Aviación concentra la demanda de los biocombustibles sostenibles
El mercado exige que los granos que se usan como materia prima muestren el ciclo del carbono, no compitan con los alimentos y no se produzcan en áreas deforestadas
Gran parte del crecimiento de la demanda de granos se explica por la producción de biocombustibles para el transporte pesado, maquinaria y la industria de la aviación. Esto “cambiará la matriz de uso y motivará que el consumo de los biocombustibles siga creciendo; hay cosas que son una alternativa y aparecen como una solución” a los desafíos que tiene el mercado de commodities agrícolas, consideró el gerente de Cargill Uruguay, Gabriel Di Giovannantonio.
En la conferencia sobre agricultura, del primer ciclo de eventos AgroNegocios Magnolio, el ingeniero agrónomo realizó la presentación titulada “Qué podemos esperar del mercado de granos”. Allí señaló que las proyecciones de demanda de etanol para mezclar con las naftas indican que irá disminuyendo, al igual que el biodiésel, que si bien hoy tiene una demanda creciente, también tenderá a perder terreno frente a otras tecnologías.
En cambio, planteó que “la gran demanda estará en el combustible sostenible de aviación (SAF, por sus siglas en inglés), porque hoy no hay tecnologías para pensar en un avión eléctrico”, ejemplificó.
Di Giovannantonio explicó que la mayoría de los proyectos de biocombustibles renovables que se están ejecutando “carecen de suficiente materia prima”. Aunque hay suficiente soja en el mundo, “muchos proyectos no permiten su uso”, porque compite con la alimentación humana. Además, otras materias primas, como el aceite usado o la grasa vacuna “se acaban”. En cambio, “se buscan otros productos como la carinata y la camelina para la producción de biocombustibles, y llegarán otros que hoy no conocemos”, afirmó.
La producción de biocombustibles con la actual tecnología no permite generar un producto de costo similar al de los combustibles fósiles, eso significa que “estamos vendiendo alternativas” para reducir la contaminación, pero nadie pagará tres o cuatro veces más sin información”. Además, “debe mostrar el ciclo del carbono, que no compite con alimentos y que no viene de áreas deforestadas”, señaló.
El gerente de Cargill Uruguay recordó que en el auge de los biocombustibles, que inició a principios de los años 2000, “nadie preguntaba de dónde ni cómo venía” el maíz para producir etanol. Sin embargo, en la nueva era, y con la revolución de los biocombustibles renovables, “eso cambió y ya lo estamos viendo” en las distintas exigencias que marcan los demandantes, confirmó.
Para producir biocombustibles se requiere de inversiones significativas en industrias y la demanda surge por cortes establecidos por leyes gubernamentales. Recordó el caso de Uruguay, donde “el corte para biocombustibles” encarecía el precio del gasoil, lo que llevó al gobierno a reducirlo.
En esa línea, Di Giovannantonio consideró que la demanda de granos para alimentos o forraje “es genuina”, pero la demanda para biocombustibles “puede estar como no puede estar”, porque si los precios de los granos se disparan las exigencias de corte con biocombustibles “pueden variar”.
La diferenciación
Uruguay enfrenta desafíos importantes en términos de competitividad, principalmente por los altos costos de producción y logística. El gerente de Cargill Uruguay dijo que la obtención y promoción de sellos comerciales “es esencial para diferenciar la producción agrícola” uruguaya y “satisfacer las demandas” de un mercado global cada vez “más enfocado en la calidad, la sustentabilidad y la inocuidad”. Adaptarse a esas exigencias mediante “un férreo sistema de trazabilidad no solo garantiza la competitividad, sino que también abre nuevas oportunidades”, planteó.
Durante su exposición indicó que “la percepción de calidad varía significativamente” entre los consumidores. “Cada uno tiene expectativas distintas” sobre lo que representa la calidad en los productos alimenticios y energéticos, dijo. Y resaltó que “el cliente siempre tiene la razón”, y que “es fundamental adaptarse a estas demandas para competir en el mercado”.
Las certificaciones van desde la huella de carbono, libre de deforestación, sin transgénicos, hasta la huella de agua, entre otras.
