En Brasil se avanza para identificar a los “ladrones de rinde” de la soja
Los nematodos generan pérdidas de rendimiento y son un problema importante, al igual que la mala calidad de semilla que se puede llevar hasta un 35% de la producción.
Andreomar Kurek, director de Investigación de Soja para Brasil y Argentina en Stine Seed, fue uno de los protagonistas en la reciente edición del ADP Zone, encuentro anual organizado por la empresa ADP. Allí utilizó el concepto de “ladrones de rinde” para referirse a los factores que afectan la productividad del cultivo de soja. “Siempre buscamos el alto rinde, pero muchas veces se siembra una soja de baja calidad, ese es un ladrón de rinde. La calidad de semilla es parte de la cultura brasileña, por la dificultad que tienen los ambientes del país, que no permiten dar esas ventajas”, comentó.
Destacó que “Brasil tiene más del 80% de semilla legal, certificada”, y que eso se explica por la condición ambiental, que “no es buena”. Señaló que eso obliga a tener empresas “muy técnicas, desde la siembra y durante todo el proceso de producción de semillas. “La semilla tiene un costo más alto, por su contenido, calidad, por los tiempos de investigación que tienen, pero eso se traduce en rinde”, afirmó.
Recordó que “era común en Brasil hablar de soja con un 80% de germinación, no se hablaba de vigor, sí se consideraba el alto vigor en maíz, también alta germinación, muy próximo al 100%”. Pero “ahora eso pasa con la semilla de soja, que tiene que tener los mismos patrones de calidad del maíz, un nivel muy alto de germinación, estamos hablando de más del 95%, y vigor por encima de 90%, preferentemente arriba de 95%”, y eso “garantiza un rinde mayor por hectárea”.
Señaló estudios que indican que hasta 35% de pérdida de rinde por baja calidad en la semilla, “algo que para mí es poco, creo que una mala semilla puede ocasionar pérdidas aún mayores”, consideró.
Los nematodos son un problema importante en Brasil, del que en Uruguay casi no se habla. “En Brasil al principio no se hablaba, cuando la soja se sembraba en la región centro-sur, donde en general los suelos son mejores y hay buenas lluvias”, comentó Kurek.
Pero cuando se empezó a sembrar en la zona del Cerrado, al norte, en Mato Grosso, “percibimos esos ladrones de productividad y trabajamos cada vez más fuerte. Ahí estaban los nematodos”.
Destacó que la soja Stine “tiene resistencia a distintas especies de nematodos, y eso nos garantiza tener un mínimo de rendimiento, que otras variedades no van a alcanzar”.
Indicó que en un año de sequía es más visible la pérdida de rendimiento por nematodos. “Hace unos años un trabajo de Syngenta mostró que casi el 95% de las áreas tenían nematodos y muchos productores no sabían que lo tenían. Esas evaluaciones fueron desde Río Grande del Sur hasta el norte de Brasil, y el escenario es el mismo. Todas las zonas productoras de soja tienen presencia de nematodos”, señaló.
LA EVOLUCIÓN DE LA PRODUCTIVIDAD
El director de Investigación de Soja para Brasil y Argentina en Stine Seed repasó cuáles fueron los principales factores que permitieron aumentar la productividad de la soja en su país, donde el área crece de forma impactante año a año. Una de las claves mencionadas por Kurek fue el pasaje de sojas determinadas a indeterminadas, gracias a la investigación de empresas del rubro. “Se cambió una soja que estaba muy adaptada a la zona tropical, muy defensiva, que era la soja determinada, pero se necesitaba una soja de mayor rinde y que permitiera una siembra más temprana. Así se descubrió la soja indeterminada, que permitía tener una siembra más temprana, y hoy se siembra a principio de setiembre”, comentó.
Destacó que esto permite aprovechar mejor la luminosidad, la temperatura, la lluvia para el desarrollo de la soja en noviembre, diciembre y enero, y cosechar en enero y febrero, permitiendo la siembra de maíz.
