“El modelo productivo uruguayo sería altamente competitivo en un lugar con un escenario macroeconómico más favorable”
El gerente de SAMAN, Leomar Goldoni, consideró que el negocio agroexportador de Uruguay enfrenta severos problemas de competitividad, lo que genera una caída en la actividad de varios rubros
La industria molinera del arroz admite que la situación del sector es muy grave, y obliga a monitorear y corregir los costos de forma permanente, con el objetivo de alcanzar la mayor eficiencia y poder así sostener la cadena agroindustrial. En entrevista con VERDE, el gerente general de Saman, Leomar Goldoni, destacó el modelo productivo y de integración de la cadena en Uruguay, pero lamentó los altos costos, fundamentalmente de la energía, el atraso cambiario y la falta de acuerdos comerciales con los países de destino, que hacen que el arroz uruguayo pierda terreno frente a sus competidores.
¿Cómo se ve desde Saman el momento que vive el sector arrocero?
Hay que verlo dentro de un contexto. Empezaría hablando del negocio agroexportador del Uruguay, como un todo, considerando que el arroz no es el único sector que atraviesa estos problemas de fondo. Hay problemas que tienen que ver con la competitividad, con la macroeconomía de Uruguay. Los sistemas agroexportadores, como el arroz, tienen tres pilares fundamentales: el ambiente (geografía, agua, clima, suelo), el conocimiento y tecnología para realizar esta actividad y el escenario macroeconómico. De estas tres, el ambiente uruguayo es muy propicio para la producción arrocera y el sector logró un alto desarrollo productivo en los últimos 50 años. La tecnología y el conocimiento asociado al ambiente están. Cuando uno mira la productividad de Uruguay en kilos por hectárea, es una de las más altas del mundo. Estamos hablando de productividades que en promedio superan los 8.500 kilos por hectárea. El modelo productivo uruguayo en un lugar con un escenario macroeconómico más favorable sería altamente competitivo. Fuera de estos tres pilares mencionados – que definen la capacidad de la cadena de generar valor – hay que considerar de qué manera la industria se inserta en el marco internacional, y bajo qué condiciones lo hace. En Uruguay se consume una cantidad baja de arroz; apenas 5% se vende en el mercado interno y 95% tiene que exportarse. Por lo tanto, este modelo uruguayo tiene que competir en el mundo. Por un lado hay factores que nos favorecen como el clima, la institucionalidad del sector con una integración muy importante entre los actores de la cadena (industria, productores, gobierno, institutos de investigación), genética propia y segregación de variedades. Por otro lado, salimos al mundo pagando otros costos, y con precios de referencia mundial que si bien son menores a los precios de Uruguay, siempre funcionan como una referencia de la que no nos podemos alejar sin tener consecuencias. Se dice que Uruguay produce alimentos para más de 30 millones de personas, así que producimos 10 veces más de lo que consumimos. Tal vez la carne y la leche, puedan soportar un poco más los costos internos porque un 30% de lo producido queda en el mercado interno. Si Uruguay quiere seguir produciendo alimentos para el mundo, con su modelo, con su ambiente, tecnología y conocimiento, tiene que poder competir. Hoy con los costos de energía, el gasoil, el flete e impuestos, etc, está difícil para mantener la producción de alimentos para 30 millones de personas. La tecnología y el conocimiento tienen espacio para expandirse y generar riqueza y renta, pero lamentablemente en los últimos años se ha dado un decrecimiento de cadenas importantes, como la del arroz. El arroz a nivel mundial se comercializa a niveles de precios muy por debajo al de otros productos, como pueden ser los lácteos o la carne. Esto hace que los costos relativos de exportar una tonelada de arroz, pesan mucho más en la cuenta final que al exportar productos de mayor valor. Además, el hecho de colocar nuestro producto en el mercado internacional, hace que los factores de ajuste siempre se llevan al precio FOB. Por ejemplo, en ciertos mercados donde competimos con producción nacional, cualquier modificación en los fletes marítimos, las tasas de cambio locales o impuestos a la importación hacen que vayamos perdiendo competitividad en destino. Por lo que en general estas modificaciones terminan afectando nuestro precio de venta FOB, para poder seguir operando en ese mercado. Casos como este se dan en Perú, México, Costa Rica y Europa.
