Agricultura

El valor agregado de los oleaginosos cayó del 80% al 12% por la sequía

2 de enero de 2024

El sector tiene estructura “sólida”; los beneficios privados y sociales fueron negativos en la zafra 2022/23, según un informe elaborado por un equipo de técnicos del INIA

Redacción
Mauro Florentín

El agro uruguayo registró en la zafra 2022/2023 un “déficit de lluvias sin precedentes”, que generó “impactos relevantes” a nivel de la producción de soja: “productividades por debajo de 1.000 kilos por hectárea, área sembrada sin cosechar, altos costos, que se sumaron a menores precios y determinaron márgenes negativos para el productor”, así como una “fuerte reducción” en las exportaciones nacionales. Esas y otras conclusiones fueron presentados en el marco del 12° encuentro de la Mesa Tecnológica de Oleaginosos (MTO), realizado en noviembre bajo la consigna Cultivando Resiliencia: aprendizajes de una zafra histórica.

En esta oportunidad el evento concitó la atención de empresarios, productores y técnicos del sector agrícola, especialmente por el hecho histórico que significó el golpe de una sequía que no dio tregua y llegó al punto de impedir el suministro normal de agua potable en varias ciudades.

El informe en cuestión incluyó varios indicadores y análisis, y fue elaborado por técnicos de la Unidad de Economía Aplicada y del Sistema Agrícola Ganadero del Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA).

Uno de los puntos destacados indicó que “la severa sequía del verano pasado provocó una pérdida del 23% del área sembrada con soja”, además “la mayor parte del área no cosechada quedó en barbecho para el siguiente verano”.

Pese al impacto de la seca, “un 52% del grano cosechado requirió secado, dado que la humedad promedio se ubicó en 16%”, y “como consecuencia del escaso desarrollo de los cultivos, se incrementó notoriamente la necesidad de prelimpieza del grano”, señaló.

Destacó que la producción y las exportaciones de soja cayeron en “más del 70%” en comparación a la zafra anterior, considerando que el volumen producido de la oleaginosa disminuyó de 3,2 millones de toneladas a 873.000 toneladas; mientras que el monto de las exportaciones del grano cayó de US$ 3.070 millones a US$ 762 millones.

Los costos de producción se incrementaron 10% para la soja de primera con respecto al 2021/22, ya que aumentaron todos los costos y en particular el de los fertilizantes, excepto los de poscosecha, indica el informe.

Detalló que los costos de producción se incrementaron 4% para la soja de segunda con respecto al 2021/22, y el área no cosechada fue mayor, alcanzando a 31% del área sembrada.

Si bien los precios de la soja se redujeron durante todo el ciclo del cultivo, el momento de mayor porcentaje de grano comercializado fue durante la siembra. Así, el precio promedio de la zafra se redujo solo 12% en comparación a la zafra 2021/22, indicó.

Otro aspecto destacado fue que en el contexto de caída de la productividad, menores precios y mayores costos, “los márgenes promedio fueron los más bajos desde que se tienen registros”. Igualmente se indicó que hubo una “amortiguación de las pérdidas por producción de reservas”, considerando que 23% no se cosechó, 24% pastoreo y 9% reserva.

El valor agregado cayó “significativamente” en 2022/23, debido a los magros resultados obtenidos en chacra, e incluso fue “negativo para la soja”, y en resumen, esa caída derivó en que el valor agregado del complejo pasó “de representar un 80% de los ingresos al 12%” y significó “solo un 0,2% del Producto Interno Bruto (PIB) total (el más bajo desde que se tienen registros)”, resaltó.

Colza

Un capítulo dedicado al cultivo de colza mostró que el área récord de 350.000 hectáreas sembradas durante el ciclo 2022/23 elevó a más de 800.000 hectáreas la siembra de cultivos de invierno, y que la producción de colza se duplicó respecto a la zafra anterior. Al tiempo que se redujo 8% la productividad promedio país del cultivo y que el litoral oeste registró los mayores promedios regionales. 

El contenido promedio de materia grasa fue de 46% y se incrementó la necesidad de secado y prelimpieza respecto a la zafra anterior, consideró. Y señaló que los precios de la colza se redujeron durante toda la zafra, que la comercialización se retrasó respecto a la zafra anterior y la mayor proporción de grano se comercializó en el entorno de la cosecha.

El fuerte incremento de costos (40%) con respecto a 2021/22, sumado a menores precios y rendimientos, determinaron un “escaso margen” para el cultivo, advirtió.

Según el informe, la proporción de contratos en kilos de producto se redujo al 68%, incrementándose la modalidad de precio fijo; en tanto que el valor de la renta agrícola promedio creció por tercer año consecutivo, superando los US$ 470 por hectárea en los departamentos de Soriano y Colonia.

La industria local procesaría 242.000 toneladas de oleaginosos, produciendo 77.000 toneladas de aceite y 153.000 toneladas de harinas y pellets, reduciendo la producción de biodiesel y glicerina, estimó.

