El ping pong soja-arroz se vuelve más fuerte en el este de Uruguay
La complementariedad entre la oleaginosa y el cereal, brinda más competitividad a los cultivos. Manejo, genética y tecnología, son las claves para consolidar un proceso virtuoso
Luego de una fuerte caída del área de soja en la zona este del país, que la llevó a unas 60.000 hectáreas, el cultivo encontró un lugar en los sistemas arroceros y a partir de allí, la superficie de soja en rotación con arroz siempre creció. Operadores del sector marcan que en esa región, cerca del 25% del área arrocera se encuentra rotando con soja, una práctica que se realiza desde hace varios años en Río Grande del Sur (Brasil) y en regiones arroceras de Estados Unidos.
Con ese contexto, se lleva adelante el proyecto de investigación denominado Geotecnologías para cultivos y pasturas regadas en sistemas arroceros, con la participación del Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA), Consultora del Este, Barraca Erro y el apoyo de la Agencia Nacional de Investigación e
Innovación (ANII). “Ahora arranca una nueva fase, que permitirá recabar más y mejor información, con apoyo ANII e INIA, y un mayor alcance, para extenderlo a más localidades en la región y a otros cultivos y pasturas regadas”, dijo a VERDE, el integrante de Consultora del Este, Roberto Lima.
La inclusión de la soja en la rotación del arroz “impacta en la baja de costos, por ejemplo del laboreo de verano, bajando por lo menos US$ 60 o US$ 70 (por hectárea)”. También valoró que la oleaginosa “reduce las necesidades de operación, porque se cosecha en seco o con huelleo mínimo. Lo único que hay que hacer posteriormente son las taipas”.
En el marco de una jornada de actualización técnica sobre soja en sistemas arroceros, realizada en Vergara, Rincón de Ramírez y Río Branco, Lima explicó que “en los últimos 5 o 6 años el nivel tecnológico ha mejorado mucho y se van adoptando buenas prácticas”.
Aseguró que eso “llevó a que la soja en el este dispute los mejores puestos de productividad a nivel país”. “Tal vez no esté en las productividades extremas, pero sí en promedio, porque en las zonas bajas está mostrando una estabilidad bastante interesante en los últimos años”.
Describió que para aquellas sojas que se toman los recaudos de drenaje y las buenas prácticas, como siembras en fecha y con buena maquinaria, “se logran 2.500 kilos por hectárea”, mientras que aquellas que se realizan con geonivelación y riego logran “más de 3.000 kilos por hectárea”.
Explicó que en las zonas bajas los dos problemas claros a solucionar tienen que ver con la “topografía y el drenaje”, porque cuando llueve hay que sacar rápido el agua de las chacras. A diferencia del arroz, si la soja permanece más de un día inundada se muere, “esto es algo que ha venido mejorando mucho”.
Por otra parte, “cuando el verano es muy fuerte, el suelo tiene poca capacidad de retención de agua, entonces la geonivelación aporta la posibilidad de ensayar distintas modalidades de riego que se vienen llevando adelante con éxito”, destacó.
Señaló que se está trabajando “con los camellones, que cumplen una doble función: mejoran el drenaje de la parcela y colocan a la soja unos centímetros por encima del nivel normal del suelo. Se siembra con tierra movida, lo que permite un desarrollo radicular muy bueno, además de contar con riego por surco. Esto hace que la soja pase muy bien cuando llueve mucho y también cuando faltan las lluvias”.
El único costo que agrega es “la pasada” de la camellonera, que es “como pasar una rastra rápida, “no es de las labores más pesadas, se hace con la tierra bastante afinada y solo cuesta unos pocos dólares de gasoil”, acotó.
En esos casos los rendimientos “se han estabilizado por encima de 3.000 kilos por hectárea, llegando a 3.500 kilos por hectárea, dependiendo de la fecha de siembra. Llegar a 3.500 kilos es un objetivo para quienes siguen este tipo de sistemas y la estrategia apunta a lograr altos rendimientos de forma estable”.
