Costo de instalación de un sistema de riego bajó un 25% en los últimos 12 años

El costo de instalación de un equipo de riego es casi 25% más bajo en dólares constantes en un campo de Uruguay respecto a 12 años atrás, según un estudio realizado por Regadores Unidos del Uruguay (RUU). “En dólares corrientes no ha variado demasiado el costo de la instalación de un sistema de riego a lo largo de los últimos 12 años”, confirmó a VERDE el ingeniero agrónomo Santiago Arana, asesor técnico de RUU. Aunque señaló que el costo ajustado por la inflación de Estados Unidos, en dólares constantes “es casi 25% menor”.
El profesional explicó a VERDE que el análisis sobre los costos de instalar riego en Uruguay se basó en datos de proyectos reales, realizados desde 2012 a 2024, en dólares corrientes. La fuente de información fueron empresas instaladoras y proyectos realizados por socios de RUU.
Para poder analizarlo en mayor detalle, se agruparon los costos en seis componentes: bombas, electricidad, represas, obra civil, tuberías y equipos de riego.
La evolución “ha sido dispar”, dijo Arana. Explicó que mientras la represa y las obras civiles ligadas a costos nacionales aumentaron, las bombas y la parte eléctrica bajaron, y los equipos de riego y tuberías se mantuvieron estables.
Para poder realizar comparaciones de distintos sistemas de riego con cifras actuales, se proyectó “un diseño ficticio sobre una situación real”, que incluyó pívots de distintos tamaños, fijos y móviles. Los costos actuales para los sistemas más baratos con pívots móviles oscilan “entre US$ 3.200 y US$ 3.600; hasta un sistema más caro con pívots chicos y fijos, que puede estar en US$ 4.600 por hectárea, aproximadamente”.
¿Instalar riego o comprar más campo?
Arana también comparó estos costos con el valor de la tierra, práctica habitual porque “en buena medida explica también las posibilidades, o el interés cada vez mayor de incorporar un sistema de riego”. Indicó que un sistema con pívots móviles equivale a aproximadamente el 40% del valor de una hectárea agrícola, mientras que uno con pívots fijos puede costar algo más de media hectárea. Y subrayó que ese cálculo no toma en cuenta los beneficios de la Comisión de Aplicación de la Ley de Inversiones (Comap), ni ningún otro tipo de beneficio o estímulo a la inversión.
Dado que los márgenes de la producción agrícola con riego “más que duplican a los del secano, resulta más rentable invertir en regar una hectárea propia que comprar media hectárea”, concluyó.
Explicó que el impacto del riego en los márgenes depende de si se toma en cuenta o no el costo de oportunidad de la tierra. En maíz sostuvo que los rendimientos respecto a secano “más que se duplican, y en soja aumentan más de un 60%”. Y añadió que muchos costos son “parecidos” entre riego y secano, especialmente en soja.
Admitió que en maíz “hay algún costo más asociado a fertilización y al riego”, pero aun así “los márgenes de riego son casi tres veces más por hectárea”; y en el caso de la soja “por lo menos el doble”.
Comentó que, tras relevar 80 sistemas de socios de RUU, se elaboró un “índice de satisfacción hídrica”, que indica cuántos años y cuánta agua faltó. Un 60% de los sistemas está bien provisto, 20% relativamente bien, pero entre 10% y 15% enfrenta problemas estructurales graves. Precisó que estas deficiencias suelen estar en la cuenca, el tamaño de la represa o el área que se pretende regar, generando años con falta de agua en la mitad o más del tiempo.
Consideró que estos sistemas son “peligrosos”, ya que implican altos costos al planificar cultivos, que luego no reciben el agua necesaria, lo que eleva gastos sin lograr el aumento de rendimiento esperado.
Arana afirmó que se están diseñando sistemas más confiables de los que se lograban con la antigua metodología, basada en promedios de escurrimiento por hectárea.
Y explicó que el diseño se apoya en “un análisis dinámico de cuál es la probabilidad de escurrimiento y cuál es la probabilidad de demanda de una serie muy larga de años”. Durante la jornada Sistemas Regados, los ingenieros civiles de Doing mostraron la metodología actual de diseño de represas, que permite estimar en términos dinámicos cómo se comporta una obra en un sistema de riego.
Variabilidad de situaciones
El riego en Uruguay refleja “una variabilidad muy amplia de situaciones”, dijo a VERDE el asesor técnico de RUU, ingeniero agrónomo Gastón Sebben. Aunque el diseño permite definir múltiples aspectos, aclaró que hay factores definidos por el campo, como “el área de la cuenca y la eficiencia con la que podemos hacer un embalse, por ejemplo, en relación al movimiento de tierra necesario con respecto al agua que vamos a embalsar”.
