Ganadería

Nueva Zelanda arriesga un millón de hectáreas productivas por la forestación destinada a créditos de carbono

21 de agosto de 2025

El sector cárnico de Nueva Zelanda advirtió que la expansión de la forestación destinada a créditos de carbono amenaza la viabilidad de las exportaciones de carne ovina y vacuna, uno de los pilares de la economía del país. En una columna publicada en el Sunday Star, la presidenta de Beef + Lamb New Zealand (B+LNZ), Kate Acland, alertó que la conversión de establecimientos productivos en “establecimientos de carbono” está reduciendo la base ganadera y comprometiendo el futuro del comercio exterior.

Acland recordó que el Gobierno neozelandés se fijó como meta duplicar las exportaciones para 2030, con los productores de carne vacuna y ovina como actores clave. En 2024, el sector aportó casi el 20% de los ingresos por exportaciones, equivalentes a US$ 10.400 millones. A pesar de una caída de 7% en volumen, las exportaciones aumentaron en US$ 1.200 millones el año pasado, reflejando mejoras en productividad y precios en un escenario de escasez global de proteínas.

Desde 1990, el número de ovejas se redujo a la mitad, pero los volúmenes exportados de cordero se han mantenido estables gracias a ganancias de eficiencia. “Sin embargo, las ganancias de productividad no son infinitas”, advirtió Acland, quien indicó que las conversiones masivas de establecimientos productivos hacia forestación, incentivadas por el Sistema de Comercio de Emisiones (ETS), ponen en riesgo la sustentabilidad del sector de la carne vacuna y ovina.

Según un análisis independiente citado por B+LNZ, entre 2017 y principios de 2025 se vendieron 300.000 hectáreas de establecimientos productivos ovinos y vacunas a entidades forestales, cifra que llegaría a 350.000 hectáreas a fin de este año, con la pérdida de al menos 2,5 millones de cabezas. Si se mantienen las políticas actuales, para 2050 podrían acumularse un millón de hectáreas convertidas, equivalentes al 19% de los pastizales productivos, lo que implicaría una reducción de 18% en el stock ganadero.

Acland dijo que el impacto ya es visible, con cierre de plantas procesadoras, pérdida de empleos y comunidades rurales bajo presión. Aunque el Gobierno reconoció el problema y propuso restricciones al ETS, sostuvo que estas medidas siguen siendo demasiado permisivas. Según B+LNZ, entre 2025 y 2050 aún podrían convertirse 26.000 hectáreas anuales en tierras de clases 6 y 7, que son económicamente viables para la producción de carne vacuna y ovina.

La presidenta de B+LNZ indicó que el camino es eliminar la posibilidad de ingresar al ETS establecimientos productivos enteros, pero aceptó que hasta 25% de una parcela pueda destinarse a forestación, generando un equilibrio entre silvicultura y agricultura. “No podemos duplicar las exportaciones de nuestro sector primario si nuestros establecimientos productivos están cubiertos de árboles”, concluyó Acland.

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