”, reconoció a VERDE el malezólogo Luis Lanfranconi, del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA).

“Por más recaudos que se hayan tomado, sigue creciendo la problemática, las malezas ya son notorias en chacras que habíamos recorrido hace dos años y no tenían estos problemas. Si no se abordan seriamente, las dificultades para el control se complicarán”, advirtió.

El experto dijo que lo primero que hay que tener claro es dónde está el problema y allí jugarse todas las cartas, para que ese año la maleza no produzca semillas. Explicó que una planta puede dejar entre 300.000 y 500.000 semillas, que son resistentes a los herbicidas que se acostumbra a usar.

“Ningún productor con Amaranthus en un lote de soja dejará de trillar, y cuando se trilla la máquina se encarga de dispersar esas semillas, con el agravante que se va de ese campo a otro y seguirá contaminando, y así hasta que se quede sin semillas”, señaló.

Explicó que lo que se está viendo en Uruguay es Amaranthus Palmeri, aunque también se pueden encontrar antiguas variedades de Amaranthus, con problemas para controlarlos.

Remarcó que el problema de estas malezas hace que los costos se disparen. Si el productor duda y cree que podrá campear este temporal poniendo menos plata, volverá a tener problemas ese año y terminará trillando la maleza, con las graves consecuencias que eso le generará, advirtió.

Señaló que el control químico tiene un costo que va de US$ 80 a US$ 120 por hectárea, dependiendo de las necesidades y del paquete tecnológico que se plantee. De una inversión que normalmente hace un productor, que es de US$ 40 o US$ 50 por hectárea, se pasa a US$ 80 o US$ 120, por lo tanto se duplica o triplica el gasto, y ese tipo de inversiones no se ve en los resultados finales.

Indicó que la lucha química en esta maleza es una parte importante, pero tiene que estar apoyada en varias patas: la prevención, con la limpieza de máquinas; arrancar a mano la maleza cuando recién empieza a aparecer; no faltarle el respeto a las malezas e igual trillarlas, porque se dispersan 1,5 millones de semillas en el suelo; y hacer cultivos de cobertura o puentes verdes, que son una alternativa para frenar el desarrollo de las malezas.

“Si pensamos como hace 10 años atrás que la solución va de la mano de un producto químico que parece milagroso, nos equivocaremos. Es muy importante el manejo que se haga en las chacras con problemas, la planificación de esos lotes, la inversión necesaria en los lotes complejos, y la prevención necesaria en los lotes que no tienen problema pero que están en la zona“, remarcó.

Sostuvo que lo más barato en el control de las malezas es no tenerlas, y para no tenerlas hay que hacer prevención, usando herbicidas preemergentes. “Si por esas cosas de la vida la maleza aparece, el herbicida la controlará”, dijo.

Grata sorpresa

“Me llevo una grata sorpresa. La otra vez que vine estuve con varios técnicos planteándoles esta problemática y ahora visitamos una chacra donde se tomó la sabia decisión de sembrar maíz en diciembre, para poder trabajar con Liberty, porque la semilla de maíz tiene una tecnología que permite aplicar este tipo de productos en posemergencia”, comentó Lanfranconi.

Sobre esa experiencia agregó que se utilizó una serie de productos preemergentes de maíz, se repasó la chacra en las cabeceras con Liberty temprano, y en el resto del lote se usó nuevamente el producto, logrando un excelente resultado, ya que no hay un solo yuyo colorado en esa chacra.

El experto señaló que ya había visto la misma experiencia en Argentina. Señaló que el cultivo de maíz sembrado tardíamente permite controlar malezas, arrinconándolas al final de su ciclo, y eso le permite que el cultivo llegue a buen término y que la maleza no produzca semillas.

Agregó que si se puede arrancar la maleza a mano hay que hacerlo, y hay lotes donde ese trabajo se hace, con personal a campo. “Es sumamente importante el sistema de prevención que se implemente. Es muy importante la planificación del lote que tiene el problema, ese debe ser el último a cosechar”, remarcó.

Dijo que es importante que a nivel nacional se cumpla con un protocolo de limpieza de las cosechadoras antes de que la máquina ingrese al campo, porque el productor no sabe dónde estuvo esa máquina.

Señaló que después de algunos años, el productor argentino se tomó el tema en serio y aparecieron las hidrolavadoras, equipos en los que antes no se había pensado ni remotamente, porque la propuesta era sopletear las cosechadoras. Todo esto permite hacer un avance sobre las semillas de malezas que quedan dentro de la máquina.

Experiencia internacional

Lanfranconi comentó que en Estados Unidos sobran los buenos ejemplos, y que en Argentina se están implementando las recomendaciones técnicas, que son aplicaciones secuenciales de herbicidas preemergentes antes de la siembra. “Nos dejamos en la manga una aplicación posemergente, siempre evitando el nacimiento de la maleza”, señaló.

“En mi zona, que es más árida que la de Mercedes o Dolores, estamos recomendando el uso de cultivos de cobertura, como centeno, que retrasa la generación de Amaranthus. Esa secuencia de herbicidas permite sembrar el cultivo de forma limpia, acercar las distancias de plantación en soja a 26 centímetros y trabajar con cultivares que tengan un crecimiento inicial muy rápido para sombrear el surco”, comentó.

El experto está radicado al Sur de la provincia de Córdoba, donde hace años se está trabajando en el combate de esta maleza. “Hay un proceso de aprendizaje del productor, que primero no cree que pueda ser tan agresiva, y una vez que descubre la maleza se da cuenta que tiene que empezar a ajustar todas las claves del sistema para que el control sea exitoso. Lamentablemente el ser humano no aprende con el ejemplo de los otros, sino que quiere tener su propio proceso de aprendizaje, y eso hace que se dé contra la pared”, dijo.

Agregó que en Estados Unidos se está trabajando con aplicaciones secuenciales de herbicidas, con triple mezcla en el momento de aplicar. Allí las universidades están trabajando a paso redoblado en volver a apropiarse de la tecnología de los cultivos de cobertura, que en los años 90 ya eran evaluadas, pero luego esas investigaciones se discontinuaron.

Dijo que uno de los ejemplos claros de la problemática es que dos grandes compañías que se pusieron a desarrollar biotecnología para tener soja resistente a 2,4D y a Dicamba, trataron de aportar soluciones a esta compleja problemática desde distintas visiones.

“La responsabilidad de los técnicos es poner todo junto dentro del sistema, porque se necesita una complementariedad. El productor debe estar con los ojos bien abiertos y tener disciplina en la prevención, que es lo más barato para hacer. Una vez que el problema está instalado, las soluciones tienen que ser drásticas. Es preferible arar una cabecera, pasarle una rastra, y no tratar de salvarlas y terminar cosechando el yuyo colorado junto con la soja”, concluyó.

 

Nota completa Revista VERDE N° 61

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