Calculó que cerca del 65% de los sistemas dispone de agua suficiente para años complicados, mientras el 35% restante enfrenta limitantes de agua que son importantes. Indicó que los sistemas más estables son los que cuentan con “un tamaño de embalse bastante grande en relación a las demandas promedio” y cubren los años más extremos de la demanda. Y al menos debe tener una relación cuenca-área regada mayor a uno.
Sin embargo, advirtió que incluso con cuencas grandes “no se puede ser demasiado optimista en bajar el volumen a embalsar”, ya que las represas se llenan en invierno y se consumen en verano, y si no llueve “tampoco aumenta el agua en el embalse en verano”.
Consideró que los sistemas con poca agua enseñan lecciones para el futuro. Mejorarlos puede implicar reducir el área regada desde cada embalse, o buscar apoyo en cursos de agua. Aunque “ese curso no se tiene que secar en verano”, planteó, porque “cuando se secó la represa, no resulta sencillo”, advirtió.
También recomendó ajustar la rotación de cultivos para equilibrar oferta y demanda hídrica, y en campos con escasez no conviene planificar grandes áreas de cultivos exigentes, recomendó, porque “es probable que el agua disponible no sea suficiente, dependiendo del pronóstico de cada año”.
Además, aclaró que no siempre los proyectos más recientes son los más eficientes, ya que dependen de las características de cada campo. Precisó que el riego en Uruguay está dominado por sistemas monoprediales, con indicadores diferentes a los multiprediales, que presentan otras limitantes. Reconoció que “no somos los más eficientes ni para generar fuentes de agua, ni sistemas que no tengan limitantes”.
Sostuvo que las represas multiprediales “son más eficientes en cuanto a la generación de la fuente de agua”, aunque exigen resolver el traslado de ese recurso a mayores distancias, lo que “no quiere decir que no sea lograble”, puntualizó. Sin embargo, afirmó que obliga a diseñar sistemas distintos a los actuales, pensados campo por campo.
El asesor técnico de RUU destacó que la experiencia acumulada en “12 años” de trabajo de RUU ha permitido decidir de a cuerdo a la información disponible. El análisis histórico, dijo, permite saber “qué diseño me deja expuesto a tener deficiencias y cómo afecta a los cultivos cuando las tengo”. Aseguró que cuando es posible contar con agua suficiente, “lo más lógico” es diseñar sistemas que permitan cultivos de alta renta.
Además, señaló que “hay una tendencia mundial a aumentar el área regada con equipos fijos y a reducirla con equipos móviles”, algo que también se refleja en Uruguay desde 2018, aunque aún predominan los pívots móviles, confirmó el ingeniero agrónomo.
Advirtió que en zonas con limitaciones hídricas no siempre conviene invertir en sistemas fijos, porque “eventualmente igual te vas a quedar sin agua en un alto porcentaje de los años”.
Subrayó la importancia de no decidir “en forma aislada”, sino de analizar cada caso, para definir si conviene mantener equipos móviles, sobre todo cuando hay otras limitantes y no se prevé mayor retorno en pívots fijos. Indicó que equipos fijos y móviles implican distintos costos por hectárea, pero que es “un buen punto de partida” para decidir.
Comentó que en los sistemas actuales de riego “lidera el maíz”, aunque aclaró que la diferencia con la soja es pequeña, ya que gran parte del área bajo riego corresponde también a ese cultivo. En tal sentido, sostuvo que, aunque el maíz es el que más responde al riego, no se puede dedicar toda la superficie a ese cultivo, por necesidad de rotación, ni regar toda el área a la vez.
Subrayó que “la diferencia en el margen entre un cultivo de maíz de alta productividad y una soja de productividad intermedia también es muy grande”, y calificó al maíz regado como “un traccionador muy importante” de estos proyectos. En cuanto a la soja, admitió que “tenemos la brecha más grande”, ya que el maíz es prioridad y la soja enfrenta más limitantes. En sistemas móviles, precisó que se pierden “700 u 800 kilos de soja” por hectárea –en promedio– cuando se riega el maíz y no soja.
Aclaró que en sistemas fijos, con agua suficiente, esa pérdida no se compara, pues permite sembrar “una soja bastante más temprano, con un ciclo bastante más corto, y una soja de mucho mayor potencial”, lo que suma hasta “1.000 kilos” en soja de ciclo corto y acerca los rendimientos a “2.000 kilos arriba de la soja regada de primera con un pívot móvil”.
Aunque reconoció que los actuales precios no permiten que la soja alcance el margen del maíz, destacó que “empieza a ser más competitiva”, con rendimientos muy altos en pívots fijos. El especialista advirtió que, sin sistemas móviles, no es posible comparar soja corta y soja de primera, ya que “esa soja corta ocuparía el mismo espacio que el maíz”, y consideró que sería “muy mala estrategia poner una soja corta en segunda posición”.
Nota de Revista Verde N° 122




