Agricultura

“No hay sistemas sostenibles con baja productividad”, dijo Álvaro Roel

30 de julio de 2024

El director del Programa de Arroz del INIA sostuvo que la producción uruguaya “está entre las más destacadas del mundo” y que la demostración final es la certificación

Sofía De León – Redacción

Concluida la cosecha de arroz, el sector privado –integrado por los productores y la industria– y la academia – representada por el Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA)– se reunieron en su XX° Taller de evaluación de la zafra arrocera, en la estación experimental del INIA en Treinta y Tres. Fue un encuentro que, además de presentar datos duros, sopesa años de intercambio, de avances, y ello conlleva cierta emotividad con homenajes a las proezas de históricos y apasionados contribuyentes de la producción arrocera uruguaya.

Sobre eso quiso profundizar VERDE con el ingeniero agrónomo Álvaro Roel, director del Programa Nacional de Arroz del INIA. El investigador reflexionó sobre el avance, pero sobre todo sobre lo que la investigación de vanguardia y el trabajo en equipo tienen para brindar al Uruguay, el orgullo de “lo nuestro”, la industria del conocimiento y los desafíos ambientales que se enfrentan, según desarrolló en esta entrevista.

¿En qué se sustenta el modelo de trabajo del INIA con el sector arrocero?

Está vinculado con atender una demanda clara y permanente de las necesidades del sector hacia la investigación. Eso ha generado, en los que tenemos la suerte de trabajar en la investigación, una cultura de trabajo muy especial. Es generar un grupo de investigadores que está consustanciado, focalizado y que vive la realidad del sector, y que no le da lo mismo si está o no a la altura de las circunstancias. Sobre cada uno de estos temas que van saliendo a lo largo del taller el equipo ya está pensando qué soluciones puede tener; o en algunos no está de acuerdo, porque piensa que ya tenemos datos que podemos transferir. Esto no arrancó ahora, comenzó hace 50 años, el pionero fue el ingeniero agrónomo Nicolás Chebataroff, hoy lamentablemente fallecido. Pero esa cultura en realidad se ha ido transmitiendo a otros, como a los ingenieros Enrique Deambrossi, Pedro Blanco, Gonzalo Zorrilla o José Terra, quien fue reconocido.     

Además, está el hecho de que el equipo tiene una realidad positiva desde el punto de vista productivo. Hay gente que está a la misma altura de los que nos toca ahora estar al frente, o más, o sea que hay futuro. 

Tengo que reconocer y agradecer, porque es producto de esas demandas que a veces son planteadas desde el sector. Algunas son muy duras, por ejemplo alguien nos comenta: nos falta tal cosa, cómo puede ser que otros hacen esto y nosotros no lo tenemos. Eso es clave porque implica focalizar.

¿Hoy es todo fiesta, pero en estos 20 años me imagino que hubo varios desencuentros?

Exactamente.

¿Cómo va aumentando la productividad y la innovación con este modelo de trabajo?

Uno de los pilares centrales es que alrededor del 75% de la producción está basada en materiales genéticos generados en Uruguay. Eso no es tan común en otros cultivos, que la innovación nacional sea responsable del 80% de las variedades. Eso nos hace sentir como una cuestión nuestra, a la que tenemos que apoyar y tratar de generarle las mayores alternativas de manejo. Lo resalto porque si uno ve los últimos 10 años, con la aparición de nuevos materiales, en particular de INIA Merín, se dio un salto cualitativo de productividad. Por supuesto que después a eso hay que agregarle otras variedades, incluso las que vienen de afuera.

A veces me pregunto: ¿cuánto nos va a durar esto? Porque tener un programa de mejoramiento a esta altura y manteniendo productividad en 180.000 hectáreas de arroz es un hecho relevante. Otros proponen traer una variedad de Brasil o de Argentina, que más o menos va a andar, pero tener la genética adaptada a nuestros suelos, a nuestro sistema, es un aspecto sin duda diferencial.

¿Cómo le explicarías a alguien que vive en 18 de Julio y Andes por qué debería sentirse orgulloso del arroz uruguayo?

Primero porque socialmente, tanto a nivel del interior del país como a nivel general, implica la oportunidad de desarrollo para mucha gente. En el taller tuvimos una parte de reconocimientos. Y en el arroz los dueños de las empresas son familias cuyos padres hicieron arroz, hoy ellos están plantando y ya vemos a los hijos también; a esta gente nos las cruzamos en el pueblo. Rescato que parte del desarrollo que tenemos se debe a este sector, no solo en Treinta y Tres, sino en el este del país. Pero además, es importante saber que el arroz que estamos consumiendo es de los mejores del mundo desde el punto de vista de la calidad e inocuidad. La parte mayoritaria del arroz se exporta a los mercados más exigentes. El 30% de nuestros mercados son los países europeos, o sea que nuestro mercado interno está a ese nivel. El arroz que estamos consumiendo los uruguayos es de altísima calidad.

¿Cómo es ese relacionamiento de las empresas privadas con la investigación pública?

Es un relacionamiento muy directo. INIA Treinta y Tres es tomada por ellos como su casa. Eso es, para nosotros, lo mejor que puede pasar. Si hay un problema se reúnen acá. Si hay un problema que tiene que ver con la investigación se plantea de forma directa.