¿Cómo van sobrellevando esta situación?
Con ajustes que necesariamente se tienen que hacer, para adaptarse a lo que podemos producir y vender, para mantener niveles mínimos de actividad. Venimos de cuatro o cinco años en que la cadena viene sufriendo. También a todo esto se suma la falta de acuerdos internacionales que nos hacen menos competitivos. Por ejemplo, Uruguay paga hoy US$ 97 por cada tonelada de arroz que exporta a Perú. Esto está relacionado con lo que hablamos antes de la competitividad en destino.
¿Cuántas toneladas de arroz van a Perú cada año?
Unas 100.000 toneladas, aunque viene mermando nuestra participación en ese mercado. Perú viene produciendo un volumen más grande del que producía, pero lo que incide fundamentalmente es ese impuesto, que es muy alto para ingresar con arroz a ese país, junto con el aumento de los fletes internacionales y la variación del tipo de cambio allí en Perú. Otro caso, hasta febrero en Europa pagábamos 30 euros por tonelada de arroz integral y ahora estamos pagando 65 euros por tonelada. Esto nos saca completamente del mercado.
¿Y cuántas toneladas iban a Europa?
Unas 60.000 toneladas por año. Empiezas a sumar y ves que las cosas están complicadas. Uruguay tiene un acuerdo comercial con México, que es unos de los 5 principales mercados que tenemos para nuestro arroz. Allí vendemos unas 40.000 toneladas, que es cerca del 10% de lo que exportamos anualmente. Pero es un mercado que está al lado de Estados Unidos, quien tiene una logística diferencial, por lo que la competencia es difícil. El otro problema son los subsidios, las barreras arancelarias. La producción de arroz, así como otros commodities, es altamente subsidiada en muchos países. Hay problemas arancelarios y de competitividad. En Medio Oriente competimos con el arroz asiático, que tiene un modelo de producción subsidiado, con políticas de precio mínimo para garantizar los ingresos de estas familias. En Asia está el 90% de la producción mundial de arroz, y es un modelo de producción artesanal. En India hay una elección y los precios de los commodities agrícolas que se producen allí fueron aumentados por el gobierno entre 7% y 14% el año pasado. Estados Unidos también tiene un programa que tiene una garantía de precio al productor.
¿Y cómo se mueve la empresa en este contexto?
Saman tiene 76 años. Somos parte de la gran historia del arroz uruguayo en el mundo. El sector arrocero tuvo distintos momentos, altibajos, pero nunca durante un período tan largo como este. Esta situación se había dado en otros momentos con otra intensidad, por otros problemas, de tipo económico-financiero en el país, pero cinco años con pérdida nunca habíamos tenido. Estamos terminando la cosecha con buena productividad, con una reducción muy importante del área sembrada y si se mantiene la perspectiva es altamente probable que vuelva a caer. Estamos tratando de buscar los mejores sistemas productivos, con los productores que tienen menos costos de energía, menos riesgo, cuidando las variedades. Uruguay segrega sus variedades, incentiva las variedades bonificadas en los mercados. Granos cortos para sushi, granos especiales para Turquía, variedades para hacer risotto. Pero estos mercados para especialidades no tienen un volumen importante. Por otro lado, con esta perspectiva de ajuste tenemos que revisar de forma permanente la estructura de costos. Lo peor que le puede pasar a una empresa es reducirse, cortar actividad.
¿A cuánto llegó el pico de producción en estos años y en cuánto está actualmente?
El área arrocera uruguaya llegó a 190.000 hectáreas, y el área en la zafra pasada fue de 145.000 hectáreas. Cuando llegué, en el año 2007, el área de influencia de Saman llegó a 71.500 hectáreas, luego crecimos a 86.000 hectáreas, y este año bajó a 60.000 hectáreas. Esto significa unas 200.000 toneladas perdidas, eso es pérdida de rentabilidad para la empresa, para el productor y también se pierden empleos.
