Agricultura

Valoran los beneficios de diversificar con colza, carinata y camelina

5 de diciembre de 2024

“Vamos a estar sembrando desde abril, mayo y con la inclusión de camelina”, llegar a sembrar “hasta mediados de julio”, dijo Germán Bremermann, de Barraca Erro.

La producción agrícola de Uruguay parece entrar a una nueva fase, a partir de los desafíos de una mayor diversificación de cultivos en cuanto al manejo de un abanico de opciones de granos, apuntando a la demanda de biocombustibles. Productores, exportadores, técnicos y otros actores del sector coincidieron en redoblar la apuesta en ese sentido, y advirtieron una oportunidad de negocios y de mitigar riesgos.

Estos y otros aspectos fueron analizados en el 13° encuentro de la Mesa Tecnológica de Oleaginosos, realizado el miércoles 9 de octubre, bajo el concepto de ir explorando oportunidades más allá de la soja, específicamente en los cultivos de colza, carinata y camelina.

En una instancia de diálogo, en esa ocasión, el gerente general de Cargill, Gabriel Di Giovannantonio, se refirió a los aportes de colza, carinata y camelina para la agricultura uruguaya. “Cualquier cultivo que podamos explorar en Uruguay, principalmente en invierno, que nos permita una diversificación productiva de logística y de mercados, es bienvenido”, dijo.

Planteó su posición respecto a “separar canola, un cultivo ya más establecido en Uruguay”, respecto a camelina y carinata. El 20% del aceite que se produce a nivel mundial hoy va para biocombustibles, y para seguir con “dos conceptos claros”, se empiezan a ver cada vez “más análisis que marcan que la población está llegando a un techo más abajo de lo que se pensaba y más temprano” también, señaló.

Comentó que para los países que producen granos, que son alimentos y energía, cada vez más hay que “atender este segundo mercado, que es el que crece, el de los biocombustibles”. Sugirió que “producir aceite en invierno es una muy buena diversificación”, y también se produce en verano, con la soja, pero esta tiene “más componente proteico en la harina que en el aceite”. Acotó que producir aceite es bienvenido, porque “es una fuente de energía y más si es en invierno”, cuando “estamos muy concentrados en cereales”. 

Esa “tendencia mundial de crecimiento, principalmente en la demanda de aceite para biocombustibles, genera alternativas que aportan ventajas al Uruguay a través de la diversificación en mercados y en precios”, sostuvo.

Para este ejecutivo, los componentes de los otros dos cultivos de invierno, como trigo y cebada, “van muy atados”, porque el precio del trigo y de la cebada tiene la referencia de la bolsa de Chicago, entonces más allá de la parte productiva, el componente de precio estaba “muy poco diversificado”.

Destacó que la canola “es un cultivo fácilmente escalable”, y que Uruguay, “al ser libre de organismos genéticamente modificados (OGM), puede entrar al mercado más exigente”. Señaló que “el que mejor paga”, y “con mejor liquidez” es “Europa”, donde se pudo colocar “desde producciones chicas, de medio barco, hasta en año récord volúmenes realmente interesantes”. Y a la liquidez de precio “se le suma la desestacionalidad”, dijo.

Valoró que, “después de Australia, somos el segundo mayor productor y exportador de ese grano en el hemisferio sur, o sea que cuando todo el resto no está produciendo, nosotros teníamos una capacidad de venta”. Y enfatizó que “las ventajas de la canola a nivel operativo, comercial y logístico son varias”.

Además, planteó que los otros dos granos surgen como una “alternativa” en un mundo que requiere más aceite para producir biocombustibles. Agregó que los biocombustibles de “nueva generación, permiten a Uruguay particularmente aprovechar nichos, que para países como Argentina, Brasil o Paraguay son complicados por su dinámica, por su tamaño”, comparó.

Agregó que esto “permite descomoditizar parte” de la producción, agregándole valor y también operar “en toda la cadena que trabaja mucho en la confianza y en el conocimiento”.

Hay una “buena interacción” entre las instituciones, y eso sin dudas es más difícil en otros países”. Afirmó que “si cualquiera quiere venir y decir que pretende desarrollar este cultivo, y Uruguay es apto, es un buen piloto para hacerlo, y aparte nos potencia como país sustentable”.

Di Giovannantonio hizo hincapié en que la “mayoría de estos productos van a consumidores finales que quieren pagar más ese biocombustible”, porque “los biocombustibles salen más caros que los combustibles”, ya que “son más amigables con el medioambiente”.

Uruguay puede asegurar eso, ya que para la producción “no hace falta deforestar, es amigable con las políticas, con la sociedad” y demás, indicó.

Experiencia y evaluación

A su turno, el ejecutivo de Barraca Erro, Germán Bremermann, quien participó de este evento en representación de la Asociación de Comerciantes de Granos, habló de la “diversificación de riesgos”, que aporta tener más cultivos de invierno. Coincidió con el expositor anterior en cuanto a que “hay que ir separando algunos temas respecto a la colza”, que es el cultivo de estas características con el que “tenemos más información y experiencia”.

Dijo que hay “quizás 20 años trabajando en colza”, pero también señaló que cuando se la compara con los clásicos cultivos de invierno, como trigo y cebada –sobre todo en trigo– “tenemos más de 100 años”, por lo cual “hay una diferencia importante”.

