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La economía global desafiada por tensiones en la cadena de suministro

1 de julio de 2022

Desde la Segunda Guerra Mundial no se vivía un escenario con estas características: más inflación, cuellos de botella, el fin del “dinero barato” y cambios en la inserción.

Las cadenas globales de suministros, o cadenas globales de valor, entendidas como la organización transfronteriza de las actividades necesarias para producir, comercializar y proveer bienes y/o servicios, sufrieron una enorme transformación en la segunda mitad del Siglo XX. Esto ocurrió gracias a los avances en las tecnologías de la información y comunicación (TIC), y a la disminución de los costos de transporte y el proceso de apertura económica, o globalización. Con eso aumentó el comercio global y la descentralización de la producción mundial, en la búsqueda de maximizar la eficiencia. 

Sin embargo, una serie de eventos que se sucedieron entre el año 2020 y la actualidad, que incluyen la pandemia COVID-19 y la reciente paralización de los puertos de China frente a la política de tolerancia cero de este país, una demanda latente que explota antes de lo previsto y que superó la capacidad máxima de carga de los fletes internacionales, y la guerra entre Rusia y Ucrania, con sus consecuentes turbulencias en mercados de insumos clave como la energía, metales, fertilizantes y commodities agrícolas, han generado disrupciones en las cadenas de suministros globales. [um_loggedin]  

Se multiplicaron los cuellos de botella, los retrasos en las entregas y los problemas de escasez de productos en góndolas, entre otras consecuencias indeseables. 

Esto es lo que se denomina un shock de oferta que, para peor, llega en medio de una aceleración inflacionaria global a raíz de las políticas monetarias expansivas aplicadas por los países centrales, en el intento de paliar la crisis económica y social causada por la pandemia. 

En este contexto, las organizaciones transnacionales buscan relocalizar la provisión de sus insumos claves, priorizando la resiliencia de las cadenas de abastecimiento por sobre su eficiencia, incluso si ello debe implicar hacer frente a un aumento de los costos de suministro.

Para el Fondo Monetario Internacional (FMI), la economía global enfrenta su mayor desafío desde la Segunda Guerra Mundial, e insta a los países a hacer frente a ello, sin dinamitar las bases de intercambio y cooperación sobre las que se asienta el crecimiento y desarrollo mundial. 

La aceleración de la inflación global, el menor crecimiento económico, la suba de tasas que encuentra a las empresas y los países con altos niveles de deuda están dando lugar a una fragmentación geoeconómica, o “desglobalización”, que puede cambiar las reglas de juego para todas las empresas y naciones del planeta.

La crisis de contenedores 

Para entender la llamada Crisis de Contenedores, deben tomarse en cuenta tres aspectos básicos: primero, que más del 80% del comercio internacional se transporta por vía marítima; segundo, China posee seis de los 10 puertos más importantes del transporte marítimo mundial contenerizado, lo que genera un importante flujo de contenedores en estos puertos; y finalmente, no dejar de lado que China es de los principales abastecedores mundiales de materias primas y manufacturas.

Con la llegada de la pandemia, las autoridades chinas decidieron comenzar a cerrar operaciones, tanto en puertos como en fábricas. Dichas medidas detienen la descarga de contenedores arribados a puertos chinos y la carga de contenedores con las manufacturas de ese país. Este hecho produce un gran cuello de botella en esos puertos, afectando la circulación normal de contenedores.

Luego de un tiempo en esas condiciones, China comenzó a recuperar la actividad y a liberar manufactura y contenedores, pero eso coincide con el cierre de fronteras de otros países, por el mismo motivo. Esto genera un nuevo congestionamiento, principalmente en los puertos de Estados Unidos y Europa, dos grandes concentradores de carga del mundo. 

El hecho de que este flujo continuo se haya cortado comienza a generar un desabastecimiento de contenedores, que no significa que no existan, sino que no estaban donde deberían estar, lo que automáticamente se tradujo en un gran aumento de precios.

Las grandes congestiones en los principales puertos internacionales provocan un gran aumento del tiempo de viaje. Como medida reactiva, las navieras comienzan a organizar los buques de otra manera, haciendo que descarguen en puertos menos congestionados, a partir de lo cual surge un nuevo factor: el roleo. Se llama roleo cuando el contenedor no es embarcado en el buque al que estaba destinado, ni en la fecha en que debía ser embarcado, lo que magnifica la incertidumbre en el abastecimiento de productos.

Ante estos hechos, y dada la dinámica de reacción en cadena del mercado, automáticamente aumentaron los tiempos de viaje, los costos y problemas con el abastecimiento, todos a nivel global.

Ya para mediados de 2022 se está viendo que la situación en la Costa Este de Sudamérica experimenta una leve mejora de la congestión portuaria y confiabilidad de recaladas. Los niveles de flete se han estabilizado con una incipiente tendencia leve a la baja. 

Pero la política de COVID cero de China, sumada a la guerra en Ucrania, contribuye a la congestión de puertos en Estados Unidos y Europa, generando un impacto colateral en los servicios navieros de contenedores. 

Aumento de la inflación

Los esfuerzos para salir de la recesión provocados por el COVID-19 y los problemas en las cadenas de suministro global han generado un incremento en la inflación mundial que podría extenderse en el tiempo. 

El gran exceso de ahorro global y el excepcionalmente fuerte exceso de demanda de muchos bienes y materias primas comercializadas internacionalmente han contribuido en esta escalada de precios. 

Si tomamos un promedio ponderado de la inflación para economías desarrolladas, se alcanzan niveles no vistos en los últimos 40 años, con niveles mínimos de desempleo. 

La inflación proyectada para las economías desarrolladas en 2022, por parte del FMI, es de 5,7%; la más alta desde 1984. En el caso de las economías emergentes, se espera un promedio de inflación de 8,7%, la más alta desde 2008, cuando el precio del barril de petróleo superaba los US$ 100 y el resto de los precios de los commodities estaban en valores similares a los actuales. 

En Latinoamérica y el Caribe los niveles de inflación son del orden del 11,2%, el más alto desde fines de la década de 1990.

En términos de nivel de actividad, la tasa de desempleo a nivel global proyectada por el FMI sería la más baja en más de 40 años. Esto se daría tanto para las economías emergentes, como para Estados Unidos y la zona euro. 

Los problemas de abastecimiento global y su impacto en los precios se ven aumentados por la recuperación en la demanda y el nivel de actividad global. 

Esta recuperación de la economía global se debió a los esfuerzos fiscales y a las políticas monetarias laxas de los años 2020 y 2021. Al acercarse al pleno empleo, la demanda creciente comenzó a hacer presión sobre una oferta que no se adaptó rápidamente a los cambios, generando dificultades en el abastecimiento global, resultando en un incremento en los precios de los commodities y diversos insumos claves para muchas cadenas de suministro.  [/um_loggedin]

Nota de Revista Verde N°101

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