Radi planteó que Uruguay tenga un Ministerio de Ciencia y Tecnología
El excoordinador del GACH sostuvo que “no hay un liderazgo firme en la materia”, pero valoró que los partidos políticos tienen un capítulo dedicado al tema en sus programas.
Uruguay “tiene un problema de institucionalidad”, dado que “hoy no tiene un Ministerio de Ciencia y Tecnología” y va navegando entre varios ministerios. “No hay un liderazgo firme”, argumentó el profesor del Departamento de Bioquímica de la Facultad de Medicina, de la Universidad de la República, y director del Centro de Investigaciones Biomédicas (Ceinbio), doctor Rafael Radi. “Hay que generar una usina de pensamiento al más alto nivel”, planteó.
Radi cuenta con destacado reconocimiento internacional y numerosos premios, sin embargo, es posible que sea mayormente conocido por su participación en el Grupo Asesor Científico Honorario (GACH), que se creó en la gestión de la pandemia del Covid-19.
Desde la Academia de Ciencias se planteó la necesidad de dar a la ciencia un rol más central en la discusión pública, y Radi consideró que “habrá que generar al menos una secretaría”, pero que “esté muy cercana a la Presidencia de la República”, porque “todo precisa ciencia”.
“Sé que se hacen esfuerzos, pero la coyuntura te mata. Uruguay debe llevar la ciencia del margen al centro del debate nacional”, insistió. Y agregó que “los países modernos son exitosos cuando incorporan el conocimiento a su desarrollo, y los que no lo hacen fracasan”.
También dijo que en el país “existe un ecosistema vinculado con la ciencia”, que es “bastante completo, de calidad y con un potencial enorme”. Destacó que “eso es una construcción de los últimos 30 años”, que “hay que profundizar y articular”, para “aprovechar mucho mejor lo que hay”.
Consideró que “es esencial que el país cuente con una estructura sólida para el desarrollo científico”. El sistema científico uruguayo “demostró su capacidad para enfrentar los desafíos” en la pandemia, destacó Radi, pero consideró que “aún hay áreas que deben mejorar”. “Hay personas dispuestas a contribuir, pero el sistema necesita ajustes para aprovechar al máximo ese potencial”, remarcó.
El científico señaló que para trabajar en el sector productivo y en contacto con la academia y la ciencia “hay que construir confianza”. Advirtió que “la disociación entre ciencia y producción es mala y afecta negativamente a las dos partes”, por lo que consideró que “hay una oportunidad posible de ganar-ganar”.
Analizó que en Uruguay la ciencia “ganó confianza de la población” en los últimos años, y consideró que “esa es una buena noticia para el país”. También valoró que en el año electoral todos los partidos tienen un capítulo vinculado con la ciencia y la tecnología, algo que “es bueno”, porque “podría construirse una política de Estado para un modelo de desarrollo de país que incorpora conocimiento y calidad”.
El excoordinador general del Gach participó de la Jornada Anual de Proquimur, donde abordó la interrelación entre la salud humana, animal, vegetal y del ambiente ante los desafíos del cambio climático.
UNA SALUD
El concepto Una Salud, promovido por la Organización Mundial de la Salud hace 20 años, fue uno de los ejes centrales de la conferencia de Radi. Explicó que cuando la salud humana, animal, vegetal o del ambiente se ven afectados, “el impacto se extiende a las demás”.
Señaló que “hay muchas iniciativas que están intentando poner pienso en ese concepto y en términos de desarrollo de los países”. E informó que la Universidad de la República “está intentando construir una propuesta, de un programa basado en ese concepto”.
Afirmó que el concepto de Una Salud “se desarrolla en una nueva era geológica, que está siendo definida por los evolucionistas”. Si bien formalmente aún no tiene una definición estricta, “se ha venido avanzando hacia identificar la era geológica del hombre, definida como el Antropoceno, del que somos habitantes”.
