Agricultura

Las estrategias de manejo para enfermedades en trigo y cebada

8 de agosto de 2024

Los cultivos de invierno enfrentan constantes desafíos para mantener su rendimiento y calidad en escenarios comerciales y climáticos cambiantes. El análisis en profundidad de las enfermedades foliares que afectan este desempeño resulta crucial. Con ese marco, la ingeniera agrónoma (MSc. PhD.) Silvia Pereyra, del Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA) dijo a VERDE que para la zafra actual la principal preocupación en cebada sigue siendo la mancha en red, que puede causar pérdidas del 30% al 40% en el rendimiento. “Esta vez el monitoreo podría ser necesario incluso antes del macollaje”, advirtió.

La investigadora, que se desempeña en la estación experimental La Estanzuela, recordó que la mancha en red “ha sido la enfermedad predominante” en el cultivo de cebada, requiriendo hasta cuatro o cinco aplicaciones de fungicidas en algunos casos particulares, en cultivares susceptibles. “El promedio de aplicaciones en trigo o cebada para años normales es de 1,5 a 1,8. El año pasado hubo hasta cinco aplicaciones en algunas chacras de cebada. La situación fue alarmante”, recordó.

Además, comentó que las condiciones climáticas actuales, caracterizadas por alta humedad debido a las precipitaciones y el rocío, favorecen la proliferación de patógenos en los rastrojos de las chacras. Este año la presencia de inóculo en los sistemas de producción “es casi segura”, sostuvo. “Lo que se siembre de cebada no debería ser sobre rastrojo de cebada de hasta dos años para atrás”, recomendó, y también comentó que el hongo puede venir en la semilla. 

“El año pasado no había manchas en los lotes, pero este año casi todos tienen presencia del hongo causal de mancha en red en la semilla”, sostuvo. La especialista remarcó que la situación “está ligada a las condiciones predisponentes en los primeros estadios del cultivo”.

Por otro lado, explicó que en trigo, la roya amarilla o estriada es la enfermedad más preocupante. “Es esencial realizar un seguimiento temprano y constante, y ajustar las estrategias de manejo según las condiciones específicas de cada chacra”, indicó Pereyra.

A propósito, comentó que “un hallazgo preocupante del año pasado fue la detección de piricularia en trigo”, en el norte de Uruguay. Instó a los productores a estar atentos a las condiciones que predisponen tanto al fusarium como a la piricularia, y en el sur evitar el uso de semillas provenientes del norte del país, para prevenir la propagación de esta enfermedad.

Para el trigo “la fusariosis de la espiga también representa una amenaza significativa en primavera, especialmente si se presentan lluvias reiteradas”, describió. “Esperamos que los pronósticos de menos lluvias hacia la primavera se cumplan, pero siempre hay que estar atentos”, advirtió.

En tanto, la ingeniera agrónoma (Mag. Dra.) Cintia Palladino, del Centro Universitario (Cenur) Litoral Norte, de la Universidad de la República, explicó a VERDE que la ramularia “puede ser un gran problema en cebada, no solo por la pérdida de grano en sí, sino también por la pérdida en el calibre”, lo que se conoce como primera más segunda. Esas pérdidas pueden alcanzar hasta el 90% del rendimiento.

RAMULARIOSIS

Por otra parte, está el desafío de generar herramientas para la ramulariosis. Palladino destacó su reciente presentación en la jornada de Cultivos de Invierno de Fucrea, donde compartió resultados de su tesis doctoral, vinculada con el ajuste de la herramienta de detección y cuantificación del inóculo de ramularia en semillas y plántulas. Esta propuesta permite identificar y medir la carga de inóculo, proporcionando información crucial para los productores sobre la viabilidad de las semillas.

“Es una enfermedad que persiste en el rastrojo y se transmite por semillas, aunque la contribución del rastrojo infectado en las epidemias aún no está completamente dilucidada”, mencionó. La investigadora informó que se ajustó una técnica “que fue desarrollada en otro país, lo que nos permite evaluar la carga de inóculo en semillas y tomar decisiones informadas antes de la siembra”.

El manejo de la ramularia presenta varios desafíos. El principal problema es que ese patógeno tiene una fase asintomática, y cuando los síntomas típicos de la enfermedad son visibles “ya es tarde para una intervención efectiva”, explicó. Pero la herramienta desarrollada permite detectar la presencia del patógeno en etapas tempranas, facilitando intervenciones oportunas con fungicidas”, agregó la ingeniera agrónoma.

MANEJO Y MONITOREO

La dinámica varietal en cebada es lenta, debido a la importancia de mantener la calidad maltera. Pereyra destacó que en los últimos 10 años casi la mitad del área de cebada sembrada en Uruguay corresponde a variedades nacionales mejoradas por el INIA, con más de tres décadas de trabajo en resistencia a mancha foliar. “Estas variedades muestran mejores rendimientos y resistencia a enfermedades”, destacó. 

Sin embargo, la otra mitad del área corresponde a variedades europeas, que aunque tienen buena calidad maltera son menos resistentes a las enfermedades foliares. No obstante, las malterías han descartado variedades europeas de bajo desempeño sanitario.

El manejo adecuado de estas enfermedades “es crucial”, dijo Pereyra, quien enfatizó sobre la necesidad de un monitoreo desde etapas tempranas del cultivo, constante y detallado, especialmente en condiciones de alta predisposición a enfermedades, como las del año pasado. Y comentó que “muchas veces puede detectarse ramulariosis asintomática en el estado fenológico de dos o cuatro macollos”.

