Aplicaciones aéreas para el control de las enfermedades de fin de ciclo

Por el Ing. Agr. Víctor Piñeyro, Director del Observatorio de Comunicación de Agronegocios
Un avión agrícola puede llegar muy rápido, no tiene que esperar condiciones de piso para ingresar al lote, y su capacidad de trabajo permite aplicar en unas 150 ha/hora
Los márgenes de resultado económico proyectados para la campaña de soja 2020/21 en Uruguay muestran escenarios interesantes, aunque aún esté en duda el componente climático y su impacto en el rendimiento. Pero cada año las llamadas enfermedades de fin de ciclo (EFC) condicionan la posibilidad de capturar los rindes potenciales. Sin embargo, con el precio de la tonelada de soja por arriba de los US$ 400 –por primera vez en los últimos seis años–, la campaña 2020/21 ofrece la oportunidad de verificar el control oportuno y eficaz de la aplicación aérea.
Es numerosa la bibliografía que explica el mecanismo con que este grupo de EFC afecta los rendimientos de soja. Pero, en general, la característica necrofítica de la mayoría de los agentes etiológicos desata un proceso que puede sintetizarse en: parasitismo, clorosis, necrosis, senescencia y por último defoliación.
El Índice de Área Foliar (IAF), y su duración, se ve sensiblemente afectado cuando la capacidad del cultivo de reponer nuevas hojas es muy reducida o nula, por lo cual la menor disponibilidad de fuentes de asimilados impactará sobre la supervivencia de flores y, por lo tanto, producirá menor cantidad de vainas y granos.
Al mismo tiempo, algunos de los patógenos de este grupo de enfermedades también afectan vainas y semillas, impactando en la calidad del grano.
La bibliografía reporta que el daño promedio causado por las EFC es de entre 8% y 10%, alcanzando un máximo de 30% de pérdida del rendimiento potencial.
El monitoreo y decisión de control no es sencillo, ya que las observaciones visuales de incidencia y severidad ocultan infecciones sin síntomas que, si las condiciones predisponentes prosperan, pueden manifestarse en el fin de ciclo, cuando ya es tarde para que el cultivo compense el daño.
Los trabajos que mejor ajustan la decisión de aplicación de funguicidas y el efectivo control del daño hacen referencias a las condiciones de precipitación entre R3 y R5. En ese periodo los modelos de decisión de aplicación recomiendan medir los milímetros de precipitación caída y compararlos con los umbrales sugeridos, o decidir la aplicación en base a pronósticos de precipitación firmes y más o menos seguros.
Este ambiente y manejo donde se desarrollan las EFC hacen de la oportunidad de la aplicación del funguicida un elemento clave.
La aviación agrícola de Uruguay dispone de una valiosa caja de herramientas para aportar valor al productor en los procesos de siembra, aplicaciones y fertilización. Sin duda, ante la necesidad de contar con variantes efectivas en el control de EFC, tiene mucho para ofrecer.
Una vez tomada la decisión de avanzar con una aplicación de rescate o preventiva, el avión agrícola puede llegar muy rápidamente, no tiene que esperar condiciones de piso para ingresar al lote, y su capacidad de trabajo permite aplicar aproximadamente 150 hectáreas/hora.
Por otra parte, hay estudios que demuestran las ventajas de la aplicación aérea en cuanto a la dinámica del flujo de aire durante el vuelo, que puede favorecer la configuración de la gota y la llegada efectiva hasta el blanco objetivo, distribuyendo mejor la dosis dentro del canopeo, especialmente en estratos inferiores.
No pisar y no producir daño mecánico sobre el cultivo, evitando la compactación por el paso de maquinaria terrestre, puede hacer perder aproximadamente 3% del rinde.
A tener en cuenta
Hay cuestiones a tener en cuenta a la hora de evaluar la aplicación aérea. Pueden haber limitaciones logísticas, como la presencia de condiciones climáticas que pueden afectar el vuelo, superficies mínimas que no justifiquen la operación desde el punto de vista económico, o dificultades para acceso a infraestructura de pista e instalaciones de carga.
Otra limitante puede ser el costo de la aplicación aérea, que por hectárea es mayor que la aplicación terrestre y, si bien puede generar una ventaja económica, también requiere un desembolso financiero más exigente.
El proceso de control de adversidades no empieza en el momento de la aplicación, sino que depende de una compleja interacción de variables como: la elección de las variedades, el manejo agronómico, las rotaciones, el clima, la cantidad y calidad del monitoreo, los criterios de decisión y productos elegidos para el control y, por último, un mecanismo aceitado de vínculo con los contratistas de la aplicación, ya sea terrestre o aérea, para así lograr una respuesta oportuna.
La correcta articulación, así como la integración criteriosa de los diferentes factores, puede definir la suerte de un control efectivo de las EFC.
Solo como modelo de un ejercicio borrador, proyectamos los beneficios potenciales por no pisar el cultivo y actuar oportunamente ante las EFC y, descontando los costos adicionales de la aplicación aérea, encontramos oportunidad de beneficios de entre US$ 15 y US$ 116 por hectárea, según incidencias e impacto potencial de la enfermedad.
De todos modos, este artículo no pretende plantear dicotomías entre los distintos sistemas de aplicación, sino el uso complementario de todas ellas.
La diversidad de situaciones de los sistemas de producción y las distintas realidades de los productores, sumadas al desafío que tiene la agricultura de producir cada vez más y de manera más sustentable, requiere que tengamos a mano todas las tecnologías disponibles.