Canciller plantea “no aceptar reglas simétricas”; FAO con enfoque nuevo
“La ganadería y los gases de efecto invernadero pasaron a ser temas de alta política y de estrategia”, dijo el gerente de Conocimiento e Innovación del INAC, Pablo Caputi.
Qué fue lo que nos pasó en estos últimos años”, para que hoy los panelistas en esta mesa sobre el tema ganadería en la Rural del Prado “sean el canciller (Omar Paganini), y un representante de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación)”.
Así lo planteó el gerente de Conocimiento e Innovación del Instituto Nacional de Carnes (INAC), Pablo Caputi, al inicio de la conferencia titulada Posicionamiento de la ganadería uruguaya en sostenibilidad, que organizó ese organismo el jueves 13 de setiembre en la Expo Rural del Prado 2024.
“Es que la ganadería y los gases de efecto invernadero pasaron a ser temas de alta política y de estrategia”, argumentó.
Planteó que “Uruguay no es un país chico, lo que pasa es que nuestros vecinos son muy grandes”, considerando que somos más grandes que Inglaterra y si nos mudáramos tendríamos el tamaño medio de la Unión Europea, andaríamos bien ahí, lo que somos es un país “despoblado”, con 3,5 millones de habitantes.
Y “al ser despoblado, toda esa enorme superficie, ese rico y hermoso biopampa, que nos permite tener tres o cuatro vacunos por habitante, y eso marca nuestra tradición y nuestra economía, medido verticalmente el Producto Bruto Interno (PBI) de los agronegocios es entre el 25% y el 30%”, valoró.
Consideró: “que esté la FAO es muy relevante, porque vamos a hablar de cómo alimentar el mundo, nosotros alimentamos al mundo, somos 3,5 millones y alimentamos a 35 millones de personas, es decir 10 veces más”.
“Hay que salir a colocar su producción bastante más lejos, entonces hay que superar barreras idiomáticas, culturales, de desconocimiento, y hay que explicar qué es Latinoamérica, qué es Uruguay”, dijo.
Luego, Caputi formuló algunas consultas a los panelistas y comenzó con Paganini.
“La sostenibilidad es la sostenibilidad económica, social y ambiental, es decir, siempre fuimos sostenibles y la prueba es que estamos acá, como sociedad. Cuando nos declaramos independientes había dudas si íbamos a ser viables por nuestra escala y alguien dijo: tienen un buen puerto, tienen un buen clima y tienen una tierra fértil, déjenlos que van a hacer su parte y acá estamos”, comentó.
Preguntó: “¿cuál es la estrategia del gobierno en la presentación del país y de los temas ambientales?, porque esta es una partecita, hay una película completa del país sostenible en lo económico, en lo social y en lo ambiental, entonces ¿cómo deberíamos entender esto y cómo presentamos al mundo?”.
“Este tema ya dejó de ser técnico hace mucho, un poco por un razonamiento válido, que es uno de los grandes problemas de la humanidad en este siglo, que es el problema de la sustentabilidad ambiental, y en el fondo de que no terminemos sin poder dar sustento a la especie humana por haber destruido los recursos en los cuales nos basamos”, dijo el canciller.
Señaló que “el problema del impacto ambiental de las actividades humanas empieza a ir más allá de cada una de las actividades de cada uno, y se va de un problema público, de un problema común de la sociedad, pero más aún un problema común del mundo”. “¿Y por qué es un problema común del mundo?, porque lo que yo emita acá no es solo de Uruguay, pero no es que me contamine yo solo, es que afecta a todo el planeta”, sostuvo.
Y eso supone un “dilema para las instituciones internacionales”, ya que “en un contexto mundial donde las instituciones internacionales se están debilitando, porque los conflictos que existen de alguna manera socavan su capacidad de resolverlos, está a la vista lo que tenemos todos los días en las noticias, y hay una cierta tendencia en algunos países a decir que en realidad no sirven para nada. Y por otro lado, estamos viendo cómo este tipo de problemas inevitablemente se resuelven de manera multilateral o no se resuelven”, planteó.
Se refirió a que “con todas las dificultades que hay para un orden internacional que siempre tiene debilidad respecto de los estados, porque en el fondo tiene que ver con acuerdos, tienen que ver con el derecho internacional público, que es un derecho débil, porque no tiene demasiadas posibilidades de enforcement (ejecución en inglés)”.
“Tenemos una dinámica donde se va instalando la idea de que esto será un problema de todos, y tenemos que hacer cosas a nivel internacional para resolverlo y, por otro lado, también aparecen las fricciones y las tensiones geopolíticas que debilitan el orden internacional”, dijo.