Comentó que “el transcurso temporal de nuestra especie va de 300.000 a 100.000 años”, pero el Antropoceno tardío se comenzó a generar con la Revolución Industrial, y se aceleró a partir de 1950, con la expansión del mundo occidental en la posguerra.
En ese momento se disparó la utilización de diques para la contención del agua, el consumo de agua potabilizada y el uso de fertilizantes. “Todo eso coincidió temporalmente, y a partir de ese momento también se disparó el inicio de la acumulación de dióxido de carbono (CO2) por encima de los valores normales”, señaló.
La especie humana tiene 100.000 años, y “pensar en los últimos 70 años es un detalle en términos históricos, pero su impacto fue gigante para el sistema planetario”, enfatizó. La proyección al año 2100 indica que el mundo tendrá 11.000 millones de habitantes, a los que habrá que alimentar, darles vivienda y salud. “Este es el escenario actual desde el punto de vista evolutivo”, sintetizó.
BIEN COMÚN PLANETARIO
Un trabajo publicado en la revista de la Academia Nacional de Estados Unidos plantea el concepto del bien común planetario, que define un nuevo paradigma científico, que son la serie de subsistemas planetarios cuya afectación impacta en el resto en esta era del Antropoceno.
En Sudamérica se destaca la Amazonia, los glaciares y la pérdida de hielo antártico, con el aumento de la temperatura de 1,5 a 2 grados Celsius. Dependiendo de la magnitud, ese cambio va variando en los impactos sobre ese bien común planetario.
Por lo tanto, el concepto de Una Salud ha escalado a la Salud Planetaria. “Es como decir que subió una capa y es un paradigma nuevo, que se está creando desde el punto de vista científico”, explicó Radi. Agregó que, “cuando uno mira los subsistemas de esos bienes comunes planetarios, aparecen la atmósfera, la hidrosfera, la biósfera, la litosfera, la criosfera, y en diferentes zonas del mundo hay elementos que si se modifican y generan cambios que pueden llegar a ser irreversibles”. Y señaló que “un elemento que para nosotros tiene particular importancia es la oscilación de El Niño”, una perturbación que tiene efectos subcontinentales y globales.
Radi se refirió a un trabajo de científicos brasileños “donde hay mucha gente involucrada, desde el lado de la biomatemática, de la ingeniería, en contacto con ingenieros agrónomos, para poder ver trayectorias posibles, porque todo esto puede impactar en las políticas públicas en relación con la financiación, riego y al anticipo de los problemas”.
MICROBIOMA DEL SUELO Y LA SALUD HUMANA
El científico mencionó que la salud humana “agrega una nueva capa”, que en medicina ha sido resignificada en la última década: el microbioma intestinal, que “se ha transformado un nuevo paradigma, porque impacta en el intestino, en el cerebro, en el corazón y en el músculo esquelético”. Si el intestino está saludable, el cerebro y el músculo esquelético también lo están.
En esa línea, dijo que el microbioma del suelo se transforma en una capa importante, porque microbioma, patógeno y respuesta inmune y adaptativa del planeta “están interconectados, y también lo están con el cambio climático”.
Hay proyecciones a 2050 que indican que el cambio que tendrá la abundancia relativa de patógenos de acuerdo al clima futuro en las distintas partes del mundo. Hay regiones como Sudamérica donde la incidencia de algunas enfermedades será mayor, por lo tanto “también se pueden predecir trayectorias de comportamiento de los cultivos, e incluso puede darse la migración de cultivos de una zona a otra, dependiendo de su incapacidad de sostenerse bajo esas circunstancias, en esa latitud y con esa relación bioma-patógeno”, explicó.
“Nos tenemos que adaptar de forma continua. Es muy importante estar activos en las distintas áreas, agronomía, medicina o ingeniería, y en permanente contacto con el sistema científico, sabiendo que podemos predecir cosas a través de modelos empíricos”, afirmó.
También se refirió a una publicación de Nature Sustainability, que describe la emergencia de nuevas enfermedades infecciosas y la necesidad creciente de generar alimentación para una población en expansión.