“Esto también fue muy importante para el desarrollo de la cadena del maíz. En verano se sembraba la mayor cantidad de hectáreas de maíz en Brasil. Hoy el 20% se siembra en verano y 80% se hace en la segunda campaña, después de la cosecha de soja, en enero y febrero, para cosechar en mayo y junio. Con esto todo el sistema tiene mayores rindes por hectárea, tanto la soja como el maíz”, valoró.
Otros elementos se incorporaron a la producción agrícola brasileña, para incrementar y consolidar alta productividad con un crecimiento anual extraordinario de la superficie en los últimos 20 años. Según datos de la Compañía Nacional de Abastecimiento (Conab), en los últimos 40 años el área del cultivo en Brasil creció 322%. En la zafra 2024-2025 la producción de soja llegaría a 166,14 millones de toneladas, 12% más que en el ciclo anterior. El organismo agrega que la superficie creció 2,6% y llegó a 47,36 millones de hectáreas, y que la productividad crecería casi 10% para llegar a 3.500 kilos por hectárea.
Consultado sobre otros factores que permitieron impulsar los rendimientos de la oleaginosa, Kurek aclaró que en general los suelos brasileños “no tienen la calidad de los de Uruguay, Argentina y sobre todo de Estados Unidos”, ya que en Brasil “son suelos con más arena, de baja calidad”. Por eso, “el primer punto fue trabajar mucho con los suelos” y “al mismo tiempo con la siembra directa, cobertura con vegetal, incrementar la materia orgánica del suelo”.
Insistió en que hubo “mucha inversión en investigación, tanto pública como privada”, y que “todo eso permitió que creciera el área, pero mucho más el rendimiento, no solo de soja sino también de maíz”.
Stine
Stine es una empresa estadounidense, con presencia global, “pionera en breading de soja comercial”, destacó Kurek. La compañía está en Argentina desde 2016 y en Brasil desde 2018. “En Estados Unidos teníamos un germoplasma de muy alto rinde, pero en Brasil se necesitan grupos 7, 8 y 9. En seis años hicimos toda esta selección, trayendo la fortaleza de Stine, que es rinde y muchas otras características, como la resistencia a nematodos y otras enfermedades”, comentó.
En Brasil Stine ofrece ocho variedades de soja, con las tecnologías Conkesta y Enlist. “Estamos creciendo año a año, con rinde, con calidad de semilla, lo mismo que pasa en Argentina y en todos los ambientes donde está Stine”, afirmó.
Kurek sostuvo que el diferencial de Stine “es su genética única, desarrollada por Harry Stine y todo el equipo de la compañía, durante muchas décadas”. Destacó que “tenemos una base de soja convencional, que no hay en otra empresa. El principal objetivo de Stine siempre es el rendimiento, nuestro eslogan es: Stine tiene rinde. En esto trabajamos todos los días, enfocados siempre en la semilla”.
Agregó que en Argentina “tenemos muchos datos de los últimos años de la Recso (Red Nacional de Evaluación de Cultivares de Soja), donde hay muchas variedades de Stine que están muy arriba de los promedios de los ensayos. Muchas veces 7% a 10% y más productividad”.
Comentó que Harry Stine, fundador de la compañía, es un productor y “ese es un punto muy importante”, porque “comprende muy bien lo que pasa con cada chacra, con cada productor, las dificultades que tienen”. Aseguró que “sus dificultades y lo que él busca es lo mismo que busca un productor en cualquier parte del mundo”.
Por eso, explicó que “queremos tener un relacionamiento con el productor, desde una empresa que está enfocada en el negocio, que va a traer la mejor variedad. Harry siempre nos comenta que más temprano o más tarde el productor va a sembrar Stine, y es así. La empresa tiene más del 70% de participación en el mercado de Estados Unidos y es líder en genética Enlist. Entonces, tarde o temprano los productores de Argentina, Uruguay y Brasil van a sembrar Stine”.
Preocupa el estancamiento en Uruguay
En la reciente edición de ADP Zone, el director de ADP, Marcos Guigou, realizó una presentación donde hizo un paralelismo de la soja en Uruguay con una escena de la película Apolo 13, donde los técnicos de la Nasa realizaban una conexión y explotó un tanque, y la misión que tenían prevista debió reprogramarse. “En la soja hay aumento de costos, pero sin productividad, me da la impresión que no hay explosión”, dijo a VERDE.