Di Giovannantonio explicó que hace dos años, cuando hubo un volumen de producción muy importante de canola, tres factores fueron fundamentales para comercializar esa producción. Uno fue el perfil de ácidos grasos de la canola para destacar la calidad del producto. Además, el hecho de contar con la certificación 2BSVS permitió ingresar al canal de producción de biocombustibles sostenibles. Y el tercer factor fue el mapeo exhaustivo de agroquímicos, que certificó que la canola uruguaya estaba libre de residuos nocivos para el consumo humano.
“Estos procesos pueden parecer tediosos, pero fueron fundamentales para colocar nuestra canola en el mercado global, demostrando que Uruguay puede competir con éxito a través de la calidad y las certificaciones”, valoró.
Hacer los deberes
El gerente de Cargill Uruguay sostuvo que “para producir bien, sin generar impactos negativos en los recursos naturales, estamos en el lugar y en el momento correcto”. Sin embargo, “debemos informar muy bien lo que producimos”, planteó.
Enfatizó sobre “la importancia de demostrar la sostenibilidad” de la producción uruguaya, y dijo que a pesar de que Uruguay “produce de manera sostenible y sin necesidad de deforestar, muchas veces falta certificar y comunicar” estas prácticas de “manera efectiva”.
“Mi miedo es que nos confiemos demasiado y nos quedemos quietos. Tenemos que hacer los deberes, los vecinos y los competidores ya los están haciendo”, advirtió.
El mercado agrícola global enfrenta una mayor volatilidad de precios, lo que exige una eficiencia constante en todos los eslabones de la cadena productiva. Di Giovannantonio subrayó que la eficiencia no se trata solo de gastar menos, sino de gastar bien, optimizando cada recurso y proceso. Además, resaltó la rápida evolución tecnológica, que obliga a una adaptación continua.
Para el ejecutivo, la optimización de recursos naturales –como el suelo, el agua y la energía– son fundamentales para la producción agrícola en Uruguay.
También señaló que la incorporación de tecnologías como Big Data e inteligencia artificial “prometen transformar la agricultura”, pero “es necesario abordar la desinformación y mejorar la comunicación sobre las prácticas productivas”.
Cantidad versus calidad
El ejecutivo fue escéptico en cuanto a esperar “picos en la demanda de alimentos” para alimentar a los 10.000 millones de personas que tendría el mundo –según una proyección de la Organización de las Naciones Unidas sobre el crecimiento poblacional–, porque después de la pandemia aparecieron datos que muestran que la tasa de natalidad “está cayendo y la población se envejece”.
Actualmente en el mundo viven cerca 8.100 millones de personas y un estudio reciente liderado por HSBC marca que “el pico de la población mundial” podría alcanzarse en 2039, con aproximadamente 8.400 millones de personas. Con esa proyección “vemos que la población crecerá menos y hay muchos factores que lo explican”, señaló.
Además, con una población de edad avanzada “habrá un menor consumo de calorías” y el aumento de la población se proyecta para zonas “de menor poder adquisitivo”. Este nuevo escenario presenta un desafío en términos de “calidad versus cantidad” en la producción agrícola, “hoy producimos cantidad” y “no calidad”, sostuvo Di Giovannantonio. En ese contexto, señaló que se puede ver afectado el consumo de carne y “gran parte de los granos se producen para eso”.
Competencia y mercados
Di Giovannantonio destacó el crecimiento significativo de Brasil, donde la producción se ha cuadruplicado desde el año 2000, impulsada por altos niveles de precios y la adopción de nuevas tecnologías.
Mientras Argentina se encuentra actualmente estancada, Brasil continúa expandiendo su producción sin necesidad de deforestar ni de afectar áreas sensibles. La proyección marca que el área de soja y maíz seguirá creciendo, porque hay unos 200 millones de hectáreas de pasturas, y pasturas degradadas. Señaló que Brasil ha ido pasando a área de pasturas degradadas y “se vende como un negocio sustentable”, bajo el modelo de agricultura regenerativa y captura de carbono.
A la vez, la competencia en trigo está en los países del mar Negro, fundamentalmente en Rusia y Ucrania, donde la guerra ha ralentizado su crecimiento en área, pero no en rendimiento, y tiene “todo para crecer”. Esa región cuenta con la ventaja comparativa de estar “muy cerca de la demanda y de la producción de fertilizante”, lo que “baja costos con mayor simplicidad logística”.
Nota de Revista Verde N°115