El punto de equilibrio dependerá del valor que “se le asigne al agua”. Generalmente “se usa muy poca agua”, por lo tanto “le cuesta poco” al productor. Si el costo de producción de un cultivo de soja en secano se ubicó entre los US$ 700 y US$ 800 por hectárea, el costo de una soja con riego en camellones “puede situarse en los US$ 1.200 por hectárea, incluyendo renta, riego y demás”.
Esta modalidad requiere de un “laboreo mínimo”, pero los suelos quedan con “muy buenos drenajes” y con la posibilidad de “entrar a sembrar” arroz en fechas tempranas, que permiten lograr “los mejores rendimientos” superando los 10.000 kilos de arroz por hectárea.
Lima indicó que otra modalidad de riego apunta a una “estrategia defensiva”. Se está ensayando el riego por manto, “ayudado por taipas que están salteadas en relación a las taipas que se usan para arroz, por eso en soja se utiliza la mitad de las taipas que se emplean para arroz, con un intervalo vertical mayor”. Pero después “se usa toda la infraestructura de riego del arroz”.
Esta modalidad “va muy bien en campos” con geonivelación, que hayan superado las interrupciones en el flujo del agua. Este “es un riego suplementario”, que en función de las lluvias se aplica o no. “Hay bastante experiencia, porque hay productores arroceros que lo tienen como un seguro de producción”. En esos casos la productividad “se ubica en 2.500 kilos por hectárea”, y en esas situaciones “la chacra queda prácticamente armada para el arroz que se siembra posteriormente”. En este caso los costos de producción “no tienen una gran diferencia” frente a los que tiene una soja en condiciones de secano. “Venimos en un proceso de aprendizaje”, pero “consideramos que las tecnologías disponibles son totalmente escalables”, por eso creemos que “seguirán creciendo la zona este”, acotó.
EN LA CHACRA
El gerente de Casarone Agroindustrial, Daniel Gonnet, explicó que la empresa tiene una rotación arroz-soja durante cuatro años y después cuatro años de pasturas. “Queremos integrar la fase de pasturas para la sustentabilidad del sistema”, comentó.
Confirmó que la oleaginosa se incluyó en “una escala importante”. Recordó que en la zona este la rotación tradicional era arroz-ganadería. “Se hacía laboreo en el verano previo a la siembra de arroz, pero ahora tratamos de utilizar el tiempo de ese laboreo de verano con soja, y así se da una complementariedad”, valoró.
El ingeniero agrónomo consideró que fueron varios los factores que favorecieron la incorporación de la soja al sistema arrocero. “Una fue la mejora genética, adaptada a estos suelos que tienen características particulares, como la escasa profundidad (15 o 20 centímetros); ahora hay una genética con adaptación a ese tipo de ambiente, con rendimientos buenos; después hubo un factor precio; además de un aprendizaje de los productores”, detalló.
Afirmó que la soja “es un cultivo que en estos suelos planos ahora también tiene un éxito productivo que remunera económicamente, además de los beneficios que genera para el arroz”. La complementariedad “es muy importante” y en el arroz “ya tenemos una infraestructura de riego, drenaje, caminería, y al agregarle otro cultivo suma competitividad”.
Gonnet indicó que la tecnología RTK para la geonivelación de las chacras permitió mejorar el manejo y ser mucho más precisos en el drenaje, aumentando la capacidad de sacar el agua del suelo, “porque hace un relevamiento planialtimétrico del suelo, permite identificar las depresiones y diseñar los drenajes con una precisión muy alta”.
Para regar “lo que hacemos es geonivelar el suelo, que es una intervención posterior a tener un relevamiento RTK. Consiste básicamente en sacar suelo de las áreas altas y llevarlo hacia las depresiones. Con eso tenemos una pendiente que sigue siendo variable pero definida, y permite que el agua transcurra de una manera franca, sin acumularse en pozos”.
