La cebada permite “contar lo que hace el agro” a través de una marca
La fortaleza de la cebada es que puede contar “lo que hace el agro a través de una marca”, es un cultivo que “te puede contar una historia de forma directa”, expresó el gerente de Agro de Ambev (Maltería Uruguay y Maltería Paysandú), Juan González. Y agregó que esto “permite conectar al consumidor con el agro uruguayo”.
La empresa se encuentra desarrollando distintos planes para la implementación de prácticas agrícolas sustentables en la elaboración de cerveza nacional, desde porteras adentro hasta la industria.
La mayor apuesta de Ambev se encuentra en un proyecto sobre agricultura regenerativa, desarrollado a cinco años, con el Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA), que busca crear un protocolo de producción sostenible. González explicó que en ese proyecto participan productores con un vínculo de larga data con la maltería: 2.200 hectáreas en manos de 27 productores y distribuidores. Planes análogos se aplican en toda la región.
El proyecto implica la cuantificación de indicadores de sostenibilidad, que dejan las prácticas de manejo de cada productor. A partir de ello se pretende “sugerir prácticas mejoradoras, que ayuden a regenerar el suelo y aumentar el contenido de carbono orgánico”. Estas incluyen la rotación de cultivos, la utilización de mejores fuentes de fertilizantes, dosis variables, uso de cultivos de servicio, entre otras. Esto implica la evaluación de impacto. Puntualizó que el protocolo de producción regenerativa “no incluye solo a la cebada”, sino a todo el sistema de rotación.
Por otra parte, existe la cebada orgánica, que es otro concepto, donde no se usan productos de origen sintético. Allí el esquema “es mucho más estricto” e incluye certificaciones, para una marca de Fábricas Nacionales de Cerveza (FNC). Su alcance es limitado dadas las “dificultades de escalar a más área en un proyecto de tales características” y su condición de “producto nicho”.
La visión de Ambev
En este marco, se hace crucial la trazabilidad de todos los componentes del producto. Los planes de la empresa, desde 2017 hasta la fecha, se han enfocado en facilitar a los productores y distribuidores protocolos técnicos de producción, así como en el manejo que se aplica a cada una de las variedades, densidad de siembra y demás aspectos, “para todos los productores que quieran sembrar nuestras variedades”, indicó el ingeniero agrónomo. También incluye el acceso a fuentes de financiamiento, datos del sitio donde se produce y su geolocalización, agregó.
El gerente señaló que se escuchan distintos conceptos, como cebada agroecológica y cebada con agricultura regenerativa. Todas incluyen una serie de prácticas que básicamente buscan priorizar la salud del suelo, manteniendo en principio la productividad a mediano y largo plazo, con un enfoque asociativo entre las distintas partes de la cadena de valor.
El agro como fijador de carbono
La compañía está buscando asociarse con distintas empresas que están muy ávidas de este tipo de proyectos. Esto requiere una inversión, dado que implica una curva de aprendizaje, sin retorno inmediato. “La empresa está posicionada en promover las prácticas y ayuda a que los productores puedan transicionar a modos de producción más sostenibles”, expresó González. El ejecutivo sostuvo que las prácticas sustentables “se volverán una exigencia más restrictiva para acceder a los distintos mercados” de destino.
Por otro lado están las certificaciones, que garantizan que en todo el sistema se está haciendo agricultura regenerativa, no solo en la cebada. Esto permitirá vender el producto de mejor forma, con un diferencial de precio o la capacidad de acceso a los mercados más exigentes, afirmó. Para el ingeniero agrónomo “es evidente” que la demostración de una producción con prácticas sustentables requiere mancomunar la información sobre trazabilidad productiva y centralizarla.
González consideró que “toda la cadena del agro va a promover algún tipo de práctica regenerativa”. Planteó que el sector, mediante la fotosíntesis de los cultivos, y gracias a las prácticas que incrementan el carbono orgánico a nivel de suelo, “es el único que tiene la posibilidad de lograr secuestrar las emisiones que están causando otras empresas a lo largo de la cadena productiva”. Y explicó que la forma de lograrlo es a través de distintas prácticas que mejoren la salud del suelo a largo plazo”.