CONFLICTO
En el paradigma productivo actual generalmente el aumento de la producción de alimentos va acompañado de un aumento de emergencia de enfermedades infecciosas por varios asuntos, afirmó Radi.
Citando el trabajo de Nature Sustainability, mostró que desde 1950 el acumulado de eventos de enfermedades infecciosas emergentes “se ha disparado y tiene relaciones asociativas con la industria de la alimentación, con la agricultura y el uso de la tierra”, porque “hay relaciones causa-efecto”.
Explicó que eso tiene que ver con el uso exagerado de antibióticos, pesticidas y contaminación de cursos de agua. Señaló que durante el último millón de años la concentración atmosférica de CO2 ha sido, consistentemente, de entre 250 ppm y 280 ppm; pero desde 1950 hay un cambio importante y el nivel actual de CO2 en la atmósfera ha superado los 450 ppm, y las predicciones, dependiendo de las cosas que se hagan, podrían alcanzar niveles peligrosos si no se adoptan medidas adecuadas. “Para el año 2500 podríamos estar enfrentando concentraciones de CO2 de 2000 ppm, que es tóxico para los humanos”, alertó.
A continuación, explicó que el CO2 puede funcionar como fertilizante y aumentar los rendimientos, pero también las altas concentraciones “podrían afectar la relación entre las plantas y los patógenos”, que en algunos casos agravan y en otros resuelven la patología.
“Todos estos asuntos comienzan a generar conflictos que se discuten por la literatura científica internacional, donde en nuestra región aparece la producción de agrícola y ganadera”, dijo.
Un grupo científico analiza el impacto de 15 productos de la alimentación en cinco derivaciones de salud y cinco derivaciones ambientales. Se observan alimentos como granos, frutas, vegetales, carne, y su impacto en la salud humana medido en mortalidad, enfermedades coronarias, cáncer, diabetes e infarto cerebral. Y, al mismo tiempo, se miran elementos desde el punto de vista ambiental, como el potencial acidificante de la tierra y de los océanos, el potencial de eutrofización, las emisiones de gases de efecto invernadero, el uso de la tierra y el uso del agua.
En ese estudio se observó que “a los alimentos que les va bien y son más saludables, generan menos mortalidad, menos infartos, menos cáncer colon-rectal”, y además son los que generan “menos acidificación, potencial de acidificación, menos potencial de eutrofización, menos potencial de generar gases de efecto invernadero”, señaló. “Hay que pensar en esto cuando se busca mirar más allá”, dijo.
URUGUAY COMPROMETIDO
A solicitud del gobierno anterior, y con la continuidad de la presente administración, se creó el Programa de Alimentos y Salud Humana, llevado a cabo por la Facultad de Medicina de la Universidad de la República, con el apoyo del gobierno uruguayo y del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). “Este es un buen ejemplo de política de Estado”, destacó.
El objetivo del programa es conectar la alimentación con la salud humana. Se basa en cuatro ejes: la formación de capital humano en ciencia de los alimentos; la generación de nuevo conocimiento molecular sobre el impacto de los alimentos en la salud; la construcción de infraestructuras de investigación; y la promoción de alianzas con el sector productivo.
Radi destacó que se construyeron 600 metros cuadrados de nuevas instalaciones en la Facultad de Medicina, equipadas con tecnología de última generación. Y que se creó una maestría interdisciplinaria en Ciencia de Alimentos y Salud Humana, con 15 estudiantes en su primera generación, donde también participa el Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA). “En algunos años tendremos profesionales que podrán hablar con quienes producen, médicos y nutricionistas”, valoró.
El científico opinó que “Uruguay ha mejorado” en las regulaciones que protegen al ambiente, sin embargo alertó sobre “evitar el sobreuso de fertilizantes”, así como “minimizar el uso de antibióticos y pesticidas”, porque “generan resistencia” y así emergen “enfermedades infecciosas en el humano”.
Nota de Revista Verde N°117