Regar con menos incertidumbre y lograr altos rendimientos es posible
El maíz bajo riego en la zafra 2023-2024 tuvo una productividad promedio de 11.794 kilos por hectárea, la más alta de la serie histórica de Regadores Unidos del Uruguay
Hay un paquete de manejo que “permite regar con menos incertidumbre y lograr altos rendimientos”, dijo el asesor técnico de Regadores Unidos del Uruguay (RUU), el ingeniero agrónomo Gastón Sebben, en diálogo con VERDE. El maíz bajo riego en la zafra 2023-2024 tuvo un rendimiento promedio de 11.794 kilos por hectárea, el más alto de la serie histórica de RUU. El técnico destacó que “vienen aumentando los rendimientos máximos todos los años” y eso es lo que explica “el aumento del promedio”.
Son 38 los socios de RUU, que riegan un área que supera las 44.000 hectáreas. La zafra 2023-2024 de maíz bajo riego en Uruguay fue de desafíos y aprendizajes, con resultados que reflejan la importancia de una gestión hídrica adecuada en un contexto de condiciones climáticas impredecibles. El ingeniero agrónomo ofreció un análisis exhaustivo de la temporada, destacando los logros y las áreas que requieren atención en futuras campañas.
Es importante considerar que el aumento de rendimiento esconde una considerable variabilidad entre los diferentes sistemas y regiones. Según Sebben, “el rango de rendimientos fue amplio”, con picos que superaron los 16.000 kilos por hectárea en los sistemas más eficientes, y mínimos cercanos a los 9.000 kilos por hectárea, casos que enfrentaron mayores limitaciones hídricas.
Este rango tan amplio evidencia que la disponibilidad de agua sigue siendo el factor clave que define el éxito o el fracaso en la producción de maíz bajo riego. “El agua es lo que marca la diferencia”, afirmó Sebben.
Las diferencias en la gestión del recurso hídrico explican gran parte de la dispersión en los resultados obtenidos. Indicó que, si bien los rendimientos máximos han mostrado una tendencia al alza en los últimos años, los mínimos continúan siendo altamente dependientes de las condiciones climáticas y la gestión del agua. Al analizar el promedio se debe tener en cuenta el aumento de área bajo riego, ya que a pesar de que hay rindes más altos, es difícil que el rendimiento por área mejore a la par.
Aunque se han logrado avances en tecnología y prácticas de manejo, la gestión del agua sigue siendo el desafío más grande para los productores. La diferencia entre los que logran rendimientos excepcionales y los que enfrentan dificultades radica en la capacidad de gestionar eficientemente el agua disponible, especialmente en años con condiciones climáticas adversas.
La ventaja del riego
Una de las conclusiones más reveladoras de la zafra 2023-2024 es la marcada diferencia en rendimientos entre los cultivos bajo riego y los de secano. A pesar de que las precipitaciones fueron relativamente favorables hasta diciembre, los cultivos bajo riego mostraron un rendimiento promedio 60% superior al de los cultivos en secano. “Incluso en un año con buenas precipitaciones iniciales el riego hizo una diferencia significativa”, destacó Sebben.
Enfatizó sobre el papel crucial que juega el riego en asegurar altos rendimientos, particularmente en las etapas críticas del desarrollo del maíz.
La soja es el principal cultivo bajo riego, ocupando alrededor del 55% del área de los productores de RUU. El resto es ocupado mayormente por maíz y un área residual de pasturas. La mayor proporción del área regada se concentra en el litoral centro-oeste, en los departamentos de Soriano y Río Negro. También hay áreas con riego, en menor proporción, en Colonia, Durazno, Florida y algo en el este de Uruguay.
Desafíos climáticos y manejo
La zafra 2023-2024 comenzó con un panorama complicado, marcado por la escasez de agua en las represas, debido a las represalias de la sequía del año anterior. “Las represas estaban muy afectadas por la seca”, comentó el integrante de RUU, lo que obligó a los productores a ajustar sus estrategias de siembra desde el inicio.
Muchas explotaciones optaron por reducir la superficie sembrada y disminuir la densidad de las plantas, anticipando que la disponibilidad de agua sería limitada a lo largo de la temporada. Algunas represas comenzaron la siembra con un 20% del agua que podían almacenar.
Enero resultó particularmente desafiante, con temperaturas elevadas y precipitaciones escasas, que aumentaron de manera significativa la demanda de riego. “Un cultivo de maíz puede llegar a tener 200 o hasta 300 milímetros de demanda de agua en el mes de enero”, explicó el ingeniero agrónomo. Un cultivo de secano que no tenga suficiente agua para cubrir esa demanda “puede asumir pérdidas importantes”, planteó.
Pero incluso en las represas que abastecían los sistemas bajo riego “no había suficiente agua para cubrir toda la demanda que se generaba”, explicó Sebben. En algunos casos se hicieron ajustes sobre la marcha y en otros hubo pérdidas inevitables. Durante febrero se pudo recomponer parte de la recarga de la represa, lo que ayudó al cultivo de soja a evitar “una parte importante” de las pérdidas.