La evaluación del plan de Ambev
González explicó los distintos pasos para la evaluación del plan de Ambev. “Los interesados en el proyecto de la compañía son aquellos que buscan mejorar la reputación de sus empresas, más allá de la consiguiente mejora de los suelos y demás”, comentó. También destacó la importancia de la rotación de cultivos y mencionó que se evalúa el peso de la agricultura intensiva en relación a la ganadería. “Esta caracterización macro del sistema ayuda a entender mejor el impacto ambiental”, dijo.
En primera instancia se midió la conservación del suelo, su contenido de carbono orgánico y el potencial de desmineralización de nitrógeno. Además se evaluó el balance de nutrientes, tanto macro como micro, y su disponibilidad en el suelo. Y también se midió la huella de carbono y agua, eficiencia de utilización de agroquímicos y la diversidad de rotaciones.
Además de la cebada, se recopila información de todos los cultivos involucrados en la rotación de los últimos cinco años, incluyendo además soja, maíz y trigo, para medir la huella de carbono base. “Se hizo una línea base de impacto en carbono y ahora se están implementando prácticas mejoradoras”, comentó el ingeniero agrónomo.
Indicó que el desarrollo de cultivares con mayor eficiencia en el uso de insumos tiene tres aspectos principales. El primero es el rendimiento, ya que a medida que se vayan lanzando cultivares con mayor potencial de rendimiento, todos los indicadores medidos por hectárea, van a mejorar. Señaló que un sistema más productivo diluye el impacto por la cantidad de toneladas producidas. “Si tenés un sistema más productivo, tu impacto es menor, por más que produzcas más kilos”, enfatizó.
Otro aspecto es la eficiencia en el uso del agua. “Para producir un kilo de cebada se necesita mucha agua”, afirmó González. Por ello, se está trabajando en el desarrollo de mejoras varietales, que rindan más y sean más eficientes en la utilización de nitrógeno y agua, a campo y en las malterías. Una de las últimas variedades que incorporó la compañía a su cartilla fue Olimpia, que es más eficiente en estos aspectos.
El gerente señaló que otro enfoque es el manejo defensivo y la protección vegetal. “Estamos tratando de lanzar cultivares con buena producción y genética europea, pero también tolerantes a enfermedades, sobre todo a mancha en red”, que es un problema en la agricultura local.
Ambev realiza ensayos en distintas zonas, como en La Estanzuela, Young y Mercedes para determinar las mejores prácticas de manejo para cada variedad.
Sobre la inocuidad alimentaria, González explicó que en la maltería tienen una guía que define los límites mínimos, máximos y tolerancias para cada ítem, incluyendo residuos de agroquímicos. Se miden residuos de aproximadamente 40 agroquímicos. Las muestras se toman de los silos, no de cada camión individual, y la legislación que siguen es la de Brasil, donde los límites son más exigentes que en Uruguay. Esto se debe a que el 95% de la malta que se produce en esta industria se exporta al país vecino.
La integración de soluciones diversas
“Hoy no existe una solución única para todo”, afirmó González. “Hasta ahora alcanzaba con producir más para alimentar a una población creciente, pero precisamos una nueva dinámica de producción”, expresó.
Agregó que “este cambio de paradigma implica entender que la agricultura 2.0 incorpora soluciones complementarias, para una población creciente, que necesita productos con cero emisiones netas, toma de riesgos calculados y altas tasas de innovación”.
Sostuvo que, en este contexto, “se hace crucial la asociación con otras empresas e instituciones, especialmente para la recolección de datos, para que no redunde en un trabajo extra y permita un progreso general”. Porque “el productor está cansado de compartir información y que eso no le vuelva”, dijo.
También comentó que se están haciendo esfuerzos en otras partes de la cadena, que deben integrarse, como la logística y el transporte. “La compañía ve todo como un sistema. El agro es responsable de un 13% o 14% de las emisiones totales de la compañía, un porcentaje significativo, donde están las mayores oportunidades de mejora”, concluyó.
Nota de Revista Verde N°116