Ahora en invierno, además de trigo y cebada, hay “tres oleaginosos”, entonces “se podrán tener cinco cultivos de invierno”, lo que “ayuda muchísimo”, considerando “la intensificación agrícola en la rotación” con el manejo de malezas y enfermedades. “Vamos a estar sembrando desde abril, mayo, y con la inclusión de camelina”, se llegará “hasta mediados de julio”, avizoró.

Ante la Mesa Tecnológica de Oleaginosos planteó “un tema no menor, que debería analizarse pensando en INIA: estamos viendo que hay un cierto efecto sobre las propiedades físicas del suelo”, principalmente en colzas de “alto rendimiento”, que “terminan rindiendo por encima de 2.000 kilos y 2.500 kilos” por hectárea. Indicó que, cuando se mide y se siembra una soja de segunda sobre esa colza, se ven “rendimientos bastante interesantes y superiores”, comparando con cebada y trigo.

Se refirió a algunos estudios sobre este asunto, realizados a nivel comercial y no de investigación, y el resultado “siempre juega a favor de colza”, dado que la “soja rinde más sobre el rastrojo de colza”, incluso “con rendimientos que pueden llegar a estar en 400, 500 o 600 kilos” por hectárea, “dependiendo del ambiente y de la situación”.  Por lo cual “es necesario mirar con atención al sistema colza-soja”, afirmó.

Bremermann también mencionó el caso de las colzas invernales, que se cosechan más tarde, sobre principios de diciembre, en las que se advierte una “respuesta de rendimiento sobre el maíz de segunda respecto al rastrojo de trigo”. Y agregó que “en el siguiente cultivo de trigo o cebada también hay respuesta en el rinde por haber tenido colza”.

Alur y el productor

El gerente general de Alcoholes del Uruguay (ALUR), Álvaro Lorenzo, también resaltó la “gran oportunidad” en los biocombustibles, especialmente el combustible sostenible de aviación (SAF, por su sigla en inglés).

Se refirió a las “rutas tecnológicas” para satisfacer las necesidades es la ruta HEFA (aceites vegetales y grasas animales hidrotratados), donde surge el diésel renovable y se puede llegar también al SAF, pero “se estanca primero por falta de materias primas, por restricciones regulatorias de los mercados de destino, donde ya Europa sacó el aceite de palma, la soja va camino a irse” y “la canola pica por ahí”.

Entonces, las alternativas como camelina y carinata, que “no compiten con los alimentos”, son “muy relevantes” y también “estamos trabajando e investigando con colegas y con empresas que están desarrollando el cultivo, como Nuseed o Chacra Servicios, entre otras, que tienen genética”, dijo.

Comentó que Alur busca “otras alternativas que no son cultivos anuales, sino perennes, también como fuente de aceite vegetal oleaginoso”. Afirmó que “hay una oportunidad enorme y la está viendo todo el mundo”.

Y aludió a un reciente encuentro con técnicos brasileños, donde se indicó que Brasil tiene “180.000 hectáreas de canola”, que tendrá “300.000 hectáreas el año que viene” y en 2030 alcanzará “1 millón de hectáreas”. Mientras que en Argentina el cultivo está creciendo, y también en Paraguay, advirtió.

Sostuvo que “hay una oportunidad comercial más allá de las ventajas que tiene en todo el ciclo de cultivo y en el sistema”.

Desde la mirada del productor habló el empresario agrícola y presidente de la Asociación Agropecuaria de Dolores (AAD), Enrique Carlos Oyharzábal, quien se refirió a los “beneficios” del cultivo. En lo agronómico, “empezamos a ver que la canola venía a participar a un sistema que estaba muy sobrecargado de gramíneas en invierno; vimos una oportunidad para la rotación con un cultivo que tenía una dinámica” y un “comportamiento totalmente diferente”, describió.

Consideró que esto vino a “solucionar varios problemas” respecto a temas de enfermedades, porque “con una rotación en la cual la cabeza puede ser un maíz de primera o una soja de primera, acompañado en el primer invierno por una colza invernal o primaveral, ya se arranca con un sistema limpio”. Para “después incluir gramíneas de invierno, se pueden llegar a suceder hasta tres gramíneas invernales sin generar problemas ni conflictos de enfermedades entre sí”, sostuvo. Acotó que “sí de malezas, pero no de enfermedades”. 

Destacó que esa es una “fortaleza muy grande”, porque “empezamos a manejar rastrojos más sanos y eso hace al sistema agrícola”. Señaló que “en un mundo que mira cada vez más la inocuidad eso es muy importante”.

Consideró que el sistema “estaba muy cargado de malezas gramíneas, con muchos rastrojos C4, que complicaban la siembra posterior, y la canola descomprimió esa situación, generando efectos positivos en la productividad poscanola”.

El presidente de la AAD valoró que desde el punto de vista empresarial, hacer un cultivo que “permite usar otros principios activos para controlar malezas” posibilita “usar menos fungicidas y, a la misma vez nos potencia los rendimientos de los cultivos de verano entre 10%, 15% y hasta 20% en algunos”, y destacó que ese efecto también “continúa en el invierno siguiente”. 

Remarcó que “todo eso trae un plus de productividad, que impacta favorablemente en los números de las empresas”. Y consideró que esa mirada al sistema, más allá del cultivo, “marca el camino”.

Nota de Revista Verde N°118

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