Los agricultores plantean contratos a más largo plazo por sustentabilidad
Rentabilidad, normativas internas de uso y cuidado de suelos, exigencias de mercados de destino y malezas, entre otros factores, ejercen presión sobre los productores
Ruben Silvera
ruben@infoagro.com.uy
Agricultores manifestaron la necesidad de ampliar los plazos de los contratos de arrendamiento de campos para poder planificar las rotaciones y realizar manejos agronómicos de largo plazo, en búsqueda de mayor sostenibilidad. Así lo planteó el empresario agrícola-ganadero de Soriano, Ricardo Echezarreta, en la reciente jornada anual de Barraca Erro, en Dolores. “Tendría que ser ley” que el arrendamiento se contrate por “más de seis años, para poder mejorar los campos”, señaló Echezarreta al analizar la actualidad del sistema agrícola y el ajuste de las pautas de manejo en la búsqueda de planteos sostenibles.
De esa instancia también participaron el productor Gonzalo Charbonnier (hijo); el responsable de operaciones de Agropecuaria del Litoral, Federico Frick; el director general de de Unicampo Uruguay, Esteban Hoffman; y los integrantes de Barraca Erro, Marcelo Ferreira y Germán Bremermann.
Echezarreta agregó que un arrendamiento a dos o tres años “es muy poco plazo” para poder “hacer ciertas cosas” para mejorarlo, pero los dueños “no ven eso”. Los que “lo ven te acompañan en el sistema”, pero mayoritariamente “se mira a corto plazo y esos serán los campos que tendrán más problemas”, porque “lo dejo y lo agarra otro productor, que también tendrá un problema cerquita, ya sea de malezas o pH”, y luego “él también lo dejará, y así sucesivamente”, ejemplificó.
Insistió en que “hay que convencer al dueño del campo para tener contratos con más plazo, porque si se acaba el campo se acaba la agricultura”. Además consideró que “se ajustará el manejo para controlar malezas y aparecerán más tecnologías”. A propósito, mencionó el caso de Enlist, que “ha mejorado sensiblemente el control de malezas en soja y también en el resto de los cultivos de la secuencia, porque se aplican menos herbicidas; pero si matamos al campo nos quedamos sin actividad”.
Afirmó que “mi prioridad es cuidar el campo”. Comentó que cuando su empresa ingresa a un campo nuevo “lo primero que hacemos son terrazas”. “Hoy tenemos terrazas en el 90% de los campos, sean propios o arrendados. Nos complica para sembrar y otras operaciones, pero se terminaron los arrastres y los anegamientos. Se mejoró el potencial del campo y responde con más productividad. Requiere mucha inversión, y para eso precisamos los campos con más plazos para amortizar” esas inversiones, sostuvo.
Charbonnier indicó que las rotaciones con pasturas precisan plazos más largos y las que incluyan 30% de maíz “demandan un plazo mínimo de tres años para hacer la secuencia de cultivos completa”. Destacó que “nos estamos animando a incluir el maíz en campos donde antes era impensado, apostando a siembras de segunda y con baja densidad”.
En los campos propios “rotamos con pasturas” y en campos arrendados, depende de la “complicidad” del dueño, que en algunos casos hace la ganadería o reconoce que se debe cuidar el suelo, porque está cerca de la producción. Pero hay situaciones donde “no se puede hacer, porque el dueño no está cerca y desconoce los problemas de no rotar”.
Charbonnier consideró que el principal problema “pasa por el plazo” de los arrendamientos y luego “por los costos”, pero eso está asociado a la oferta y demanda. “Cuando hacemos ganadería no podemos competir por una renta agrícola vinculada a kilos de soja, tampoco creo que sea sano hacer ganadería y pagar en kilos de soja. Nuestra ganadería no compite con la agricultura”, afirmó.
Frick recordó que hace algunos años estaba instalado el concepto de que “rotar el campo implicaba una resignación económica”, pero hoy “hay evidencia que los sistemas mejor rotados y manejados son los que producen mayores ingresos, porque crecen en producción frente a los que vienen en agricultura continua, con contratos de corto plazo y con poca rotación. En estos casos la productividad no crece y requieren manejos más costosos por la problemática de malezas, compactación o falta de nutrientes”.
Explicó que en los años secos “los sistemas bien conservados no se caen tanto, y en los años buenos dan mucho más a un menor costo por hectárea”. Señaló que de esa forma “apareció la pata económica de la sustentabilidad, que hace ocho o 10 años no estaba y había que apostar para que apareciera. Hoy las tres patas están bien equilibradas”.
El responsable de operaciones de Agropecuaria del Litoral entiende que esto “es difícil hacerlo en todos los campos arrendados”, y que las empresas que cuentan con un área importante bajo esa modalidad “en algunos campos lo pueden hacer y en otros no”. Por eso, consideró que “se debe entrar un sistema diferente, para poder seguir haciendo las cosas bien”.
El director de Barraca Erro, Jorge Erro, dijo en el marco de la actividad, que este “es un tema que se debe empezar a poner arriba de la mesa”, y describió la experiencia en algunas zonas de Brasil con el “encalado” de suelos, que derivó en establecer plazos “de cinco y hasta 10 años”, porque la inversión demanda de tres a cuatro años de amortización, dependiendo del costo del fertilizante.
A modo de ejemplo, aludió a los contratos de rentas para la instalación de bosques forestales, donde a nadie se le ocurre que “a los cuatro o cinco años” se tenga que “devolver” el campo con el árbol a mitad de camino.