Gonnet indicó que al riego y al drenaje “los pudimos ver en escala comercial, con muy buenos resultados, porque si vienen períodos de excesos hídricos la capacidad de sacar agua es muy superior, y cuando tenemos déficit podemos regar con diferentes tecnologías. Se pueden hacer camellones, regar por inundación, siempre sobre esa plataforma que permite que el agua transcurra de una manera eficiente, en una dirección, y no se acumule o no llegue a los lugares altos”.
Para el gerente de Casarone, el avance que muestra el complemento entre soja, arroz y ganadería “puede provocar una valorización de los campos en la zona. Los campos se valorizan por la capacidad de producir. Tradicionalmente se usaba un indicador indirecto, que reflejaba un momento productivo, que era el Índice Coneat (IC). Los campos arroceros tienen un IC bajo, y en la medida que uno los promueve con arroz, la producción ya deja de tener relación con el IC. Entonces, lo mismo que pasó con el IC al producir un alto de valor con arroz, si le agregó una soja que tiene precios interesantes y rinde 2.500 kilos, el valor de la tierra sube, porque produce más”.
Soja en el este
“Si trazamos una línea de Vichadero (Rivera) a Maldonado, todo lo que está al este, tiene un área aproximada de 160.000 hectáreas de soja en esta zafra. Todavía no hay
números oficiales, pero tenemos contacto con cada productor y es una estimación bastante clara”, dijo a VERDE, Carlos Collares, responsable de Barraca Erro en esa región.
Repasó que en la zafra 2012/13 la superficie de soja en el este “tuvo un pico máximo de 330.000 hectáreas, en 2013/14 cayó por el aumento de costos del cultivo, los grandes grupos tuvieron ciertas dificultades, y en 2014/15 –con el quiebre de precios de la soja– el área se redujo mucho”.
Indicó que el piso de área de soja en la región “estuvo en el orden de 60.000 hectáreas” y “más de 160 productores dejaron de sembrar”. Pero “desde entonces el área creció en 100.000 hectáreas”, subrayó.
Cuando se redujo el área de la oleaginosa en la zona, “unos 90 productores locales siguieron sembrando, pero en menores áreas, integrándola con sus sistemas de producción, en esquemas de rotaciones, en campos propios o arrendados, con ganadería y/o arroz”. A propósito, destacó que “en todos estos años, después de una gran caída, el área de soja en rotación con arroz siempre creció”.
Estimó que “hay unos 200 productores de soja en el este”. Analizó que el área de soja “ha crecido empujada por los precios, que son determinantes en esto, pero también porque se descubrió un conjunto de sinergias con el arroz,
que ayudan a ese cultivo y reducen los costos del sistema”. Valoró que “el laboreo para el arroz se hace antes, se siembra y cosecha la soja, y no se realiza otro laboreo para el arroz, además de controlar malezas”. Concluyó que “esta integración resultó muy beneficiosa”.
Integración público-privada
La integración de los sectores público y privado en el proyecto de investigación sobre geotecnología para cultivos y pasturas regados en sistemas arroceros “nos permite seguir avanzando en trabajos primarios” sobre “esta nueva manera de sistematizar las
chacras”, destacó el investigador del Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria, Álvaro Roel.
El ingeniero agrónomo destacó la posibilidad de integrar otros cultivos con requerimientos de riego diferentes al del arroz. “Esto nos tiene muy entusiasmados,
porque es una solución agronómica, que no necesita agredir al suelo, pero nos evita tener años sin cosecha, que es lo que el productor quiere evitar”, remarcó.
Para Roel “está el desafío futuro” de integrar al maíz e incluso el riego praderas para integrar a la ganadería. “Qué diferente podría haber sido este año con praderas regadas”. Por lo tanto, “vemos otras alternativas”, concluyó.