Para Guigou el tema no se está abordando con la importancia que tiene, sin embargo, “miras a los competidores, principalmente a Brasil y Estados Unidos, y tienen mayores productividades, estables, con áreas que crecen de forma increíble”, planteó.
Recordó que “el girasol tuvo ese problema, no lo vimos y después se perdió el cultivo”. Y también se refirió al trigo, “un jugador del equipo al que no se le ha dado mucha importancia, que tiene números muy justos y siempre hay que buscar potenciales muy altos para llegar al equilibrio”.
Sin embargo, destacó que “el trigo ha despegado y su productividad ha mejorado”. De todos modos, admitió que “si se mira el trigo que hacemos ahora y el que hacíamos hace 10 años, no tiene nada que ver”. “Es trigo, pero la ubicación en la rotación, la cantidad de cosas que tenemos en cuenta, como no repetir trigo sobre trigo. Es un desarrollo muy distinto, y hay que buscar cosas similares para la soja. La soja ya no se arregla como sea, no es un yuyo que produce igual, es la que nos está generando más problemas de caja y de resultados”, enfatizó.
Valoró que el trigo uruguayo está “muy por encima en productividad media, y con tendencia a seguir creciendo en rinde” respecto a los demás países productores del continente. “Algo hicimos distinto en ese cultivo en relación con la soja”, afirmó.
En tal sentido, Guigou planteó que “hay que trabajar mucho en tecnologías de procesos y bajar un poco las revoluciones en las tecnologías de insumos, porque evidentemente apilar insumos y subir los costos no han permitido que el cultivo aumente la productividad; con eso es difícil ser competitivos”.
Buscando resolver esta limitante, ADP explora tecnologías como el encalado, porque “en la medida que suba el pH, la soja va a rendir más”, y otras más disruptivas, como “los microgeles”, para retener parte del agua de lluvia que se escapa. Además de la genética por ambientes y ciclos más cortos, porque con ciclos largos se corre el riesgo de llegar al período crítico sin agua, planteó.
Dijo que “no está medido” el impacto de sembrar soja sobre soja, “como sí lo está en otros cultivos”. Además señaló que se generan más enfermedades vasculares, y esos ciclos tienen más tiempo para que las enfermedades quiten rendimiento. “Quizá el 30% de tu campo, el de más potencial, tiene 1 metro o 70 centímetros más de suelo, son 140 o 200 milímetros más, y eso hace la diferencia entre una soja de rendimiento mediocre a una de altísima productividad”, dijo.
Agregó que si se siembra ese 30% de mejor área del campo con genética de ciclo más corto, pero de más potencial, “quizás te da 900 kilos más por hectárea y eso son 300 kilos más por hectárea en el promedio; eso es todo ganancia”.
Con relación a las malezas, recordó que en su momento disfrutó de la utilidad de la soja RR y del glifosato. “Fue muy sencillo el trabajo”, pero antes se “convivía con las malezas y teníamos umbrales, porque era muy caro combatirlas o había menos herramientas”. Entonces, en “muchas situaciones se evaluaba si valía la pena aplicar, dado el costo del producto y el impacto en el rendimiento”.
“El problema es que esa información hoy no está. No sé si vale la pena generarla, pero sí vale la pena tratar de ser racionales, entender que las chacras no van a estar inmaculadas, pero hay que tratar de medir y de hacer más con menos”, planteó.
Guigou analizó que si Regadores Unidos del Uruguay puede producir 6.000 kilos de soja por hectárea “ese es el techo”, y “sacamos 2.200 kilos por hectárea el año pasado, aunque sé que hubo productores que sacaron 3.000 kilos o más, pero estamos muy lejos del techo”.
Analizó que “la nutrición y el rhizobium tal vez no dé para esos potenciales, se necesitaría bastante nitrógeno en el suelo. Lo ponés como fertilizante o lo venías poniendo antes con una vicia en cobertura”.
Nota de Revista Verde N°118