Cultivos de servicio: Disminuir costos en la rotación y aportar servicios ecosistémicos
Los cultivos de servicio “disminuyen el uso de insumos en el corto plazo” y, por tanto, “los costos” cuando están “bien hechos”, indicó el investigador uruguayo del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) y la Universidad de Buenos Aires (UBA), el ingeniero agrónomo (Dr.) Gervasio Piñeiro. Agregó que “uno puede verlo como un costo o como una inversión”. La estación experimental La Estanzuela, del Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA) fue el escenario de una significativa jornada sobre cultivos de servicio, organizada por la Asociación Uruguaya Pro Siembra Directa (Ausid).
El encuentro también contó con la participación de la investigadora de INIA, ingeniera agrónoma (PhD.) Valentina Rubio; y la moderación del coordinador de Ausid, ingeniero agrónomo (MsC.) Santiago Álvarez.
La jornada ofreció una combinación de exposiciones teóricas y recorridas de campo, y estuvo centrada en explorar cómo los cultivos de servicio pueden mejorar la salud del suelo y la resiliencia de los sistemas agrícolas.
El foco en tecnología y extensión
A través del INIA, Ausid es responsable del proyecto FPTA (Fondo de Promoción de Tecnología Agropecuaria) N° 357, de cultivos de servicio, desde hace tres años. Este tiene en su esquema generar instancias de extensión y difusión. Se realizan actividades en campos de productores, mostrando diversas especies y combinaciones de siembra.
El proyecto ha contado con la colaboración de diversos actores, como el Instituto Plan Agropecuario, Copagran, la Asociación Rural de Soriano y la Unión Rural de Flores. “A lo largo de los años hemos identificado áreas claves en las que concentrarnos”, explicó Álvarez a VERDE. A propósito, señaló la importancia de mejorar la productividad y diversificar la producción de materia seca.
La jornada buscó resaltar el papel de los cultivos de servicio en la mejora de las secuencias productivas, abordando objetivos que trascienden “a la productividad total de una secuencia (de rotación agrícola)”, indicó.
El objetivo del proyecto es que se conciba a los cultivos de servicio para otros beneficios a la planta, lo que se entiende como “dar otros servicios ecosistémicos”, como “un río sin cianobacterias, menos gases de efecto invernadero” o “un suelo más descompactado”, con “menos erosión”, explicó Piñeiro. Para tener “un suelo fértil y gordo” uno “le tiene que dar de comer” dijo. Y para conocer qué le falta “comer” al suelo se establece la “brecha de carbono”.
Rubio explicó a VERDE que la incorporación de cultivos de servicio “mejora la estructura del suelo y la actividad de los microorganismos”. Estas mejoras en la salud del suelo “permiten mayor infiltración y almacenamiento de agua de lluvia”, así como “mejor ciclado de nutrientes”. La cantidad de raíces y la calidad del residuo también juegan “un papel importante”, pero “lo primero” es lograr “coberturas productivas y altos aportes de biomasa aérea”, señaló. Eso se logra “incorporando estas coberturas consistentemente durante varios años y asegurando su alta productividad”, remarcó.
Los suelos uruguayos
Los tres investigadores consideran que la situación de Uruguay respecto a los suelos es favorable en comparación con la región y el mundo. Rubio comentó que, “mirando únicamente los Molisoles, que son los principales suelos de Uruguay, parecería que el nivel de deterioro que observamos es menor en comparación con otras zonas donde estos suelos son comunes, como el Midwest (medio oeste) de Estados Unidos, China y Rusia” destacó.
Además, remarcó que “esto es consistente con una historia de uso más reciente, y con la aplicación de la ley de uso y conservación de suelos, pionera en el mundo, que nos coloca en una posición favorable”.
Los paradigmas en torno al manejo del suelo han cambiado. Piñeiro explicó que antes se pensaba que “había que dejar descansar al suelo con un barbecho”, y ahora se entiende que “hay que darle de comer” más que dejarlo descansar. Para eso la biomasa del cultivo de servicio juega un rol fundamental, siempre y cuando el cultivo comercial “no extraiga muchos nutrientes”. De lo contrario “no se puede formar materia orgánica”, por lo que “importa el balance”, explicó.