Esto lleva a monitorear permanentemente la ecuación de costos.
En cualquier actividad uno tiene que ser competitivo. Y mirando la situación de los costos uruguayos para producir una tonelada de arroz, dependiendo del modelo, si es dueño de la tierra, del agua, de la maquinaria, etc, pero la media señala que el costo de producción llega a US$ 1.800 por hectárea. Así que deben cosecharse 180 bolsas, casi 9.000 kilos por hectárea, y recibir US$ 10 por bolsa de arroz para empatar. Pero sin duda, al evaluar costos de producción y comercialización, tenemos que hacer foco en toda la cadena, desde el productor hasta el cliente final. Siempre hay una tendencia de mirar los costos de producción en la chacra, pero esto es solo una parte de la cadena. Los costos a lo largo de toda la cadena se han venido incrementando.
¿Qué perspectivas observa para la comercialización de arroz?
El escenario que tenemos para los próximos meses, mirando los factores de oferta y demanda de arroz a nivel mundial no presenta ninguna perspectiva climática o de otro tipo que pueda generar una suba de precios de los commodities en general, y del arroz en particular. En Uruguay tampoco se esperan cambios macroeconómicos. Tenemos que pagar un gasoil que es más caro que el de Argentina, que el de Paraguay y el de Brasil. La energía es más cara. El modelo productivo uruguayo produce más de 8.000 kilos por hectárea, en Argentina se producen 6.000 kilos por hectárea en promedio, así como en Paraguay. Sin embargo, los productores arroceros uruguayos están emigrando a Paraguay, llevándose el paquete tecnológico y el conocimiento para aplicarlo con el marco macroeconómico paraguayo. Brasil tiene un mercado interno de 200 millones de personas. Fuimos grandes exportadores hasta la década de 1980, cuando iba 70% del arroz uruguayo a ese destino, actualmente va el 10%, cuando hay alguna oportunidad. Además, Brasil es un país que exporta arroz, porque dentro de su modelo productivo, de conocimiento y de costos, ha desarrollado sus canales, a través del conocimiento de la gente, de políticas públicas y demás. Creemos firmemente en el modelo productivo empresarial y de integración de la cadena, y en estos momentos más duros nos afianzamos para tratar de competir. Los precios que Uruguay logra en el mercado internacional son superiores a los de sus competidores, así como es superior su productividad, pero no logra sobrevivir y el sector viene mermando. La situación macroeconómica debe ajustarse, porque de lo contrario seguirá mermando el área y seguiremos perdiendo empleo. No olvidemos que este es un rubro demandante de mano de obra, especialmente en la parte industrial y logística. Cargar un barco de arroz, por ejemplo, genera en el entorno de los 3.500 jornales. Debe haber una solución inevitable en el mediano plazo. Mientras tanto, tenemos que seguir haciendo ajustes, cuidando los costos, mirando nuevos negocios, gestionando la empresa.
Hay cuestionamientos de los productores sobre el precio convenio del arroz, ¿cómo ve está situación?
