“Seguirán apareciendo praderas pero mucho menos de lo que se pensaba”
El Ing. Néstor Leguísamo señaló que los productores dueños de campos, a diferencia de lo que pasaba el año pasado, piensan en disminuir la introducción de pasturas en sus predios, esto es motivada por los valores de la carne y la expectativa que genera la soja. Además, analizó la problemáticas de malezas, la agricultura continua y la intención de cara a la siembra de invierno.
– ¿Cómo viene el movimiento del área agrícola hacia pasturas en la zona núcleo?
– En los últimos dos años la rentabilidad de la soja cayó, por la caída de precios y por los problemas productivos. En ese escenario apareció, para los propietarios de buenos suelos agrícolas, con buenas perspectivas la producción de carne, ya que la soja no tenía el margen de otros años, se aprovechó a introducir una ganadería que otorgaba menos margen pero se aprovechó para descansar campos agrícolas que venían con muchos años de agricultura continua con siembra directa. Se empezó con praderas cortas de trébol rojo y cebadilla para volver en poco tiempo a la agricultura. Pero este año la soja se ve con mejores precios y expectativas de rinde. Al tiempo que los precios ganaderos han decaído. Esto lleva a los productores a bajar la introducción de pasturas. En esta zona, la agricultura, en los buenos campos, otorga mejores márgenes que la ganadería.
– ¿Cómo son esos números?
– Hay empresas que en el ejercicio 2015/2016 tuvieron rindes en soja de 3.000 kilos porque esos campos volvían de las pasturas. Y en los campos que estaban en agricultura se obtuvieron unos 2.400 kilos. Siempre hablando de campos propios, porque si son arrendados hay que pensar en un arrendamiento de entre 800 y 1.000 kilos de soja, con lo cual hacer una pradera es prácticamente imposible. Pero esos 2.400 kilos de soja, obtenidos en campo propio arrojan un margen de unos US$ 300, que supera al que deja la ganadería. En este contexto hay dos tipos de empresas, las que están solidas económicamente seguramente algunas piensen en rotación con pasturas, aunque en una menor magnitud frente a lo que se pensaba hace un tiempo atrás. En tanto, a las que les comienzan a aparecer algunos pequeños inconvenientes financieros, seguirán en agricultura para recomponer la situación.
– ¿Por lo tanto, en ambos casos el perfil agrícola será el más importante?
– Si. Seguirán apareciendo praderas pero mucho menos de lo que se pensaba. Este año hubo un exceso de forraje y una muy buena producción de las praderas. Pero, al invernador se le hizo muy difícil conseguir la reposición, porque estaba con altos valores y escaseaba oferta. Entonces las praderas se pasaron, en enero estábamos con exceso de forraje y sin poderlo aprovechar, se podría cosechar o enfardar pero eso implicaba más costos. Y por ejemplo, en frente una chacra de soja en buenas condiciones y con un clima que si sigue acompañando, seguramente rinda unos 3.000 kilos. Si se comparan los números de una situación y la otra, no queda mucho margen de maniobra.
– ¿Cómo viene la definición de los planes de siembra?
– Como está el escenario, somos dependientes de la soja, porque el maíz terminará rindiendo muy bien, hay casos de 8.000 y hasta 10.000 kilos en secano, pero el área es muy limitada. Fundamentalmente la realizan productores con campo propio, que tienen encierro o tambo. Las expectativas para los cultivos de invierno son complejas, en campos propios con buenos rindes y precios como los actuales, el margen es muy exiguo y el riesgo es alto, dado que hasta que no se coseche no se sabe que puede pasar. La tendencia indica un achique del área de invierno, donde hoy no se habla de trigo, veremos qué pasa con la cebada, para esto son claves los planes de las malterías, la colza no incide hoy en el área global.
– ¿Qué alternativas hay para el invierno: puentes verdes y pastoreo?
– En esta zona, la agricultura casi no ha perdido área, la soja prácticamente domina toda la superficie, fue muy poca la que destinó a pasturas. Pero lo que pasaba hace algunos años, era que toda el área de soja de primera se destinaba a los cultivos de invierno, actualmente de esa superficie solo se destina un 20% aproximadamente para la siembra de invierno. Se eligen muy bien los campos para trigo, cebada y colza. En tanto en el resto se siembran cultivos de coberturas que en la gran mayoría se pastorean.
– ¿Cómo es el número para pastorear una cobertura, se cubren los costos de la misma?
– No hemos sacado números, pero por lo general son en campos propios donde todo está interrelacionado, donde además de los puentes verdes, hay praderas, y desperdicios que son pastoreados. Algunos cultivos cobertura se siembran y se llevan 50 kilos de urea, otros se realizan al voleo. La mayoría de las veces, no se mira tanto el margen, sino lo que deja al sistema. Por ejemplo, un caso particular de un productor en un campo arrendado, se le puso mucho ganado, afortunadamente llovió y la soja se implantó bien, pero deja la enseñanza, y para el año que viene la cantidad de ganado será bastante menor. Porque si no los campos quedan muy pisoteados y se llega muy sobre la fecha a la siembra y ese no es un elemento menor. Además, el margen de esa ganadería fue bajo, frente al riesgo de perder potencial en la soja.
– La problemática de las malezas, ¿cómo se ve?
– Se está complicando, este año se vio más la presencia del yuyo colorado, si la carnicera nos ha complicado, sin dudas esto es mucho peor. Si entra a los sistemas de producción, demandará más costos para su control y el mismo tampoco es seguro. Se está distribuyendo mucho, hay yuyo colorado autóctono, más el Amaranthus Palmeri que ingresó desde el exterior, en alguna cosechadora y además los pájaros que lo están desparramando. A eso hay que sumarle, que el raigrás resistente se está incrementando cada vez más, y la yerba carnicera que cuesta controlarla, porque otros grupos de herbicidas están teniendo dificultades para su control. La problemática de las malezas se va complicando cada vez más. Las malezas se están llevando una cifra importante en dólares. Por ejemplo pensando en una soja de primera, hay que tratar una o dos veces la hoja ancha en las coberturas de invierno, se suman los graminicidas, más los desecantes como el Paraquat, después las aplicaciones sobre los raigrases que no mueren. Con lo cual, el control de malezas puede llegar a demandar hasta US$ 40-50 más por hectárea (con los hormonales, graminicidas, desecantes y pre-emergentes), frente a lo que se demandaba cuando el glifosato controlaba todo. Además, si el yuyo colorado se complica, demandará entre US$ 50 y US$ 100 adicionales por hectárea.
Entrevista completa Revista VERDE No. 60.