Agricultura

Molinos Arroceros Río Branco: 50 años de pasión por la agricultura

2 de diciembre de 2024

La empresa fundada en 1974 por Lorenzo Ensslin y sus hijos Waldemar y Haroldo, creció junto al arroz uruguayo, producto que “siempre fue reconocido” a nivel mundial.

En los 50 años de Molinos Arroceros Río Branco SA “hubo muchas tempestades”, pero “fuimos funcionando” y “estamos seguros de que tuvimos más momentos de alegría y de placeres que de problemas”, dijo a VERDE el empresario Haroldo Ensslin, uno de los directores de esa empresa, que fundó con su hermano Waldemar y su padre Lorenzo, en 1974. Los tres integraron el primer directorio y fueron los impulsores para que la empresa llegara hasta donde está, sumando a las nuevas generaciones de la familia, que preservan la pasión de sus antecesores por la agricultura.

La historia productiva de la familia y de su afianzamiento en el cultivo de arroz se concentró en tierras del este y noreste uruguayo, específicamente en Cerro Largo y en Treinta y Tres, donde comenzaron a sembrar arroz en 1968, en el establecimiento La Querencia.

“En 1974 empezamos a analizar la posibilidad de instalar un molino, pensando en la exportación a Brasil desde Río Branco, para no tener que ir a Montevideo y luego a Brasil”, comentó el empresario. Fue en ese entonces que surgió la oportunidad de comprar el actual predio de la empresa, donde ya había un molino. Recordó que “en aquella época no se podía importar, tenía que pasar por la Comisión Sectorial del Arroz, lo solicitamos y fue trancada” la solicitud, “entonces compramos esa parte y ahí ya podíamos importar maquinaria industrial”.  

En los primeros meses de 1975 se formó la primera dirección de la empresa. El presidente fue Lorenzo Ensslin, el vicepresidente fue Waldemar Ensslin y el director ejecutivo fue Haroldo Ensslin. A la actividad que “teníamos le sumamos el arroz de productores de la zona, que eran cinco bancarios”, comentó el empresario.

En esos tiempos “había capacidad ociosa en nuestra planta”, pero Coopar “tenía mucho arroz en la región y no tenía molino”, y “llegamos a un acuerdo que consistía en llevar arroz cargo directamente a Montevideo en vez de llevarlo a Lascano”, y “así fuimos trabajando y desarrollando esa modalidad de brindar servicios a terceros”, acotó.

Al proseguir con el relato del emprendimiento familiar, comentó que entre 1976 y 1977 la empresa hizo un acuerdo con Saman, el que perdura hasta la actualidad, por lo que esa industria “siempre ocupó la capacidad ociosa total nuestra y desde allí trabajamos con ellos”. A medida que fueron pasando los años, la producción arrocera de Río Branco iba aumentando y “para poder prestar servicio a Saman y a los productores de esa empresa fuimos ampliando la planta”, señaló.

“Enseguida vimos que estábamos con problemas de depósito y secado, porque la producción había aumentado mucho. Y en 1981 se realizó la primera ampliación, que terminó en 1983”, detalló. La capacidad total de secado en la zafra era “muy chica, de 5.000 a 6.000 toneladas” y con la ampliación se llevó a “12.000 toneladas”, y posteriormente, a los dos años, fue necesario volver a ampliarla. Actualmente la planta 1 tiene una capacidad estática de 35.000 toneladas, con un nivel de recibo en torno a las 2.000 toneladas por día.

Ensslin comentó que el acuerdo con Saman era una sociedad “muy fuerte”, y que “fuimos trabajando muy firme”. Hasta que llegó un momento en que la planta quedó “chica”, y por eso en 1988 se resolvió “avanzar en la planta 2”. Puntualizó que esa decisión fue de “común acuerdo con Saman, en aquella época el presidente era Ricardo Ferrés, un ídolo”.

El empresario indicó que al principio esa planta tenía una capacidad estática de 25.000 toneladas y a los dos años siguientes “tuvimos que ampliarla y sumarle 10.000 toneladas” de capacidad estática, llegando a un total de 35.000 toneladas. Fue en ese momento que Saman y la producción de los Ensslin alcanzaron un récord de recibo en una zafra en Río Branco, que fue de “100.000 toneladas” de arroz verde chacra, destacó.

En 2007 hubo otro período de cambios en el sector arrocero, cuando se concretó la venta de Saman a la brasileña Camil. Para Ensslin el traspaso de la propiedad de esa industria fue un “proceso normal”, que permitió mantener el contrato de arrendamiento vigente, que se habían establecido con los anteriores titulares, y cuando se vencieron esos acuerdos fueron renovados, y así “seguimos trabajando muy bien”.

Recordó que “en esa época la región sembraba arroz”, y había “muy poca soja o prácticamente nada”. En 2010 se hizo la ampliación de la planta 2, donde se alcanzó una capacidad estática de 40.000 toneladas”. 

Al sistema de producción arrocero de la zona se le sumó el cultivo de soja, y la planta “hoy está recibiendo soja de varias empresas en las dos plantas”. En 2024 ingresaron a planta unas “22.000 toneladas” de la oleaginosa, que se transporta hasta el puerto de Río Grande, en Brasil.