El precio convenio es un sistema único en el mundo, que le permitió a Uruguay afianzarse en los mercados, porque los productores no producen cualquier variedad ni aplican cualquier agroquímico. Lo que llevamos al mercado es consecuencia de una integración y entendimiento entre los actores. Sin el precio convenio tal vez esta integración no existiría. Argentina no tiene precio convenio y exporta 65% de su producción. ¿Por qué Argentina no segrega variedades o no tiene una guía de Buenas Práctica Agrícolas? Si bien Argentina está al lado, los indicadores de mercado muestran que en los últimos 10 años ha tenido un precio menor al del arroz uruguayo, porque el productor hace lo suyo, la industria lo suyo, y después de esto resulta un valor. El modelo uruguayo añadió valor a la cadena arrocera. Tenemos nuestros problemas. A los productores les va mal desde el punto de vista económico y tienen que tomar un precio que discutimos y negociamos, pero el primer eslabón de la cadena que escucha los problemas de los productores es la industria, y reconocemos que realmente es gravísimo. Escuchamos a los productores decir que hace cinco años que vienen trabajando a pérdida, que tomaron los créditos del Fondo Arrocero y siguen sin tener ganancias. Los cuestionamientos que surgen desde los productores son muchos. Dicen que la industria no es tan eficiente como les gustaría, tampoco el gobierno. Están buscando alternativas, de una manera natural y genuina. Es algo natural del proceso. En este período de cuatro o cinco años la industria arrocera y los productores pasaron por un ajuste muy importante, no solo por la disminución del área, sino buscando ser más eficientes en los procesos, ajustando los costos, cerrando plantas. Los industriales estamos haciendo cosas que fueron tabú entre los actores. Cada industria recibe el arroz de sus productores y hace su molinería. En un momento de reducción del área hicimos acuerdos con distintos molinos, porque había arroz que pasaba enfrente a un molino e iba a otro. La situación nos llevó a hacer acuerdos estructurales, para que toda la cadena sea más eficiente.
¿Cuánto de la cosecha pasada resta por comercializarse a través de Saman?
Tuvimos un saldo en marzo, de la variedad Tacuarí, que va a Perú. Además del impuesto de US$ 97, el mercado peruano tuvo un cambio en el precio interno. Perú importa 10% de lo que consume y Uruguay provee la mitad de la importación de Perú. El arroz Tacuarí se produce fundamentalmente en el Este de Uruguay, en Rocha, tiene una preferencia y un valor superior en el mercado peruano respecto de las variedades producidas en ese país. Hace exactamente un año atrás, el precio que recibía el productor peruano era de 1,25 soles por kilo de arroz húmedo en la chacra, hoy el precio es de 0,75 soles. El tipo de cambio en Perú hace un año era de 3,19 soles por dólar y ahora es de 3,31. En dólares por tonelada, convertido en producto elaborado, el arroz peruano en el mercado interno estaba en US$ 800 y hoy se comercializa a US$ 600 por tonelada. Si se suman los US$ 97 de impuestos, más el aumento de los costos de la logística internacional, marca claramente lo complicado que está en la actualidad el comercio con Perú. Tuvimos un carry over de 5%, concentrado en Tacuarí y en parbolizado, por temas arancelarios en Perú y Europa.
¿Y cómo ve este ejercicio?
Hay menos arroz en el Mercosur. Antes había 3 millones de toneladas para sacar desde Brasil, Argentina, Paraguay y Uruguay hacia el mundo. Creo que este año habrá 1 millón de toneladas menos en el Mercosur. Brasil redujo su nivel de stock, el año pasado exportó más de 1 millón de toneladas, Uruguay y Argentina van a producir algo menos, y Paraguay un poquito más. Todo esto va a generar una presión de oferta inferior a la del año pasado, la que se logró comercializar. Pero aún con menos stock del Mercosur por exportar, hay que competir en el mundo, y cuando miramos al mundo, vemos que hubo un incremento de la oferta respecto al año pasado. La producción es superior a la demanda mundial de arroz.
¿Qué pasa con Irak e Irán?
Irak compra todos los años entre 1 y 1,5 millones de toneladas, así como Irán, que también tiene una necesidad de algo más de 1 millón de toneladas. Hubo una sequía en esa región, mermó la producción local, y deberán importar en el entorno de 3 millones de toneladas este año. El gobierno de Irak compra a través de licitaciones. Le vendemos a importadores privados, pero son porcentajes menores. Recientemente participamos de una licitación que perdimos frente a Brasil. El nivel de precio brasileño estuvo en unos US$ 40/tonelada por debajo de la oferta de Uruguay, e incluso estuvo por debajo de Argentina y Paraguay. Nuestro problema es que las ventas a Irak – especialmente a principios de zafra – nos permiten elaborar a medida que seguimos recibiendo arroz de chacra. El hecho de no vender en este momento nos genera un problema de espacio y fluidez de venta que tenemos que resolver. De todas maneras, entendemos que los precios a los que vendió Brasil, no son lo que pretendemos para el arroz Uruguayo.
