La transición energética coloca a la camelina en el menú de opciones
LDC está impulsando el cultivo en la agricultura uruguaya, para atender la demanda de la producción de biocombustibles sostenibles; se sembraron 4.380 hectáreas este año.
En la primera zafra de camelina en Uruguay se partió de la base de contar con “semillas para unas 4.500 hectáreas”, y por densidad de siembra fue necesario “ajustar” esa área, y se terminaron “sembrando alrededor de 4.380 hectáreas”, de las cuales “hubo unas 100 hectáreas que se perdieron por tema de implantación y anegamiento, para finalmente cerrar el plan con 4.200 hectáreas”, informó a VERDE el líder comercial de Macro Seed – la marca de semillas de LDC– en Uruguay, Luis Morales.
Comentó que “estamos muy orgullosos con el desempeño” del cultivo, “la entrada al país y cómo se ha desarrollado de norte a sur y de oeste a este, desde Salto hasta Canelones y de Soriano hasta Rocha”. Y destacó que hubo 55 productores que sembraron el cultivo.
Valoró que se realizó la primera jornada de camelina con el “cultivo en pie” en Uruguay. En ese ámbito se hizo foco en el cultivo, la propuesta técnica, el negocio y las perspectivas. La actividad se desarrolló en una chacra ubicada en Flores, de la empresa Agrícola TM.
Sobre la fijación del precio y las condiciones a cumplir por parte del productor, el líder comercial de Macro Seed dijo: “intentamos llegar con una propuesta lo más transparente posible, desde el inicio”. Sostuvo que “este es un circuito cerrado, donde se le entrega la semilla al productor, se siembra y la cosecha es adquirida por LDC”, con entrega en el acopio en Montevideo. Explicó que la fijación del precio es la posición de soja enero en Chicago, más una prima de US$ 50 por tonelada.
También indicó que la idea es “industrializar ese grano en Uruguay y exportarlo como aceite a distintos destinos”. Por un lado “tenemos el aceite, materia prima para el combustible sostenible de aviación, que se está demandando bastante a nivel global”, y “como subproducto tenemos un alimento muy rico en proteína”, que “puede llegar a servir para la elaboración de raciones”, dijo. La idea inicial es intentar colocar ese subproducto en el mercado uruguayo.
Comentó que se cumplió el objetivo de siembra para este primer año, y que incluso fue “superado”, ya que hubo “productores que no llegaron a sembrar porque no teníamos más semilla”. Dijo que “siempre fuimos muy conservadores, intentando ir a la mayor cantidad de productores posible en bajas áreas”. Acotó que el propósito era tener “distintas experiencias” en un cultivo que es “nuevo” y que “el aprendizaje sea continuo, año a año con el productor”.
Ahora el plan de LDC de cara a 2025 es “intentar duplicar o hasta triplicar el área” de siembra de camelina, para lo cual se tendrá en cuenta “la opinión del productor, cómo le va con la cosecha y el recibo”, pero “entendemos que es un cultivo que vino para quedarse”, consideró.
MEJORAMIENTO GENÉTICO
Morales comentó que, “este año, cuando empezamos a desembarcar en Uruguay, nos juntamos con el Instituto Nacional de Semillas (Inase) y con la Cámara Uruguaya de Semillas (CUS), para comentarles sobre el desarrollo de la camelina y la introducción de los nuevos materiales”, entre otros asuntos. Agregó que ambas instituciones tuvieron una “muy buena respuesta” y “pudimos desembarcar sin problema” en el mercado uruguayo.
En esta etapa hay dos variedades en Uruguay. Matías Asinari, responsable de desarrollo de producción de Camelina Company, señaló que la camelina es una crucífera, “prima hermana de la colza y la carinata”. A propósito, planteó que para posicionar el cultivo hay que considerar tres aspectos diferentes a colza y carinata, que son: tolerancia a heladas, plasticidad en fecha de siembra –de mayo a agosto– y genética.
Camelina Company tiene 20 variedades registradas, con las que va “explorando zonas y ambientes”, donde “el mejoramiento genético es el puntapié para el avance” del cultivo en Uruguay. Sobre el manejo, indicó que “es bastante sencillo”, y que es importante seleccionar la chacra considerando que “no sea anegable”, porque el cultivo “es sensible” al anegamiento.
Explicó que se trata de una semilla chica, se siembra con máquinas convencionales, y que cuando llegó a Uruguay “la charla con el productor apuntó a la fertilización”, porque “ya se conoce la siembra y la cosecha por la experiencia que se tiene en colza y carinata”, relató.
Asinari comentó que “se está proponiendo una fertilización de reposición con 40 kilos de nitrógeno, 30 kilos de fósforo, 30 kilos de potasio y 10 kilos de azufre”, dado que “eso se lleva” una tonelada de camelina. Sostuvo que “el secreto es una buena implantación, que acá se logra muy bien, porque conocen la semilla chica; y después es la fertilización a base de fósforo en el arranque y una nitrogenada en roseta, aunque si se puede incorporar antes es mejor”. Además, informó que “hasta el momento no se detectaron plagas ni enfermedades”.