“Uruguay está mejor” posicionado que Argentina en manejo de suelos, gracias a sus planes de regulación. No obstante, ambos países aún tienen “áreas vacías en invierno”, que es un problema que en Argentina “muchos productores no lo ven”, comentó.
Por otro lado, el manejo del nitrógeno y la integración de leguminosas no han sido adoptados completamente en la región por falta de regulación. Esto afecta la implementación de prácticas sostenibles, como el control de la erosión. El fósforo soluble en el agua es un problema destacado por el investigador, quien explicó que “utilizar al voleo o tener barbechos largos” lo incrementa. Y sugirió que futuras regulaciones podrían mitigar la proliferación de cianobacterias causadas por el fósforo.
“Engordar” suelos con cultivos
Gervasio Piñeiro trabaja con Ausid en este proyecto FPTA desde sus inicios. El profesional es responsable de toda la red de cultivos de servicio que lleva a cabo la Asociación Argentina de Siembra Directa (Apresid). El foco de su investigación está en medir la brecha de carbono, que para la agricultura“normalmente está entre 30% y 40% por debajo de lo que podríamos pensar” en los sistemas locales, afirmó el investigador de la UBA.
Para conocer el destino de la biomasa de la planta al degradarse en el suelo, Piñeiro utilizó lo que se denomina “marcadores isotópicos”, que permiten conocer dónde van las moléculas generadas por la planta. Los resultados arrojan que “le estamos dando poca comida al suelo”, porque “los cultivos anuales generalmente le dan poca comida, poca biomasa aérea, pero sobre todo poca raíz”. En cambio, “las pasturas le dan un poco más de comer a los suelos, por eso generalmente engordan cuando rotamos con pasturas” explicó.
Su trabajo ha generado información de suma relevancia en torno “al aporte de las leguminosas”, explicó Álvarez. Parte de su investigación sale de lo tradicional acerca del aporte de nitrógeno de las leguminosas, no limitándose a su fijación biológica, sino que también incluye la liberación continua de “exudados” ricos en nitrógeno, por las raíces que “catalizan” a los microorganismos en suelo, explicó Piñeiro.
Estos exudados nutren a los microorganismos del suelo, aportando un beneficio adicional de nitrógeno, incluso en leguminosas que producen poca materia seca. De esta manera se validan conocimientos “que ya se veían a campo”, agregó.
Para entender mejor cómo alimentar el suelo, es esencial reconocer que la materia orgánica se divide en dos fracciones importantes, cada una requiriendo diferentes tipos de “comida”. Piñeiro sostuvo que “hay que darle de comer cosas distintas” al suelo, “a veces contrapuestas, en función del diagnóstico de la materia orgánica que tiene”. Este enfoque permite identificar qué tipo de materia orgánica se ha perdido y cómo restaurarla.
Por ejemplo: si se ha perdido materia orgánica particulada (POM), se deben emplear gramíneas y cultivos con raíces abundantes. Piñeiro comentó que “si ponemos muchos cultivos anuales, tanto de renta como de servicio, generamos materia orgánica, básicamente dándole de comer al suelo raíces abundantes”. En contraste, si la pérdida es de materia orgánica asociada a los minerales (MAOM), es necesario enfocarse en el aporte de nitrógeno mediante leguminosas. “El nitrógeno limita la formación de esta materia orgánica, por lo que una estrategia con leguminosas ayuda a regenerar esa caja”, señaló.
El investigador también destacó la importancia de medir y cuantificar las pérdidas de carbono en el suelo. Mencionó el uso de tecnologías como NIR, que permiten monitorear el carbono del suelo en tiempo real. “He visto productores que tienen en la patita de la sembradora un sensor que hace un mapa de carbono relativo de toda la chacra”, comentó. Esas técnicas ayudan a entender la magnitud de las pérdidas y a planificar la recuperación del suelo a largo plazo.