El empresario señaló que “si analizamos el movimiento logístico, el flete al puerto de Río Grande debe recorrer unos 200 kilómetros contra 400 kilómetros a Montevideo”, comparó. Pero a la hora de la definición de a qué puerto enviar la producción “también juegan otros elementos, como la frontera internacional, los costos de cada puerto, entre otros”, comentó.

En el grupo de empresas de los Ensslin trabajan de 60 a 65 operarios, sin contar los que se desempeñan en las plantas, porque están arrendadas a Saman, que trabaja con su propio personal.

La capacidad estática total de Molinos Río Branco llega a 75.000 toneladas. Ensslin dijo que hay una previsión con Saman de que en la presente zafra arrocera se utilizará “toda la capacidad de depósito y de secado”. El volumen de arroz recibido en la zona anterior fue menor, “por la falta de agua en las represas, que limitó la superficie de siembra”, pero en la zafra actual se prevé un incremento de la producción, afirmó.

Cambios y relevo

Entre las principales transformaciones que hubo en el cultivo de arroz, el empresario consideró que la generación de nuevas variedades, la innovación tecnológica comprendida en las maquinarias agrícolas y los avances en el recibo y secado, significaron los cambios más resaltantes en las últimas cinco décadas. 

El sector arrocero uruguayo “siempre fue reconocido” a nivel internacional por su “calidad” y por el “sistema de trabajo”, expresó. Explicó que además hay una diferencia “muy grande” respecto a otros países, ya que “Uruguay maneja en cosecha variedad por variedad, y no se mezclan” como en otros países productores. Opinó que ese “es un punto fundamental para que el arroz uruguayo tenga el nombre internacional que tiene, porque cada arroz tiene un tipo de cocción, un tipo y una medida de grano”, señaló.

El relevo generacional es otro factor clave en la familia Ensslin. Felipe tiene 28 años, es nieto de Haroldo, y dijo a VERDE que se siente “orgulloso” de formar parte del emprendimiento y de sentir “amor por la agricultura”.

“Pertenezco a la “cuarta generación de la empresa, y desde niño ya andaba con el abuelo para arriba y para abajo. Llegaba de la chacra entre las siete y las ocho de la noche, él quedaba en el molino y después nos quedábamos hablando hasta las 11 de la noche”, recordó.

“Hay una historia de mucho suceso en la familia, y es un orgullo muy grande, tengo a mi líder (por Haroldo), del que intento seguir aprendiendo día a día. Actualmente, soy un productor independiente de la empresa, produzco arroz para Saman”, comentó.

El joven ingeniero agrónomo detalló que en su sistema se siembra “el doble de área de soja que de arroz”, con unas 600 hectáreas de la oleaginosa y alrededor de 340 hectáreas arroceras. Comentó que después cosechar la soja se prepara el terreno para el arroz, “enseguida que se cosecha ya hacemos las taipas, dejamos todo pronto para que a fin de setiembre, cuando se den las condiciones, entremos a sembrar”.

La soja en rotación con el cultivo de arroz genera una “ganancia”, por la “fijación biológica del nitrógeno”, y se plantea aplicar “un poco menos de urea a las chacras que vienen de rastrojos de soja” y, consecuentemente, “se gana en la respuesta de la producción”, dijo. 

El agricultor agregó que esto también permite tener “la chacra más limpia, porque el manejo de herbicidas que se lleva en soja determina una reducción muy alta de malezas como arroz rojo y negro”. Sostuvo que ese ping-pong “permite ganar en eficiencia y bajar costos” productivos, y se alcanza un rendimiento extra en la cosecha de arroz.

Por otra parte, Felipe Ensslin sostuvo que el impacto climático fue negativo en los años recientes, especialmente por las abundantes precipitaciones en la zona, que afectó el rendimiento de la soja. Comentó que “se hicieron todos los trabajos de drenaje, pero la lluvia superó todo lo previsto y no daba tiempo de realizar trabajos adicionales”, señaló que hubo sojas que estuvieron “unos 15 días bajo el agua”. 

Para graficar esa situación comentó que el arranque de cosecha en las primeras 100 hectáreas “marcaba rindes de 4.300 kilos” por hectárea, y a medida que fue lloviendo esa productividad “cayó fuertemente y se terminó cosechando entre 1.000 y 1.200 kilos” por hectárea. 

Mencionó que lo vivido en la última cosecha “nunca se había dado”, pero que “no es opción rendirse”. La superación de obstáculos y de momentos difíciles forma parte de la tradición de estos agricultores.

Al respecto, su abuelo, Haroldo, quien cumplirá 80 años en 2025, no deja de subir a la cosechadora, a un tractor o a un camión para no perder la costumbre de sentirse cerca de la chacra y del arroz. Y resaltó que la “única manera de salir adelante es con la unión entre todos”. Recordó que cuando atravesaron situaciones complicadas, “mi padre, mi hermano y yo estuvimos muy juntos y con el apoyo de la familia”. Por eso insistió en que “estar juntos en estas situaciones resulta clave”. 

En tal sentido, aludió a dos expresiones populares: “siempre que llovió paró” y “después de la tempestad viene la bonanza”. Sostuvo que en los momentos difíciles, de crisis, “hay que crear alternativas, porque siempre la solución está ahí al lado”. Por eso, los Ensslin quieren mantener vivo el legado de volver a sembrar, a cosechar y a transmitir entre los suyos la pasión por la agricultura y la tierra, sumando conocimientos y estudios.  

Nota de Revista Verde N°118

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