¿Para usted cuál es la principal característica que tiene el arroz uruguayo?

Si tuviera que poner una, es que tiene mucha seriedad, mucha historia. Cuando se dice que el producto tiene un atributo eso tiene respaldo, se da constancias. Si se dice que tiene determinada calidad, se sabe que es así. Si dice que no tiene determinados residuos de agroquímicos, hay una certificación, hay un documento, hay investigación detrás que lo puede decir. Además esto se ha publicado, no solo por nosotros, sino por grupos a nivel internacional. Cuando uno calcula la eficiencia del uso, pensando en la sostenibilidad del agua, del nitrógeno, de la cantidad de agroquímicos, estamos situados en los mejores lugares a nivel mundial.

¿Qué desafíos tenemos por delante en materia de sostenibilidad?

Lo primero que tenemos que entender es que la productividad hace a la sostenibilidad. No hay sistemas sostenibles con baja productividad, porque del otro lado hay un productor que vive de eso. Si no contemplamos esa línea de pensamiento terminamos como Europa, prohibiendo la producción. Creo que es un fino equilibrio. Cuando se dice diluir por la productividad, sí, eso es cierto, pero también lo es al analizarlo en términos absolutos con los kilos de nitrógeno y de agroquímicos que aplicamos. Evidentemente, y esto no lo digo yo, lo marcan los trabajos realizados, estamos en un lugar de relevancia. Pero insisto, por suerte dentro de un contexto de alta productividad.

Sobre el trabajo con el Convenio Ramsar (convenio internacional de preservación de humedales), ¿qué puede comentar?

Esa es una línea que está tomando cada vez mayor relevancia. Tenemos que buscarla para cada ecosistema en particular. Las áreas Ramsar sabemos que tienen un valor, de por sí, a nivel internacional. Por lo tanto, lo que queremos es tratar de generar esos indicadores alineados con las áreas Ramsar, que le dan particular importancia a la biodiversidad. Nos hemos reunido con autoridades de Ramsar y con la gente del Programa de Conservación y Desarrollo Sustentable en los Humedales del Este (Provides), impulsando un sello de producción de arroz en áreas Ramsar. 

Estudié cuatro años en California, Estados Unidos, y vaya si los temas ambientales son importantes ahí. Estamos llegando a la conclusión de que, para un área naturalmente inundada, naturalmente de bañado, una de las mejores opciones es hacer arroz. En ese contexto estamos pensando que tenemos que hacer alguna actividad productiva, porque ahí conviven los ambientes acuáticos, los anfibios, los pájaros que anidan. 

Siempre con la misión de la investigación de objetivizar, medir y reportar. Esto no puede ser solo un lindo relato, es una máxima que tenemos dentro del programa. Hay que serlo, parecerlo y demostrarlo. Nuestra actividad de investigación implica generar esos indicadores, medirlos y decir qué está pasando.

Hace 10 o 12 años atrás decidimos hacer un ensayo de rotaciones de largo plazo en parte de nuestros campos experimentales, y nos planteamos qué podría pasar en el futuro. El investigador José Terra lideró ese equipo y planteó una rotación arroz-soja-arroz”. En aquel momento no se hacía eso, y hoy es uno de los sistemas que más está avanzando. Tenemos 10 años de datos para decirle al productor que esto está bien, que hay que tener cuidado con los balances, que el balance de nitrógeno puede no ser positivo. Esa es parte de nuestra actividad, de anticiparnos a lo que puede pasar, buscando ese equilibrio clave de la sostenibilidad.

¿Qué superficie de áreas protegidas o de bañado hay en Ramsar?

Son unas 7.000 hectáreas, el 5%. Es un área chica, porque lo primero que hicimos con la gente del Provides respecto a este sello de producción fue un sistema de información que arrancó con la determinación de la superficie.

¿Qué falta para sellar esto?

Estamos en ese camino. Las ideas y las cuestiones llevan su tiempo. A veces una buena idea en un mal momento no termina bien. También hay que rescatar que las realidades económicas de los sectores cambian. Hoy es esta realidad, por suerte, positiva.

¿Se puede pensar en la certificación de todo el arroz uruguayo?

Soy de los que impulsa esta idea de serlo, parecerlo y demostrarlo. La demostración final es la certificación. Ya tenemos empresas arroceras, Saman en particular, que está tomando algunas certificaciones internacionales. Pero también, hay que reconocer que tenemos que pensar en cómo generar un diseño de manera tal que esa certificación no termine siendo un costo más para el productor. En eso estamos ahora. Ojalá la podamos hacer a la manera del sector arrocero, como sector, y no que un productor individual pague la certificación y la haga solo para su chacra. Deberíamos pensar en un sello de toda la producción.

Ese aspecto colectivo parece ser una constante en el sector arrocero, ¿con la certificación también se sigue esa línea sectorial?

Defendemos esa línea de trabajo y con la certificación entendemos que debe ser así. Lo vemos como una etapa más. El arroz tiene un manual de buenas prácticas que fue generado de esta manera, está publicado en las páginas web de la Asociación Cultivadores de Arroz (www.aca.com.uy) y de INIA (www.inia.uy). A la certificación la vemos como el próximo paso, como un atributo más en esa línea.

Nota de Revista Verde N°115

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