Agregó que la camelina es un cultivo doble propósito, de renta y de servicio. La densidad apunta a 8 kilos de semilla por hectárea para lograr de 200 a 250 plantas por metro cuadrado. “Con eso competimos muy bien frente a las malezas, porque arranca muy rápido. La chacra debe arrancar limpia, con un reseteo de hasta 10 días antes de la siembra, ya sea con glifosato o 2,4D”, indicó. En caso de contar con malezas gramíneas, “arriba del cultivo se pueden aplicar germinicidas”, explicó.
El responsable de desarrollo de producción de Camelina Company mencionó que la empresa tiene ensayos del cultivo donde se registraron rindes de 2.000 y 3.000 kilos por hectárea (kg/ha). “Queremos ser cautelosos en este desarrollo. Nuestro presupuesto siempre fue con una tonelada de camelina (por hectárea), que creemos que es lograble cuando se implanta bien, y cuando no aparece nada raro en el cultivo”, comentó.
Aseguró que en Argentina hay “casos de productores en grandes superficies de 2.500 kg/ha, 1.800 kg/ha, 1.600 kg/ha”, y se va “apuntando a un potencial mayor”. También informó que Camelina Company cuenta con un centro de mejoramiento en Pergamino, Buenos Aires, donde “estamos haciendo pruebas con distintas variedades, apuntando a estabilizar rindes y explorando nuevas zonas con variedades de ciclos corto, largo e intermedio”.
Acotó que “estamos trabajando en variedades que sean más tolerantes al anegamiento y que sumen tolerancia a ciertos herbicidas, eso será clave para el manejo de malezas que no sean de hoja fina”.
El programa de camelina con genética de Camelina Company proviene de España y de Sustainable Oils de Estados Unidos, compañías que son propiedad del grupo estadounidense Global Clean Energy Holdings (GCE), que acordó con LDC la promoción del cultivo en Sudamérica.
“DESCOMODITIZACIÓN”
La gerente de Sustentabilidad de Cereales y Oleaginosas de LDC para Latinoamérica sur y oeste, Victoria Capalbo, comentó a VERDE sobre la relevancia del lema de la “innovación sustentable” y el “compromiso enorme” de tener un “rol intermediario en la cadena”, con la posibilidad de “unir tanto la oferta como la demanda” y estar “siempre buscando innovación”.
Profundizó que esa búsqueda de innovación se relaciona con “lo que tiene que ver con sustentabilidad, que son temas que hoy están presentes en la compañía y atraviesan todos los negocios y todas las plataformas”, donde LDC “es pionero”.
Destacó que el cultivo de camelina tiene “innumerables beneficios”, y que “se van encontrando mercados que están dispuestos a comprar esos productos que generan nuevas oportunidades”. Señaló que “la tarea es la descarbonización del planeta” y el “reemplazo de los combustibles fósiles con los biocombustibles renovables, que son más amigables con el medio ambiente y generan menores emisiones de carbono”.
Capalbo agregó que la compañía tiene un programa relacionado con soja sustentable que “es súper amplio”, con “más de 15 años en la región” y con diversas certificaciones: ISCC, RTRS, 2BSvs, EPA, entre otras. Al tiempo que la empresa trabaja en tener huella de carbono medida en soja, maíz y empezando a evaluar planes para trigo.
También destacó la idea de “influir positivamente hacia arriba y hacia abajo en toda la cadena de valor”, y lograr entre todos hacer una “cadena de favores, donde cada uno desde su lugar busque ser más eficiente y disminuir su huella de carbono”.
Hizo hincapié en la Plataforma de Agricultura Regenerativa de LDC, que fue una “decisión natural relacionada con el camino hacia la transición energética que tiene planteado la compañía, con objetivos globales”. El programa está operativo en Estados Unidos, Brasil, Argentina y se está evaluando en Australia y otros países.
Explicó que en Argentina se lanzó este año, con el objetivo de 10.000 hectáreas, pero para 2030 la meta es llegar a unas 200.000 hectáreas, para lo cual LDC se asoció con distintos stakeholders (partes interesadas, en inglés) de la cadena, para generar un ecosistema en el que el productor obtenga diversos beneficios”.
Capalbo señaló que proveer productos que sean libres de deforestación, con una huella de carbono medida o provenientes de la agricultura regenerativa, “es algo relevante”, pero puntualizó que “actualmente el grado de exigencia depende de los destinos y clientes”
A propósito, dijo que hay exigencias regulatorias por parte de los destinos demandantes, y demandas de empresas que compran los productos que surgen a partir del interés del consumidor. Confirmó que Europa “marca el camino en estos temas”, pero también “se empieza a notar en Estados Unidos, en el sudeste asiático y en empresas privadas chinas”.
“Claramente vamos a la trazabilidad y a la descomoditización de los productos primarios, lo que permitirá permanecer en el mercado y se transformará en la base para seguir operando”, concluyó.
Nota de Revista Verde N°118