Zafras anteriores
Al comparar la zafra 2023-2024 con campañas anteriores, Sebben destacó una mejora significativa en los rendimientos, con un incremento de casi 2.000 kilos por hectárea respecto a la zafra 2022-2023, marcada por la sequía severa que afectó a todo el país. “La zafra anterior fue extremadamente dura, con un rendimiento promedio casi 2.000 kilos (por hectárea) por debajo”, recordó. A pesar de que aquella temporada inició con buenas reservas de agua, la sequía prolongada agotó rápidamente los recursos hídricos, lo que impidió regar adecuadamente los cultivos y redujo drásticamente los rendimientos.
Este contraste evoca la importancia de una gestión hídrica adaptativa, capaz de responder a las fluctuaciones climáticas. La zafra 2023-2024, aunque desafiante por la falta de agua al inicio, demostró que, con una gestión adecuada del agua y la adopción de prácticas de manejo ajustadas a las condiciones específicas, es posible alcanzar altos rendimientos, incluso en contextos adversos.
Lecciones y ajustes tecnológicos
La zafra 2023-2024 ofreció valiosas lecciones para los productores, especialmente en lo que respecta a la importancia de ajustar las prácticas de manejo en función de la disponibilidad de agua. Sebben destacó que la “densidad de siembra” fue uno de los primeros ajustes realizados. Muchos productores optaron “por poblaciones más bajas” para reducir el riesgo en caso de que el agua fuera insuficiente, comentó.
El asesor técnico de RUU indicó que otros aspectos del manejo, como la fertilización y la elección de materiales genéticos, también fueron adaptados en función de la disponibilidad de agua y las expectativas climáticas. “Las mejoras en fertilización y materiales están siempre ligadas a la gestión del agua”, afirmó, sugiriendo que estos ajustes permitieron a los productores maximizar la eficiencia del riego y obtener mejores resultados.
En una escala de prioridad, los sistemas bajo riego están sumamente condicionados por la densidad de siembra elegida y la fertilización. Respecto a esta última, el ingeniero agrónomo comentó que “es crucial” contar con una fertilización adecuada, haciendo especial énfasis en comenzar a nutrir el cultivo desde etapas iniciales.
“Deficiencias tempranas de nitrógeno (N) no pueden ser levantadas con fertilizaciones más tardías’’, advirtió. Sostuvo que “es fundamental” corregir deficiencias nutricionales “entre los estadios V4 y V6, y seguir la curva de absorción de N del cultivo con respuestas al N hasta R2 inclusive”.Comentó que la densidad “fue ajustada desde el inicio”, anticipando que el agua podría ser un factor limitante.
Sebben mostró cómo a nivel estadístico, juega un papel “no menor” el hecho de que llueva en diciembre, ya que está directamente ligado al agua disponible en la recarga y que se pueda realizar la lámina de riego adecuada.
De cara al futuro, Sebben se mostró optimista sobre la capacidad de los productores para continuar mejorando sus rendimientos mediante la adopción de tecnologías avanzadas y la optimización de las prácticas de manejo. No obstante, subrayó que la gestión del agua seguirá siendo el principal desafío en la producción bajo riego.
“El agua sigue siendo lo fundamental”, enfatizó, y reiteró que “la clave para el éxito en futuras campañas radicará en la capacidad de los productores para gestionar eficientemente este recurso escaso”.
Riego: el conocimiento como capital
Regadores Unidos del Uruguay (RUU) es un grupo de productores con una “función clave” en la generación de información que “está haciendo una diferencia importante en el desarrollo de la tecnología”, comentó a VERDE el ingeniero agrónomo Juan Baroffio, presidente de esa institución.
Agregó que el conocimiento generado por RUU “es fundamental” para los productores incipientes en sistemas de riego. Según Baroffio, la información se vuelve determinante para “mejorar la performance de los cultivos y los resultados productivos”, aspecto que se considera “una inquietud muy genuina e importante de las empresas que incorporan el riego”.
En un año electoral el riego cobra lugar en la agenda pública. El presidente de RUU afirmó que estar “en articulación” entre los sectores público y privado es “uno de los objetivos”, ya que “estamos convencidos” de que el riego “le hace bien al sistema de producción, a las empresas y al país en general”.
Afirmó que el riego “es un esfuerzo privado”, que requiere de “ciertas condiciones para que pueda desarrollarse bien”. A la vez, mencionó que la institución viene realizando “gestiones ante organismos públicos”, que son necesarias para la mayor eficiencia de los proyectos, abarcando aspectos como el suministro eléctrico, la calidad del suministro, tarifas y descuentos.
RUU también ha participado exitosamente en concursos y ha ganado proyectos de investigación financiados por la Agencia Nacional de Desarrollo (ANDE). Un ejemplo de ello es el proyecto Riego Ok, una aplicación que “está en pleno desarrollo”.
Nota de Revista Verde N°116