Comparó que el cultivo de colza que logró una destacada zafra en 2022/23 como consecuencia de un “área récord y una buena productividad con márgenes reducidos”, en la zafra actual presenta una “fuerte” reducción de área, con “varios problemas e incertidumbre” en su resultado.

Beneficios y transferencias

“Aún en condiciones de ausencia de beneficios, la cadena transfirió recursos al resto de la economía, aunque en menor magnitud respecto de la zafra anterior”, conforme con el informe de los técnicos del Inia.

Indicó que en contraste con el importante aumento en el valor agregado registrado durante la zafra 2021/22, en 2022/23 se verificó una significativa caída en la producción. “De registrarse rendimientos promedios históricos, para la soja 2023/24 con precios más bajos y costos similares, se espera una recuperación de los márgenes”, avizoró. 

Luego de “dos zafras contrastantes”, para los técnicos “el sector muestra una estructura sólida y no parece decaer en su esfuerzo hacia el futuro”. En esa instancia también plantearon que “la competitividad de la cadena en el mediano y largo plazo dependerá de la capacidad de seguir generando y adoptando más y mejores herramientas”.

El informe incluyó algunos cálculos basados en una matriz de análisis de políticas respecto a la “competitividad” y las “transferencias” de la cadena de oleaginosos, que comprende a los eslabones de la cadena, desde la chacra, el flete desde la chacra al acopio, el acopio y el flete del acopio al puerto. Eso permite, entre otras cosas, “identificar si hay transferencias desde el sector productivo al resto de la economía y a la inversa”, se justificó.

Explicó que el origen de las transferencias surge en las cargas sociales, el pago de impuestos y los costos de capital, que tiene un distinto peso en cada eslabón del complejo en cuestión. Los “precios privados” son aquellos que reflejan lo realmente cobrado o pagado por los agentes del sector, y los “precios sociales” se refieren a los ingresos, son los precios que recibirían los agentes si no tuvieran deducciones, detracciones, trabas de mercado, precisaron. Y aclararon que los costos, serían los incurridos si no estuvieran afectados por impuestos, subsidios, cargas sociales y fallas de mercado.

“Los beneficios privados y sociales fueron negativos en la zafra 2022/23”, pese a ello, “el complejo sojero realizó transferencias de US$ 139 por tonelada de grano y el total de las transferencias alcanzó un monto de US$ 147 millones”, lo que significó una caída de 56% respecto a la zafra 2021/22, calcularon.

Destacaron que “las transferencias de todo el sector agrícola primario, considerando todos los cultivos y solo el eslabón de chacra, alcanzaron a US$ 122 por tonelada”, y “los beneficios son negativos, aunque en menor magnitud”.

Estrategias y deudas

En cuanto a las estrategias empresariales y productivas empleadas para salir adelante frente al contexto desafiante de las pérdidas generadas por la sequía, “el sector refinanció deuda, tomó préstamos bancarios y utilizó sus reservas financieras”, según el informe, que fue presentado en el encuentro de la MTO.

Ante la consulta sobre cómo se afrontaron las consecuencias de la seca, los técnicos recabaron tres estrategias de los actores del sector. En una de ellas el 87% de los empresarios agrícolas apeló a la refinanciación de deudas, 5% tomó préstamos bancarios y 2% recurrió a las reservas financieras. En la segunda el 51% usó sus reservas financieras, el 40% asumió préstamos bancarios y 2% redefinió la rotación. Y en la tercera estrategia propuesta el 47% recurrió a préstamos de bancos, 36% utilizó las reservas financieras, 5% pidió crédito al proveedor, 4% redujo el área o la actividad y 2% buscó un nuevo tipo de seguros.

El informe también incluyó un capítulo sobre la respuesta oficial por la sequía. El Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP) declaró la emergencia agropecuaria a inicios de 2023 para todo el territorio nacional, incluyendo a la agricultura entre los sectores afectados, y determinó algunas medidas.

Entre las acciones determinadas figuraron la reducción del costo de financiamiento, específicamente de préstamos a través de República Microfinanzas con tasas subsidiadas, y el SIGA (Sistema de Garantías Bonificado por Emergencia Agropecuaria), a través del cual se bonifica la comisión. 

Además, el Banco República prorrogó por seis meses las obligaciones financieras de productores agropecuarios sin costos, ni cambios de categoría de calificación crediticia. También hubo una reducción y prórroga de vencimientos en los costos de energía eléctrica para regantes; el Banco de Previsión Social otorgó una prórroga en los vencimientos de los aportes; y se estableció la exoneración de impuestos de pagos a cuenta a los contribuyentes del Impuesto a las Rentas de las Actividades Económicas (Irae) por sus actividades agropecuarias y del Impuesto al Patrimonio por su patrimonio afectado a explotaciones agropecuarias.

Nota de Revista Verde N°111

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