De todos modos, ambas investigadoras remarcaron que es crucial estar atento a reportes regionales de esta enfermedad, que se difunde rápidamente a nivel local. Y advirtieron que focos puntuales en una chacra, aunque la incidencia sea baja, pueden tener un gran impacto.

Además, Palladino destacó la importancia de aplicar fungicidas al primer signo de síntomas, considerando las condiciones climáticas previas y pronosticadas. “En ramularia recomendamos realizar una aplicación al primer signo de detección, ya que la enfermedad se manifiesta cuando el cultivo está estresado, ya sea por condiciones nutricionales, exceso de agua, entre otros”.

Por su parte, Pereyra indicó que las decisiones de aplicar fungicidas “deben basarse en la curva de epidemia de la enfermedad, no solo en el estado fenológico de la planta”. En cultivares susceptibles, “es necesario aplicar fungicidas al observar síntomas en el 25% de las hojas”, sostuvo; mientras que en cultivares con mejor comportamiento “la aplicación puede hacerse cuando se vean síntomas en un tercio o la mitad de las hojas”.

LA EFICIENCIA DE LOS FUNGICIDAS

Consultada sobre el uso de fungicidas, Pereyra fue enfática al responder que “no solo no tiene sentido aplicar fungicidas cinco veces, como ocurrió en algunos casos durante el año pasado, sino que también presiona a los patógenos, haciendo que los hongos se adapten y se vuelvan más resistentes”. 

Enfatizó que el uso responsable de fungicidas “es esencial”, al tiempo que subrayó la importancia de alternar productos para evitar la resistencia, una estrategia similar a la utilizada para controlar malezas. A propósito, la investigadora manifestó preocupación por los aumentos en la resistencia. “Hemos observado una pérdida de sensibilidad a las estrobilurinas en campo, por lo que recomendamos el uso de mezclas de triazoles y carboxamidas”, dijo.

“Desdede los puntos de vista agronómico, ambiental y de la inocuidad, hacer cinco aplicaciones no tiene sentido”, remarcó.

Palladino sostuvo que la resistencia a fungicidas es un problema global. “A nivel mundial se ha documentado resistencia a los tres grupos químicos de fungicidas utilizados para el control de ramulariosis”, dijo. Agregó que en Uruguay “hemos visto una pérdida de sensibilidad a las estrobilurinas”, y “aunque no contamos con un estudio local, hay informes regionales”, dijo. 

PREVENCIÓN Y NUEVAS HERRAMIENTAS

La herramienta desarrollada por Palladino y su equipo –donde Pereyra fue tutora– permite detectar ramularia en plántulas. “Esto es crucial, porque la enfermedad puede estar presente en una fase asintomática, lo que dificulta su detección visual”, explicó. En tal sentido, valoró que esta herramienta “nos ayuda a identificar la enfermedad antes de que los síntomas sean visibles, permitiendo una intervención temprana y efectiva”.

Destacó que la herramienta posee “un gran potencial para mejorar la gestión de enfermedades en cultivos”, sin embargo su implementación depende de la adopción por parte de laboratorios privados o instituciones paraestatales como el Instituto Nacional de Semillas (Inase). “La información está disponible, pero necesita ser adoptada por la industria para su aplicación práctica”, comentó la investigadora. 

RESIDUOS DE FUNGICIDAS

La tesis doctoral evaluó, además, los residuos de fungicidas, y las compañías participantes de este trabajo académico mostraron interés en los resultados presentados por Palladino. “Consideraron muy valiosa la información sobre la carga de inóculo en las semillas y la detección de residuos de fungicidas en los granos”, señaló. Aunque respecto a la detección temprana en plántula hubo cierto escepticismo sobre la implementación inmediata, reconocieron la importancia de estos hallazgos para mejorar la gestión de enfermedades y asegurar la calidad de los productos agrícolas.

Palladino indicó, no obstante, que la información sobre residuos de fungicidas fue particularmente valorada por las empresas, ya que afecta directamente la calidad del producto final y su aceptación en función de los límites máximos de residuos (LMR) permitidos para la exportación. “Esto es de especial interés para ellas, ya que aplicar fungicidas cerca del final de la zafra podría dejar residuos en el grano, complicando el cumplimiento de algunos estándares”, dijo.

PERSPECTIVAS

El futuro apunta a aplicaciones que no solo sean efectivas sino también inocuas para el consumidor. Palladino evaluó diferentes momentos de aplicación de fungicidas, validados en la región, para corroborar la efectividad y conocer si al aplicarse generan residuos en el grano. “Las aplicaciones recomendadas, en los momentos que se deben hacer, no generan residuos en el grano bajo los estándares europeos. Este es un dato de suma importancia, que se desprende de su investigación y da garantías a los productores”, dijo.

Sostuvo que la gestión adecuada de las enfermedades en cebada y trigo “es fundamental para asegurar la productividad y calidad de los cultivos en Uruguay”. “Con un monitoreo constante, aplicaciones de fungicidas oportunas y el uso de variedades resistentes, es posible minimizar las pérdidas y maximizar los rendimientos”, señaló. 

Agregó que la clave está en la vigilancia proactiva y en el manejo integral, adaptándose a las condiciones climáticas y utilizando las herramientas disponibles para enfrentar los desafíos de cada zafra.

Para facilitar el manejo de enfermedades recomendó utilizar las herramientas disponibles, como las cartillas de INIA y la aplicación Cultidoctor, que ayudan a identificar enfermedades y ofrecen recomendaciones de manejo, incluyendo la eficiencia de los fungicidas y el comportamiento de los cultivares frente a cada enfermedad. “Permiten tomar decisiones informadas y ajustar estrategias de manejo”, dijo.

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