¿Y qué se espera del precio promedio del arroz para este año?
Este será un año desafiante desde el punto de vista comercial. Estamos arrancando nuestro año agrícola, que va de marzo a febrero. Este segundo mes del año agrícola tuvo un volumen de ventas más bajo que el de años anteriores. Tenemos que vender entorno del 10% por mes, porque hay meses que se vende 5%, en promedio sería 8%. En un año normal, en marzo y abril deberíamos vender 20% de nuestra cosecha, pero en este momento comercializamos apenas 7%. Estamos tratando de conseguir precios similares a los del cierre del ejercicio anterior. Hay distintos mercados, cuando se vende un arroz FOB Montevideo, en contenedor, está cercano a los US$ 500 por tonelada; y un buque 30.000 toneladas, cercano a US$ 480 por tonelada.
¿Están teniendo cuidado de no “malvender” el producto?
Es así. Si bajara US$ 50 el precio de la tonelada de arroz no venderíamos. Entendemos que la relatividad de precios del Uruguay, dadas las condiciones de oferta y de demanda del mercado, deben estar con precios similares a los del año pasado, a pesar de las dificultades importantes que ha tenido la comercialización en este primer periodo del ciclo comercial. La situación es dura, porque los precios no atienden a la necesidad que tenemos, pero hay un reconocimiento de que todos estamos haciendo lo mejor para la continuidad de la cadena. A veces la necesidad de vender es muy fuerte, por lo que no hay que perder de vista el objetivo de mantener el mejor precio posible para poder sostener la cadena.
¿Cómo observa el nivel de endeudamiento del productor arrocero?
Hay endeudamiento con el sistema financiero, con los molinos y con proveedores que financian las compras de insumos. El endeudamiento bancario es conocido, así como el que se mantiene con los molinos. Lo que está por fuera de eso entendemos que viene creciendo. Cuando la ecuación baja aumenta el endeudamiento, pero dentro de niveles razonables. Si la actividad funciona nosotros vamos para adelante. Hay que tener en cuenta que el Fondo Arrocero es endeudamiento. Son US$ 50 millones del Fondo IV y el Fondo III se está cancelando. Tal vez el endeudamiento general del sector, considerando la deuda bancaria, las deudas con los molinos y con los proveedores, es de US$ 1.200 por hectárea. Es muy similar al endeudamiento que tiene el productor de Río Grande do Sul. Pero hay que considerar que dentro de las políticas públicas de Brasil hay seguros por deuda, hay negociación y refinanciaciones.
¿Qué diferencias hay, por ejemplo, entre Uruguay y Brasil?
Una tonelada de urea o de un fertilizante vale prácticamente lo mismo en todos lados, pero la variable energética es importante y ahí empiezan los desajustes. Uno toma los indicadores de SEG Ingeniería y ve que en los últimos cinco años el sobre precio que pagamos de gasoil respecto al mundo, es dinero que puso el sistema productivo para competir y que al final terminó en Rentas Generales. Son decisiones de políticas públicas respetables, pero al fin y al cabo vienen impactando en una reducción de la actividad de las empresas. Hoy la canasta energética, considerando la energía eléctrica y los combustibles, que sobre cualquier actividad de transformación agrícola o agroindustrial son un componente muy importante, en Uruguay cuesta más que en la región. Y la otra pata es que, en los insumos que pagamos localmente en pesos uruguayos como mano de obra, impuestos y otros, tuvieron una inflación en dólares que fue galopante, que no existe en otras partes del mundo. Considerando el Índice de Precios al Consumo y la variación cambiaria, los costos se elevaron en 20%, 30% y hasta 50% en los últimos años. Evidentemente debería haber un ajuste muy importante del modelo macroeconómico del Uruguay, no para que sobreviva la cadena arrocera sino el aparato productivo agroexportador uruguayo, que produce alimentos para 30 millones de personas. De lo contrario vamos a producir solo para los uruguayos, y todo este aparato productivo sobrará y las consecuencias serán muy complicadas.