Maximizar la salud de los suelos
El aporte de Rubio tuvo que ver con el rol de los cultivos de servicio en sistemas que maximicen la salud de los suelos. Centró su presentación en “cómo los indicadores de suelo evaluados normalmente a nivel comercial, asociados con propiedades químicas y/o con el contenido de carbono total del suelo, no reflejan todos los procesos de degradación que se ven en las chacras, ni todos los beneficios de incorporar cultivos de cobertura”.
Por tanto, afirmó que “es necesario tener una visión integral de los suelos, que incorpore la evaluación de propiedades físicas y biológicas, que junto con las químicas determinan la capacidad de los suelos para funcionar y brindar diferentes servicios ecosistémicos”, comentó la investigadora a VERDE.
Si se trata del análisis de datos en experimentos de largo plazo sobre la salud del suelo, el trabajo realizado por Rubio es determinante. Se basa en “indicadores sencillos y económicos de medir, que puedan ser usados a nivel comercial para la toma de decisiones”, según la investigadora.
Las evaluaciones incluyen indicadores biológicos, como la respiración microbiana, la proteína del suelo o el carbono oxidable por permanganato. Estos indicadores se asocian con funciones del suelo relacionadas “con el ciclado de nutrientes, la descomposición de residuos y el movimiento de agua en el suelo, entre otros ”, explicó.
El nivel de producción de materia seca en las secuencias de cultivos estaba “estrechamente relacionado con los índices de salud del suelo”, explicó Álvarez. Aunque encontrar tal relación era esperado, es “la primera vez” que se grafica claramente “a nivel nacional”.
También se incluyeron indicadores físicos, “como la resistencia a la penetración, capacidad de almacenaje de agua, y la estabilidad de agregados, que se asocian con la capacidad del suelo de dar soporte a las raíces para crecer, ser resistente a la erosión, permitir que el agua infiltre, se almacene y drene en los campos”.
Plan de uso y manejo de suelos bajo la lupa
El plan de uso y manejo de suelos se puso bajo la lupa luego de 11 años de aplicación. Rubio fue consultada por VERDE sobre nuevas perspectivas, a lo que respondió que “estamos quedándonos atrás en avanzar hacia una propuesta más integral de conservación de suelos, que no solo aborde la erosión sino también otros problemas, y promueva planes de monitoreo integrales”.
La investigadora remarcó que la aprobación de una ley regional para preservar y promover la salud del suelo en la Unión Europea a finales de 2023 establece “un estándar alto y guía las exigencias de los organismos internacionales y los mercados a los cuales Uruguay deberá responder”. Explicó que aunque nuestros sistemas de producción “tienen ventajas en comparación con otros países de la región y del mundo, como la intensidad y diversidad de cultivos al año, “es necesario cuantificar mejor estas ventajas para darles valor a nuestros productos”.
Por su parte, Piñeiro dijo que el plan “fue un instrumento muy interesante”, y enfatizó en la necesidad de evaluarlo y ajustarlo. Destacó que “van a tener que cambiar” o encontrar un equilibrio entre regulación, incentivos, y autorregulación: “La zanahoria, el látigo o la autorregulación son los tres caminos”, dijo.
La evaluación e incorporación de servicios ecosistémicos es un aspecto clave a incorporar. Piñeiro explicó que “hay 15 servicios que podríamos empezar a pensar cómo brindarlos”. Entre ellos, la reducción de emisiones de gases “es crucial”. Piñeiro sugirió que esto “podría lograrse a través de bonos de carbono o de una regulación del Estado que le pague a los productores”; o incluso mediante otros planes adicionales. Consideró que “no hay una sola forma” y “todas las vías están buenas, siempre y cuando logremos el objetivo de tener ese servicio ambiental”.
Álvarez también destacó la necesidad de renovar los paradigmas establecidos por el plan de uso de manejo de suelos, que lleva 11 años vigente. La investigación contribuye a considerar otros aspectos, además de la cobertura, que se le atribuían como único aporte a los cultivos de servicio.
En cambio, propone evaluar “la producción de materia seca” como garantía de impacto “en la salud del suelo”. Esto implica elegir especies adecuadas para cada situación, buscando una mezcla equilibrada entre gramíneas y leguminosas para optimizar el aporte de nutrientes y materia seca.
Nota de Revista Verde N°116