Carola Píriz: Seguir con la mirada hacia adelante, sin olvidar de dónde venimos
Reflexiones sobre las transformaciones y desafíos que vivieron todos los actores de la cadena productiva y exportadora; y el compromiso de mantener lo que está bien
Cra. Carola Píriz (*)
Especial para VERDE
Pensar en los últimos 20 años de la historia de nuestro agro nos lleva irremediablemente a recordar un camino que se fue construyendo en base a sueños (primero de pocos, luego de muchos), circunstancias (locales y regionales) y la visión de quienes vieron que este pequeño país rodeado de gigantes tenía una oportunidad de crecer y de transformarse en un ejemplo de modelo de país agroexportador. No fue fácil, pero fue posible; y fue un desafío que transformó al país.
La incorporación de China a la Organización Mundial de Comercio (OMC) en el año 2001 fue un hito que marcó un antes y un después en el comercio mundial. Este hecho, sumado al aumento sostenido de los cortes obligatorios de los biocombustibles al esquema energético global, abrió un mercado con demanda casi infinita. Simultáneamente circunstancias políticas en Argentina hicieron que Uruguay fuera un lugar atractivo para empresas con know-how, que buscaban un lugar propicio para seguir invirtiendo y produciendo.
Y empezó un largo proceso de transformaciones y desafíos para todos los actores de la cadena productiva y exportadora. Había que lograr que nuestro volumen de producción creciera en forma sostenible y que nuestra marca país fuera creíble en los nuevos mercados.
Había que lograr mecanismos comerciales y logísticos que permitieran que esa producción llegara a destino, aprendiendo sobre nuevas formas de comercialización, mercados futuros, ventas forward, contratos de producción, entre otras. Conceptos nuevos que había que adoptar para poder crecer minimizando riesgos.
Había que contar con financiación para crecer en infraestructura, construir plantas de acopio, aumentar capacidad en los puertos y el ritmo de carga, aumentar la profundidad de los canales para permitir el acceso de buques de mayor calado, aumentar la cantidad de camiones para llegar en tiempo y forma a destino con la producción, minimizando los costos.
Había que buscar la complementariedad entre la producción ganadera y la agrícola, optimizando sinergias.
Había que capacitarse para los nuevos roles que necesitaba la enorme transformación del agro, desde temas comerciales, financieros, hasta la operación de la maquinaria agrícola más moderna del mundo.
Y el desafío se transformó en logro, por conjunción de voluntades, esfuerzos, acciones del sector privado y del sector público, de las gremiales, del sistema financiero, y por sobre todas las cosas del productor agropecuario.
Ese productor se transformó en empresario, y los valores de Chicago están en la agenda diaria. El mercado se volvió fluido, creando competencia y eficiencia. Se invirtió en genética y en investigación, se incorporaron nuevos cultivos, logrando mayor predictibilidad en los flujos financieros y posibilitando así el acceso a nuevas vías de financiación. Uruguay pasó a ser destino de inversiones extranjeras .
Hoy estamos posicionados en los mercados más exigentes del mundo, hemos logrado profesionalizar toda la cadena productiva, industrial, logística y comercial. Y todo eso se logró en solamente dos décadas de revolución transformadora.
¿Y ahora qué sigue? ¿Llegamos a la meta? La respuesta es no. Queda mucho por hacer. La pandemia y la guerra en Europa nos tomaron por sorpresa, para mostrarnos que el mundo es dinámico al extremo. Creímos que la globalización sería el nuevo escenario, y estas dos circunstancias, en dos años, nos enfrentan a posibles nuevos proteccionismos.
El cambio y la eficiencia es el nuevo paradigma. El cuidado del medio ambiente como una prioridad en las empresas de toda la cadena, la adopción de nuevas tecnologías que nos llevan a la optimización en el uso de los recursos, la agricultura de precisión, el riego, la formación profesional de los recursos humanos, la posibilidad de certificar nuestra producción para acceder a mercados protegidos. Todos conceptos que ya están en la agenda del empresario del agro hoy y que marcan la nueva hoja de ruta.
Y en esta hoja de ruta debería estar siempre presente, como base fundamental, contribuir desde cada empresa a mantener el país de paz y estabilidad que tenemos el privilegio de tener.
Días atrás, y sin mucha repercusión en la prensa, se informó que Uruguay lidera la lista de países con menor índice de corrupción en América Latina. Este índice debería ser considerado un bien público a preservar por cada uno de nosotros, como parte de esta sociedad. Debe ser una meta continuar en ese podio.
Asimismo, en los últimos años hemos visto que las democracias de países vecinos se ven amenazadas por disturbios, estallidos sociales y violencia, haciendo que economías que fueron polos importantes de inversiones hoy vean huir los capitales por falta de garantías.
Pero nuestro pequeño gran Uruguay sigue su línea de estabilidad, sin importar el partido de gobierno. Un camino de seguridad jurídica, de acuerdos –aún en el aparente desacuerdo–, de una línea de acción de los sectores públicos y privados, que hacen que este siga siendo un país confiable para las inversiones nacionales y extranjeras. Uruguay hoy es un lugar transformado en reserva de valor para los inversionistas. Qué enorme responsabilidad tenemos todos en mantener este estatus.
El desafío continúa, no es el mismo de hace 20 años, pero también es enorme. Es permanecer en el crecimiento del agro sostenible y sustentable, cuidando los recursos naturales, haciendo un uso óptimo de la tecnología, alentando la investigación y la innovación, cuidando nuestro ambiente político y social, creando valor para que nuestros jóvenes elijan quedarse en el país. No tengo dudas de que nos sobran capacidades para lograrlo.
(*) Especialista en Agronegocios
Nota de Revista Verde N°106. Edición Aniversario