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CMPP alerta sobre el impacto del atraso cambiario en la producción

17 de julio de 2017

En una nota editorial difundida en su publicación, la Cámara Mercantil de Productos del País (CMPP) da cuenta del impacto que tiene la inflación en dólares en la producción nacional. A continuación compartimos el artículo.

El nivel de atraso cambiario que existe en la actualidad en el país está dañando, en forma permanente, la capacidad de producción. La competitividad es un concepto muy amplio y no solo trata los precios relativos, pero el desfasaje que se vivió en el último año es de tal magnitud, y acompaña ya un acumulado de una década, que hace inevitable una asociación de ideas. En nuestro país, con los precios relativos actuales no hay chances de que la producción nacional compita en el mundo.

Para no tomar datos de un mes en particular se puede comparar el promedio de los primeros seis meses del año con el mismo período en el año pasado. En ese lapso de tiempo de un año, la inflación fue del 7% y el tipo de cambio cayó un 10%. Por lo tanto, se acumuló una pérdida de poder adquisitivo del dólar o un “atraso” cambiario cercano al 20% en muy poco tiempo.

Siguiendo con la comparación entre el dólar y la inflación y tomando en cuenta la historia de la última década, se observa que entre 2007 y 2013 se perdió a razón de 10% por año, en promedio. Se trata de un acumulado que ya estaba impactando en las estructuras de costos y que limitaba la competitividad. Solo se salvaban algunos pocos productos con mercados internacionales muy demandados y con problemas de oferta, y, en algunos casos, selectos pero no duraderos, en los que los precios de Argentina o Brasil resultaban más elevados que los de Uruguay.

Hubo una mejora entre 2014 y 2016 pero no fue significativa y por lo tanto no modificó sustancialmente la situación, y por lo tanto el fuerte golpe de precios relativos o atraso cambiario del último año encuentra a las empresas muy comprometidas en su capacidad de respuesta.

Como agravante, cuanto más valor agregado laboral se pretende incorporar es peor, puesto que los salarios crecen por encima del IPC y la rigidez en el uso de la mano de obra en la producción es creciente.

Hay plena conciencia de que el tema es complejo y que el ingreso de capitales provoca una apreciación de la moneda. Eso no quiere decir que se bajen los brazos y se acepte la realidad de que las empresas deban cerrar sin hacer nada y sin esperar una acción del Estado.

El Estado es uno de los que causa este problema porque los capitales ingresan exclusivamente para financiar el déficit. En definitiva, pide dólares al resto del mundo para pagar pesos en nuestra economía.

Hay numerosas medidas del atraso cambiario y todas indican lo mismo.

Incluso aquellas que corrigen la evolución de precios relativos por elementos que hacen a la estructura de la economía y que se modificaron en los últimos años. Entre 2007 y 2014 el avance fue gradual y muchas situaciones presentaban holgura, tanto en las ganancias de productividad por traer nuevas tecnologías como por los precios internacionales.

Todos los márgenes se fueron achicando y en el camino se empezaron a reducir las pretensiones de inversión en el sector real, y quedando emprendimientos por el camino. Una prueba de ello es la inversión extranjera directa, que tanto contribuyera al crecimiento en la década pasada. Los últimos datos señalan que cayó a los niveles previos al inicio de la recuperación económica. Este es un aspecto clave y preocupante, ya que “sin inversión no hay crecimiento sostenible posible”. Y sin crecimiento no habrá posibilidad de avanzar en las políticas sociales ni mejorar la distribución del ingreso.

La contracara de corto plazo del atraso cambiario es el espejismo provocado por una mejora en el consumo, sustentada coyunturalmente en un incremento de los ingresos medidos en dólares. Pero ese mayor bienestar es transitorio, ya que ante las dificultades que enfrenta el sector productivo, contrata menos mano de obra. La suba que muestra el desempleo en los últimos meses no es casual.

El golpe en el último año fue muy grande. Utilizando como referencia el dicho tradicional: no es la paja que quiebra la espalda del camello, es una tremenda viga que está quebrando toda intención de llevar carga.

El tema de la competitividad del país merece ser considerado con altura porque dice mucho de nosotros mismos. Ya no se trata de un mero cruce de declaraciones entre las empresas y el gobierno. Se trata de una realidad reconocida por todos los actores que está matando la producción nacional de productos que se pueden exportar, o que compiten con productos importados.

La realidad golpea fuerte y como en todo desequilibrio puede quedar la duda sobre las primeras diferencias, pero cuando se sigue tensando la cuerda en algún momento aparecen las fisuras. Estar 10% por debajo del promedio histórico del tipo de cambio real era un problema, pero con algunos atenuantes como el precio internacional favorable de las materias primas, se pudo llevar moviendo la producción hacia ciertos productos. Cuando se traspasa el 25% y el 30% de desfasaje es cuando los problemas son graves.

Es lo que se observa hoy en día: es más fácil exportar los recursos naturales tal cual como salen de la naturaleza que incorporarles algo (aunque sea mínimo) de mano de obra nacional.

Es un gran problema para la sociedad, reconocido directamente por el Banco Central del Uruguay, que dice hacer lo posible mediante las intervenciones en el mercado cambiario para que no baje de determinado nivel.

Es por eso que no sirve mirar el tema como de “dos verdades”. Tampoco se trata de una discusión que necesite el enfrentamiento y el reproche entre los diferentes actores. Nos involucra a todos, está en el interés de todos, y se está sufriendo por todos.

Es por eso que resulta saludable plantear el tema partiendo de consideraciones objetivas:

  • Es cierto que los salarios aumentaron muy por encima del tipo de cambio en los últimos años.
  • También lo hizo la inflación en general.
  • Las tarifas públicas.

Los precios internacionales de los productos que exportamos ya no son los de antes, y eso limita la capacidad para enfrentar las presiones internas.

Lo paradójico es que si se intenta mejorar la rentabilidad de la empresa exportadora agregando valor y procurando ingresar en segmentos de mercados con precios unitarios mayores, la brecha aumenta hasta hacerlo imposible. Los precios en Uruguay claramente castigan la actividad de agregar valor.

Durante algunos años se pudo soportar el desfasaje; primero, porque el esfuerzo que hace una empresa por abrir un mercado es muy grande y la reacción es sostenerlo, aún a pérdida por un tiempo. Segundo, porque siempre existe la expectativa de que la tendencia se revierta y que vengan tiempos en los que el esfuerzo por esos mercados tenga un rendimiento.

Nada de eso pasó.

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