Afirmó que “en esa paradoja estamos moviéndonos en el mundo”, y un país como Uruguay ha tenido históricamente, y va a tener que seguir teniendo, un apoyo al multilateralismo como parte estratégica del largo plazo”.
“Si no hay un uso de multilateralismo ganan los más fuertes” y “hay que atender aquellos problemas que son visualizados como problemas a resolver de forma conjunta por los distintos países, y en los órganos competentes, y tenemos que jugar a favor de que eso avance”, comentó.
Para Paganini, es necesario plantear ese primer “marco estratégico, porque sino algunas cosas no se entienden y a veces a uno le viene la tentación de decir: no le hacemos caso y ya está”.
Triple dimensión
En un “nivel un poco más práctico” respecto a “bloques de países que toman esto como parte de su política, y van tratando de generar políticas para incorporar a la toma de decisiones de distintos agentes públicos y privados el problema ambiental”, indicó.
Advirtió que “algunos compradores de nuestros productos pueden empezar a poner restricciones a lo que compran o a obligarnos a pagar un sobreprecio si tenemos un impacto ambiental o social en lo que estamos haciendo, y entonces cambian la regla de comercio”. “Las reglas de comercio ya no son el bien tiene que tener determinadas condiciones, estándar de calidad”, entre otras, dijo.
Enfatizó que el tema ambiental “en algunos países importantes puede ser cada vez más fuerte”, como en el caso de “la elección en Estados Unidos”, donde “vamos a ver cómo esto puede ser una tendencia de parte del gobierno norteamericano, que es lo que estamos viendo en el discurso demócrata, o no tanto en el discurso republicano”.
“Todo esto llevó unos años, quizás ya consolidando una sigla”, que en inglés es “ESG, que tiene que ver con la sostenibilidad en la triple dimensión: social, ambiental y de gobernanza”, destacó. Explicó que “el problema de aquellas cosas que son problemas transnacionales, por decirlo de alguna manera, no es solo el ambiental, también está la vieja discusión de los problemas sociales. Es decir, usted está comprando un producto porque en otro país están explotando mano de obra esclava o usted está comprando un producto porque hay condiciones de gobernanza de ese país que le permiten hacer cosas que son competencias desleales”.
“Ese tipo de razonamiento termina consolidando del lado de la visión proteccionista estos argumentos, pero del lado de la visión de que son problemas globales de la humanidad, que todos tengamos un mínimo de acceso a los bienes y a un bienestar mínimo y, por otro lado, a reglas de juego estables y transparentes, también como una razón positiva, no negativa. Intentemos que el mundo vaya en la dirección del ESG”, planteó.
El canciller opinó que en Uruguay “somos buenos alumnos en todos estos temas”, y esto “hay que usarlo a nuestro favor y no solo a nuestro favor defensivo”. “Digo esto porque todo lo que vieron en las charlas anteriores es defensivo y es legítimo”, y “no tenemos por qué aceptar reglas simétricas que nos perjudican injustamente”, afirmó.
Datos creíbles
A su turno, el oficial de producción animal de la FAO para América Latina y el Caribe, Andrés González, se refirió a la importancia de algunos indicadores vinculados con el peso de la producción de alimentos de la región, como el 28% del rodeo ganadero mundial, el 21% de carne vacuna, el 23% de carne aviar y cerca del 11% de la leche y de los huevos.
La FAO le “reconoce” relevancia “a la ganadería” y le otorga un “plan de acción” que busca una “transformación sostenible” de ese sector, con la generación de datos “creíbles y comprobables” y “llevarlos a una etapa de la transferencia” a los productores, con “buenas prácticas” y financiamiento, aseguró.
Dijo que hay un “enfoque nuevo” y “refrescado” sobre el aporte de la ganadería, que en conjunto estos aspectos y políticas comprenden una serie de acciones.
En ese sentido, González destacó el programa integrado de sistemas alimentarios que hacen los países a la FAO y al Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA), que en su primer año de ejecución cuenta con 11 proyectos de los cuales 8,5 son de ganadería.
Este proyecto tiene una inversión directa de US$ 300 millones y coinversión de unos US$ 2.200 millones, indicó.
A la hora de las preguntas del público, el ministro de Ganadería, Fernando Mattos, pidió al técnico de la FAO que profundice en el cambio en el enfoque de este organismo respecto a la ganadería y su impacto ambiental.
Empleando conceptos como “socios”, “nexo” y “complementario”, González enfatizó la intención de “estar al servicio de la ganadería” y entender su “rol social, ambiental y político”.