Pensando en la “presión de los compradores” de los granos, como Europa y otros mercados, el “estiramiento” de los plazos permitiría avanzar con más recaudos hacia la “sustentabilidad” de los suelos y también del negocio. Por eso es importante hablar de este tema, para mejorar el sistema agrícola uruguayo, y me alegra que la propuesta surja de los productores”, acotó.
El manejo de malezas
Esteban Hoffman señaló que se atraviesa una “crisis” de conocimiento, porque “el problema nos pasa por arriba”. El ingeniero agrónomo consideró que “se deben pensar y diseñar sistemas para cambiar las cosas que nos vienen dadas”. En ese contexto, “los arrendamientos de dos o tres años son una locura, porque no se puede hacer nada”.
Además se suma la particularidad de que Uruguay “tiene cinco cultivos por año”, de los cuales “tres son de invierno (trigo, cebada, colza), algo que solo pasa acá”. Esto incrementa la complejidad del sistema, por los recaudos que se deben tomar, asociados al tipo de suelos que tiene el país y las rotaciones. Y ahora con el manejo de malezas, porque “si se utilizan algunos herbicidas en soja, no se puede hacer canola (colza) o si se utiliza el que permite la colza debo tener cuidado con el híbrido de maíz que voy a sembrar después, y a la vez se tiene que poder usar con los cultivos de cobertura. El carry over de herbicidas condiciona al sistema”, ejemplificó.
Señaló que las malezas resistentes a determinados herbicidas “atentan” contra la sostenibilidad actual y futura del sistema. El manejo “debe atacarse desde diferentes puntos de vista”, porque “no se soluciona” a” machetazo limpio y herbicidas”, de esa forma “termina mal”.
Hoffman recalcó que ocurren muchas situaciones en el cultivo de colza, donde “se convive con la pérdida de rendimiento por fitotoxicidad subclínica (que no se puede ver), generada por graminicidas aplicados para el control de raigrás. Hoy se sabe que no se pueden aplicar esos herbicidas en cultivos de colza y carinata porque se pierde rinde”. También señaló que “hay activos que provocan pérdidas subclínicas en trigo y cebada”.
El director de Unicampo Uruguay dijo que el costo para controlar malezas “crece tanto en cultivos de invierno como de verano”. Un trigo “sin problemas de malezas resistentes demanda unos US$ 100 por hectárea”, y “si hay problemas de malezas el costo se incrementa un 50%”, señaló. El escenario es “similar para soja” y para otros cultivos “la inversión puede ser mayor”, afirmó.
Echezarreta también señaló que se ha complejizado el manejo de algunas malezas, “por eso estamos con mucha rotación” de cultivos y “praderas” de corto plazo en los campos arrendados, y de largo plazo en los propios. “Eso nos ayudó muchísimo en el control de malezas”, valoró.
En la secuencia de cultivos agrícolas en Uruguay “se ha incrementado la presencia de gramíneas de verano para cortar el ciclo de algunas malezas. Me gustaría hacer 50% de soja y 50% de maíz, pero se hace difícil la comercialización del maíz, porque no tiene la fluidez comercial de la soja”, señaló. A propósito, comentó que “hicimos un corral de engorde para darle un destino” al cereal.
Remarcó que hay una “apuesta fuerte” a las praderas, con una producción ganadera intensiva, porque “el costo del arrendamiento está en kilos de soja, por lo cual la eficiencia y la productividad son claves”. En ese planteo “se hace la recría, donde se producen 800 kilos de carne por hectárea, y luego se pasa al corral”, acotó Echezarreta.
Charbonnier sostuvo que la utilización de herbicidas preemergentes para el control de malezas “ha ido creciendo”, aunque “un sistema de producción con rotación estira la aparición de la problemática, hay campos donde se puede hacer la rotación que uno quiere, pero en otros casos –ya sea por el tipo de tenencia o el costo del arrendamiento– se dificulta. Se conocen chacras con 15 años en agricultura continua que no han tenido maíz, como deberían”.
Frick agregó que la situación de malezas es el síntoma de una falla que tuvo el sistema en el diseño o en el manejo, que evidencia la falta de rotaciones, ya sea con pasturas o cultivos. “Nos encontramos con esa situación, pero el origen ya tiene su tiempo, y esa problemática ha generado que la agricultura se haya vuelto mucho más compleja, por la cantidad de elementos que tiene que manejar”, que se suman a los riesgos intrínsecos de la actividad, el clima y los precios, describió.
“Hay que aprender a convivir con las malezas, porque si bien la vamos corriendo de atrás, la problemática tiene solución. Es costosa, habrá que cambiar la forma de hacer las cosas, pero tiene solución”, resaltó Frick.
Al referirse al momento de definición de un plan de siembra, Frick consideró que la soja “debe incluir variedades confiables, estables y con buen potencial de rendimiento”. Advirtió que “suena bien, pero no es fácil encontrarlas. Las variedades con sus tecnologías para cada ambiente o situación tienen que rendir”.
En el caso de la empresa, un reflejo de la intensidad del sistema es que la soja de segunda sembrada luego de un cultivo de invierno “hoy ocupa el 80% del área”, indicó. A la vez, “hemos bajado la cantidad de variedades utilizadas de ocho o 10 a cuatro o cinco materiales, donde dos ocupan el grueso de la siembra”, comentó.
Nota de Revista Verde N°109